Voces

Friday 24 Mar 2023 | Actualizado a 10:26 AM

Oposición no se escribe en singular

/ 29 de enero de 2023 / 01:31

Se dice que la calidad de un gobierno depende de la calidad de la oposición. Es un aserto de dudosa pertinencia, pero lo invoco para hacer algunas reflexiones sobre la relación entre oficialismo y oposición. El MAS-IPSP controla el gobierno desde 2006, exceptuando un breve interregno (noviembre de 2019 a noviembre de 2020) bajo el mando de la oposición. En ese lapso, “la” oposición —en singular— fue un eufemismo porque después de lograr un objetivo común —la caída de Evo Morales y el desplazamiento del MAS-IPSP del gobierno— los actores institucionales (partidos) y extrainstitucionales (comités cívicos, iglesias, “plataformas”) que formaron parte de una coalición circunstancial optaron por actuar en solitario bajo el supuesto de que, sin Evo Morales, el MAS-IPSP sería irrelevante en las elecciones. Pagaron caro ese error analítico que se reduce a utilizar el vocablo “populismo” para explicar(se) todo y nada. Por eso postularon media docena de candidatos/ as como si se tratara de una disputa interna en las filas del campo opositor pero, ante las circunstancias —y las encuestas— varios se salieron del ruedo para evitar — vano propósito— la victoria del MAS-IPSP en octubre de 2020.

Esa fue la coyuntura ideal para que las fuerzas opositoras se agrupen en torno a una candidatura única y traduzcan su victoria política en noviembre de 2019 en supremacía electoral en los comicios de 2020. Empero optaron por la dispersión y, como consecuencia, los partidos con más trayectoria y consistencia organizativa (Unidad Nacional y Demócratas) quedaron marginados del espacio legislativo y fueron reemplazados por frentes electorales (Comunidad Ciudadana y Creemos) que tienen un derrotero incierto. Hubo remoción de siglas pero se mantuvieron los rasgos de la oposición tradicional: antimasista y neoliberal. Ahora bien, con los resultados de los comicios municipales y departamentales de 2021, el campo opositor se tornó más complejo por la irrupción de fuerzas ajenas a la oposición tradicional y que forman parte del campo nacional-popular (Eva Copa, Damián Condori y los aliados del MTS) o que asumen posturas equidistantes a la polarización entre oficialismo y oposición (vgr. Manfred Reyes Villa, Jhonny Fernández).

En esas circunstancias, ¿qué sentido tiene la convocatoria del cabildo de Santa Cruz para que la oposición (tradicional, supongo) encare un plan de “unidad” para enfrentar al MAS-IPSP en los comicios de 2025? Por ahora, esa convocatoria tiene un carácter meramente reactivo porque no está basada en una propuesta programática. Como dijo Rómulo Calvo: “Queremos una sola candidatura para derrotar a la dictadura. Una sola candidatura para recuperar la libertad y devolver la paz y la justicia”, es decir, se repite la fórmula discursiva de 2019 —libertad vs. dictadura—, pero esa interpelación no es eficaz porque ya no es verosímil y eso explica por qué el “cabildo nacional” se limitó a una región que —unas semanas antes— había aprobado resoluciones referidas a “replantear la relación política de Santa Cruz con el Estado”. En todo caso, resulta positivo que las élites cruceñas opten por transitar del “replanteamiento” a la disputa electoral y que convoquen a la formación de una coalición de la oposición tradicional porque, así, se alejan del rupturismo y apuestan a lo institucional, aunque deben comprender que sus posibilidades electorales no pueden depender del simple rechazo al MAS-IPSP sino de una propuesta alternativa de proyecto político que no sea mero anacronismo. Empero, el tiempo pasa (Pablo Milanés dixit).

Fernando Mayorga es sociólogo.

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Un lugar como Bolivia

/ 26 de febrero de 2023 / 00:52

En una serie televisiva de dudosa alquimia (Shooter, Netflix), un par de exmarines —blanco y negro, francotiradores en la invasión a Afganistán—, una agente del FBI —disfuncional, mujer y mulata— y un politólogo —asistente de un senador— luchan contra una red conspirativa que hace y deshace la política desde las sombras del poder bajo el nombre de Atlas (mi palíndromo preferido: salta Lenin el atlas). ¿A qué viene este cuento? Pues, resulta que el episodio 7 de la temporada 2 se titula: Un lugar como Bolivia y, entonces, quedé petrificado. ¿Por qué ese nombre? El episodio es insulso y lo que interesa es ese curioso título.

