Voces

Friday 10 Mar 2023 | Actualizado a 09:42 AM

Educación es vida

/ 3 de febrero de 2023 / 02:23

Paulo Freire, uno de los más grandes educadores de América Latina y el Caribe, en el libro El grito manso dice que las personas “somos seres históricos que se hacen y rehacen socialmente” y “en cuanto seres históricos, somos seres incompletos, inacabados o inconclusos”. Además, a diferencia de otro ser vivo, “conseguimos hacer de nuestra existencia algo que es meramente vivir” y es en este momento que nos “sabemos que somos inacabados, en esta radicalidad de la experiencia humana reside la posibilidad de la educación. La conciencia del inacabamiento… (es) lo que llamamos la ‘educabilidad del ser’. La educación es entonces una especificidad humana”. También señala que los seres humanos constantemente estamos “leyendo el mundo”, es decir que “Muchos siglos antes de saber leer y escribir, los hombres y las mujeres han estado ‘inteligiendo’ el mundo, captándolo, comprendiéndolo… Esa capacidad de captar la objetividad del mundo proviene de una característica de la experiencia vital que nosotros llamamos curiosidad. La curiosidad es, junto con la conciencia del inacabamiento, el motor esencial del conocimiento.” Es más, “la curiosidad nos empuja, nos motiva a develar la realidad a través de la acción.” Es un “movimiento constante de búsqueda” que necesariamente está ligada a la esperanza, por lo que los seres humanos “son esperanzados, no por obstinados, sino como seres buscadores. Es la condición del buscar humano: hacerlo con esperanza. La búsqueda y la esperanza forman parte de la naturaleza humana.” La esperanza no supone “esperar que las cosas ocurran”, es un compromiso y militancia con la rebelión, emancipación y liberación, se trata de construir el realismo esperanzado y crítico que “es un imperativo existencial e histórico necesario, pero no suficiente. La esperanza sola no transforma el mundo, pero no es posible prescindir de ella si se quiere cambiarlo.”

Estas reflexiones tienen un corolario con otro planteamiento de Paulo Freire, esta vez en su libro Pedagogía de la autonomía, en el que manifiesta: “En verdad, el inacabamiento del ser o su inconclusión es propio de la experiencia vital. Donde hay vida, hay inacabamiento.”

Asumiendo los planteamientos de Freire, la educación es propia de la especificidad humana, de tener conciencia que somos seres inacabados y como tal estamos en constante búsqueda del sentido de nuestras vidas y en permanente construcción de esperanzas críticas y emancipadoras. Parafraseando, donde hay vida, hay conciencia y ética de las y los humanos que somos seres inacabados, hay búsqueda y esperanza, hay educación.

Entonces, ¿tiene algún sentido seguir pensando que la educación es sinónimo de escuela? La escuela no supone solo la educación primaria sino el espacio formativo donde hay cronogramas y horarios establecidos, currículo previamente definido, un maestro que enseña y estudiantes que aprenden, evaluaciones y calificaciones que son de dominio del profesor, etc. Estas “escuelas” existen en la primaria, secundaria, universidad e inclusive en instituciones que dicen ofrecer una “educación de alta tecnología”. La educación es mucho más que escuela, más en los tiempos actuales. La educación se realiza en el sistema escolarizado y también en los hogares, en el taller, en los lugares de siembra, por medio de los medios de comunicación, las redes sociales, los amigos del barrio, cuando cultivamos deportes o artes. La educación puede ser formal y también permanente, popular y comunitaria, está en todos los espacios de la vida. Es parte de la dinámica de las sociedades que se construyen y deconstruyen permanentemente, depende en gran parte de su “lectura del mundo”, su accionar y de todo lo que hagan los actores involucrados para reproducir o transformar la sociedad.

