Laberinto senti/mental
La exposición a tanta cosa genera laberintos. Es muy alta la probabilidad de que quien lee esto sepa quién es Tito. Así es, el gato que se perdió en un vuelo de BoA y que puso a gran parte del país pendiente de su paradero. Una suerte de angustia colectiva más por el felino en sí que por lo que la desaparición implica para una empresa aérea. Es la misma sensibilidad que puso en los grandes titulares de periódicos al zorro Antonio. ¿Lo recuerdan? Se movilizaron millones en las redes sociales cuando se supo que este animal silvestre había sido criado en Oruro por una familia como si fuera un perro, tras la muerte de la madre. ¿Quedarse en su hogar o al zoológico? La pregunta dividió en las redes y ocupó la cresta de la agenda mediática. Lo hizo en su momento el león Fido. En los últimos días encontraron dos perritos muertos en la Universidad Pública de El Alto. ¿Los lanzaron de un cuarto piso o cayeron accidentalmente? Los detalles también se multiplicaron en nuestras pantallas taladrando donde nos duele. ¿Tocamos la herida o miramos hacia otro lado? Como dijo Lecter, en El silencio de los inocentes, tenemos que salvar un cordero, aunque sea uno solo, para curarnos de todos los que no podemos salvar. De repente es lo que sucedió en esta casa periodística cuando se cruzó en nuestro camino un cachorro abandonado a su suerte al que se le unió, en condiciones poco claras, otra pequeña. Sin titubeos, Rómulo y Romina son parte de nuestro departamento de seguridad y de caricias. Una mirada inocente derrite al más concentrado de los periodistas. Solo con ternura podemos administrar las tensiones de la información cotidiana.
Son laberintos senti/mentales que nos zarandean entre alegrías, angustias, temores, esperanzas o tristezas. Pensemos en esta última semana: el presupuesto del Estado con los desacuerdos intramasistas, la violencia en el cruceño Barrio Lindo, las ganas locas de promover todo tamaño de independencias dentro del país. Ni hablar de ese paralelo entre el Mundial y la intrincada crisis peruana.
En Doha, cada partido vino con su caja de lágrimas y sus globos de ilusión hasta que quedaron dos últimos que disputarán la millonaria Copa Mundial hoy. El camino deja indelebles recuerdos, comenzando por la campaña contra Catar de parte de Occidente. Claro, la incomparable visibilización que trae el Mundial también dejó al descubierto una serie de interrogantes y francas preocupaciones sobre las condiciones de trabajo de migrantes, la desigualdad entre hombres y mujeres, el sistema político, la abundancia de riqueza y un par de problemáticas no menores. Pero no me digan que los grandes de Europa o Estados Unidos o cualquiera de nuestros países tiene el dedo bien limpio para señalar desde lo alto y decir qué es inmoral y qué no. Así que las campañas hipócritas pueden candidatear a la silla del olvido. Candidatea a recuerdo para siempre un pequeño país sacudido por ejércitos de hinchas de tantos lugares que se cruzan en las calles, el metro o la playa portando visiones diferentes de mundo; un Japón que puso todo y más; un país minúsculo que puso la mejor y nada mezquina infraestructura para la cita futbolera (lo que no pasa solo por tener dinero); el ingreso de la primera árbitra en un Mundial, la esforzada, revolucionaria y francesa Stéphanie Frappart que dejó una impecable gestión de la justicia en el Costa Rica-Alemania; un Marruecos dispuesto a comerse el planeta y saldar un par de cuentas históricas con las banderas de la colonia; una cumbia villera bailada tímidamente por un catarí.
Hoy es difícil no pensar en los tres países que se juegan el todo por el todo: Perú, Francia y Argentina. Cómo ser indiferente con una crisis anunciada desde el primer día del gobierno de ese profesor rural, cómo no pensar y sentir por los cientos de heridos y muertos en el Perú no limeño, en el Perú/espejo, en el Perú/hermano. La euforia de la cancha al otro lado del mundo no deja escuchar el silencio del dolor y de la muerte aquí al lado. Cómo ser indiferente con la Francia revolucionaria que en dos patadas al arco de la igualdad venció a la monarquía, sacó a la Iglesia del Estado y dejó a disposición de todos una intelectualidad como pocos países tienen en sus álbumes del pensamiento o de la literatura; a la Francia que es más Francia porque dio ciudadanía a algunos Mbappés que hoy meten goles en nombre de La Marsellesa. Cómo ser indiferente con la Argentina de las Malvinas, la de Gardel, la del más ácido humor, la de la pluma de Borges, la de Villa Fiorito, la del piano de Fito Páez, la de las lágrimas de Evita, la del revolucionario Piazzola, la del Che. Esta A amante necesita un diván para tratar su corazón “partío”. Es Edith Piaf, del barrio Ménilmontant, contra Tita Merello de la calle Corrientes. Entonces vuelve a este domingo la mano de Dios sobre Diego y la mano de Diego sobre Lionel y de pronto se despeja todo. Vamos Argentina, carajo.
Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.