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Friday 29 Mar 2024 | Actualizado a 08:49 AM

La gestión económica

/ 10 de enero de 2023 / 01:39

Como en toda conclusión de gestión, el balance se hace imprescindible. Los indicadores macroeconómicos son alentadores: inflación 3,1%, crecimiento de la economía 4.1%, balance comercial positivo con un excedente de 350 millones de dólares, récord en exportaciones, 12.000 millones de dólares, reducción de la extrema pobreza. Creo que estos resultados, en el contexto internacional actual, merecen un aplauso.

Sin embargo, esto no condice con la situación política, alterada premeditadamente en forma reiterativa. Existen grupos de poder que sienten peligro en su status económico, no se quejan de sus réditos económicos, al contrario, no dejan de proclamarse el motor económico de Bolivia; su insatisfacción la expresan con acciones políticas de desgaste: censo ya, lucha contra el centralismo, la migración kolla, cuestionamientos al poder estatal, hasta plantearse el separatismo, vía federalismo.

Esta paradoja solo se explica por la no consolidación de un modelo de sociedad incluyente al conjunto de la sociedad boliviana, modelo inscrito en la Constitución Política del Estado Plurinacional, que no se consolida y deja que los resabios de la república neocolonial vean el proceso como reversible.

¿Qué ven cómo peligro? La consigna que se repite cada día: por un lado, la industrialización de nuestros recursos naturales. La industrialización implica la no exportación de materias primas en su estado primario como hoy son el gas, los minerales y también las manufacturas que no dejan de ser primarias como el oro, plata, estaño y cobre en barras, sin valor agregado; lo son los granos de soya, girasol, al igual que sus aceites, la carne vacuna. Es esta actividad primaria que les da réditos económicos seguros —a costa de recursos naturales no renovables— sin la obligación de hacer inversiones en la elaboración de productos de consumo directo: plásticos, aleaciones metálicas para la electrónica, calaminas, chapas metálicas, productos comestibles para humanos y animales, combustibles y lubricantes, etc. Es hora de volver a la pregunta ¿para qué llevan nuestros recursos naturales los países desarrollados? Para elaborar productos con valor agregado, seguros de un mercado de consumo, entre ellos el nuestro.

La proclama de una economía plural, como dice la Constitución, no les basta; si es el Estado el encargado de la planificación, en última instancia, es el que define el destino de los excedentes económicos. En este sentido, no es mucho lo que se ha hecho; así, al no haber el control del comercio exterior, no se sabe cuántas son las utilidades de los exportadores, para determinar la participación del Estado; la no entrega de las divisas al Banco Central evita su uso en labores de desarrollo y fomenta actividades de tipo especulativo y suntuario. Sin embargo, la reinversión de las ganancias es un imperativo de ley que tarde o temprano se tiene que cumplir, superando los cálculos políticos.

La otra consigna que se repite es la sustitución de importaciones. Si vemos el balance comercial, concluimos que importamos casi tanto como exportamos; la pregunta inmediata es: ¿qué importamos y quiénes lo hacen? Del análisis, concluimos que mucho de lo introducido al país lo podemos producir, con tecnología para ser competitivos, pero también asegurando la protección del mercado interno, medidas que afectan al sector importador y que, naturalmente, tiene que sentirse afectado si se concreta lo establecido en la visión de país. Las medidas tomadas para garantizar el abastecimiento interno han tenido una oposición débil, pero lo suficientemente clara para expresar que la política estatal no se impondrá fácilmente.

Entre exportadores e importadores existe un sector intermediario que facilita sus operaciones: el sistema financiero, el transporte, los grandes distribuidores del comercio, que ven en peligro su modo de vivir. Entonces, las disputas que contemplamos cada día son la traducción de una lucha por el excedente económico, una lucha de clases, que no se resuelve con zancadillas políticas, ni vericuetos legales, sino con la decisión firme sobre la necesidad de un cambio desde la sociedad que democráticamente eligió un camino y el Estado que les representa: su ejecución develará los intereses que están puestos en juego. El dilema será entre defender la construcción de una patria soberana, autosostenible y de convivencia, contra los que desean mantener una sociedad sometida a los intereses imperiales y discriminatorios a base de la explotación del hombre y la naturaleza.

