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Sobresaltos bolivianos

TRIBUNA

Reviso la prensa boliviana con cierta asiduidad. Hace pocos días estaba en ello y me di de bruces con un artículo de opinión que más que artículo parecía un exabrupto: “Bolivia no existe”, venía a decir el autor del dislate y recordé haber escuchado antes tal aseveración.

En 1985 y 2009, los periódicos El País y ABC de España se hicieron eco de la frase aprovechando una anécdota, probablemente apócrifa, acaecida alrededor de 1870 y atribuida a la proverbial intemperancia de Mariano Melgarejo, dictador de Bolivia.

La anécdota refiere que tras una agria disputa entre Melgarejo y un diplomático británico, aquél, dando por concluida la discusión, resolvió expulsar al diplomático de su majestad, echándolo del país de forma humillante, montado del revés en un burro. Informada del hecho la reina Victoria, “montando” por su parte en cólera, ordenó una acción punitiva contra Bolivia para lavar la afrenta. Pero, un funcionario le explicó en un mapa las enormes dificultades que conllevaría tal empeño. La soberana del imperio inglés, con un gesto que delataba ira e impotencia, pidió pluma y tintero y estampó una cruz sobre el mapa que representaba a nuestro país, declarando con voz solemne “¡Bolivia no existe!”

El periódico El País de España, en 1985, publicó un artículo con el título El país que nunca existió, donde aludía a la anécdota mencionada y expresaba: “De alguna manera, el exabrupto victoriano encerraba una pizca de verdad”. Citando algunas estadísticas, llamaba a Bolivia “golpilandia”, aseverando que tras su independencia Bolivia tenía “una media de un golpe de Estado cada nueve meses”. “El país es rico para su nivel de población e inmensamente depredado por su oligarquía nacional y las compañías internacionales”, observaba. Sostenía que nuestra historia era “…una sarta de desdichas”, repasando algunas de ellas (guerras, pérdidas territoriales, etc.), centrándose luego en la actualidad de aquel momento (año 1985): “El déficit fiscal del país es sideral y el contrabando ha devenido en una intocable fuente de subsistencia popular”; terminaba mencionando el narcotráfico: “La elaboración de cocaína —dice— produce a los narcotraficantes bolivianos tres veces más ingresos que los del país por sus exportaciones, y el Ejército, la Policía, la Administración están penetradas por la corrupción consiguiente.” Pregunta: ¿quién gobernaba entonces el país?

Por su parte, el ABC español, en 2009, publicó un artículo esta vez con el título literal Bolivia no existe, cuya fecha coincidió con el 200 aniversario del primer intento independentista (julio de 1809). Mencionaba la misma anécdota del “Bolivia no existe” victoriano y señalaba que Bolivia es “Un país a punto de desaparecer en incontables ocasiones, esquilmado por sus vecinos y las multinacionales” y que “No en vano… ostenta el récord de golpes de Estado en toda América Latina”. Citando otra vez nuestras desgracias guerreras, etc., aludía a la revolución del 52, la traición del 64 y el “túnel de 20 años de gobiernos militares, cuyos hitos fueron asesinar al Che Guevara y fomentar la exportación de cocaína, la nueva ‘industria’ del país”. Señalaba el peligro de escisión de “las provincias rebeldes”, finalizando con: “Los partidarios del Gobierno [ahora sí, el MAS] planean por su parte la creación de un nuevo Estado Plurinacional de corte indigenista…” “Tanto unos como otros parecen empeñados en que Bolivia no exista”.

Contaba el escritor Enrique Vila-Matas, que un día su acompañante ocasional le hizo una pregunta inquietante: “¿De dónde viene tu pasión por desaparecer?” Tras un largo silencio el autor contestó: “Ignoro de dónde viene, solo sé que paradójicamente esa pasión por desaparecer, esas tentativas, llamémoslas suicidas, son a su vez intentos de afirmación de mi yo”.

¿Será que colectivamente, la pasión que tenemos los bolivianos por hacer desaparecer nuestro país, y que deje de existir, es una suerte de reafirmación de nuestro ser nacional? Mientras dilucidamos estas graves cuestiones, sería bueno que todos dejemos de decir barbaridades. Al perpetrador actual del “Bolivia no existe” le diría, con palabras del filósofo Fernando Savater: “Es muy difícil ser grande pero es muy fácil ser enorme, para esto último solo basta con decir enormidades”.

Alfonso Bilbao Liseca es médico anestesiólogo.