Voces

Tuesday 21 Mar 2023 | Actualizado a 21:30 PM

42 veces 15 de enero

/ 15 de enero de 2023 / 03:20

Este año el 15 de enero se vistió de domingo y permite a esta A escribir casi en presente. El 15 de enero de 1981 cayó en jueves. Jueves de dictadura garciamecista en el que se había citado a una reunión clandestina en el barrio paceño de Sopocachi. Calle Harrington número 730. Una mala elección. No había, en esa casa, ninguna posibilidad de escapar si llegaban los uniformados, armados y rabiosos guardianes del régimen; pero era el lugar disponible en un momento en el que el miedo impidió a muchos ofrecer sus viviendas. La reunión aquella fue marcada para las tres de la tarde. Eran las cinco y el cielo se había apagado sin disimulo antes de soltar un manto de lluvia que presagiaba la muerte. Los nueve miristas (Gloria Ardaya sobrevivió) se habían dado cita para analizar las últimas medidas económicas: el precio del pan había escalado en 30 por ciento, un gasolinazo hacía de las suyas en los bolsillos de las grandes mayorías. Un tiempo de sacrificadas movilizaciones en las que los ciudadanos lo apostaban todo, al igual que esta dirección nacional clandestina que arriesgó al máximo por sus principios políticos y por su compromiso con el país.

Ruth Llanos, la esposa de Ricardo Navarro, esperó con angustia el final del encuentro que a su vez era la antesala a la salida del país. Navarro ya era un líder identificado, perseguido y encarcelado por la dictadura boliviana. La espera sacaba punta en el silencio. La angustia se volvía miedo con las horas. Tengan en cuenta que en ese 1981 no asomaba la nariz el mundo digital que parece registrarlo todo y comunicarlo todo. No existían siquiera los teléfonos celulares y las líneas fijas solían estar intervenidas por la inteligencia militar. Ruth habló con Betina, esposa de Luis Suárez. Tampoco había vuelto a casa. Ramiro tampoco había retornado. Ellas no durmieron la noche del 15. Nadie durmió aquella eterna noche. La esperanza amorosa de Ruth fue la alfombra durante horas para ir al encuentro de su pareja acompañada por su única hija, Angélica, de siete años, el cachorrito que su papá le había regalado a la niña y un pie de limón que no le podía faltar a Ruth ya que era el favorito de Ricardo. “Y yo me quedé esperando con mi hija y con el pie de limón en la casa a la que ya nunca llegó”, nos dijo esta semana en el Piedra, papel y tinta de LA RAZÓN. Me armé de valor para seguir con la entrevista.

Continúa Ruth con un relato que le vuelve con todos sus detalles. El 16 de enero, el periódico El Diario, en su primera plana, hablaba de un “enfrentamiento” que había dejado muertos. No menciona, sin embargo, que para la prensa dominante de esos años, los miristas fueron llamados terroristas. Entre tanta desinformación, con tantas calles desiertas, frente a tantas ventanas protegidas con colchones para evitar el impacto de las balas disparadas sin ton ni son por la muchachada militar, Betina, Ruth, Olivia, Gladys, se cruzan en la búsqueda desesperada coincidiendo todas en el profundo deseo de encontrarlos vivos. Peregrinaron con las fotos de los clandestinos. Que la iglesia de San Miguel, que la morgue, que había que firmar documentos forenses que decían que todos habían fallecido por el impacto de una sola bala. Solo ellas pueden hoy describir el verdadero estado de esos cuerpos clandestinos cruelmente torturados entre los muros del ministerio de Luis Arce Gómez.

“Hay que tomar partido por defender la vida”, dijo en algún momento Ruth Llanos. Las muertes o desapariciones tienen detrás órdenes, autores, subrayó. Dijo también, en este joven 2023, que si no recordamos, corremos el peligro de repetir. Lo hicimos con las masacres de mineros, con las masacres de campesinos, con las masacres de 2003, con las masacres en Senkata, en Sacaba… Nos deja claro Ruth que sin memoria, sin tolerancia, sin ver en los otros un igual, no haremos más que dejar la puerta entreabierta al que grita y no escucha, al que solo le importa su verdad, al racista, al violento, al que amenaza, al que usa las redes para exprimir su odio, al que se burla de los pobres, al que no le importa los que no tienen, al que no tiene un corazón adentro y lo reemplaza con balas o palos. Por eso la masacre del 15 de enero de 1981 es una linterna para alumbrar la penumbra de las violencias, aunque encender esta linterna haya costado 42 años de soledad. 100 años de soledad.