Los tiempos políticos son perentorios, el inicio de la gestión augura una definición estratégica.

José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero.

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Epcoro por EBO

Al presente no existe la empresa corporativa Comibol como dispone la Ley 466

José Pimentel Castillo

/ 19 de marzo de 2024 / 06:48

Entre el optimismo de algunos analistas y el estado de emergencia de los cooperativistas, llega a mi pantalla el DS 5134, la creación de una nueva empresa estatal para la producción y comercialización del oro.

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La parte considerativa es amplia en las referencias a la Constitución Política del Estado (CPE), la Ley de Minería (535) y la Ley de la Empresa Pública (466): “los recursos naturales son de propiedad y dominio directo, indivisible e imprescriptible del pueblo boliviano”; “será responsabilidad del Estado la dirección de la política minera y metalúrgica, así como el fomento, promoción y control de la actividad minera” (CPE); “la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), en calidad de empresa pública estratégica corporativa, de carácter público, con personería jurídica propia, patrimonio propio, autonomía técnica, administrativa, jurídica y económica con sujeción a la Ley 466 ejercerá, en nombre del Estado y el pueblo boliviano, el derecho de realizar actividades de prospección, exploración, explotación, concentración, fundición, refinación, comercialización e industrialización de minerales, metales, piedras preciosas y semipreciosas existentes en las áreas mineras bajo su administración y las de sus empresas filiales y subsidiarias” (Ley 535); y finalmente, “las nuevas empresas públicas que se creen se sujetarán al Estatuto del Funcionario Público y mantendrán esa regulación hasta que soliciten al Consejo Superior Estratégico de las Empresas Públicas (Coseep) el ingreso a la Ley General del Trabajo” (Ley 466).

En su parte resolutiva dispone:

Art. 1. a) Crear la Empresa Estatal de Producción y Comercialización del Oro (Epcoro). b) Autorizar el aporte de capital con recursos del TGN. Art. 2-II La Epcoro es una empresa filial de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL), con personería jurídica y patrimonio propio, duración indefinida, autonomía de gestión técnica, financiera, administrativa, legal y comercial. Aquí el primer comentario: si una empresa es filial tiene dependencia, es decir, no puede tener autonomía, al contrario, debe responder a un plan de la empresa matriz, en este caso la Comibol; surgirán conflictos de intereses, como existe actualmente con sus filiales, que gracias a su autonomía disponen como les parezca.

Art. 4-I. Autoriza al Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) realizar un aporte de capital con recursos provenientes del TGN a favor de Comibol para Epcoro por un monto de hasta Bs 102.900.000 destinados a la comercialización del oro. II. Los desembolsos del monto señalado en el parágrafo precedente, estarán sujetos a disponibilidad del TGN. Aquí vale la pena puntualizar que el aporte de capital es un recurso para iniciar sus operaciones, en este caso de producción y comercialización, pero la limitante de su uso —comercialización— impide que se desarrolle el conjunto de la cadena productiva, saltando a la parte final del proceso, lo que convierte a la empresa en acopiadora de oro, rol que viene desarrollando el Banco Central.

Art. 5. El directorio de la Epcoro, como máximo organismo de fiscalización y aprobación de planes y normas institucionales, estará conformado por: un representante del Ministerio de Minería y Metalurgia, tres representantes del MEF y un representante del Ministerio de Planificación. Acá se ve el marginamiento de la Comibol, por lo tanto, el directorio no responde a una política empresarial sino directamente a las circunstancias de las finanzas nacionales.

