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Derrotas morales en política

Antonio Gramsci (de quien el pasado 22 de enero se recordó que nació hace 132 años), decía que una victoria moral antecede a una victoria electoral. Esta fórmula tiene vigencia por lo menos desde 2020, porque el fracaso estrepitoso que significó el gobierno de la señora Áñez, para buena parte del antimasismo que sostenía la idea de que el MAS había dejado como único legado al país la práctica de valores antidemocráticos y todos los antivalores que se les ocurriera; pues no era así, porque en menos de un año demostraron ser excelentes administradores en poner en práctica todo aquello contra lo que decían haber luchado. Entonces ésta fue una primera derrota moral que se tradujo en una posterior derrota electoral en 2020.

A partir de ahí, la oposición política partidaria no supo levantar cabeza y ser más estratégicos para devolverle algo de moral a sus votantes, de hecho en la Asamblea Legislativa los partidos de oposición quedaron tan pero tan al margen de todo que su mayor éxito político fue hacer ruido en los actos que se realizaban en el hemiciclo del Parlamento en las fechas importantes de celebración, es decir, una agenda completamente reactiva y no una agenda renovadora o por lo menos con alguna señal propositiva.

En cambio, el otro bloque de oposición política que se sitúa por fuera del sistema de partidos es el que ha tenido más éxito en este último tiempo, de ahí que la oposición política efectiva al oficialismo de hoy se ubica en el oriente del país y en las calles. Sin embargo, una de las batallas centrales que encaró esa oposición efectiva como fue el tema del Censo, significó una nueva derrota moral que invadió ese espacio de movilización de calle porque el haberse empecinado en la fecha de realización y no en el contenido del proceso, les valió una derrota significativa al haber terminado por aceptar por boca de sus propios líderes la fecha que el Gobierno nacional propuso.

Esa derrota moral vino acompañada de un momento de crispación y tensión violenta, poco estratégica, luego de la detención del señor Camacho, quien optó como última carta de salida al desgaste de los 36 días de paro cruceño, la alternativa de querer avanzar corriendo hacia adelante proponiendo la idea del federalismo al país, pero no bajo un principio de atracción, sino de chantaje porque les dio a las regiones 24 horas para que se sumen a su idea o ya verían ellos qué hacer con la relación con los otros departamentos del país.

Hoy nos encontramos con una nueva derrota moral, porque en las movilizaciones convocadas no han podido cambiar el tablero político vigente en el que el oficialismo tiene ventaja; tampoco han podido cerrar el tema pendiente de quién asumirá el liderazgo político de oposición efectiva al oficialismo; aún existe una competencia interna al respecto, y de paso la disputa por la ocupación espacial del territorio tuvo otra derrota moral porque por primera vez en el caso de la ciudad de La Paz, los sectores movilizados contrarios al oficialismo tuvieron que ser desplazados de dos plazas simbólicas para ellos como son la iglesia de San Miguel y la plaza Abaroa.

En definitiva, es claro que la oposición tiene que levantar mucha moral en su electorado, hasta ahora está claro que la oposición política partidaria sigue sin darse cuenta y aprovechar este momento para marcar un otro tiempo, y todo parece más echado a la suerte de ver lo que se defina en el oriente y si se sigue el curso de lo tenido hasta hoy o se cambia de estrategia, tareas nada sencillas, altamente complejas y con verdaderos retos que reclaman estrategia política, no simples reacciones.

Marcelo Arequipa Azurduy es politólogo y docente universitario.