Luis, Arcil, José, Ramiro, Artemio, Ricardo, Jorge y Gonzalo:  

No quiero sin tu mano caminar por la vida sin razón

Quiero tener un mundo de color entre los cielos y el mar

Quiero sembrar en tu corazón una esperanza de amor

No quiero ver más llanto ni dolor, quiero que tengas calor

Quiero ser libre contigo

Quiero a tu lado vivir

Quiero ser libre contigo

Quiero volver a creer

(Jaime Junaro)

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.

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La A muda

/ 12 de marzo de 2023 / 01:16

16h02. Al final de la tarde debe ser entregada esta A amante ya que nuestro editor de Opinión pidió a los columnistas de LA RAZÓN enviar los textos con mayor anticipación. Y justo esta semana los temas se han puesto resbalosos. Justo esta semana. ¿De qué se puede ocupar esta A apurada por la hora?

Ya sé. Pondremos la mirada en la Gobernación de Santa Cruz. Desde que Luis Fernando Camacho se encuentra en el paceño penal de Chonchocoro, una silla vacía se ha instalado en el centro del debate político. Según la norma, ante la ausencia temporal del Gobernador, asume el Vicegobernador. Sin embargo, se sumaron las interpretaciones calculadoras, se multiplicaron los antojos políticos y flotaron las trabas. Llamó la atención, mientras tanto, que se denuncie una falta de respeto al voto si asume Mario Aguilera cuando él tiene exactamente la misma cantidad de votos que Camacho ya que fueron de la mano a las elecciones. Con este escenario, ¿alguien se preguntó cómo serán los días del vicegobernador Aguilera con este entorno político que lo condenó a un rincón frío, lejos de las confianzas, fuera de la toma de decisiones, excluido de las reuniones clave? Mejor descarto el tema, la tensión corta como cuchillo en Santa Cruz. Para qué buscar problemas…

Mejor hablemos del último escándalo en la Iglesia Católica. Hace poco tiempo, una comisión independiente que investiga los abusos sexuales en instituciones de la Iglesia católica portuguesa reveló que hay 4.815 víctimas como mínimo. Los abusadores son hombres y el 77% de ellos, sacerdotes. Madre santa. Desde los años sesenta que en seminarios, internados, confesionarios, sacristías, casas de párrocos y lugares similares se abusó sexualmente de menores. El promedio de las víctimas es 11,2 años. Una crueldad sin parangón. Resultados de investigaciones con parecidas características se conocieron en Francia, en Chile, en España, en Estados Unidos o Australia. Pero mejor no molestar a los jerarcas de la Iglesia católica boliviana que suficiente tienen con su participación activa en la política nacional y con la pintura que dejó manchadas varias iglesias el Día Internacional de la Mujer, después de que pasaran manifestantes hartas de la desigualdad y la violencia.

Busquemos otro temita menos espinoso. ¿Qué tal el Movimiento Al Socialismo? Después de numerosas señales de división, principales líderes llamaron a la unidad, único escenario para la sobrevivencia de la estructura política más grande y articulada de los últimos años. Pero nada. Sigue la cacería de masistas azul claro o la persecución de masistas azul oscuro. Ni siquiera se debaten ideas. La pelea es por pegas, por poder, por candidaturas. Sillas vuelan, golpes van, descalificaciones vienen. Más de lo mismo: “al piso todos, que vienen los nuestros”. No hay nada nuevo qué decir. Vamos a otro tema.