Disposición final segunda-I. El directorio de Comibol disolverá el programa Empresa Boliviana del Oro (EBO). II. La Comibol asignará los saldos presupuestarios, los activos y documentación de la Empresa Boliviana del Oro, a la empresa filial Epcoro. Acá la madre del cordero es simplemente el cambio de nombre, con los mismos recursos y las mismas dificultades de la EBO: competencia desleal de las comercializadoras, avasallamiento de las cooperativas, burocracia sin responsabilidad, falta de acompañamiento desde el Estado a un proyecto estratégico, etc. y la molicie de la Comibol que prefiere alquilar sus minas de oro antes que explotarlas.

Al presente no existe la empresa corporativa Comibol como dispone la Ley 466, con funciones esencialmente productivas rentables. La misma ley se puso un candado: “el inicio de la conversión se realizará a partir de la fecha que para el efecto fije el Coseep”, ya que este organismo no existe; por lo tanto, pervive la vieja Comibol, creada por el neoliberalismo para arrendar sus yacimientos. El oro es un recurso estratégico, habrá que seguir insistiendo en su aprovechamiento para los intereses nacionales.

(*) José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero

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Dólares

El hueco que deja el MESCP es lo social y distributivo, que se logra direccionando el uso de los recursos nacionales

José Pimentel Castillo

/ 5 de marzo de 2024 / 06:52

El convenio del Gobierno con los empresarios privados se ha mostrado como una solución ante la ausencia de dólares y sus efectos en la economía nacional. ¿Será una solución?

El problema no es nuevo, ni la propuesta la única ensayada para solucionarlo: acelerar la extracción del litio, ahorro en dólares de las remesas, ley del oro, tipo de cambio diferencial, etc.; alternativas que no han dado resultados: todas tienen la lógica de ser atractivos desde la demanda en el mercado de las divisas. Hoy se trata de lo mismo: libre exportación, pagos acelerados de Cedeim, bonos en dólares, apoyo a la producción agrícola, facilidades en el transporte, etc., medidas para que los empresarios aumenten su producción y traigan sus dólares al país o los retiren del mercado negro. Estas nuevas medidas corren el riesgo de no ser atractivas frente al destino actual que se les da: los depósitos e inversiones en el exterior y el ingreso de los dólares en el mercado negro siempre resultan más atractivos que los señuelos propuestos.

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Al final de 2022, el presidente Arce declaró: “récord histórico (en las exportaciones) de 13.653 millones de dólares, con un 23,2 por ciento de incremento respecto a 2021”, sin embargo, ese mismo año las reservas de divisas bajaron $us 847 millones. El hecho muestra que exportar es sacar el producto y no precisamente ingresar divisas: esto se deriva de la lógica neoliberal de la libre exportación de bienes y capitales, “exportar es desarrollo”.

El Modelo Económico Social Comunitario y Productivo (MESCP) busca aumentar la producción, en base a muchos esfuerzos realizados: infraestructura caminera y aeroportuaria, aumento de la capacidad energética, subvención a los combustibles, divisas baratas, provisión de insumos (fertilizantes), liberación para la importación de bienes de capital (maquinaria), programas de riego, etc., estos son los esfuerzos que han logrado un crecimiento de la economía, expresada en la evolución del PIB, que se triplicó de 2006 a 2022..

Sin embargo, el hueco que deja el MESCP es lo social y distributivo, que se logra direccionando el uso de los recursos nacionales, lo contrario da como resultado la concentración de la riqueza, que lamentablemente viene ocurriendo, ante la incapacidad del Estado de controlar el flujo financiero.  Hay sectores empresariales que han sabido concentrar este desarrollo para su beneficio: los empresarios mineros, los agroexportadores, los banqueros, comerciantes, etc., los que, como antes en el capitalismo de Estado, crecen a costa de los recursos captados por el Estado, acumulando, eso sí, su riqueza en el exterior. Mientras tanto el Banco Central de Bolivia (BCB) solo dispone de las divisas captadas por las empresas estatales —hidrocarburos y minería— y carga sobre sí la demanda nacional; agrava la situación el achicamiento de las empresas estatales, que no salen de su condición de rentistas para ser productoras, sin encarar el desafío de desarrollar toda la cadena productiva desde la exploración hasta la industrialización.

