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Crisis educativa y malla curricular

/ 28 de enero de 2023 / 01:56

La pandemia de COVID-19 precipitó una crisis educativa a nivel global, incluyendo a Bolivia, que ha tenido efectos devastadores en la vida de millones de niñas, niños y adolescentes en todo el mundo, poniendo en evidencia la brecha digital, la inequidad de oportunidades y la necesidad de prepararse para un futuro productivo en el que la niñez y la adolescencia desarrollen su máximo potencial y persigan sus planes de vida sin limitaciones ni discriminación.

En este marco, surge el llamado a transformar la educación como parte de “Nuestra Agenda Común”, fijada por los gobiernos a nivel global para alcanzar los objetivos y metas de la Agenda 2030. Esta voluntad política fue expresada en la Cumbre Sobre la Transformación de la Educación celebrada en Nueva York en 2022, a convocatoria del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres. En ese evento, que tuvo la participación del Estado Plurinacional de Bolivia, se evidenció la necesidad de mayores compromisos para alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 —Educación de calidad— antes de 2030, los que se deben cumplir con especial participación, asertividad y dinamismo por el efecto de la pandemia y en beneficio de las y los estudiantes.

Con este esfuerzo mundial, se espera recuperar el terreno perdido y mejorar la calidad y pertinencia de la educación, y Bolivia no debería ser un caso aparte. Es por eso que desde Naciones Unidas alentamos todas las actualizaciones educativas enfocadas en el cumplimiento y desarrollo de los derechos de las niñas, niños y adolescentes, que sean plausibles y contribuyan al país a cumplir sus compromisos internacionales, pero, sobre todo, el compromiso con la niñez y adolescencia boliviana para ofrecerles una educación más pertinente para su futuro y su plan de vida.

Una revisión curricular no se la hace con frecuencia, y es por eso que destacamos el esfuerzo que realizó el Ministerio de Educación para que la actualización curricular fuera una oportunidad para el debate con múltiples actores, y así proporcionar una visión de mejoramiento continuo, alentando un dinamismo que no solo es saludable sino también deseable. No es aconsejable, por lo tanto, reducir el proceso a unas temáticas particulares en debate, sino quizás tomar la oportunidad para mejorar la calidad de la educación de Bolivia, recuperar los aprendizajes perdidos y preparar a los estudiantes con las habilidades que requiere el contexto global y el mundo del trabajo, desarrollando también sus competencias para protegerse contra la violencia y alcanzar su pleno desarrollo con igualdad de oportunidades.

La malla curricular del sistema educativo boliviano es un marco de referencia y la Resolución Ministerial 001/2023, en su artículo 68, parágrafo III, anima a maestros a contrastar la información de los textos educativos oficiales en todos sus contenidos con otras fuentes, y que sea el educador quien genere un criterio en el aula con fines educativos y que se podría extender en la aplicación práctica. La educación debe ser comprendida como el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico y creativo en el estudiantado. Los contenidos educativos ya no se limitan a lo que está escrito en los textos. Los niños, niñas y adolescentes tienen acceso hoy en día a una infinidad de contenidos a través de redes sociales e internet, entre otros. Lo más importante en el contexto global actual es que haya un consumo fluido y crítico de la información.

Naciones Unidas está comprometida con la educación a nivel mundial y, en tal sentido, comprometemos todos nuestros esfuerzos para seguir construyendo con las autoridades educativas bolivianas en el desarrollo de las herramientas y las capacidades necesarias que requiera el plantel docente con el objetivo de mejorar la calidad educativa, sin dejar a nadie atrás.

Rafael Ramírez es coordinador residente a.i. del Sistema de Naciones Unidas en Bolivia.

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Niñez, amenazada por la pandemia y la violencia

La pandemia ha afectado los servicios de protección de la mujer, niñez y adolescencia porque han visto limitada su capacidad de brindar respuesta y asistencia a las víctimas.

