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Para soslayar el nuevo año horrible

CIUDAD FUTURA

En pocas ocasiones anteriores se han registrado tantas discrepancias sobre la economía internacional: la caracterización de la situación actual, las perspectivas inmediatas y las principales tendencias de desarrollo en un sistema internacional fragmentado. Los principales organismos multilaterales y los analistas internacionales más reputados discrepan notoriamente sobre las perspectivas de una recesión prolongada en las economías más avanzadas, resultante de los diferentes niveles y momentos en que se adoptaron los aumentos de las tasas de interés. De igual manera, tampoco hay unanimidad de opiniones respecto de la dimensión de los efectos de las nuevas condiciones financieras respecto de las diversas zonas económicas del mundo, caracterizados por muy distintos niveles de endeudamiento y fortaleza fiscal.

Los indicadores de la inflación, el crecimiento económico y el nivel de empleo referidos a los Estados Unidos muestran un cuadro mucho menos preocupante que el de Europa y América Latina, que son las dos regiones con mayores problemas económicos y sociales en estos momentos, aunque en ambos casos existen situaciones individuales bastante diferenciadas, determinadas en buena medida por la situación de su abastecimiento energético, la composición y destino de sus principales exportaciones y el nivel de su endeudamiento externo.

En cuanto a la China, tampoco existen consensos definitivos sobre su desempeño en el futuro inmediato, habida cuenta de los problemas que ha acarreado la drástica política de contención del COVID en sus principales ciudades industriales, además de las dificultades que se arrastran desde hace años en el sector de la infraestructura urbana.

Es necesario señalar, por último, en este primer vistazo del año a las principales zonas económicas del mundo, que los países exportadores de petróleo y gas del Medio Oriente gozan por de pronto de una situación privilegiada en vista de sus niveles de reservas probadas en estos rubros, por un lado, y el súbito aumento de la demanda por parte de Europa, por otro, que antes de la guerra de Ucrania se abastecía de Rusia. Las sombrías perspectivas económicas que se acaban de mencionar, no permiten suponer que el cambio climático y, en particular, la transición global hacia fuentes renovables de energía, constituirán una prioridad de los acuerdos internacionales en los próximos años, al menos mientras dure la guerra en Ucrania.

Esta combinación desafortunada de circunstancias climáticas globales, que exigen respuestas urgentes y eficaces, con imposibilidad de que eso ocurra mediante acuerdos globales, debido a las condiciones geopolíticas imperantes, no constituye sin embargo un destino inexorable para los países latinoamericanos.

Se presenta en cambio la oportunidad para la región de soslayar la adversidad global mediante iniciativas regionales eficaces, con la sola condición de superar las diferencias ideológicas existentes y el aprovechamiento coordinado de las enormes riquezas de biodiversidad, fuentes energéticas y recursos minerales de América del Sur.

Las dimensiones territoriales, económicas y demográficas de la región suramericana son suficientes para emprender las primeras etapas de un desarrollo dinámico, socialmente inclusivo y ambientalmente sostenible, en el marco de una estrategia de largo plazo que persiga mejorar la capacidad negociadora colectiva y las condiciones de autodeterminación de la región en conjunto.

A tal efecto se requiere, para comenzar, el establecimiento de una red de cooperación académica de alcance suramericano, orientada a elevar sustancialmente el dominio efectivo de las transformaciones tecnológicas mediante el fortalecimiento de los sistemas nacionales de innovación y la más amplia digitalización de la administración pública en sus diferentes niveles.

Horst Grebe es economista.