El análisis de la estructura del sector exportador nos muestra que todos sus componentes tienen como origen la explotación de los recursos naturales: hidrocarburos, minerales y metales, madera, joyas, aceites y torta de soya. Su fragilidad es grande por las fluctuaciones del mercado y la dependencia de la bondad o el capricho de la naturaleza, eventualidades que solo se pueden superar con la agregación de valor vía la industrialización.

Así se impone la obligatoriedad de entrega de divisas al BCB, para que éste distribuya las mismas, según las políticas de desarrollo nacional. Su utilización puede determinar el rumbo de la política del desarrollo del país, como el cambio de la matriz energética, alentando el cambio de vehículos a combustión por eléctricos y a gas; evitando la importación de productos suntuarios o los que produce la industria nacional; pero también apoyando proyectos estratégicos de industrialización, como lo ha hecho en época de bonanza a proyectos como el litio, la fábrica de fertilizantes y el teleférico. Se trata del control del comercio exterior, como una constatación de la soberanía económica. La obligación es la única manera de lograr el ingreso de divisas al país. Dejarlo a la buena fe de los empresarios, como manifiesta el ministro de Economía, es desconocer la lógica del capital que buscará lucrar en cualquier espacio y lugar que se le presente.

(*) José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero

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En busca de nuestra democracia

Los militares no estaban contentos con su rol subalterno, así se fueron sucediendo golpe tras golpe

José Pimentel Castillo

/ 20 de febrero de 2024 / 06:57

La apertura a la democracia fue algo inesperada. Banzer, a su retorno de una entrevista con el presidente Jimmy Carter, anunció la convocatoria a elecciones, sorpresiva por cuanto el movimiento popular estaba diezmado, luego de la intervención militar a las minas (1976), el sometimiento a los sindicatos con los relacionadores, las universidades controladas, el movimiento campesino aherrojado por el pacto militar-campesino, los partidos políticos destruidos. ¿Qué pasó para que el dictador diera ese paso? Simplemente la estrategia del norte había cambiado, se impuso la democracia “controlada”; fue una parodia de democracia donde se vota pero no se elige. La premisa era clara, al concentrar el poder en una élite, excluye a las mayorías, justificando rebeliones: ya era previsible el triunfo sandinista en Nicaragua (1979).

Banzer cumplió la orden. En noviembre de 1977 sacó una convocatoria para elecciones generales, con la exclusión de medio millar de ciudadanos. La puerta entreabierta abrió paso a la huelga de las mujeres mineras, que con su masificación logró que el dictador diera la amnistía general; esta concesión no implicaba negar su estrategia, tenía el poder para controlar el proceso electoral. Nombró la corte electoral, eligió su candidato, tensó el pacto militar-campesino para garantizar los votos de esa mayoría que alcanzaba el 65% de la población. El fraude fue tan escandaloso que la corte electoral no dudó en anular las elecciones.

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Los militares no estaban contentos con su rol subalterno, así se fueron sucediendo golpe tras golpe, sumándose 13 presidentes en menos de cuatro años. Los golpes fueron alentados por políticos y por las dictaduras de Brasil, Argentina y Paraguay. En este periodo fue la movilización popular obrero-campesina que hacía retroceder a los golpes, la COB era el frente de lucha, sin pretender tomar el Poder Ejecutivo; para llegar a eso había que romper la democracia liberal e implantar un gobierno de los trabajadores, visión que se perdió cuando las banderas socialistas y de poder popular se trocaron por la constitucionalización. Finalmente, la narcodictadura de García Meza les llevó al aislamiento y en 1982 se hizo el traspaso de la presidencia a un civil. Para tomar medidas contra la crisis económica, herencia de la dictadura, el presidente Siles fue preso del parlamento opositor; al final de su mandato declaró la mora de la deuda externa, era tarde.