/ 17 de mayo de 2020 / 06:43

La pandemia provocada por la enfermedad COVID-19 está teniendo una dimensión sin precedentes para la mayoría de los seres humanos. En todo el mundo, el brote se está llevando la vida y el sustento de miles de personas a medida que se afecta la economía, se sobrecargan los sistemas de salud, se cierran las fronteras, y las familias luchan para mantenerse saludables.

Los niños, niñas y adolescentes son sin duda un grupo fuertemente afectado por la pérdida de su ritmo de vida habitual, alterado por la cuarentena: no asisten a clases, no pueden ir a parques y lugares de esparcimiento, no hacen deporte y el visitar a sus familiares y amigos no solo es difícil, sino también insensato, especialmente porque la afectación sanitaria en los más pequeños está todavía descubriéndose. 

Sobre lo difícil de vivir en este escenario, el Ministerio Público ha alertado que la violencia contra las mujeres, niñas, niños y adolescentes se ha agravado durante la cuarentena. De los 1.743 casos registrados durante este periodo, 1.370 corresponden a delito de violencia familiar o doméstica y 94 casos de violación de infante, niño, niña o adolescente.  Esto se suma a los alarmantes datos de 24 infanticidios y 41 feminicidios ocurridos desde inicio de año.

Estas cifras confirman lo que ya han revelado numerosos estudios: el hogar puede ser el lugar más violento y peligroso para miles de niños, niñas y adolescentes bolivianos.  El confinamiento obligatorio los ha puesto en una situación de aún mayor vulnerabilidad a manos de su propia familia y su entorno más cercano; es decir, de quienes deberían amarlos y protegerlos.

La pandemia ha afectado los servicios de protección de la mujer, niñez y adolescencia porque han visto limitada su capacidad de brindar respuesta y asistencia a las víctimas en el afán de evitar propagar el virus y con recursos limitados; y con el cierre de las escuelas y la limitación para acceder a servicios de salud, los profesores y personal de salud tienen menos posibilidades de identificar signos de maltrato y denunciarlos. El efecto es que muchos casos van a quedar en la impunidad y será muy difícil el restituir derechos de estos niños, niñas y adolescentes para que puedan acceder a la atención y apoyo que necesitan.

Aunque la mayor parte de los recursos del Estado, sociales, comunitarios e individuales estén ya centrados en responder a la emergencia, no podemos soslayar la responsabilidad de velar por la seguridad y protección de los niños, niñas y adolescentes. Esta responsabilidad esta, como nunca, en manos de los ciudadanos, de las familias, de los vecinos que deben dejar de naturalizar la violencia que ocurre casi frente a sus ojos.

No hay, ni habrá ley o política que baste para eliminar la violencia contra la niñez, adolescencia y mujeres sin el compromiso de la población, de los progenitores en primer lugar y de todos quienes sean cercanos a la familia. Esto es especialmente importante en este ambiente de angustia e incertidumbre en la que vivimos todos.  Un profesor o profesora tiene los elementos profesionales para detectar si un alumno es víctima, un vecino o un dueño de casa ven agresiones o escuchan un llanto, parientes o amigos perciben el cambio de comportamiento; todos podemos ser cuidadores y todos podemos crear un espacio seguro y de protección en el que no quepan el daño ni el abuso.

Es de vital importancia impedir que esta pandemia, ya terrible por sí misma, se convierta también en una crisis de protección de la infancia, niñez y adolescencia.  A la hora de continuar o levantar el aislamiento físico, así como otras medidas de respuesta y esfuerzos de recuperación ante el COVID-19, se debe tener en cuenta los derechos de los niños, niñas y adolescentes y ofrecerles una sociedad respetuosa e inclusiva.  Comenzando por cada uno de nosotros.

Rafael Ramírez, representante de UNICEF Bolivia.