Ese título me hizo recordar que hace años me dediqué a seleccionar películas en las que se menciona a Bolivia como un lugar extravagante, surrealista, recóndito, excepcional, raro, peculiar; un agujero negro, esa “región finita” que absorbe todo y nada deja escapar. Hoy sería lo bizarro y random, puesto que además somos un Estado plurinacional. En un blog escribí varios textos sobre Bolivia en el cine (https://pioresnada. wordpress.com/2016/03/) y muestro, perplejo y divertido, las múltiples maneras en que aparece nuestro país en algunas películas. Una breve lista al respecto consigna a Dos hombres y un destino (Butch Cassidy and the Sundance Kid, Estados Unidos, 1969), protagonizada por Robert Redford y Paul Newman. Otra versión de la historia de esos pistoleros en Sin destino (Blackthorn, España, 2011), dirigida por Mateo Gil y con varios premios Goya. Si de política se trata somos un ejemplo de lo curioso e indeseable; así es en Colores Primarios (Primary Colors, Estados Unidos, 1998) dirigida por Mike Nichols, donde John Travolta personifica a Bill Clinton, o en un filme dirigido por Sidney Lumet, El precio del poder (Power, Estados Unidos, 1986) con Richard Gere como asesor de un candidato. También hay curiosas alusiones en Un golpe maestro (The Score, Estados Unidos, 2001) y en Quiero matar a mi jefe (Horrible bosses, Estados Unidos, 2011).

Entre los actores, sobresalen Al Pacino, que personifica a Tony Montana en El precio del poder (Scarface, Estados Unidos, 1983) de Brian De Palma en tratos con el “rey de la cocaína” boliviano, o Nicolas Cage que hace de un ruso traficante de armas conocido como Señor de la Guerra (Lord of War, Estados Unidos, 2005). Esos gangsters en nada se parecen al personaje pesimista interpretado por Woody Allen en Manhattan (Estados Unidos, 1979) que para conquistar a Diane Keaton sugiere adoptar un huérfano… boliviano. Tampoco a Robert Bobby Bolivia, en cuyo taller mecánico empiezan los enfrentamientos intergalácticos que evitarán la destrucción del universo en Transformers (Estados Unidos, 2007) de Steven Spielberg. Esas obsesiones no se limitan a películas estadounidenses: Tierra de nadie (No Man’s Land, Bosnia-Herzegovina 2001) es una comedia anti-bélica dirigida por Danis Tanovic que obtuvo el Oscar a la mejor película extranjera en 2001 y Cacería implacable (Headhunter, Noruega 2011) es un thriller noruego de Morten Tyldum nominado a un par de premios europeos.

Algún rato presté atención a las series con similar afán pero alguna distracción me distrajo. Recuerdo que, en Mad Men, la estupenda Joan baila un mambo donde dicen… Cochabamba (temporada 1, capítulo 8). Otra referencia a Bolivia aparece en The Good Wife, una de abogados producida por Ridley Scott. Y, en una serie irlandesa, Jack Taylor, un detective jubilado alcohólico es perseguido por la mafia y su amigo le aconseja escapar a un lugar donde será imposible que lo encuentren: Bolivia. A contramano, en la temporada 3 de La reina del sur, el amigo ruso de Kate del Castillo, cuando ingresa a un cholet en El Alto, exclama: “así deber ser el paraíso”. En fin, Alfredo Domínguez tenía razón: Bolivia es mi cielo, mi infierno y mi purgatorio.

Fernando Mayorga es sociólogo.

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Anacronismo y superposición

/ 15 de enero de 2023 / 03:46

Superposición y anacronismo son rasgos de la coyuntura abierta con el apresamiento del gobernador de Santa Cruz. Superposición de estrategias en el oficialismo y la oposición que obnubilan las características del apresamiento de Luis Fernando Camacho. Y anacronismo discursivo que se condensa en el comunicado de la Iglesia Católica que volvió a negar el golpe de Estado y afirmó que esa detención fue un “secuestro”. No fue tal, obviamente, puesto que ese hecho se produjo porque el acusado en el caso Golpe de Estado I se negó a cumplir cuatro citaciones para realizar declaraciones, en algunas circunstancias ejecutando acciones dilatorias, como el inicio del paro cívico en Santa Cruz por el tema del Censo en la fecha que estaba notificado para una audiencia en La Paz. Por ese motivo se ejecutó la orden de aprehensión, por razones procedimentales, no obstante coincide con dos hechos políticos.

En primer lugar, con la exacerbación de las pugnas en el MAS-IPSP que son parte de una reyerta cupular entre dirigentes partidistas y autoridades gubernamentales en torno a la candidatura presidencial para los comicios de 2025. Es dable suponer que la acción judicial contra Camacho fortalece la figura de Luis Arce y le quita a Evo Morales un tema de crítica al Gobierno al que acusó de aliarse con “la derecha” y esquivar la búsqueda de justicia para las víctimas de las masacres de 2019.