El fracaso de la Unidad Democrática y Popular arrastró a toda la izquierda, mientras el poder lo mantenía la oligarquía ligada al imperialismo y las fuerzas coercitivas; se impuso el modelo neoliberal en lo económico y el sistema de partidos en lo político. La angurria de poder creó infinidad de partidos, obligando a la sumatoria de sus votos para elegir presidente, las propuestas electorales quedaron atrás; el voto popular dado a uno y en contra de otro desaparecía en la repartija de cargos. El desprestigio fue tal que tuvieron que aplicar mecanismos para recuperar su credibilidad y fortalecer a los partidos: corte electoral de notables, financiamiento estatal y fiscalización de las cuentas, diputados uninominales, defensor del pueblo, participación popular, control social; pronto las recetas eran olvidadas, volviendo a las viejas mañas. Mientras tanto, el modelo neoliberal seguía con la privatización y transnacionalización de los recursos naturales y los servicios, aumentando la pobreza con la flexibilidad laboral.

Desde la profundidad de la marginalidad, el movimiento del campo pudo perfilar una nueva democracia sin partidos políticos: sus eventos sindicales eran fuente de inspiración, sus resoluciones definían objetivos con claridad y preveían los obstáculos, veían unidas la naturaleza y su vida; su subsistencia era una lucha en el mercado capitalista, su lucha gremial siempre concluía en convenios que no se cumplían o eran rechazados por ser políticos, ámbito al que estaban prohibidos; de ahí surgió la necesidad de un instrumento que incursione en la arena política y plasme las resoluciones de sus ampliados y congresos. Su participación en las “guerras” del agua y del gas mostró su perfil de líder nacional.

En momentos de incertidumbre valga la pena recordar, para reafirmar, que nuestra democracia inscrita en la Constitución Plurinacional no es la democracia de partidos, sino la acción organizada del pueblo, que tenga la capacidad de definir objetivos y sea quien ejecute: democracia directa y participativa, debate constante en todos los ámbitos de la vida social. Estar orgulloso de ser y vivir como pueblo, crecer con él.

(*) José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero

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Oro blanco

Sin embargo, no se dice nada de la industrialización del litio, que es el objetivo del Estado Plurinacional

José Pimentel Castillo

/ 6 de febrero de 2024 / 10:50

Cuando en 2008 el presidente Evo Morales, el ministro de minería, la presidencia de la Comibol y la bancada del MAS-IPSP de Potosí escuchamos su clamor de la Frutcas (Federación de Campesinos del Altiplano Sur) “Ahora es Cuando” para comenzar la explotación del litio, la respuesta fue de satisfacción y compromiso: Manos a la obra.

La tarea no fue fácil. El tema, la explotación e industrialización del litio, era nuevo para el mundo minero de Bolivia. Recuerdo a los pioneros que se asentaron en Llipi, un solar alejado de la civilización, sin agua ni luz, viviendo en carpas, enfrentando a una naturaleza arisca que cuida sus tesoros, con temperaturas entre los 19 y -20 grados, con vientos huracanados, un sol en picada; verlos con melenas no lavadas y la barba crecida nos retrotraía a los viejos mineros aventureros, su motivación no era el lucro, sino consolidar la Revolución Democrática y Cultural.

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A los tres años se tenía cuantificadas las reservas del salar, se construyó el campamento para albergar a 150 personas, las piscinas de evaporación, los laboratorios, las plantas piloto para la producción de cloruro de potasio y carbonato de litio. Los gastos efectuados por la Comibol llegaron a $us 19 millones, siendo el costo de la planta piloto de 4 millones. El siguiente paso era encarar la fase industrial: Evaporíticos firmó contratos con las firmas CAMC y Maison/CMEC, por un total de $us 288 millones para la construcción de las plantas de cloruro de potasio y carbonato de litio, mientras Yacimientos del Litio Boliviano (YLB) asumía el compromiso de construir la infraestructura, caminos, red eléctrica, construcción de las piscinas y dotación de agua; el financiamiento estaba garantizado con un crédito del Banco Central. La planta de cloruro de potasio se entregó en octubre de 2018 y la entrega de la de litio se preveía para 2020.