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Las víctimas invisibles del conflicto

Urge priorizar a la niñez, para que esta nueva generación esté presente en los cambios sociales y políticos del país

/ 23 de noviembre de 2019 / 02:07

Se cumplen 30 años de la Convención de los Derechos del Niño, el acuerdo de Naciones Unidas más ratificado del mundo, en el que los países se comprometen con el interés superior del niño, la no discriminación, el derecho a la vida, la supervivencia y el desarrollo, y el respeto a los puntos de vista del niño. Entretanto, en Bolivia cerca de 4 millones de niñas, niños y adolescentes no asistieron a clases en las últimas semanas, y tampoco accedieron al desayuno escolar. En El Alto se destruyeron cuatro defensorías de la niñez y adolescencia, dejando a 313.000 niñas, niños y adolescentes sin servicios de protección; y más de 960.000 han sido expuestos a diversos grados de violencia que está afectando su salud emocional.

Este aniversario era un momento para celebrar lo avanzado y recordar los retos que tiene Bolivia con sus niños, niñas y adolescentes. Lamentablemente, el país está viviendo momentos muy difíciles, y se está olvidando de los más vulnerables. Día tras día, los niños son testigos de la violencia a través de las redes sociales, los medios de comunicación o de lo que vive su familia en esta coyuntura; mientras los adultos no nos detenemos a pensar qué estamos enseñando a nuestros hijos.

Durante los últimos 30 años, Bolivia ha elevado a grado constitucional el garantizar la protección de sus niños, niñas y adolescentes, y ha modificado su marco legal en tres oportunidades. La primera, en 1992 con la promulgación del Código del Menor; luego en 1999, con el Código Niño, Niña y Adolescente; y finalmente en 2014, cuando el país dio un enorme salto cualitativo que, con algunas sombras, es el reflejo de la Convención sobre los Derechos del Niño.

Por otro lado, el Estado boliviano estableció el principio de no discriminación tanto en su Constitución como en el Código de 2014. Y si bien rompe con la doctrina de la situación irregular sustituyendo el paradigma tutelar por la doctrina de la protección integral, para este nuevo modelo solo existen dos categorías de niños, niñas y adolescentes: los que tienen garantizados sus derechos y los que no los tienen.

El derecho a la vida, supervivencia y desarrollo muestra evidentes progresos en los últimos 30 años. En 1989 la mortalidad de los menores de 5 años quintuplicaba la de 2016, y la cuadruplicaba en menores de un año. La atención del parto por personal calificado se incrementó en 114%. Y el número de alumnos de primaria aumentó en más de 300.000.

Bolivia no contaba con seguros de maternidad y niñez. Entre 1993 y 1996 se creó el “Plan Vida” para reducir la mortalidad materna y perinatal. En 1996 se creó el Seguro Nacional de Maternidad y Niñez (SNMN). Para 2016, el índice de mortalidad neonatal fue de 15 fallecidos por cada 1.000 nacidos vivos. El Bono “Juana Azurduy” también ha contribuido a esta reducción. La mortalidad infantil bajó de 88 a 24 por cada 1.000 nacidos vivos (EDSA 2018).  

Con la Reforma Educativa de 1994 se inició la educación intercultural bilingüe, pues antes la educación solo se impartía en español. En 2000 el promedio de escolaridad era 7,7 años, pero en 2014 llegó a 9,1 años. Es importante el estímulo a la permanencia de los estudiantes en el sistema educativo que significa el Bono Juancito Pinto.

Sin embargo, los desafíos le restan luz a todo lo que Bolivia ha avanzado. Entre ellos están la medición de la calidad educativa, la prevención y atención de la violencia y la explotación contra la niñez y adolescencia, el desarrollo integral de la primera infancia, y la prevención del embarazo adolescente. Los últimos meses han estado marcados por la movilización de jóvenes exigiendo con fuerza y pasión su derecho a que su voz se escuche y a participar directamente en las decisiones que les afectan. Sin duda estos jóvenes son los niños, niñas y adolescentes que han crecido a la luz de la Convención de los Derechos del Niño, y ahora nos muestran su fuerza motora para impulsar cambios que les aseguren mejores y más oportunidades para el desarrollo de su potencial.

