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Wednesday 22 Jan 2025 | Actualizado a 08:26 AM

Una laguna seca y desolada

/ 1 de febrero de 2023 / 01:40

Sin agua, totalmente seca, se encontraba la Laguna Concepción, a finales de 2022. Para quienes no la conocen, es uno de los humedales más importantes del oriente boliviano, y en los últimos años apenas lograba mantener 6.000 hectáreas de espejo de agua, pero desde 2021, esta superficie no supera las 1.000 hectáreas. Esta laguna se encuentra en el corazón del departamento de Santa Cruz, dentro del Bosque Seco Chiquitano y hoy está seca, desolada y sin brindar sus servicios ambientales fundamentales a la región.

La expansión de la frontera agrícola y la deforestación han llevado a que este cuerpo de agua pierda su función ecosistémica de regulación de clima y provisión de agua y, así, afecte a las comunidades aledañas más allá de su valor de conservación para Santa Cruz. Las obras hidráulicas reflejadas en la construcción de canales y desvíos para riego, sumadas a las alteraciones climáticas provocadas por el cambio climático, han venido alterando la dinámica hídrica de la cuenca del río Parapetí, un sistema hidrológico que venía alimentando a la Laguna Concepción.

Este lugar fue denominado sitio Ramsar, en 2002, por ser considerado un humedal de gran valor por su exuberancia de palmeras, bosques, matorrales pantanosos y especies de fauna y flora. Hoy, Laguna Concepción está librada a su suerte, en una fase de deterioro unida con la agonía de animales que han perdido sus vidas y su lugar de vida por las amenazas que nosotros los humanos, junto con los eventos climáticos, venimos llevando al abismo. Este patrimonio natural de todos los bolivianos era reconocido por avistamiento de aves y fauna acuática, que hoy ya no pueden morar en el lugar por la total sequía.

Los reconocimientos mundiales no son suficientes si los beneficios ecosistémicos que proveen estos espacios naturales no son valorados por quienes deben hacer cumplir las normas en torno a las presiones y amenazas que afectan la biodiversidad del país. Los actores locales, muchas veces hacen todo su esfuerzo por conservar sus hábitats, pero vanos son estos cuando la ley es ancha para unos y corta para otros. Es fundamental la implementación de acciones para la conservación de sitios Ramsar que comulguen con la función ambiental por la cual han sido creados. Desde la sociedad civil hasta el Estado debemos asumir un compromiso para su conservación más allá de una declaración internacional que muchas veces queda en papel.

¿Hasta cuándo vamos a seguir perdiendo nuestros recursos naturales por dar lugar a un crecimiento económico de unos cuantos? ¿Hasta cuándo vamos a sacrificar nuestra biodiversidad por un desarrollo sin conservación? Un lugar como Laguna Concepción que cumplía una función ambiental natural respecto a la regulación del clima y provisión de agua hoy está en una disminución extrema. Las comunidades aledañas están totalmente dañadas ante semejante desastre natural. Un daño que perfila un escenario desolador y sin opción de reversión.

Es hora de comprender que la percepción del entorno debe tener una mirada holística, armónica e integradora hacia nuestros recursos naturales, bajo un equilibrio entre el medioambiente, la sociedad y el desarrollo. Desde siempre venimos manejando el concepto que es posible un desarrollo con conservación, bajo el entendido que la base no es la economía sino nuestros recursos naturales que cuidan y sustentan la economía de una sociedad íntegra y proba.

No sabemos a ciencia cierta si Laguna Concepción volverá a tener agua, pero sí estamos seguros que mientras sigamos impulsando un modelo de desarrollo adverso a la conservación de nuestro patrimonio natural, el escenario ambiental será muy dramático para el departamento.

Karina Sauma es directora de Comunicación de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN).