¿O tocamos la herida profunda de la polarización? ¿Otra vez? Sí, el programa “Unámonos” acaba de hacer pública una encuesta que confirma el daño en nuestras vidas cotidianas que provoca la violencia política. Tres años después del desastre político y social de 2019, el 63% lo recuerda con dolor, con ira, con rabia; un 20% ha cortado lazos con familiares o amigos por causas políticas; un 52% de los bolivianos se interesa en la política pero ha dejado de hablar de ella (o sea que más de la mitad del país está autocensurado); hay una minoría con posiciones radicales pero es nocivamente ruidosa y los medios le dan más micrófono a este segmento que a una mayoría que quiere paz; un 36% evita consumir información que no coincida con su postura política; 31,45% está dispuesto a votar por un candidato que no le convence con tal de no ver ganar a su gran oponente; 33% de los encuestados afirma haber sido tildado, en tono de insulto, de masista o de pitita. Y la cereza: 48% de los bolivianos cree que Bolivia corre el riesgo de dividirse. Esto es no tener una certeza de futuro. Nuestra salud mental está en juego. Caray. Mejor no ir por este tema, nos vamos a amargar masticando y tragando (como canta Shakira) todo lo que hoy nos aleja entre compatriotas.

Ni modo. No hay tema potable para la columna de este domingo. No hay salida para esta A que no entrará en conflicto con Camacho, ni con los camachistas, ni con los masistas, ni con la Iglesia católica, ni con las minorías radicalizadas del país. Sabrá disculpar el editor de Opinión a esta A con las manos vacías.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.

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Febrero loco

/ 26 de febrero de 2023 / 00:42

Así se dice de las lluvias por estas tierras: “enero poco, febrero loco”. La segunda parte de la expresión viene perfecta para retratar el Carnaval.

El columnista de LA RAZÓN Édgar Arandia recordó en el programa Piedra, papel y tinta que en estos días de febrero, el Supay (una de nuestras divinidades) está suelto, está jugando. Es, al mismo tiempo, la época de la cosecha, el tiempo de agradecer los frutos de la tierra, el tiempo de alegrarse, de festejar el cuerpo. Es el momento de querer y adornar lo que nos rodea porque todo tiene vida. Por eso, muchos compañeros de trabajo en este periódico colorearon sus computadoras, sus escritorios y sus sillas con globos y serpentinas, todo sellado con alcohol y fe para que este lugar de siembra nos permita seguir cosechando con dignidad. La misma tarde, LA RAZÓN y Extra organizaron una fiesta de disfraces en la que quedó demostrada la creatividad y la alegría que habita esta montaña de Auquisamaña. De la hemeroteca salió Freddie Mercury para ganar el segundo premio del concurso, detrás de Los “Extrabandidos”, todo un éxito para nuestro periódico popular. Risas, música, sangría, un sándwich de chola y algunas “chelas” que aparecieron quién sabe cómo, fueron la fórmula perfecta para sentirnos juntos, batallando en la misma vereda. Y después, al estadio Hernando Siles para ver ganar al Strongest. Bajo la lluvia nos alegramos otra vez y gritamos en el cielo hasta que el pitazo final anunció que la alegría de los días posteriores bailaría entre el oro y el negro. Solo ver bolivaristas y stronguistas entrar y salir mezclados y en paz, o sin traspasar la frontera de la violencia, supera el festejo del equipo ganador. Un clásico que fue el ingrediente sabroso del mes loco.

Sábado de Carnaval. Lejos y cerca de Oruro. Mirando en la pantalla los trajes y las sonrisas de este 2023. Sin barbijos, con impulso, con orgullo acumulado de una fiesta anterior a la llegada de los colonizadores, recorren kilómetros los bailarines juntando ecos de cada rincón de nuestra historia. Qué emocionante es ser de Bolivia. De Oruro dentro de sus bandas; del campo tarijeño, en sus vinos de colores; del Vallegrande cantado; de Cochabamba atando hombres y mujeres en coplas pícaras/atrevidas/amorosas/ sensuales/sexuales. ¿Cómo no poder estar en cada lugar al mismo tiempo? Toca un solo día a la vez. Así, el domingo nos pilló frente a una chicharronería cochabambina a pasos del paceño Valle de la Luna. Allí, el chanchito a la cruz mostraba con generosidad y perdón su cuero crujiente que era convocado por un sabroso plato de papa y un maíz violeta con recuerdos de niñez. Cerveza. Celebración donde se mire.