En segundo lugar, coincide con el debilitamiento del Comité Cívico cruceño que, después de un mes de paro, intentó disfrazar su derrota con la aprobación de la “ley del Censo”, una derrota que puso en cuestión el liderazgo excluyente de Camacho y en evidencia el carácter irresuelto de la recomposición política en las élites cruceñas. Desde 2020, Demócratas fue desplazado por Creemos de la Gobernación, empero, estos días, Rubén Costas retornó a la palestra y es preciso recordar que su partido dominó el ámbito departamental durante 15 años. Por su parte, la Alcaldía cruceña está bajo el mando de Jhonny Fernández que ya había vencido en los comicios municipales de 1995 y 2000 como candidato de Unidad Cívica Solidaridad (UCS), denotando que es un actor con arraigo en sectores populares. En las elecciones generales de 2020, Creemos y UCS fueron la base del frente que postuló a Camacho a la presidencia, empero esa alianza se quebró cuando, en 2021, Fernández postuló a la alcaldía por su partido al margen de Creemos, demostrando cierto grado de autonomía respecto a las logias que definen la distribución del poder en esa región y, por eso, nunca se alineó a los intereses del Gobernador. Por cierto, Camacho forma parte de la logia Caballeros del Oriente, Costas de Toborochi —igual que Rómulo Calvo— y como dentro de un mes se realizarán elecciones en el Comité pro Santa Cruz es posible que surjan indicios de un acuerdo para resolver las pugnas intraelitarias que explican por qué el actual paro cívico transcurre entre el radicalismo discursivo de la Asamblea de la Cruceñidad y el cauto apoyo empresarial a las medidas; entre los ataques violentos de la Unión Juvenil Cruceñista y las vigilias vecinales. La ausencia física de Camacho impulsará, sin duda, la recomposición en las élites cruceñas que están impelidas a perfilar un proyecto político que proporcione sentido a esa vaga idea de “replantear las relaciones con el Estado” que, aunque no sea secesionista, solamente debilita su escasa capacidad de acción hegemónica. Una capacidad que el MAS-IPSP dilapida desde octubre de 2020 poniendo en riesgo la renovación programática de su proyecto estatal.

Fernando Mayorga es sociólogo.

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La venganza será terrible

/ 4 de diciembre de 2022 / 01:01

Hace un par de semanas estuve en Rosario, hermosa ciudad con jacarandás. Fui a Argentina después de varios años, debido a la pandemia. El motivo de mi viaje fue especial porque estaba invitado al Congreso de la Democracia, un evento que organiza la Universidad Nacional de Rosario y al que asisto desde hace varias versiones. Es un excepcional espacio de encuentro con amigas y amigos para compartir, dialogar, chismear y debatir acerca de la política y la democracia en nuestros países y en la región. Así es en cada oportunidad, sin embargo, ahora ocurrió algo extraordinario.

En esta ocasión presenté mi libro Transiciones. Ensayos sobre democracia en tiempos de crisis (Bolivia 2019-2021) y me solacé con los comentarios de Esteban Iglesias y Mel Argento, colegas argentinos de lectura profunda y palabra precisa. También fui invitado a integrar el comité asesor de un Centro de Estudios en Teoría Política y Social. Un verdadero honor. En el acto de presentación de ese centro empezaron a ocurrir cosas raras. En mi intervención resalté mis múltiples vínculos con la cultura argentina y destaqué que mi próximo libro estaba dedicado a un intelectual de ese país: Alejandro Dolina, cuyo talento traspasa las fronteras disciplinarias o las anuda para contarnos múltiples historias con un estilo peculiar y transmitir lúcidas y poderosas ideas. Lo hace en su programa radial La venganza será terrible que se emite cada medianoche desde hace varias décadas. Es tal su fama que realiza giras por diversas ciudades para transmitirlo en teatros colmados de gente. Entonces, una colega me avisa que el programa de Alejandro Dolina se emitirá en el cine Broadway ese fin de semana. Nada menos. El asombro me condujo a postergar mi viaje y esperar el sábado para asistir al espectáculo.

