Se percibía en el aire un poco de desesperación en el centro comercial donde Shein había abierto una popup store, o tienda fugaz. Un guardia de seguridad apostado en la entrada dijo que en cada uno de los tres días de actividad de la tienda fugaz, había rechazado unos 20 sobornos de personas que querían saltarse la fila. La mayoría de las veces le ofrecían $us 20, contó, aunque algunos llegaron a los $us 100.

El entusiasmo era algo asombroso, considerando que muchos centros comerciales han tenido dificultades durante la última década para atraer esas multitudes: unas 700 personas esperaban afuera de una fachada blanca de lo que antes era un American Eagle Outfitters, entre los locales de Swarovski y Bath & Body Works.

Estas tiendas fugaces no son como la mayoría de la gente interactúa con la marca. En 2022 hubo cinco en diferentes partes de Estados Unidos, el mercado más valioso de Shein. Pero las tiendas fugaces son parte de un esfuerzo por hacer que la compañía china de moda rápida parezca menos misteriosa. Shein —que oficialmente se pronuncia “shi-ín”, pero muchos le dicen “shin” en inglés o “shein” en español— hace poco superó a Amazon como la aplicación de compras más descargada en Estados Unidos, de acuerdo con un análisis de Sensor Tower. Shein es una empresa privada y no ha querido compartir sus cifras financieras, pero Coresight Research calculó que tendría unos ingresos de $us 10.000 millones para el año fiscal de 2020.

Sin embargo, a medida que Shein ha ido creciendo, también han surgido dudas sobre sus prácticas. Shein suele ser noticia por sus polémicas, como la venta de un collar con una esvástica por $us 2,50 o por copiar el trabajo de diseñadores. También ha sido acusada de trabajar con proveedores que violan las leyes laborales y por la falta de transparencia necesaria sobre las condiciones de las fábricas. En respuesta, la firma señaló que había adoptado “auditorías internas periódicas” y un código de conducta “estricto” y acorde con las leyes para sus proveedores.

El año pasado, una investigación de CBC Marketplace encontró niveles elevados de plomo en algunos productos de Shein, como en una chaqueta para niños pequeños y en un bolso diminuto. Shein señaló que sometía sus productos a pruebas periódicas, al seguir las normas de los organismos reguladores internacionales, y que “las infracciones se subsanan inmediatamente”.

Todo esto ha contribuido a que Shein se convierta en un arquetipo de cierto género de empresas de ropa baratísima: es el líder de una manada de marcas favorecidas por la generación Z, como Fashion Nova y Boohoo, acusadas por los críticos (incluidos los de la misma generación Z) de contribuir al consumo excesivo y a la generación de desperdicios. Sin embargo, Shein calificó su enfoque de la producción de ropa como “transformador”: comienza encargando pequeños lotes (de 100 a 200 piezas) y vigila la respuesta de los clientes antes de hacer pedidos más grandes.

Aun así, muchos de los videos que hay en las plataformas sociales sobre Shein —incluidos los clips de hauls o “botines”, increíblemente populares, que muestran a la gente probándose grandes pedidos, pieza a pieza— inspiran comentarios que plantean estas cuestiones: ¿Cómo es posible que una prenda de $us 4 sea duradera y no acabe en un vertedero? ¿Cómo se puede compensar de forma justa a los trabajadores que cosieron y enviaron esa prenda? Sin embargo, esto no ha disuadido a los devotos de Shein, muchos de los cuales consideran que no cuentan con suficientes pruebas para dejar de comprar con la marca.

Jessica Testa es columnista de The New York Times.