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Paz con la Naturaleza

/ 23 de octubre de 2024 / 06:05

Ante la crisis ambiental que vive nuestro país, nos vemos en la necesidad urgente de generar una conciencia ambiental colectiva en la población. Estamos frente a un panorama triste y sombrío que debe generarnos una llamada a la acción de forma contundente. Bolivia, tan rico en su biodiversidad y recursos naturales, sufre cada año una crisis ambiental que, en vez de reducir sus impactos, aumentan cada vez más. La pregunta es, por qué no logramos generar esa conciencia ambiental en la población, por qué no generamos acciones ciudadanas de impacto que logremos valorar y respetar nuestro patrimonio natural. ¿Por qué? ¿Por qué somos tan inconscientes con nuestro futuro y el de las futuras generaciones?

Pues no tengo la respuesta, solo puedo generar una reflexión enfocada en la importancia de entrar en Paz con la Naturaleza, que es el mensaje de la COP de Biodiversidad (Conferencia de las Partes) que se desarrolla estos días en Colombia. Coincido con las palabras de Susana Muhamad González, presidenta de la COP16 de Colombia: “El valor agregado de realizar la COP16 en Colombia radica en nuestra visión de ‘Paz con la Naturaleza’ y en reconocer que la verdadera lucha del siglo XXI es por la vida. Si logramos transformar nuestra relación con la naturaleza, así como nuestras prácticas de producción y consumo, y conseguimos que las acciones colectivas impulsen la vida en lugar de destruirla, estaremos abordando los desafíos más importantes de nuestro tiempo”.

La degradación del medio ambiente, la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la explotación desmedida de los recursos naturales amenazan no solo la salud de los ecosistemas, sino también la estabilidad de las sociedades humanas. Por ello, se hace urgente fomentar una “paz con la naturaleza”, un concepto que nos invita a replantear nuestra relación con el planeta, basándola en la convivencia sostenible y la conciencia ciudadana. Lograr una paz duradera con el medio ambiente requiere un cambio cultural profundo, que nuestro país debe asumir ahora.

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La paz con la naturaleza también demanda una perspectiva ética. Como plantea Leonardo Boff (2019) en La Casa Común, la Tierra debe ser vista no como una fuente inagotable de recursos, sino como un hogar que compartimos con otras formas de vida. Este enfoque promueve la justicia ambiental, especialmente hacia las comunidades más vulnerables, quienes suelen ser las principales afectadas por los desastres ambientales.  Las comunidades indígenas nos enseñan el concepto de “buen vivir”, basado en una coexistencia armónica con la naturaleza y el respeto a sus ciclos naturales.

Enfrentar los retos ambientales, demanda una transformación cultural y ética. El desarrollo de una conciencia ambiental colectiva permitirá crear un entorno en el que los ciudadanos comprendamos que su bienestar está íntimamente ligado a la salud del planeta. Solo mediante este cambio de mentalidad será posible alcanzar un equilibrio sostenible, donde los seres humanos y la naturaleza prosperen en conjunto. De lo contrario, la degradación ambiental continuará socavando las bases de la vida, poniendo en peligro el futuro de la humanidad.

https://dev-qa.la-razon.com//www.fan-bo.org/Karina Sauma es directora de Comunicación de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN).

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Gastronomía, cocinas y biodiversidad

Karina Sauma

/ 19 de junio de 2024 / 06:40

La gastronomía va más allá de hablar de alimentos y platos decorados con finos ingredientes. Es una conjunción de alimentos, cultura y sociedad. La gastronomía sostenible busca armonizar el arte de la cocina con la conservación del medio ambiente y la salud de las personas, integrando prácticas responsables y éticas en todas las etapas de la cadena alimentaria, desde la producción hasta el consumo. Este enfoque no solo se preocupa por la calidad y la seguridad de los alimentos, sino también por el impacto social y ambiental de las prácticas tradiciones gastronómicas. En este contexto, la cocina, desde el territorio y el aprovechamiento de la biodiversidad nativa, juega un papel crucial.