Fui a comprar una de sus novelas —sí, también perpetra literatura— para pedirle una dedicatoria “a la salida”. Me puse a leer Notas al Pie mientras esperaba la visita de mi amiga Cecilia Lesgart que había conseguido boletos para asistir a esa función. Sin embargo, decidí no llevar ese libro porque es muy pesado, hace calor, será difícil acercarse al autor, etc., y tomé el ascensor del hotel para salir al encuentro con la calle. Para mi asombro, cuando se abrieron sus puertas, mi encuentro fue con Alejandro Dolina. Estaba tomando café y leyendo notas en el salón. Solo. Tomé coraje y le pregunté si era molestia. Dijo que no y le conté que era boliviano, que escribía sobre política y que presentaría —en dos semanas— un libro titulado Resistir y retornar. Avatares del proceso decisional en el MAS-IPSP y que ese libro estaba dedicado a él. Sí, a Alejando Dolina, que también es un anagrama.

Y le conté las razones de mi dedicatoria: después del golpe de Estado en 2019 en mi país, le dije, para mitigar la rabia, el miedo y la incertidumbre opté por tomar whisky y escuchar La venganza será terrible para conciliar el sueño. Esa compañía, cada noche, fue mi refugio para reflexionar y escribir… y salió ese libro. Él estaba perplejo, pero no se notaba. Le dije que le mandaría mi libro para que ojee la dedicatoria. No es necesario, respondió, y me pidió que vaya por el ejemplar de su novela y, obviamente, corriendo fui. Esbozó una sonrisa mientras sus ojos brillaban y escribió pausadamente: “Tu aparición fantasmal en la tarde restituye la fe en la política. Tal vez la casualidad nos ayude, ante la ausencia de las ideas. Un abrazo queda”. El resto no merece comentario alguno.

Fernando Mayorga es sociólogo.www.pieb.com bo/blogs/ mayorga/ mayorga.

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La política en octubre

/ 23 de octubre de 2022 / 00:16

Hace tres años se desató la crisis política que derivó en un golpe de Estado y una sucesión presidencial de carácter inconstitucional. El MASIPSP sufrió una terrible derrota política y sus rivales lograron una inesperada victoria. Y perpetraron dos masacres, nunca debemos olvidar esos ominosos hechos. Fue también en octubre, un año después —octubre es un mes cargado de connotaciones en nuestra historia política— que el MAS-IPSP retornó al poder. En el tiempo transcurrido, los actores políticos no han realizado un balance de los hechos, de su participación y de sus responsabilidades, del porqué esa noche del 20 de octubre de 2019 se inició una coyuntura crítica que casi sepulta nuestra democracia.

Me gusta acudir a la idea de “efecto mariposa” para interpretar los procesos políticos a partir de ciertas decisiones y acontecimientos —muchas veces ajenos, varias otras fortuitos— que inciden en el curso de la historia. Así ocurrió con el rayo que desportilló la estatua de Pedro Domingo Murillo en el centro paceño y fue percibido como mal augurio. El terrible “febrero negro” de 2003 fue su consecuencia, pero precedida de un hecho casual: los alumnos del colegio Ayacucho iban rumbo al Ministerio de Educación y pasaron por la plaza Murillo que estaba desierta. Estaba desierta porque los policías amotinados estaban en apronte en los techos aledaños y los militares que custodiaban el Palacio Quemado se habían entrado para mitigar riesgos de enfrentamiento. Ante la ausencia de “la autoridad”, un estudiante decidió tirar un objeto y romper vidrios, luego, otro, y otro. La escolta militar, pensando en un ataque policial, lanzó gases desde la puerta del palacio para dispersar a los muchachos y los policías pensaron en un ataque militar. El resto no merece mayores comentarios. La pregunta inevitable es: ¿si los estudiantes del colegio Ayacucho tomaban otra ruta en su marcha se hubiera producido ese enfrentamiento armado entre policías y militares?

Así las cosas, ¿qué hubiera sucedido si Carlos Mesa, a las 20.20 de ese domingo de elecciones en 2019, no afirmaba que la segunda vuelta era inevitable pese a que el recuento no superaba el 85% de votos? ¿Y qué hubiera sucedido si el TSE no decidía suspender el TREP a las 10 de la noche y daba a conocer, como estaba planificado, los resultados extraoficiales con un recuento al 95%?