El lunes, los comerciantes en La Paz ch’allaron sus puestos de venta, sus tienditas de barrio, sus ferreterías, sus kioskos de dulces y galletas. Es la foto del compromiso. ¿Qué pasaba en otras ciudades? ¿Cómo bailaban en los campos de los valles? ¿Qué se comía y qué se bebía en el Santa Cruz carnavalero del lunes? Lastimosamente solo se puede estar en un solo lugar. Esta A optó por un martes de ch’alla en la casa a medio construir de una admirada amiga. No sin antes agradecer y festejar bajo el techo propio: los espacios secos, como las habitaciones, y los lugares húmedos, como la cocina o el baño, con el mismo sentimiento. Alcohol en las esquinas, serpentinas serpenteando sobre nuestra cosas queridas, inflando en cada globo los deseos de descansar en nuestra cama con la satisfacción de un día logrado, inflando los deseos de que los escritorios sean la cuna de curiosidades, de ganas de producir ideas, que la mesa de la cocina nos reúna con pan, leche y ganas de compartir. Hasta los gatos terminaron adornados (durante segundos, claro) con la esperanza de que no nos falte lo esencial, el calor, la piel. Ahora sí, vamos a la casa de Susana. Le reventaremos cohetillos pese al mal momento de los perritos, lanzaremos confite bicolor a su techo con la certeza de que terminará su construcción, sembraremos en su patio de tierra las semillas oro y plata para que se haga sol y luna en su casa. Comamos entre amigos, tomemos vino y cerveza. Bailemos. Bailemos. Bailemos. Solo bailando con alegría se puede poner cemento a una sociedad rota. Solo comiendo juntos podemos dialogar sobre los tiempos de golpe/fraude para buscar una verdad para todos, solo riendo juntos podremos hablar de una pacificación con justicia, con igualdad, con solidaridad. Bailemos. Bailemos. Bailemos.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.

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Periódicos: casos de la vida real

/ 12 de febrero de 2023 / 00:54

Cada vez más se acelera la carrera tras las novedades en las tecnologías de la comunicación. Por lo mismo es útil volver a 1440 cuando Gutenberg nos hizo creer dueños del mundo porque podíamos imprimir 180 ejemplares de la Biblia; o a 1896 cuando Marconi llegaba con la primera amenaza al papel, la radiodifusión; o a 1926 cuando las imágenes en movimiento de la televisión desafiaban a la radio. No habíamos visto nada. El mundo digital, ése sí, llegó para hacer temblar todo; un terremoto en cámara lenta a lo largo de esta historia última. Se desató el carnaval mediático, llegó la gran era del mestizaje de los soportes. Todos bailan con todos y hay uno que otro con cola de chancho. Las pérdidas financieras en los periódicos y las dudas académicas en los nuevos modelos de la comunicación masiva son el rasgo de la época. Hoy vivimos una suerte de 1492: la tierra no era plana. Hemos nacido al Nuevo Mundo; es la gran fiesta de la reproducción y la apuesta de salir vivos.

De esperar a que lleguen los periodistas a registrar declaraciones y observen los hechos, las fuentes pasaron a ser transmisores autónomos de su propia información. Han cambiado los hábitos en la producción de contenidos periodísticos. Han sido drásticamente afectados los tiempos del consumo; no solamente se aceleran, se superponen. Las audiencias se han hecho en gran parte visibles en la gran pecera digital. Los leemos o los vemos casi simultáneamente. Son emisores de información, de opinión; potenciales competidores de los viejos medios. Hizo cuerpo el tiempo de las redes sociales, de las pantallas, de las palabras clave, de las tendencias, de lo viral, de la dimensión tiktokera. Es el tiempo del “aquí y el ahora”.

