Prisioneros de sí mismos
Sin duda que hablar con quien no quiere escuchar es imposible, eso es lo que cada día vemos a través de los medios de comunicación y en las redes, preocupa mucho la salud mental de este sector de la población boliviana que es objeto de los barrotes carcelarios, que a sí mismo se impuso.
Estamos asistiendo a una especie de efecto zombi que actúa en la humanidad de hombres y mujeres presos de sus propias decisiones y elecciones, me refiero a quienes se hicieron cómplices del golpe de 2019, que desarrollaron y desarrollan hasta la fecha comportamientos repetitivos que no tienen ningún tipo de coherencia. Repiten sin sentido unas narrativas que bloquean su comunicación, con frases incapaces de sostener una discusión de poquísimos minutos. Es que la desesperación que manifiestan les rebasa a todas luces, se retuercen muchas veces en muecas angustiadas, otras tantas explotan en gesticulaciones exacerbadas por el odio racista que desfigura sus rostros. Todo este comportamiento es el resultado, son los efectos de ver que no es posible la impunidad. Que el dolor, la violencia y el daño infligido a otras personas se paga, se rinde cuentas. Que no hay privilegios y que no sirve hacerse las víctimas, cuando con tanta alevosía —apoyados por las armas— se pavonearon y burlaron del dolor y la vulnerabilidad de un pueblo que había ganado las elecciones en octubre de 2019.
Les ha desesperado tanto el proceso emprendido por el pueblo boliviano, al grado de perder la noción de la realidad y no ver el grosor de sus barrotes. Es que desde que el proceso de cambios que se abrió caminos de esperanzas en nuestro territorio de Bolivia se fue consolidando poco a poco, quienes cómodamente heredaron privilegios e impunidades de pronto tuvieron que empezar a dar explicaciones y rendir cuentas de sus formas de pensar y actuar. ¡He ahí el problema! Confrontarse con la realidad, es que los grupos dominantes no entienden que el mundo cambia por la lucha de los pueblos y que estos son tiempos que ya no soplan a favor de las y los abusivos opresores y explotadores.
Camacho, ya antes de Chonchocoro, estaba preso y encarcelado por su propio racismo y fascismo. El odio y la prepotencia encierran a las personas y las limitan en su percepción de la realidad. Lo preocupante es que sus seguidores y cómplices se tiran cada día contra sus barrotes y en esa desesperación, lastiman, destruyen a quienes tienen otra percepción de la realidad. En vez de mirarse al espejo, en vez de reconocerse como personas que se equivocaron, prefieren hacer añicos todos los espejos que les rodean. Por eso tanto ataque a la Policía, porque “los motines” son su espejo. La recuperación de la democracia hoy nos permite ordenar a la Policía —aunque no quieran— a cumplir con su deber y no amotinarse. Por eso les sacan la mugre a los verde olivo, pues les desespera que —sus excompinches— hoy deban estar al frente, mostrándoles lo fachos y violentos que son.
Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.