Las interrogantes pueden ir en cascada y resultan sugerentes, y aunque no aportan nada a la intelección de los hechos, permiten reflexionar, darle vueltas al asunto desde otra perspectiva. Por ejemplo, ¿qué consecuencias hubiera tenido para la gestión gubernamental si Evo Morales no regresaba al país al día siguiente de la posesión de Luis Arce y asumía el mando de Unasur en vez de la presidencia de su partido? ¿Qué sucedería en las pugnas y reyertas actuales si Eva Copa hubiera sido elegida alcaldesa por el MAS-IPSP? No respondo estas preguntas en mi último libro: Transiciones. Ensayos sobre democracia en tiempos de crisis (Bolivia 2019-2021), pero permiten lanzar otras interrogantes. En sus páginas analizo el golpe de Estado —ese ensayo fue escrito en enero de 2020— como resultado de la derrota del MAS-IPSP en la disputa por el sentido de la democracia, luego, planteo salir de la trampa “fraude o golpe” y demuestro el carácter inconstitucional de la sucesión presidencial. Otro ensayo se refiere a la capacidad de resistencia y rearticulación del MAS-IPSP pese a sus dilemas organizativos durante ese año de gobierno en manos de sus rivales. Finalmente, presento un balance de las elecciones generales 2020 y subnacionales 2021 prestando atención a los cambios en las filas de la oposición y en el campo nacional-popular. Son textos publicados con anterioridad, pero se me ocurrió que deben ir juntos para provocar la reflexión e incentivar un debate. ¿Será posible?

Fernando Mayorga es sociólogo.

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Boleros y cronopios

/ 11 de septiembre de 2022 / 00:34

No escribí durante el mes de agosto. Nada tienen que ver las fiestas patrias con ese silencio. Tal vez ciertas promesas vinculadas a la espera del brote de jacarandás en el valle cochabambino, pero lo dudo. El silencio fue en homenaje a un nacimiento y a un fallecimiento. Esos recuerdos no tienen nada que ver entre sí, excepto para mí, puesto que evocan a Julio Cortázar y Chavela Vargas. El escritor argentino nació —de casualidad en Bruselas—, en agosto de 1914, el día que el ejército alemán invadió Bélgica en el inicio de la, denominada, primera guerra mundial. Por esa casualidad, el autor de Un tal Lucas definió su nacimiento como algo “sumamente bélico” que “dio como resultado a uno de los hombres más pacifistas que hay en este planeta”. Era pacifista y también grandulón, además no envejecía y era apacible como es esa tumba parisina de mármol brillante que está adornada con una sutil escultura de madera sin forma definida que quiere representar a un cronopio, aquel personaje célebre, tímido y perspicaz, creado por Julio Cortázar que puede ser definido como “un ladrillito cantante que escribe en el caparazón de una tortuga”. Por eso, en el transcurso de agosto, se me ocurre salir a recorrer las calles para buscar los “ochenta mundos” que dan vueltas “alrededor del día” y que él sabía descubrir (escribir) como nadie (como si nada) para plasmarlos en cuentos y poemas que, también, eran moepas.

En los años 80 tuve el atrevimiento de mandarle una carta inspirada en su cuento Carta a una señorita en París para decirle que era posible escribir esa historia de otra manera y sin dejar de vomitar conejitos. Aunque sabía que Julio Cortázar amaba los mensajes enviados en botellas por los náufragos, nunca tuve la esperanza de obtener una respuesta, no obstante, me olvidé del asunto cuando pude verlo y escuchar su lectura de Queremos tanto a Glenda en una plazuela de Coyoacán cierto sábado en la tarde. Entonces no sabía que, tres décadas después, iba a sentir similar gozo cuando asistí a un concierto de Chavela Vargas en el Zócalo del Distrito Federal. México intenso y querido, esa ciudad me dio la oportunidad de estar cerca de ambxs y, por eso, soy mitad chilango y mitad cochabambino. Y otra mitad aurorista, para cuadrar el círculo.

Casi un siglo después del nacimiento de Julio Cortázar, en agosto de 2012, Chavela Vargas dejó de cantar. Se nos fue sin dolor en el alma, porque ella enfrentó a la señora de la guadaña con los brazos abiertos, enfundada en su poncho rojo. En el transcurso de sus últimos días contó que se dedicaba a leer poesía y, por ese motivo, dedicó su último disco a Federico García Lorca, con quien platicaba en las noches de luna llena porque conversar con difuntos le hacía perder el miedo a la muerte. Tuve la suerte de asistir a uno de sus conciertos al aire libre, así como veinte años antes escuché leer cuentos a Julio Cortázar en un parque. Han transcurrido más de dos décadas de aquel concierto, de aquella noche que pude estar sentado en el suelo a cincuenta metros de Chavela Vargas para escuchar su canto durante una eternidad. Entonces decidí que nunca más escucharía sus canciones como si el mundo se hubiera acabado y la vida estancado, porque al verla pletórica y exultante —mientras de su garganta salían ayes y lamentos, rancheras y boleros— sentí que la felicidad era su marca a pesar de los pesares. Así como el juego lúdico con palabras fue el sello de Julio Cortázar para enseñarnos que es posible inventar otra manera de transitar (a) la felicidad.

Fernando Mayorga es sociólogo.

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