Voces

Friday 10 Mar 2023 | Actualizado a 11:33 AM

La casa de tus sueños y la IA

/ 27 de enero de 2023 / 02:23

Pregunta de partida: ¿Vamos a ser reemplazados por algoritmos y quedar desempleados? La IA (Inteligencia Artificial) es una realidad y nos ofrece plataformas para casi todos los oficios intelectuales. Un ejemplo es el bot llamado ChatGPT que permite “conversar” con la máquina o “redactar” ensayos de cualquier tópico con solo escribir una frase y la cantidad de palabras. Como todo es relativo en este tiempo posmoderno, donde la verdad es un descomunal chicle, hasta estas columnas o las noticias del periódico pueden ser escritas por esos artilugios que progresan geométricamente.

El avance de la IA, conocida como generativa, es tal que ahora reproduce las capacidades humanas más complejas como la creatividad. Para ejemplificar el impacto de la IA en los oficios creativos haré un repaso de su uso en arquitectura.

En Bolivia, en los años 90 del siglo XX ingresaron al campo del diseño arquitectónico los programas CAD que permiten a las computadoras dibujar mejor y más preciso que cualquier ser humano. Con ese artilugio tecnológico (que viene a ser una IA precaria y embrionaria), miles de dibujantes de arquitectura en todo el mundo quedaron desempleados. Y otras miles de personas, todas inútiles para el oficio de dibujar, encontraron una herramienta para seguir una carrera que les era negada; así, se democratizó y universalizó el trabajo en arquitectura. Hoy en día surge una nueva revolución que se llama metodología BIM. Con ella (otro avance incipiente de la IA) se puede coordinar, medir, cotizar un proyecto entre todos los profesionales de la construcción para lograr una interrelación completa evitando los desfases conocidos. Esta metodología está borrando los límites entre las profesiones (ingeniero, arquitecto, o constructor), y permite al cliente involucrarse desde el inicio de su proyecto sin contar con títulos profesionales ni habilidades extraordinarias.

Para rematar, hace poco salieron plataformas de IA para arquitectura como Finch 3D, Stability.ai, Midjourneybot, etc. Con una de ellas, cualquier persona escribe un texto deseando, por ejemplo, la casa de sus sueños: el estilo, los pisos, los colores, las ventanas, el sitio, como de tal arquitecto, etc. En segundos la IA escupe muchas perspectivas, muy reales, a todo color, de la casa soñada. Ahora no necesitas contratar a un profesional para una idea arquitectónica, la IA te lo hace gratis. Y estimo que falta poco para que también te entregue todos los planos de arquitectura e ingeniería que requieras para los trámites en el municipio. Pero, felizmente ahí, volverás a humanizarte rogando en las ventanillas de un país decimonónico.

Carlos Villagómez es arquitecto.

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Nuestro arte en el siglo XXI

/ 10 de marzo de 2023 / 01:31

Este tiempo demanda considerable claridad conceptual y constante reposicionamiento. Son épocas extraordinarias e inasibles donde los desafíos artísticos no pueden enfrentarse con ideas y estilos del pasado. Urge proyectar un sentido artístico apropiado para este tiempo milenarista. Aportemos algunos esbozos conceptuales.

Comenzaré reduciendo —groseramente— nuestra producción artística en dos grupos: las artes producidas colectivamente y las obras de artistas individuales. Por nuestra estructura cultural hemos cultivado un arte colectivo (superando las discriminaciones teóricas de antaño este arte comprende: entradas folklóricas, ferias artesanales, expresiones rituales, grupos musicales, etc.) que crece, sostenidamente, en proyección y propuesta. Son siglos de acumulación histórica de este arte colaborativo que goza de buena salud y con proyección nacional e internacional.