Agotados por la pandemia, cuestionados por las nuevas dimensiones de la comunicación, decepcionados por la disminución de nuestras audiencias, frágiles frente a agendas informativas preñadas de polarización, impotentes ante los vertiginosos cambios geopolíticos, periódicos y periodistas buscan las salidas de emergencia. Los periodistas escriben textos, toman fotos, hacen videocolumnas, gestionan redes sociales, hacen streamings, compiten con los influencers y abren las puertas para ir a jugar. Se apagó el tiempo de las redacciones habitadas por periodistas sin miedo a llegar a la madrugada completando sus enfoques empujados por una taza de café o un cigarrillo. Estar aquí y ahora implica paralelamente encontrar certezas para los periódicos: no hay otro camino más que cohabitar con la inteligencia artificial; los ingresos papel/digital tienen que invertirse lo antes posible; el periodismo dejó de ser un asunto solo de periodistas. El planeta de las noticias ha sido intervenido irremediablemente por especialistas en sistemas, por gestores de redes sociales, por productores audiovisuales. Es la invasión de las nuevas especies profesionales.

Todo lo anterior sin olvidar que cada vez más personas retornan hacia la luz de los medios con credibilidad, con la mínima dosis de serenidad en la construcción de información confiable. Y para que este esquema vuelva a ser sostenible habrá que pagar por ella. Entonces, ¿el futuro es solo para quienes puedan pagar las noticias? ¿Estamos ante un nuevo factor de desigualdad en el acceso a la información, por lo tanto, una desigualdad en la libertad de expresión? ¿Cómo puede afectar esto en la salud de nuestras democracias? Estas interrogantes empujaron a LA RAZÓN a participar del VI Congreso Internacional de Editores de Medios Unión Europea-América Latina en Madrid, donde recibió la distinción por su “trabajo y dedicación”. En verdad recibió una dulce dosis de oxígeno para seguir adelante en tiempos de una metamorfosis en curso. Somos, los periódicos del mundo, renacuajos en distintas fases: unos con cola chica, otros con cola más larga, otros estrenando extremidades… Mañana seremos un sapo. Ojalá seamos el sapo que más se parezca a nuestros sueños sobre periodismo. Cuidado con besarlo porque se puede transformar en un príncipe azul y eso sí sería un verdadero desastre.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.

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El Negro, el Pedro y el Édgar

/ 29 de enero de 2023 / 01:19

Les cuento esto ahora porque acabamos de abrir la caja mágica de la Alasita, pero el accidente ocurrió hace semanas ya. Negro, el más huasito de los cuatro gatos que me adoptaron, osó saltar hasta lo más alto del mueble de la tele y los libros; exactamente donde mi ekeko Pedro decidió establecer su trono, rodeado de las illas e ispallas que protege. Las illas son los cuerpos materiales: los billetes, las casas, los terrenos, los camiones, todo eso que no completa su sentido si no parte de la energía de las ispallas, que son las semillas, que es la vida misma. Sobra el espacio cuando juntamos lo esencial para ser plenamente felices, así que los brazos de este pequeño hombre, sin dificultad, lo abarcan todo y lo hacen posible. Volvamos al gato. En circunstancias poco claras, aparecieron pedazos de yeso, una escoba de miniatura y billetes de Alasita de varios cortes en el piso. No parecía grave. Sí lo era. Volviendo a poner todo en su lugar, quedó al descubierto el brazo faltante de mi buen Pedro. Dejemos el tema pendiente, ya preguntaremos a Édgar Arandia qué hacer, fue él quien nos regaló este ekeko, después de todo. Y justo, che. Édgar aparece vía WhatsApp en los últimos días para comentar una entrevista en el Piedra, papel y tinta. Aprovecho y le propongo una pequeña entrevista sobre el ritual del 24 de enero y, de paso, le informo que el Negro le rompió el brazo al Pedrito. Lo primero que me dice es que no bote el brazo roto. “Tarde”, respondo. “Ucha” leo; me preocupo. ¿Aurasti? El maestro Arandia se compromete a regalarme otro, ch’allado, con el cariño de un compadre. Eso sí, tengo que pedir disculpas a Pedro, devolverlo a la tierra, echarle agua para sellar el desagravio. ¿Dónde? “En el periódico”, sugiere el poeta. Tiene razón, más de un yatiri me recordó que nuestra montaña de Auquisamaña es una poderosa fuente de energía. “No te olvides que por el trabajo que tienes, debes cuidar tu coraza”, insistió. No faltará gente que quiere hacer daño. El nuevo ekeko que lo salvará todo ya está en camino, en su cajita, en la agencia de la calle Loayza, esperando llegar a su casa y que le ponga un lindo nombre.