En 2010 se elaboró la estrategia de la industrialización de los recursos evaporíticos en la cual se tenía como objetivo la construcción de plantas de hidróxido de litio, hidróxido de magnesio, la obtención de materiales catódicos y finalmente la fabricación de baterías; este esfuerzo requiere el concurso de varios sectores como minería, para la provisión de los ánodos y conductores: cobalto, níquel, cobre; la química básica, para ácidos sulfúrico y clorhídrico; hidrocarburos, para el suministro de envases, de hecho, se construirían 43 unidades productivas en torno al litio. Se creó el centro de investigación de La Palca, con laboratorios y una planta piloto para material catódico y otra para la fabricación de baterías. Sus productos fueron probados y comprados, entre otros, por la fábrica de autos eléctricos Quantum. En esta etapa se vio la necesidad de recurrir a alianzas con empresas con conocimiento, capital y mercado asegurado; así se firmó un contrato con ACI Systems de Alemania, para encarar la fase de industrialización; se preveía la obtención de hidróxido de litio en 2019 y de baterías en 2022.

La crisis de 2019 llevó a romper el contrato con ACI Systems y el gobierno de facto paralizó el proyecto en la búsqueda de un método “más eficiente y rápido”, olvidando que solo faltaban dos años para la producción industrial. En noviembre de 2020, el nuevo gobierno introdujo el concepto de extracción directa del litio (EDL) e YLB, postergando sus tareas de concluir el proyecto de la industrialización, lanzó una convocatoria para la aplicación de esta tecnología. Hasta febrero de 2023 se firmaron tres convenios para la producción de más de 100.000 toneladas de carbonato de litio, con una inversión de $us 2.800 millones; estos contratos comprometían la explotación de los salares de Uyuni, Pastos Grandes y Coipasa; pero a casi un año de firmados los convenios, en diciembre de 2023 y enero 2024 se informó de la suscripción de dos nuevos convenios para la instalación de plantas pilotos con las mismas empresas de 2023, para la verificación de la tecnología, que supuestamente en 2021 eran las mejores. La producción comprometida, dentro de dos años, llegaría a 16.000 toneladas y la inversión a $us 500 millones.

Por otro lado, el 26 de enero se lanzó otra convocatoria para aportar nuevas tecnologías en siete salares. Naturalmente son múltiples los deseos de comprar el carbonato de litio de la planta industrial, cuya inauguración fue ampliamente publicitada, pero este año solo producirá 4.000 toneladas.

Sin embargo, no se dice nada de la industrialización del litio, que es el objetivo del Estado Plurinacional, distinto al extractivismo del capitalismo de Estado, que medra de la naturaleza y no se preocupa de darle un valor agregado. En su primera fase, al transformarse en material catódico, el carbonato de litio duplica su valor y, siendo parte de la batería, se eleva a 10. La venta directa del preciado carbonato de litio traería divisas necesitadas, sin embargo, el objetivo aquí debe ser la industrialización del litio, y no su venta como materia prima.

(*) José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero

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Incertidumbres y certezas

El oro nos pone ante el dilema de vida o muerte, hay que defender la vida de los hombres y la naturaleza

José Pimentel Castillo

/ 25 de enero de 2024 / 07:15

En el primer mes del año asoma la incertidumbre. Los problemas no resueltos en la gestión pasada crearon un escenario de alta conflictividad; La Razón lo puntualiza: “Ante críticas por prórroga al menos dos magistrados renuncian”; “Las RIN llegan a los $us 1.709 millones, similar a 2005”; “Montenegro: en la economía informal hay $us 10.000 MM”; “Arce se arropa en el Pacto de Unidad y critica la división”; “Un prorrogado Huarachi en la COB recibe apoyo moral”; “Vinto pide a Huanuni y Colquiri pagar $us 951 por t tratada”; “Lima desahucia a Evo como candidato; él dice que no se rendirá”; “Biodiésel ahorrará $us 450 millones anuales al país”; “El Gobierno instruye austeridad en gastos en entidades públicas”; “Medio Tipuani está bajo el agua, hay 600 familias afectadas”; “CBC invertirá $us 100 MM para emplazar planta piloto de litio”; “Andrónico convoca a reunión para allanar el camino de las judiciales”.