Pero en la escena de la producción artística individual existe una crisis existencial y propositiva, una pérdida del sentido artístico ante la imposibilidad de seguir los ritmos de los cambios sociales, políticos y tecnológicos. Se abrió la Caja de Pandora del nuevo milenio y los creadores observan ofuscados múltiples manifestaciones sociales y tecnológicas que no pueden asimilar y menos sintetizar artísticamente. Y no reclamo un “arte revolucionario” que acompañe a los humildes como se anheló en el siglo pasado y que algunas voces trasnochadas siguen anhelando (el arte subordinado a un corsé ideológico nace muerto, por eso tenemos artistas/zombies/revolucionarios deambulando por galerías o RRSS). Se trata más bien, de comprehender la dimensión extraordinaria del sentido artístico que subyace en la declaratoria de un Estado Plurinacional, que reconoce a todas nuestras naciones plenos derechos, incluidas las expresiones artísticas.

En una nueva Bolivia multicultural, que enfrenta la revolución tecnológica, los creadores individuales han perdido capacidad de síntesis; y por ende, las obras en forma y contenido se dispersan, se diluyen en el magma de las tensiones socio/culturales de un nuevo Estado inmerso en la globalidad presente. Por ello, no habrá más obras que sinteticen la nacionalidad boliviana como las que hacían los artistas del siglo pasado, egos que retrataban arbitrariamente una república “unitaria”. Ahora, el desafío para los artistas individuales conlleva una interpelación social sin parangón en la historia. Y en el reto de encontrar nuestro sentido artístico, se cometen torpezas e ingenuidades como pretender, desde las esferas del poder, un andino/ centrismo/estético que no construye un amplio sentido artístico plurinacional.

Carlos Villagómez es arquitecto.

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Cierto arte contemporáneo

/ 24 de febrero de 2023 / 02:56

El MNA presenta la exposición Qalltadel artista Guto Ajayu. La muestra ha despertado comentarios por dos razones: la desfachatada forma de hacer y explicar su arte, y por el apoyo estatal. Con esto último podríamos suponer que el joven artista es afín a la narrativa oficial, es decir, a un arte descolonizado/ andino/identitario. Como el tema artístico merece reflexiones, van algunas.

La exposición presenta brochazos angulosamente delineados, en onda grafiti, realizados con esmalte sobre grandes telas o sábanas engrampadas al muro. Se incorporan textos que describen una leyenda con toques ancestrales. Como las salas de un museo entronizan cualquier cosa, revisé en la red más obras de Guto Ajayu para conocer su propuesta. Los referentes de su arte retinal (término despectivo de la crítica contemporánea) son artistas norteamericanos del siglo pasado: Andy Warhol, JM Basquiat y Keith Haring. (El primero fue el rey del pop art; el segundo fue un grafitero que triunfó en la escena internacional gracias a Warhol; y el último fue otro grafitero de New York). Todas estas referencias se mezclan en un mejunje plástico que Guto Ajayu realiza con simbología precolombina o con leyendas andinas para lograr la fórmula que le permite alinearse con el arte descolonizado/andino/ identitario de este tiempo. Según los cultores de esa línea artística, todo lo demás es arte pitita o neoliberal (poco les falta para que lo tachen de “arte degenerado”).

Ilustremos más esta línea estética promovida por el Estado revisando otros ejemplos: esculturas metálicas inspiradas en la arquitectura del grupo austríaco Coop Himmel- Blau, o trabajos de trazos coloridos que remedan los diseños del americano Lebbeus Woods. Eso sí, con títulos o referencias en aymara para lograr “broncear” el sentido estético. Incluso leí una justificación de los sótanos de parqueo de un edificio estatal diciendo que esos niveles son el Manqhapacha (o sea, Manhattan está lleno de Manqhapachas).

Son los signos ineluctables de estos tiempos, de una posmodernidad vacua y de fachada, de la apariencia sobre la esencia, donde para encontrar oportunidades vendes tu alma al diablo. Y, en el fondo, es un arte colonizado y sometido resultado de una educación artística castrante y sin espíritu crítico. Ello genera mensajes artísticos donde el valor de cambio se impone sobre el valor de uso; y donde la simbólica, un rasgo distintivo y potente de nuestra cultura, se fue por el caño.

Nos sinceraremos. No cultivemos la impostura con simples rótulos aymaras. Seamos honestos y repitamos a coro la cita del gringo Andy Warhol: making money is making art (hacer plata es hacer arte).

Carlos Villagómez es arquitecto.

