Crisis educativa y malla curricular
La pandemia de COVID-19 precipitó una crisis educativa a nivel global, incluyendo a Bolivia, que ha tenido efectos devastadores en la vida de millones de niñas, niños y adolescentes en todo el mundo, poniendo en evidencia la brecha digital, la inequidad de oportunidades y la necesidad de prepararse para un futuro productivo en el que la niñez y la adolescencia desarrollen su máximo potencial y persigan sus planes de vida sin limitaciones ni discriminación.
En este marco, surge el llamado a transformar la educación como parte de “Nuestra Agenda Común”, fijada por los gobiernos a nivel global para alcanzar los objetivos y metas de la Agenda 2030. Esta voluntad política fue expresada en la Cumbre Sobre la Transformación de la Educación celebrada en Nueva York en 2022, a convocatoria del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres. En ese evento, que tuvo la participación del Estado Plurinacional de Bolivia, se evidenció la necesidad de mayores compromisos para alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 —Educación de calidad— antes de 2030, los que se deben cumplir con especial participación, asertividad y dinamismo por el efecto de la pandemia y en beneficio de las y los estudiantes.
Con este esfuerzo mundial, se espera recuperar el terreno perdido y mejorar la calidad y pertinencia de la educación, y Bolivia no debería ser un caso aparte. Es por eso que desde Naciones Unidas alentamos todas las actualizaciones educativas enfocadas en el cumplimiento y desarrollo de los derechos de las niñas, niños y adolescentes, que sean plausibles y contribuyan al país a cumplir sus compromisos internacionales, pero, sobre todo, el compromiso con la niñez y adolescencia boliviana para ofrecerles una educación más pertinente para su futuro y su plan de vida.
Una revisión curricular no se la hace con frecuencia, y es por eso que destacamos el esfuerzo que realizó el Ministerio de Educación para que la actualización curricular fuera una oportunidad para el debate con múltiples actores, y así proporcionar una visión de mejoramiento continuo, alentando un dinamismo que no solo es saludable sino también deseable. No es aconsejable, por lo tanto, reducir el proceso a unas temáticas particulares en debate, sino quizás tomar la oportunidad para mejorar la calidad de la educación de Bolivia, recuperar los aprendizajes perdidos y preparar a los estudiantes con las habilidades que requiere el contexto global y el mundo del trabajo, desarrollando también sus competencias para protegerse contra la violencia y alcanzar su pleno desarrollo con igualdad de oportunidades.
La malla curricular del sistema educativo boliviano es un marco de referencia y la Resolución Ministerial 001/2023, en su artículo 68, parágrafo III, anima a maestros a contrastar la información de los textos educativos oficiales en todos sus contenidos con otras fuentes, y que sea el educador quien genere un criterio en el aula con fines educativos y que se podría extender en la aplicación práctica. La educación debe ser comprendida como el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico y creativo en el estudiantado. Los contenidos educativos ya no se limitan a lo que está escrito en los textos. Los niños, niñas y adolescentes tienen acceso hoy en día a una infinidad de contenidos a través de redes sociales e internet, entre otros. Lo más importante en el contexto global actual es que haya un consumo fluido y crítico de la información.
Naciones Unidas está comprometida con la educación a nivel mundial y, en tal sentido, comprometemos todos nuestros esfuerzos para seguir construyendo con las autoridades educativas bolivianas en el desarrollo de las herramientas y las capacidades necesarias que requiera el plantel docente con el objetivo de mejorar la calidad educativa, sin dejar a nadie atrás.
Rafael Ramírez es coordinador residente a.i. del Sistema de Naciones Unidas en Bolivia.