En el feriado del 22 de enero, esperando la llegada de mi nuevo ekeko, llamo al padrino Arandia y le jalo la lengua para saber más y conectar mejor con este “dios de la abundancia”. No hay una historia oficial. Hay imágenes, hallazgos, hipótesis, mitos, historias que apuntan al lugar de origen, Tiwanaku. Encontraron, una vez que bajaron las aguas, cerca de la isla Titi ( quiere decir felino andino, lo que explica la travesura del gato), ofrendas que incluían a estos enanos jorobados con los penes erectos. Son las representaciones de esta suerte de vigilantes de la administración tiwanacota. El ekeko era como un cura, muy elegante. Velaba por las viudas, por los niños. Acompañaba al Apu, autoridad mayor en los territorios. Su enanismo le otorgó jerarquía. Con el tiempo, se divinizó a los ekekos, atribuyéndoles poderes. Hoy se los asocia con la fecundidad en su sentido más amplio; lo rodeamos de frutas, de choclos, de hojas de coca. Al principio fue un indígena desnudo y estaba acompañado por su pareja (lo de chacha warmi no es un cuento, les cuento); los abrigan las semillas de papa, de maíz, de quinua. Cambió su apariencia pero la colonia no pudo destruirlo y estar cerca de un ekeko sigue garantizando la fecundidad. Cambiaron su apariencia, como los indígenas llegados a la ciudad, se vistieron de cholos, trasladaron su fecha de celebración de diciembre a enero como parte de una negociación después de la derrota de Túpac Katari y Bartolina Sisa. Sin embargo, su entorno negoció para no desaparecer. De llevar las illas e ispallas el 24 de diciembre al niño Jesús, trasladaron los indígenas a enero. No importa, el espíritu es el mismo: Alasita. Según Arandia, el significado no es “comprame” sino “cambiaremos, intercambiaremos”.

¿Qué sentido tiene para ti el ekeko, Édgar? El sentido que le han dado mis abuelos, me asegura. Su abuelo, sastre elegante, sastre bailador, sastre exigente, le repetía al pequeño Arandia que la tierra estaba arrecha, lista para trabajarla. Por eso el ekeko es portador de vida y abundancia no en un acto de magia sino por el camino del trabajo. El marco de este ritual tiene que ser la fiesta. Las plantas oyen. Tiene que haber baile, música, para que las plantas crezcan rápido. Es el tiempo húmedo, femenino, viene el Carnaval y nos hace uno con la Pachamama. El 24 de enero, a mediodía, taypi, el tiempo hembra y macho, salimos a intercambiar nuestras illas e ispallas. En ese momento somos ricos, somos fecundos. Desear, pedir, ser felices sin ser codiciosos es la fórmula de la Alasita. Con esta fórmula le di la bienvenida a mi Ekeko Prudencio y a su pareja, Josefina. Los cuidaré, me cuidarán y se amarán.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.

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Laberinto senti/mental

/ 18 de diciembre de 2022 / 01:06

La exposición a tanta cosa genera laberintos. Es muy alta la probabilidad de que quien lee esto sepa quién es Tito. Así es, el gato que se perdió en un vuelo de BoA y que puso a gran parte del país pendiente de su paradero. Una suerte de angustia colectiva más por el felino en sí que por lo que la desaparición implica para una empresa aérea. Es la misma sensibilidad que puso en los grandes titulares de periódicos al zorro Antonio. ¿Lo recuerdan? Se movilizaron millones en las redes sociales cuando se supo que este animal silvestre había sido criado en Oruro por una familia como si fuera un perro, tras la muerte de la madre. ¿Quedarse en su hogar o al zoológico? La pregunta dividió en las redes y ocupó la cresta de la agenda mediática. Lo hizo en su momento el león Fido. En los últimos días encontraron dos perritos muertos en la Universidad Pública de El Alto. ¿Los lanzaron de un cuarto piso o cayeron accidentalmente? Los detalles también se multiplicaron en nuestras pantallas taladrando donde nos duele. ¿Tocamos la herida o miramos hacia otro lado? Como dijo Lecter, en El silencio de los inocentes, tenemos que salvar un cordero, aunque sea uno solo, para curarnos de todos los que no podemos salvar. De repente es lo que sucedió en esta casa periodística cuando se cruzó en nuestro camino un cachorro abandonado a su suerte al que se le unió, en condiciones poco claras, otra pequeña. Sin titubeos, Rómulo y Romina son parte de nuestro departamento de seguridad y de caricias. Una mirada inocente derrite al más concentrado de los periodistas. Solo con ternura podemos administrar las tensiones de la información cotidiana.