Con este enfoque de gastronomía sostenible, valoramos la producción local y de temporada, rescatando ingredientes autóctonos y apoyando las economías de las comunidades locales. Fomentar el consumo de recursos de la biodiversidad, provenientes de buenas prácticas, da valor a productos saludables y resilientes. La gastronomía sostenible también garantiza condiciones justas y equitativas para los trabajadores del sector, especialmente apoyando a los pequeños productores, fundamentales en la cadena productiva de recursos provenientes de la biodiversidad.

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Este concepto de gastronomía sostenible adquiere más valor cuando comprendemos la importancia de las cocinas desde el territorio. Estas prácticas utilizan ingredientes y técnicas culinarias representativas de una región específica, realzando modos de vida, identidades culturales y culinarias, y promoviendo la sostenibilidad. Un ejemplo es la almendra chiquitana, desarrollada en comunidades del bosque seco chiquitano, donde asociaciones de comunidades indígenas han mejorado sus medios de vida a través de buenas prácticas de este recurso que fomentan la economía local.

Las cocinas desde el territorio aprovechan al máximo los ingredientes disponibles, optimizan los recursos y son una clara expresión cultural e histórica de una región, siendo la bandera de una gastronomía sostenible. Estas buenas prácticas con recursos de la biodiversidad proporcionan una amplia gama de ingredientes que deben ser utilizados de manera responsable para crear platos deliciosos y saludables.

El desarrollo de la gastronomía sostenible, la cocina desde el territorio y el aprovechamiento de la biodiversidad nativa enfrentan desafíos, pero también presentan numerosas oportunidades. La gastronomía sostenible busca equilibrar el placer de la comida con la responsabilidad ambiental y social. Las cocinas desde el territorio buscan un aprovechamiento sostenible de la biodiversidad con buenas prácticas de manejo, creando platos que no solo son deliciosos, sino también sostenibles y respetuosos con el medio ambiente, además de tener un fuerte componente cultural e identitario.

Debemos enfrentar desafíos desde la educación, la innovación y la colaboración con las comunidades locales para transformar la producción y el consumo en alimentos sostenibles y saludables para todos. Promover iniciativas de gastronomía sostenible, valorizando los recursos de la biodiversidad transformados desde el territorio y adquiriendo productos de comunidades indígenas, no solo genera una cadena de valor que favorece a hombres y mujeres de las comunidades, sino que también beneficia al medio ambiente y sus economías locales.

COLUMNA VERDE  2

(*) Karina Sauma es directora de Comunicación de la FAN

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Siempre sustentables

Karina Sauma

/ 13 de septiembre de 2023 / 08:39

La palabra sustentabilidad proviene del latín sustiniere que significa sostener o sujetar desde abajo. Entendiendo este concepto y su significado, las acciones de los seres humanos y su entorno deberían buscar una conexión con nuestros sentidos: mirar, tocar, oler, degustar, oír; esas señales primarias potenciales de acción son las que deberían activar conductas y promover prácticas amigables con el entorno.

Por medio de estas prácticas amigables definimos la sustentabilidad de una ciudad buscando crear “ciudades prósperas”, lugares donde las personas tienen una calidad de vida amigable con su entorno. La iniciativa ONU-Habitat de las NNUU define una ciudad próspera como aquella donde las personas encuentran satisfacción a sus necesidades básicas, se las provee de los servicios públicos esenciales y encuentran oportunidades para alcanzar sus anhelos y condiciones de bienestar.

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La carencia de una política nacional urbana integral y coordinada entre los diferentes niveles de gobierno ha generado una serie de problemas en nuestras ciudades. Entre ellos se destacan las deficiencias en infraestructura, la cobertura desigual de servicios básicos y equipamientos urbanos, la escasez de viviendas adecuadas, la falta de integración en el transporte público, el uso ineficiente de energía y recursos, y la persistente segregación socioespacial. Estos desafíos representan obstáculos significativos para la calidad de vida y la prosperidad de los ciudadanos urbanos. Un aspecto relevante y completamente olvidado es la cantidad de espacios verdes y para recreación necesarios en nuestras “selvas de cemento”.