La educación es a lo largo y ancho de la vida. Se puede y debe aprender en cualquier edad, y se realiza en todos los contextos de la vida y a través de distintas modalidades y medios. Reconoce, valora y desarrolla procesos formativos pertinentes a la diversidad de la población, sea por criterios de género, capacidad, contexto socioeconómico, identidad cultural, etc.

La educación es el “latido” de la sociedad, mientras haya vida habrá educación. Implica, en consecuencia, cambios profundos en la manera convencional de entender y organizar la educación, la política y práctica educativa, así como la transformación de la educación. Es una invitación a asumir derechos y también responsabilidades.

Noel Aguirre Ledezma es educador popular, maestro y pedagogo.

Comparte y opina:

Educación y tecnología en tiempos de crisis

/ 3 de marzo de 2023 / 02:33

Como argumenta Marco Raúl Mejía (2020), la sindemia de “una crisis sanitaria (pandemia) devino en económica, política, social y educativa, lo cual exige explicar integralmente los problemas de la sociedad, así como los elementos correspondientes a la ciencia y tecnología, los cuales no se dan sin las relaciones sociales que las constituyen.” La sindemia visibilizó con mayor crudeza los problemas estructurales de la educación en el mundo, mientras que en la región dejó un contexto marcado por el crecimiento de la “pobreza de aprendizaje”, el incremento de las tasas de abandono escolar y la exclusión de millones de jóvenes, niñas y niños, la disminución de las probabilidades de conclusión de la secundaria, así como profundizó las brechas existentes (“pandemia en la sombra”), expresadas fundamentalmente en las brechas económicas, sociales y de género (OEI, 2022). Pero, además, a título de “educación en casa”, “educación virtual”, “educación a distancia”, “enseñanza remota”, la educación recibió los embates de la irrupción de la tecnología ligada a las corporaciones tecnológicas globales que si bien contribuyó a dar continuidad a las actividades escolares, también evidenció que la “fragilidad digital es más profunda que la económica.” (Mejía, 2020) La sindemia hizo que los estudiantes sean estratificados según sus posibilidades sociales y económicas para el acceso a la tecnología, internet, equipos y plataformas, y acompañamiento profesional en los procesos de aprendizajes.

En la actualidad, lo evidente es que países y organismos internacionales, a su manera y según su orientación, están buscando soluciones a esta problemática. Además, un tema se ha constituido en el centro del debate: la tecnología como parte de la vida social en general y de la educación en particular. Veamos algunos de los aspectos centrales de este debate en relación a la educación.

Uno, la tecnología en educación, las más de las veces, solo es considerada en su carácter instrumental. La cuestión de la tecnología en educación se restringe a dotarse de equipos y contar con acceso al internet y a las plataformas digitales, así pasamos “simplemente a ser ‘ferreteros’ de una educación que convierte los aparatos en lo digital sin comprender sus lenguajes, sus lógicas y las maneras como construyen sociedad con sus mediaciones…” (Mejía, 2021) Es más, la necesidad de sostener la educación durante la pandemia de COVID-19 ha hecho que la incorporación de la tecnología en educación “se ha producido ignorando la historia, no cuestionando su supuesta neutralidad, sin tener en cuenta las complejidades sociales, políticas, económicas y culturales de la tecnología, y desoyendo las escasas voces que nos instaban a reflexionar y discutir sobre el papel que queremos para la tecnología en educación antes de tomar decisiones.” (Carlos Magro, 2021) No es posible seguir desarrollando la educación tradicional ahora con medios virtuales sin mayor reflexión, es tiempo de plantear pedagogías orientadas a la formación integral, a la generación de “pensamiento crítico, creatividad, compromiso solidario y justicia social” (Luis Bonilla, 2022), a la construcción de sociedades sostenibles, con equidad e igualdad y democracia participativa. Como propone José Cedrón, secretario de Estado de Educación de España (2023), “comencemos a preguntarnos qué tipo de educación queremos y luego cómo puede ayudar la tecnología a ese objetivo”.

