Durante casi medio siglo, el mundo ha hablado de abandonar su adicción a los combustibles fósiles. Sin embargo, año tras año, seguimos estancados en el mismo viejo sistema de energía sucia. Las consecuencias de ese retraso ya están aquí: la crisis climática está tocando a nuestra puerta. Sin embargo, cuando hagamos una retrospectiva dentro de una década, quizá descubramos que 2022 fue un punto de inflexión. Una serie de nuevas medidas en Estados Unidos y Europa, y las elecciones en Australia y Brasil, están impulsando las energías limpias. Si alejarse de la energía sucia es como desviar la ruta de un barco gigante, entonces éste podría ser el año en que los líderes mundiales empezaron a darle la vuelta al petrolero.

Una transición energética suena simple y ordenada. Si nos fijamos en los periodos en los que el sistema energético cambió drásticamente, ya sea en 1979 o en 2022, hay un patrón claro: la crisis. Cuando el suministro de energía escasea y los precios de los combustibles fósiles se disparan, los gobiernos actúan. Las nuevas leyes energéticas de Estados Unidos distan mucho de ser perfectas. Este año quizá también sea un punto de inflexión para Europa. La crisis energética, causada por la invasión no provocada de Ucrania a manos de Vladimir Putin, ha dejado a Europa prácticamente sin su mayor fuente de gas fósil.

A medida que el mundo fabrique más paneles solares, vehículos eléctricos y bombas de calor, también aprenderá a fabricarlos con procesos más baratos. Esa innovación no puede deshacerse fácilmente. A medida que las tecnologías limpias bajen de precio, más consumidores y empresas de todo el mundo las elegirán en lugar de los combustibles fósiles. Pensemos en lo mucho que se adoptaron los teléfonos móviles frente a los fijos una vez que fueron más accesibles.

La crisis energética mundial de este año también ha tenido sus malas noticias. Este año, a nivel global, el consumo de carbón alcanzó un máximo histórico, ya que algunos países buscaron desesperadamente una energía más barata a corto plazo. Sin embargo, el rápido crecimiento de las energías renovables casi ha compensado este viraje hacia el carbón, al menos en términos de contaminación por carbono.

Este año, el progreso climático ha sido una danza. En lugar de dos pasos hacia adelante y un paso hacia atrás, es impredecible e improvisado. Un tirano invade un país soberano, los combustibles fósiles suben de precio, unos delincuentes vuelan oleoductos a pedazos y las bombas de calor tienen su momento decisivo.

Es difícil saber cómo se desarrollarán los acontecimientos. Pero yo apuesto a que la energía limpia ganará al final.

Leah C. Stokes es columnista de The New York Times.