Según la OMS, el espacio “verde” que una persona necesita en una ciudad para vivir de manera “sustentable” y “próspera” es de al menos 9m2 por habitante, mientras que para la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el valor ideal de área verde es de 16m2 por habitante, cuando en América Latina la proporción es de 3,5m2/habitante. Estos espacios verdes desempeñan un papel esencial en la regulación de la temperatura y la humedad, al mismo tiempo que generan oxígeno y actúan como filtros contra la radiación y los contaminantes. La importancia de la convivencia en lugares con áreas verdes genera una mayor conciencia ambiental, puesto que no solo son destinos ideales para el esparcimiento, sino que su importancia va más allá de su valor intrínseco, que incluye su organización, calidad y nivel de protección. En muchas ocasiones, es su significado simbólico lo que los convierte en lugares verdaderamente apreciados por la comunidad.

En consecuencia, debemos repensar en ciudades siempre sustentables que prioricen el cuidado de sus recursos naturales, con oportunidades inclusivas para quienes habitan en ella, donde entender que la prosperidad no es la jugosa cuenta bancaria sino la calidad de vida amigable con el entorno. Para priorizar estos problemas y promover un desarrollo urbano más sostenible y equitativo, es esencial la implementación de políticas y estrategias integrales y coordinadas entre los diferentes niveles de gobierno para lograr un cambio significativo en nuestras áreas urbanas y mejorar la calidad de vida de sus habitantes, para ser siempre sustentables.

(*) Karina Sauma es directora de Comunicación de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN)

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Déficit de naturaleza

/ 12 de octubre de 2022 / 02:20

Hace una semana nos encontrábamos en un evento importante sobre medio ambiente. Tenía que preparar las palabras para la inauguración y me sentía algo abrumada porque no encontraba cómo lograr hacer un “click” en las personas respecto a la importancia de generar conciencia ambiental. Hice una llamada importante a una amiga de Brasil, muy involucrada en medio ambiente y me dijo algo muy fuerte: estamos viviendo un déficit de naturaleza, necesitamos dejar de racionalizar y sentir, debemos encontrar mensajes reveladores que nos lleven a la acción, está claro que los datos por sí solos no están logrando los cambios.

Para no quedarme solo con la charla tan enriquecedora, investigué sobre el término “déficit de naturaleza” y encuentro que se introdujo allá por 2005 cuando el periodista norteamericano Richard Louv publica el libro El último niño en el bosque: salvar a nuestros hijos del trastorno por déficit de naturaleza. Louv menciona en una entrevista que le realizan que “acuñó la frase para que sirviera describir el costo humano de la alienación de la naturaleza y de la importancia de hablar de un problema urgente que estaba creciendo, pero no teníamos un lenguaje para describirlo”.

Esta desconexión con la naturaleza, ciudades de cemento, crecimiento acelerado y descontrolado está llevando a una crisis con grandes enfermedades emocionales y físicas. Nos estamos convirtiendo en piezas movibles, usables, desechables. Estamos en un momento de inflexión donde o tomamos una acción y re-conocemos que debemos actuar o simplemente dejamos pasar y asumimos esta situación como parte de nuestras vidas.

¿Cuán importante es para la vida de nuestros niños esta conexión con la naturaleza? Pues muy importante. Tenemos que comprender que los daños ambientales de alguna manera tienen un efecto negativo en las emociones del ser humano. Es un daño silencioso que necesita atención más que un resfrío, dolor de cuerpo o cabeza. Aunque no lo entendamos con la razón, debemos entenderlo con el corazón, comprender la necesidad de priorizar al ser humano en un ambiente armónico como un derecho irrenunciable.