Dos, cabe preguntarnos si queremos una tecnología que contribuya a combatir las desigualdades en educación o a incrementar las brechas existentes. Referirnos a la tecnología en educación “no es hablar de dispositivos, ni de hardware y software, ni tampoco de datos, analítica y eficiencia, sino que tiene que ver sobre todo con prácticas, contextos, culturas y usos, es decir, con lo que podríamos denominar los aspectos humanos de la tecnología y de la educación” (Magro, 2021) Tres, también es necesario discutir sobre el rol que pretende tener el “capitalismo cognitivo, el cual realiza sus grandes acumulaciones en el conocimiento y la ciencia convertidos en fuerza productiva, diferenciando entre los países centrales y los de la periferia…” (Mejía, 2021) Por lo tanto, tenemos que debatir sobre la prevalencia de la educación presencial, virtual o híbrida más allá de los recursos e instrumentos, desde la producción de conocimientos propios a nuestras realidades, desde la soberanía tecnológica.

Noel Aguirre Ledezma es educador popular, maestro y pedagogo.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Infoxicación, desinformación y lectura

/ 17 de febrero de 2023 / 01:35

Hace unos años, conseguir determinada información especializada y relativamente actualizada realmente era una aventura, ni qué decir cuando era “un trabajo de investigación” solicitado por docentes. Las bibliotecas, los préstamos de compañeros de estudios, las fotocopias e inclusive el recorte de un periódico eran los medios que ayudaban a conseguir el texto buscado.

En la actualidad, de esa “pobreza” de información pasamos a la sobresaturación. Principalmente como efecto de la red de internet, podemos acceder a una infinidad de libros, videos, charlas, blogs, etc., además al instante y desde cualquier lugar. Como dice Daniel Cassany (2021), “hemos pasado en muy poco tiempo de una falta de recursos a una sobresaturación o incluso infoxicación.

Hoy el problema no es acceder a la información sino lo contrario: la infoxicación (información + intoxicación). De golpe hemos tenido que lidiar, sin formación, con el problema de saber elegir lo más fiable y útil entre todo lo disponible.”

Además, en el contexto actual, la desinformación ha cobrado mayor influencia en nuestras vidas. Por ejemplo, crear una “nueva” narrativa y hasta imaginarios, procurando que el mensaje cale en la sociedad para hacer creer una realidad desde la interpretación de hechos y argumentos — aún sean distorsionados— es un mecanismo cada vez más común en estos tiempos. Hoy, desde nuestros territorios locales, con la red, nos suponemos “ciudadanos del mundo”, creemos conocer y admirar cierta región, personaje público o hecho social, es más, en lo cotidiano, día a día, vemos la novela producida en el otro extremo del planeta y comenzamos a copiar comportamientos, pero no nos preguntamos qué ideologías, culturas y situación social están por detrás de esta información. Por otro lado, estamos en un mundo donde cualquiera puede publicar lo que quiera, con medios reducidos. “Vivir en un mundo con libertad de expresión genera toda esta sobresaturación de basura y engaños que debemos aprender a gestionar.” (Cassany, 2021) Esta situación está marcada por los medios mediáticos; Gérard Imbert, en 2004, manifiesta: “La televisión (lo mismo se puede decir de otros medios masivos) no refleja el mundo, no reproduce la realidad, sino que genera un doble de la realidad que vale más que el original”.

