Hace unos días, Marcelo Arequipa publicó en este mismo diario un artículo referido a la Academia Diplomática Plurinacional (ADP). La columna en cuestión está plagada de imprecisiones, cuando no de prejuicios y, también, desde lo que se ha hecho habitual en Bolivia en los últimos años, a partir de una mirada siempre cargada por el encono, el reproche y el resentimiento; además de la permanente descalificación a todo lo que se hizo antes de 2006.

Sin tomarse el tiempo de indagar y mucho menos contrastar datos e información, Arequipa se aventura, especula, prejuzga y sentencia, basándose en lugares comunes repetidos hasta el cansancio (élites, roscas, exclusión, etc.). Matiza sus argumentos con liviandad, poca objetividad y su percepción de la actual realidad boliviana es unidireccional y sesgada.

Arequipa confiesa que tuvo un brevísimo paso por la ADP, aunque no se sabe en qué cargo, si como director, secretario, funcionario o ayudante de menor rango que pasa a las volandas por alguna oficina de Cancillería hasta pillar algo mejor. Quizás por eso, no tuvo tiempo de empaparse bien de lo que es un centro de formación para diplomáticos. Claro, Arequipa no se impone la obligación de ser más riguroso, como saber qué es lo que se hizo antes (eso interesa muy poco cuando se trata de acaparar y destruir lo que no les gusta).

Si de verdad Arequipa se hubiera tomado algo de tiempo para referirse al tema, por ejemplo, sabría que el Centro de estudios por el que pasó como un cohete fugaz, tiene sus antecedentes en el Instituto Antonio Quijarro en 1956, para luego convertirse en Academia Boliviana Rafael Bustillo en 1975, de donde surgieron más de 16 promociones, incluidas las que se graduaron a partir de la administración del MAS (hay muchos años de trabajo, de construcción y de logros, eso se llama memoria histórica, por si acaso).

Es mejor optar por lo más fácil, por el prejuicio de clase, por la descalificación a priori. Es más cómodo y simplón referirse a tres colegios sin poder mencionarlos siquiera, no obstante ser solo tres, y repetir de memoria lo que seguramente le dijeron los enemigos declarados de la institucionalidad que abundan en la actual Cancillería, incluido, desde luego, Rogelio Mayta, el canciller que odia a los diplomáticos por ser de nariz respingada. Sí, el mismo personaje que afirma que nunca hubo carrera diplomática y que por eso no dudó —pese a reclamarse como “experto defensor de derechos humanos”— en echar a la calle a más del 95% de diplomáticos institucionalizados y de carrera, vulnerando la ley (una enorme mayoría de los cuales egresó y cursó estudios en la Academia Diplomática); y que pese a haber acudido a la justicia —prostituida por la injerencia del Ejecutivo— consolidó sus atropellos (tres amparos constitucionales denegados a mansalva).

La Academia Diplomática Boliviana con el tiempo se fue consolidando como un centro de estudios de alta ponderación y que ofrecía cursos a nivel de maestría. Ahora, desde perspectiva de Arequipa, son suficientes apenas unos cursillos que duran un par de semanas para ya considerarse diplomático idóneo plurinacional. Seguramente, en idéntica lógica, con un par de esos cursillos, cualquiera, también, podrá ser politólogo y analista con algunas clases en línea, de yapa.

Arequipa ignora que la carrera diplomática en cualquier país serio del mundo, se forja con formación especializada, con ejercicio y experiencia para contar con personal apto que pueda defender los altos intereses de un Estado.

Todo eso no parece interesar para el análisis crítico, puesto que desde que el proceso de cambio se impuso en Bolivia, priman los estigmas, los preconceptos, todos plagados de odio y bronca fomentada desde lo más alto del poder político gobernante.

Definitivamente es importante lo que sucede con la ADP, así como muchas más cosas vinculadas al contexto de la Cancillería, las mismas que debieran generar inquietud y preocupación para quienes opinan y analizan, como ser: ¿qué de la gestión más inoperante e intrascendente de que se tenga memoria con Mayta a la cabeza? (su vicecanciller da la cara más que él); o las dos derrotas ignominiosas sufridas en La Haya sin responsables (más bien premiados por sus hazañas); o el vergonzoso alineamiento de Bolivia que avala violaciones de DDHH en varias partes del mundo y justifica la guerra de agresión e invasión rusa a Ucrania.

En fin, de lo que se trata es de no estar de espaldas a la realidad que vive el país señor Arequipa. Tómese su tiempo.

Gustavo Murillo Carrasco es abogado.