Somos conscientes que estamos viviendo una crisis climática; la Asamblea General de las Naciones Unidas, el pasado julio declaró el acceso a un medio ambiente limpio y saludable como un derecho universal. La gestión inadecuada de nuestros recursos naturales, los daños ambientales, la contaminación del aire, la tierra y el agua entre otros son de manera directa los grandes impactos hacia el planeta y a quienes vivimos en él. Pensar que el daño es al árbol, la planta o los bosques ya queda corto, el daño es al ser humano, a las emociones que muchas de ellas son muy difíciles de reparar si no tomamos la atención que corresponde. Necesitamos conectarnos, necesitamos generar empatía con el entorno, transmitir tranquilidad y calma, asociado con aquello que la naturaleza nos brinda.

Que el reto de hoy después de leer esta columna, sea salir a conectarse con la naturaleza. Dejen la tecnología archivada, vayan a buscar emociones, sentir, tocar la naturaleza, conectarse con ella. Estoy segura que será una gran experiencia que la volverán a repetir en reiteradas ocasiones. Que tu conexión genere una cadena en tu entorno.

Karina Sauma es directora de Comunicación de la FAN.

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¡El fuego está en nuestras manos!

/ 11 de mayo de 2022 / 01:53

En el departamento de Santa Cruz, según datos generados por la Fundación Amigos de la Naturaleza, en los últimos 10 años se quemaron aproximadamente 17,5 millones de hectáreas, de las cuales el 34% fueron bosque y el 66% formaciones sabánicas y campestres. El desafío actual está en transitar desde una mirada de atención a emergencias a una mirada de gestión integral, que consiste en acciones orientadas hacia la prevención, el uso del fuego, el control y comprender el rol ecológico, social y cultural que significa el fuego. La gestión integral del fuego antes que únicamente apagar incendios requiere una mirada de largo plazo, que en Bolivia estamos enfrentando y lo seguiremos haciendo los próximos años.

“Nosotros vivimos de lo que producimos, el incendio nos ha quemado todo lo que teníamos el 2019…” “Nosotros tenemos que realizar la práctica de los chaqueos como hacían nuestros ancestros”, son declaraciones que escuchamos de comunarios de la Chiquitanía que sienten en la piel el calor del fuego y tienen los conocimientos de sus ancestros para realizar estas prácticas. Ellos son conscientes del rol que tiene el fuego en sus vidas.

El uso del fuego es una práctica ancestral; sin embargo, su mal uso genera que cerca del 99% de los incendios forestales sean causados por la mano del hombre y, por supuesto, las condiciones climáticas potencian mucho más esta situación, ante escenarios cada vez más secos, más calientes, que sumados a la deforestación acelerada provocan más incendios forestales.

Hay que entender que enfrentar los incendios forestales no significa salir a apagar el fuego, sino crear agendas coordinadas entre los niveles de gobierno que coadyuven en brindar acciones de capacitación en prevención, uso y control del fuego para justamente no tener que salir a apagar incendios. Comprender el rol del fuego desde una perspectiva ecológica, reconociendo que forma parte de la dinámica de muchos ecosistemas, significa reconocer tanto sus beneficios como sus perjuicios a fin de desarrollar estrategias adecuadas que permitan aprovecharlo y minimizar los daños.

Contar con sistemas de monitoreo y alerta temprana de incendios forestales, mecanismos de coordinación y cooperación interinstitucional para la preparación y respuesta ante emergencias, personal organizado y capacitado para el combate, incluyendo bomberos profesionales y brigadas comunitarias, además de equipamiento e infraestructura de respuesta, son fundamentales en torno al enfoque de manejo integral del fuego.

Debemos entender la necesidad de integrar la realidad cultural-ancestral de las comunidades para manejar el fuego, que lleva intrínseca un enfoque holístico, ecológico y social junto con la visión del “manejo integral del fuego”, que consiste en reducir las amenazas a través del uso, prevención y control. Nosotros, juntos, podemos evitar los incendios forestales. ¡El fuego está en nuestras manos!

Karina Sauma es directora de Comunicación de la FAN.

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