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Experimentos urbanos II

/ 10 de febrero de 2023 / 03:03

Ben Wilson, joven historiador británico, publicó en 2022 el libro Metrópolis. Una historia de la ciudad, el mayor invento de la humanidad (recomiendo su lectura a los interesados en el tema), escrito en un tono diferente a los tediosos y aburridos estudios de urbanistas. En uno de sus capítulos llamado Aniquilación aborda, entre otras experiencias, la de Varsovia, capital de la actual Polonia, como el ejemplo paradigmático de cómo se asesina una ciudad, lo que otros autores llaman urbicidio.

Antes de la Segunda Guerra Mundial y con años de antelación, los nazis planificaron con saña la ocupación y destrucción de las ciudades de Polonia como una muestra de lo que sucedería a otras naciones si se atrevían a resistir su guerra relámpago. De 1939 a 1945 los nazis arrasaron el 85% del centro histórico de Varsovia y desmantelaron las áreas circundantes con una cantidad de bombardeos y efectividad jamás vista en la historia. No debía quedar piedra sobre piedra. Hitler entendía el importantísimo significado de una ciudad para cualquier sociedad del planeta: es la identidad construida, el ajayu expresado en un paisaje. Así, Varsovia sufrió la pérdida de su casa mayor, y a la devastación bélica siguieron otro tipo de acciones como sitiar la ciudad y no dejar pasar comida (suena conocido) ni insumos indispensables; se trataba en suma, de socavar la entereza humana y degradar el espíritu colectivo borrando del mapa una ciudad.

Hitler, que hizo diseñar en Varsovia una ciudad nueva para 130.000 arios y cero polacos, no pudo vencer la increíble capacidad de recuperación o resiliencia que tenemos los seres humanos. Acabada la guerra y bajo el régimen estalinista, mujeres y hombres de la devastada Varsovia volvieron a su terruño para reconstruir su ciudad. Para ello, se formaron dos frentes: unos querían reconstruir la ciudad histórica según fotos y pinturas de la época; y los otros, según la modernidad de entonces: grandes bloques de vivienda sobre extensos parques (el sueño de Le Corbusier llevado adelante por arquitectos estalinistas. Dios los proteja). Los primeros concretaron el pastiche histórico que ahora es el Centro de Varsovia con edificios a la usanza medieval o renacentista pero construidos en 1950. Su éxito fue total, incluso la Unesco declaró al centro de Varsovia reconstruido truchamente como Patrimonio de la Humanidad.

Y en el otro frente, los arquitectos comunistas seleccionados a dedo por el buró político, construyeron cientos de bloques de cemento cometiendo el segundo urbicidio de Varsovia, esta vez perpetrado por arquitectos. Como escribe Wilson: “apenas escaparon de una tiranía se les impuso otra”.

Carlos Villagómez es arquitecto.

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Experimentos urbanos

/ 13 de enero de 2023 / 01:35

Wild Wild Country es un documental de Maclain y Chapman Way sobre la experiencia urbana y social del gurú hindú Bhagwan Shree Rajneesh, universalmente conocido como Osho, en un paraje perdido en el norte de Oregón, EEUU. Allí, en 1981, comenzó un experimento más para la historia bizarra de las ciudades impulsadas por santones que deciden “salvar al mundo”. Ejemplos únicos y estrambóticos de cómo el absolutismo religioso, apoyado en miles de fanáticos, construye “paraísos urbanos”.

La comuna era llamada Rajnishpuram. Su sentido festivo, su apego a la naturaleza y el carisma del gurú lograron calar hondo en muchos americanos que hastiados de una sociedad materialista se fueron a vivir lejos del mundanal ruido. Es casi inexplicable cómo estos gurús congregan a millares de alucinados adeptos (hoy existen por todo el mundo). Quizás sea una mezcla extraña de profundos e insondables atavismos, desencanto de la modernidad occidental, ganas de vivir intensamente, o el retorno de los brujos, entre otras explicaciones. Lo evidente es que Bhagwan/Osho se capitalizó groseramente para hacer crecer su ciudad ideal y, por supuesto, sus finanzas personales. A medida que progresaba Rajnishpuram aumentaba su presencia política en la alcaldía, el condado, y pronto se volvió un peligro para la institucionalidad americana. Sus seguidores vivían en un paraíso de naturaleza, sexo libre, y sonrisas Colgate; construyeron viviendas, edificios públicos, cultivos y granjas, aeropuerto, lagunas artificiales, etc. Y como es ya una tradición, Hollywood se unió con actores y aportes millonarios a la cúpula de los dirigentes cercanos al santón, el círculo íntimo de los privilegiados de siempre.