La sensación de inconformidad de los adolescentes está presente, sienten que no los escuchamos, que no los dejamos participar en foros apropiados, y sienten que sus futuros son inciertos. Urge priorizar en todo momento a la niñez, para que esta nueva generación esté presente en los cambios sociales y políticos del país; pero también necesitan que los adultos muestren una cultura de diálogo y paz para resolver los problemas que nos afectan a todos.

* Representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en Bolivia.

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Una generación de niñas imparables

Hoy las niñas, adolescentes y mujeres bolivianas luchan contra prácticas arraigadas de discriminación y violencia.

/ 10 de octubre de 2019 / 23:35

Hace casi 25 años, cerca de 30.000 mujeres y hombres de unos 200 países llegaron a Beijing (China) para la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, decididos a reconocer los derechos de las mujeres y las niñas como derechos humanos. La conferencia culminó con la adopción de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, la agenda política más completa para el empoderamiento de las mujeres.

En los años posteriores a la declaración, las mujeres han continuado luchando para cumplir con esta agenda, liderando movimientos globales en temas que van desde los derechos de salud sexual y reproductiva hasta la igualdad salarial. Actualmente, hay más niñas escolarizadas y que terminan la escuela. Hay menos matrimonios infantiles y menos que se convierten en madres mientras aún son niñas. Y muchas más niñas pueden formarse y adquirir las habilidades que necesitan para desempeñarse en el futuro que decidan, sea en el mundo laboral, familiar o de innovación social.

Hoy las niñas, adolescentes y mujeres bolivianas luchan contra prácticas y pensamientos arraigados de discriminación y violencia de toda índole. Ellas se educan, capacitan, proponen, se visibilizan y asumen nuevas responsabilidades y se unen para celebrar el Día Internacional de la Niña, que en este 2019 se celebra con el lema: “Somos la fuerza: sorprendentes e imparables”.  

Sin embargo, la fuerza de las niñas y adolescentes pierde energía ante el machismo, la discriminación y la violencia que atentan contra su vida o sus proyectos de existencia, como el abandono, el embarazo precoz, el VIH, y la falta de oportunidades. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) lidera y acompaña a sus aliados en varios estudios que demuestran, por ejemplo, que la participación de los padres en la educación sexual de sus hijas es menor respecto a los hijos. Este desinterés se convierte en abandono en ciertos municipios rurales de los valles y el oriente; y la relación cariñosa padre/hija es casi inexistente.

La violencia física y sexual en su contra es un tema de extrema preocupación por el incremento de los casos y denuncias, y que reflejan la inseguridad en la que viven. El 21% de adolescentes presenció actos de violencia psicológica y el 23%, violencia física en sus hogares (ejercida por padres en contra de madres). Las situaciones de violencia sufridas por mujeres durante su niñez aumentan la probabilidad de reproducirla dentro de sus hogares, en su relación de pareja y de ser víctimas nuevamente en la adultez. Cuatro de cada 10 mujeres fueron víctimas de violencia sexual alguna vez durante toda su vida; muchas de ellas aún eran niñas cuando la sufrieron.

Aunque estas circunstancias puedan limitarlas, las niñas y adolescentes crecen de manera decidida para desarrollar sus conocimientos y talentos en la ciencia, la tecnología y las matemáticas, el arte y el deporte. Ellas están dispuestas a romper los límites y las barreras de los estereotipos y la exclusión, incluyendo a aquellas con discapacidad y que viven en comunidades marginadas, y quieren pasar de soñar a lograr.

Hoy las niñas han pasado, de hecho, de soñar a lograr. Cada vez más niñas asisten y terminan la escuela, son menos las que se casan o se convierten en madres. Y cada vez son más las que están adquiriendo habilidades necesarias para destacar en el futuro laboral. Como emprendedoras, innovadoras e impulsoras de los movimientos sociales, las niñas lideran y promueven un mundo que es significativo para ellas y para las futuras generaciones.

Celebremos en el Día Internacional de la Niña esta fuerza sorprendente e imparable, y comprometamos nuestro esfuerzo para asegurar la protección, el desarrollo y la realización del pleno potencial de las niñas y adolescentes de Bolivia.

* Representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en Bolivia.

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