Son laberintos senti/mentales que nos zarandean entre alegrías, angustias, temores, esperanzas o tristezas. Pensemos en esta última semana: el presupuesto del Estado con los desacuerdos intramasistas, la violencia en el cruceño Barrio Lindo, las ganas locas de promover todo tamaño de independencias dentro del país. Ni hablar de ese paralelo entre el Mundial y la intrincada crisis peruana.

En Doha, cada partido vino con su caja de lágrimas y sus globos de ilusión hasta que quedaron dos últimos que disputarán la millonaria Copa Mundial hoy. El camino deja indelebles recuerdos, comenzando por la campaña contra Catar de parte de Occidente. Claro, la incomparable visibilización que trae el Mundial también dejó al descubierto una serie de interrogantes y francas preocupaciones sobre las condiciones de trabajo de migrantes, la desigualdad entre hombres y mujeres, el sistema político, la abundancia de riqueza y un par de problemáticas no menores. Pero no me digan que los grandes de Europa o Estados Unidos o cualquiera de nuestros países tiene el dedo bien limpio para señalar desde lo alto y decir qué es inmoral y qué no. Así que las campañas hipócritas pueden candidatear a la silla del olvido. Candidatea a recuerdo para siempre un pequeño país sacudido por ejércitos de hinchas de tantos lugares que se cruzan en las calles, el metro o la playa portando visiones diferentes de mundo; un Japón que puso todo y más; un país minúsculo que puso la mejor y nada mezquina infraestructura para la cita futbolera (lo que no pasa solo por tener dinero); el ingreso de la primera árbitra en un Mundial, la esforzada, revolucionaria y francesa Stéphanie Frappart que dejó una impecable gestión de la justicia en el Costa Rica-Alemania; un Marruecos dispuesto a comerse el planeta y saldar un par de cuentas históricas con las banderas de la colonia; una cumbia villera bailada tímidamente por un catarí.

Hoy es difícil no pensar en los tres países que se juegan el todo por el todo: Perú, Francia y Argentina. Cómo ser indiferente con una crisis anunciada desde el primer día del gobierno de ese profesor rural, cómo no pensar y sentir por los cientos de heridos y muertos en el Perú no limeño, en el Perú/espejo, en el Perú/hermano. La euforia de la cancha al otro lado del mundo no deja escuchar el silencio del dolor y de la muerte aquí al lado. Cómo ser indiferente con la Francia revolucionaria que en dos patadas al arco de la igualdad venció a la monarquía, sacó a la Iglesia del Estado y dejó a disposición de todos una intelectualidad como pocos países tienen en sus álbumes del pensamiento o de la literatura; a la Francia que es más Francia porque dio ciudadanía a algunos Mbappés que hoy meten goles en nombre de La Marsellesa. Cómo ser indiferente con la Argentina de las Malvinas, la de Gardel, la del más ácido humor, la de la pluma de Borges, la de Villa Fiorito, la del piano de Fito Páez, la de las lágrimas de Evita, la del revolucionario Piazzola, la del Che. Esta A amante necesita un diván para tratar su corazón “partío”. Es Edith Piaf, del barrio Ménilmontant, contra Tita Merello de la calle Corrientes. Entonces vuelve a este domingo la mano de Dios sobre Diego y la mano de Diego sobre Lionel y de pronto se despeja todo. Vamos Argentina, carajo.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.

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