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Feminicidios, las víctimas colaterales

TRIBUNA

Javier Bustillos Zamorano

De tanto usarse, las palabras se desgastan y pierden significado, lo mismo pasa con las estadísticas; los feminicidios se han convertido en números que poco o nada nos dicen del sufrimiento de las víctimas colaterales, las familias de las muertas y agredidas. Según un estudio mexicano, este delito les cambia la vida, las hunde en la depresión, angustia y rabia que derivan en enfermedades y otros males cuyo blanco más pernicioso son los niños y niñas.

Se llama Impactos del feminicidio en México y las respuestas del Estado, elaborado por el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, basado en testimonios de 19 familias que, además, denuncian la falta de justicia e insensibilidad de parte de las autoridades que las revictimizan con maltratos y manejo negligente de los procesos; nada diferente de lo que ocurre en Bolivia.

La familia de la víctima, dice el estudio, enfrenta duelos complejos, primero, sentimientos de tristeza y rabia y después dolor, impotencia y soledad, que no mejora con el tiempo. También trastornos por estrés agudo, que desborda su capacidad de afrontamiento, con síntomas de embotamiento emocional, aturdimiento, ataques intensos de ansiedad y un malestar clínico que interfiere negativamente en su vida cotidiana. La madre de una de las víctimas dice: “… a mí no me gusta ser mala persona y nunca me ha gustado maldecir a alguien, pero no sabes cómo lo odio, al maldito que me arrebató no solamente a mi hija, me arrebató mi seguridad, me arrebató mi fe, me arrebató el amor hacia la vida, las ganas de vivir, las ganas de sonreír, las ganas de querer convivir con los demás, ver a mis amigos, querer bailar, me arrebató muchas cosas, no nada más a mi hija”.

Los padres y hermanos de la víctima de feminicidio también experimentan sentimientos de culpa, por lo que pudieron haber hecho para evitar el delito. Otro testimonio dice: “Porque cuando te pasa esto, lo primero que piensas, el primer sentimiento es la culpa, la culpa es lo que le puedo decir que aflora más, te culpas de ¿Por qué la dejaste sola? ¿Por qué no se quedó más tiempo? Quizás, hubiera preferido que se quedara aquí en la casa, no sé, eso es terrible, eso de sentir esa culpa, sobre todo yo, porque yo siempre traté de darle la confianza, la libertad de expandirse, de hacer lo que ella quería, y yo la empujaba, la animaba a: si quieres, tú puedes, ¡hazlo!”

La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que la depresión se caracteriza “por una tristeza persistente y una falta de interés o placer en actividades que previamente eran gratificantes y placenteras”. Una enfermedad que puede alterar el sueño y el apetito, provocar fatiga, ansiedad, diabetes, hipertensión, sentimientos de inutilidad, desesperanza y pensamientos de automutilación y suicidio.

La madre de otra víctima cuenta: “Es terrible sufrir depresión, ansiedad, miedo, ganas de no vivir, ganas de no querer levantarse a pesar de estar conviviendo con mis hijos, con mi esposo, se pierde todo. La verdad, no tiene uno ánimos de nada, no sé, no he llegado a ser extremista al grado de decidir suicidarme, pero las ganas de ya no querer vivir es lo que deja como secuela todo eso, es muy terrible”

El informe dice que la depresión fue un hallazgo reiterativo en las entrevistas realizadas. Otro familiar comenta: “No sé si cuente como una emoción ganas de morir. Siento que solo existo, solo existo porque ya no sé más de dónde agarrarme, ya no sé qué más hacer. Ya no le encuentro mucho sentido a estar aquí…”

La investigación muestra que las alteraciones físicas y psicológicas que sufren las familias de las víctimas trascienden las esferas económicas, laborales, familiares y sociales, como, por ejemplo, que experimenten procesos de reestructuración, cuando la víctima directa tenía hijas e hijos; la familia se encarga del cuidado de éstos, además de la búsqueda de justicia.

Las hijas e hijos de las víctimas de feminicidio padecen tristeza, pérdida de sueño y apetito, irritabilidad, aislamiento y problemas de aprendizaje. En fin, es un documento de 206 páginas que se puede leer por internet y que debemos revisar para ver este delito con otra mirada. Otra víctima colateral dice: “Lo único que quisiera agregar es que yo no voy a vivir tranquila hasta que encuentren al asesino de mi hija, porque pues él no solo destruyó la vida de ella, destruyó la vida de toda mi familia…”

Javier Bustillos Zamorano es periodista.