Bhagwan/Osho era un semidiós en su feudo. Paseaba en Rolls Royce (llegó a tener 93), presumía de joyas y secretarias, y tenía un remedo de trono papal (el lujo y la pompa son imprescindibles para la simbólica del poder, recuerda los ejemplos del Kremlin ateo y el Vaticano creyente). Para sus seguidores el gurú era una divinidad de piel transparente y mirada profunda como el firmamento; para los lugareños, cristianos y pechoños, era Satán mismo.

Con el fin de consolidarse en el condado Bhagwan/Osho gestó una chapuza electoral. Reclutó miles de indigentes y yonquis de todas partes para crecer su padrón electoral. Les negaron su inscripción. A ello se sumaron intrigas dentro y fuera de la comuna y comenzó la caída del experimento urbano. El gurú huyó, fue apresado, condenado, y deportado en 1985, sin cometer suicidio colectivo como Jim Jones en la Guyana. Moraleja: Rajnishpuram nació, creció y murió como lo hace toda artificialidad social.

Carlos Villagómez es arquitecto.

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Debate ciudad/campo

/ 30 de diciembre de 2022 / 03:00

¿El debate entre urbanizar o desurbanizar está concluido? ¿La ciudad concentradora y hegemónica ha triunfado? En libros como El triunfo de las ciudades (Edward Glaeser, 2011) se proclama tal victoria. Glaeser, economista de Harvard, subraya sin rubor y mucho candor: Cómo nuestra mejor creación nos hace más ricos, más inteligentes, más ecológicos, más sanos y más felices. Pero, en la página 346 nos alerta con una obviedad: “siempre y cuando sepamos elegir inteligentemente nuestras políticas”.

El impulso humano de vivir en comunidades es indiscutible. El tema es regular la escala de esas concentraciones y su equilibrio sustentable y sostenible. Los teóricos urbanos de la revolución bolchevique a principios del siglo XX discutieron este tema. Por un lado estaban los que deseaban urbanizar convencionalmente como Sabsovich, y por otro, los que deseaban como Miliutin repoblar el inmenso territorio ruso con nuevas ciudades verdes bajo la consigna “las ciudades existentes se han creado en los intereses de la clase dominante, los enemigos del proletariado”. Ganaron los primeros por funcionales y prácticos. Pero la semilla de la redistribución poblacional germinó y fue usada malignamente por Stalin, Mao y Polpot. Millones de seres humanos fallecieron en purgas urbanas y destierros obligados hacia gulags o sitios rurales de reorientación ideológica y trabajo correccional. Y la ciudad como resultado de la modernidad occidental, de la industria y el capitalismo, creció como imagen (ilusoria diría yo) de libertad ciudadana.

Ese triunfo urbano se vigorizó en este siglo con la aparición de las ZEE (zonas económicas especiales, de libre mercado y apoyo estatal) que implantó la China comunista como base para su fulgurante despegue económico y social. No importa el color del gato ni sus porquerías, lo importante es que viva en ciudades hacinadas.

Pero la urbanización de formato occidental ¿funcionó en América Latina? El fracaso de lo urbano en la región es evidente: ciudades concentradoras y depredadoras, abandono del campo, desequilibrios medioambientales, asimetrías sociales, egoísmo y materialismo, pobreza y marginalidad, etc. Lo positivo es insuficiente, exiguo, nimio.

Por nuestra experiencia urbana pienso que el debate ciudad/campo no está concluido. En este nuevo tiempo y en las condiciones de la precaria concentración urbana boliviana creo que es posible concebir un manejo territorial diferente y apropiado a nuestras condiciones de base. Y esa concepción no nacerá en una cabeza política o técnica, será una visión transdisciplinar que comience reformulando la institucionalidad heredada entre otros temas estructurales.

Carlos Villagómez es arquitecto.

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