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Irán y el recato a las mujeres

TRIBUNA

Un indicio de la hipocresía del régimen iraní son los reportes verosímiles de que está haciendo cumplir su código moral supuestamente estricto deteniendo a mujeres y niñas acusadas de abogar por la falta de recato, para luego agredirlas sexualmente.

En un informe devastador sobre la violación de manifestantes por parte de las fuerzas de seguridad, la CNN relataba cómo una mujer de 20 años fue detenida supuestamente por encabezar protestas y más tarde fue llevada por la Policía a un hospital de Karaj, temblando con violencia, la cabeza rapada y una hemorragia rectal. La mujer se encuentra ahora de nuevo en prisión.

Así pues, la movilización en Irán no se trata de velos. Se trata de derrocar a un régimen incompetente, corrupto, represivo y brutal. Me sorprende y decepciona que la revolución popular iraní de hoy no haya recibido más apoyo en Estados Unidos y en todo el mundo. Creo que hay un par de razones para ello.

En primer lugar, Irán ha prohibido la entrada a la mayoría de los reporteros extranjeros, por lo que no tenemos equipos de televisión en las calles para grabar a las estudiantes que arriesgan sus vidas para enfrentarse a los matones del régimen. Como no estamos en el terreno, creo que en general los periodistas no le hemos dado a esta noticia la importancia que merece.

En segundo lugar, hay cierto recelo hacia los iraníes por parte de los estadounidenses, una percepción errónea de que son fanáticos que corean “Muerte a Estados Unidos”. De hecho, de persona a persona, Irán es quizá el país más proestadounidense del Medio Oriente.

Unas jóvenes audaces son las que encabezan las protestas de estos días. Cuando un miembro de la fuerza paramilitar Basij habló en una escuela, las niñas se quitaron el hiyab y lo abuchearon.

Estados Unidos y otros gobiernos están alzando la voz y los iraníes lo agradecen. Nasrin Sotoudeh, abogada iraní defensora de los derechos humanos que ahora disfruta de un permiso médico tras una condena de 10 años de prisión (reducida de 38,5 años y medio y 148 latigazos), me dijo que apreciaba sobre todo que una comisión de las Naciones Unidas sobre los derechos de la mujer haya expulsado a Irán. Pero a Sotoudeh y a otros les gustaría que el gobierno de Joe Biden hiciera más por deslegitimar al Gobierno iraní y criticara las ejecuciones, y pide a los gobiernos occidentales que tienen embajadas en Irán que retiren a sus embajadores.

Me gustaría que Biden colaborara con otros países para que la indignación internacional ante la represión tenga mayor repercusión.

Occidente también podría tratar de aumentar las sanciones selectivas contra los funcionarios y sus familiares que hacen fiestas en el extranjero o canalizan activos al exterior. Mientras tanto, la comunidad de inteligencia debería espiar más la represión masiva de Irán y filtrar información, cuando sea posible, para que las autoridades del país rindan cuentas.

Presionar a Irán es difícil, porque ya está aislado y se le han impuesto fuertes sanciones. Pero debemos esforzarnos porque Irán está entrando ahora a su siguiente fase: ha comenzado a ejecutar a manifestantes para aterrorizar a la población y que se rindan. Hasta ahora se sabe que dos manifestantes han sido ahorcados y al menos otras 35 personas han sido condenadas a muerte o están detenidas por delitos punibles con la pena capital.

En 1978, cuando la revolución de Jomeiní cobraba impulso, The New York Times citó a un abogado iraní con temores premonitorios: “Espero que no salgamos de una zanja solo para caer en un pozo”, dijo.

Más de cuatro décadas después, los iraníes intentan desesperadamente salir de ese pozo, liderados por colegialas que perseveran a pesar de la amenaza de detenciones, torturas y ejecuciones. Ellas entienden que la inmoralidad flagrante no reside en el cabello descubierto de una niña, sino en el gobierno que la viola por ello, y deberían contar con mucho más apoyo internacional.

Nicholas Kristof es columnista de The New York Times.