Icono del sitio La Razón

Desfase del Código Penal

TRIBUNA

El Código Penal de Bolivia tiene un desfase ideológico, histórico y político: es imperativa su reforma. Y no solo es el nuestro. Hay desfase porque hay continuidad de la matriz ideológica premoderna: la traición a la patria, la sedición o el desacato —en relación al Ejecutivo—, que aún perduran en las legislaciones penales —y constitucionales como la de Bolivia— , son el mejor ejemplo de la persistencia del supuestamente superado “el Estado soy yo”.

Pere Aragonés, de la autonomía de Cataluña, España, celebra la derogación de la “sedición”, aunque dice que se ha modificado por un tipo de delito más suave en su penalidad. O sea, se mantiene el bien jurídico protegido —El Estado— con penalidades menores. A un “súbdito” que arrojó huevos al Rey Carlos, con mala puntería además, se lo acusó por delito de “orden público de la Sección 4”.

Y no es solo una dimensión penal, que implica última ratio, lo negativo que emerge desde la Constitución o “pacto social”, un imaginario construido en siglos de conspiración de la burguesía emergente y de los señores feudales insatisfechos, principalmente a partir de la “ilustración” que coincide con la primera globalización: el reparto del mundo por y para los europeos. Un complejo proceso de transformación económica no muy cristiana que da un salto cualitativo a partir de la emergencia del “contrato social” y que se hace del poder. Recordemos el imaginario construido, cedemos derechos para que quien los administre nos proteja la vida, el patrimonio y la libertad; también recordemos que la “nueva” ciudadanía era el nuevo soberano y ya no el viejo que sostenía… “el Estado soy yo”.

Entonces, cómo nos explicamos que el poder delegado —constituido— tenga la hegemonía de la fuerza para defenderse del poder delegante —poder constituyente—: es un contrasentido histórico e ideológico. Subsumir los derechos de los ciudadanos frente a los supuestos intereses generales del Estado o la “Comunidad” pertenece a una matriz ideológica superada; es más, se constituye en el rompimiento del supuesto contrato social. Por eso, no nos debe extrañar que un Trump intente tomar un legislativo y Pedro Castillo, ideológicamente opuestos supuestamente, intente lo mismo; o, que el aglomerado de delegados desconozca la expresión del constituyente “soberano y ciudadano” peruano que votó en favor de Castillo.

El mundo, en su transición del unipolarismo al multipolarismo, se encuentra en una crisis profunda y ha asumido el pensamiento único, el de la guerra y profundamente religiosa: si no estás conmigo, estás contra mí. Es la invisibilización del “otro” diferente; y, se traduce en debilitamiento de la institucionalidad construida a partir del imaginario Estado-Democracia (en esta parte que la “asumió” o que le fue impuesta; y, que no es tan diferente a las otras regiones del mundo que cuentan con partidos únicos, o con la destrucción de los otros posibles) y/con poderes muy teológicos. También profundiza la crisis por negar la naturaleza migrante del homo, desde su aparición y variadas mutaciones hasta llegar a lo que somos; claro, acelerada esa naturaleza de sobrevivencia por miles de bombas en sus casas, o por una profunda inequidad social por Estados fallidos: no cumplimiento del contrato social.

Hay que replantearse después de más de dos siglos de vigencia del contrato social o del Estado moderno y posmoderno (constitucionalismo social que pasa de reconocer a garantizar los derechos del ciudadano o soberano).

Claro, no seremos ingenuos en generar otro imaginario perverso y prometer el nuevo paraíso, en una visión teológica idealista. Debemos reconocer lo que Lacan señala, que se da la reproducción en la negación por partir de lo negado. Quizás no debiéramos de manipular la esperanza y asumir mayor realismo y plantear lo posible …lo “posible adyacente” de Kauffman.

Alejandro Colanzi Zeballos es criminólogo y nonnino de Valentina.