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La postergación de las elecciones judiciales marca un tensionamiento previsible, la situación ha sido creada por intereses políticos confrontados, interferencia de poderes y finalmente negligencia. El Ejecutivo se lava las manos, achacando a la Asamblea Legislativa Plurinacional, olvidando que la cabeza de ella es el Vicepresidente, miembro del Ejecutivo. La solución es simple, pero difícil de aceptarse, convocatoria consensuada de la Asamblea, no hay otra.

El proceso de cambio tiene un titular, las organizaciones sociales, en particular las del área rural, son ellas las que han dicho “votemos por nosotros mismos”; a fuerza de duras luchas este anhelo se coronó con el triunfo del MAS-IPSP en 2005. Su fuerza estuvo en la estructura nacional que tienen, la cohesión de su discurso: anticapitalista y anticolonial, y un liderazgo indiscutible. La función gubernamental las ha debilitado y ha dado paso a su cooptación; el proceso de cambio se frustra si las organizaciones sociales —incluida la COB— no recuperan su autonomía, logren su unidad y erijan un liderazgo, el actual u otro, para desarrollar estas tareas.

El ministro Lima hace de vocero del TCP y tribuno del Poder Electoral y no precisamente de justicia, que es reconocer los derechos de todos y todas. El principal argumento interpuesto para la buscada inhabilitación de Evo Morales es la declaración de la CIDH, la que se dirige al entorno latinoamericano y no solo a Bolivia, así no aplica para que Lula no pueda volver a presentarse a elecciones luego de una pausa; además nuestra Constitución es clara, dos gestiones continuas. No hay tal entuerto.

Escasez de divisas. Uno de los éxitos del modelo económico fue el crecimiento de las exportaciones, cinco veces: lo paradójico es que no hay divisas, la permisividad con el sector privado hace que éste envíe sus ganancias a los paraísos fiscales o simplemente no las devuelven al país, mientras las empresas estatales cargan con las obligaciones nacionales. Sin mayores vueltas, la obligatoriedad de entrega de las divisas al Banco Central resolvería el problema, sin embargo, para esto se necesita decisión y voluntad política. Más allá de esto, ciertamente hay que aumentar la capacidad exportadora del país; el litio era una esperanza, sin embargo, la gestión se ha avocado a firmar convenios que no dan resultado. La empresa china CBC acaba de firmar un nuevo contrato para instalación de una planta piloto para la producción de 2.500 toneladas de carbonato de litio; en 2022 se comprometieron a instalar una planta de 150.000 toneladas. ¿Es que los convenios no son obligatorios?

La pelea entre las empresas estatales las muestra como feudos, consecuencia de la inexistencia de un ente matriz y director de la cadena productiva minera; la situación actual llevará a la quiebra a las empresas. Si bien Vinto debe a Huanuni y Colquiri $us 90 millones y $us 25 millones, respectivamente, cada una debe más de $us 50 millones al Estado. Urge la integración de las empresas en una corporación minera metalúrgica.

La sustitución del diésel por el biodiésel ahorrará $us 400 millones por año, pero se dejará de exportar $us 250 millones de aceite de soya por su utilización en el proceso, ya que las plantaciones de palma negra, sorgo, morococo, no existen. Lo mejor sería prohibir la importación de automotores que funcionan con diésel y gasolina, y facilitar el ingreso de eléctricos y a gas.

El oro nos pone ante el dilema de vida o muerte, hay que defender la vida de los hombres y la naturaleza; pero, ante todo, defender la riqueza del país. Requerimos un esfuerzo nacional para la explotación racional, la seguridad de los trabajadores y habitantes de las regiones productoras y el beneficio de todos/todas los bolivianos, el oro lo garantiza.

Así el año se pinta difícil, pero los problemas no son insolubles, simplemente hay que recuperar el ajayu plurinacional, ser amplios y ponerse a trabajar.

(*) José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero

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