En todo este panorama, además hay que tener en cuenta que “La inmersión de las tecnologías (las TIC) en la vida cotidiana ha generado la integración y convergencia de nuevos medios, lenguajes y entornos de comunicación y aprendizaje; la información aumenta y se transforma a gran velocidad; los contenidos se vuelven más complejos y cada día aparecen nuevos soportes, contenidos y formatos textuales. En esta transformación hay un proceso que se ha modificado: la lectura.” (Márquez y Valenzuela, 2018)

Se modifica la lectura, pero la capacidad de leer se mantiene sin cambios. Las constataciones de distintos estudios y de carácter empírico ponen en evidencia que parte de la población tiene pocas habilidades lingüísticas, dificultades en inferir el sentido de los textos y escasa capacidad crítica. Eso explica por qué ante situaciones críticas, antes que los argumentos sólidos priman los puntos de vista subjetivos y dogmáticos. Por supuesto, esta situación incide en construcción de una sociedad democrática y participativa, además en el desempeño como estudiante o en funciones laborales. Ante estas circunstancias, una “respuesta educativa posible es la necesidad de formar a una ciudadanía autónoma y democrática que tenga habilidades críticas de lectura, escritura y pensamiento”. (Cassany, 2003)

Estos son tiempos en los que la lectura no es un asunto solo de la escuela, es del conjunto de la sociedad. Tenemos que fortalecer nuestros hábitos de lectura para que se realice por propia iniciativa y gusto, que vaya pasando de leer desde el significado literal (leer las líneas) a deducir e inferir los textos (leer entre líneas) para transcurrir al plano de la lectura crítica, comprender la cosmovisión, ideología, intención y posición del autor del texto y su entorno (leer detrás de las líneas). Tenemos que leer para comprender y pensar críticamente. “Leer no es solo un proceso psicobiológico realizado con unidades lingüísticas y capacidades mentales. También es una práctica cultural insertada en una comunidad en particular, que posee una historia, una tradición, unos hábitos y unas prácticas comunicativas especiales.” (Cassany, 2006)

¿Sabemos leer?

Noel Aguirre Ledezma es educador popular, maestro y pedagogo. Director de la oficina de la Organización de Estados Iberoamericanos en Bolivia.

Comparte y opina:

Día Internacional de la Educación

/ 20 de enero de 2023 / 01:51

“Reconociendo que la educación desempeña un papel fundamental en la creación de sociedades sostenibles y resilientes y contribuye al logro de todos los demás Objetivos de Desarrollo Sostenible; aumenta la productividad de las personas y el potencial de crecimiento económico, desarrolla las competencias necesarias para el trabajo decente y las aptitudes profesionales necesarias para el desarrollo sostenible, en particular en las esferas del agua y el saneamiento, la energía ecológica y la conservación de los recursos naturales, ayuda a erradicar la pobreza y el hambre, contribuye a mejorar la salud, promueve la igualdad entre los géneros y puede reducir la desigualdad, y promueve la paz, el estado de derecho y el respeto de los derechos humanos… también la importancia de adoptar medidas para garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad a todos los niveles…” (Resolución A/RES/73/25 de la ONU de 03/12/2018), en diciembre de 2018, la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó el 24 de enero como el Día Internacional de la Educación.

Es así que, el próximo 24 de enero de 2023, bajo el lema “Invertir en las personas, priorizar la educación”, se celebrará el quinto Día Internacional de la Educación que estará determinado por los resultados de la Cumbre de la ONU sobre la Transformación de la Educación de septiembre de 2022, evento convocado en respuesta a la crisis mundial de la educación acrecentada por la sindemia del COVID-19 con un efecto devastador en el futuro de todos los estudiantes y también por la necesidad de dar prioridad a la educación para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible que no avanzan a la velocidad ni en la escala necesarias. El Día Internacional de la Educación, además, estará retado por una crisis en la educación a nivel mundial, difícil de negar. Bastará tener en cuenta que, en el mundo, “En la actualidad, 244 millones de niños y jóvenes están sin escolarizar y 771 millones de adultos son analfabetos. Su derecho a la educación está siendo violado y es inaceptable” (Unesco, 2023). Es más, como señala la OEI, siendo Iberoamérica la región del mundo con más tiempo de actividad educativa presencial cerrado como efecto de la sindemia. “La desescolarización forzada ha puesto en evidencia, con la mayor crudeza, la falta de calidad, equidad e inclusión en nuestros sistemas”, generando además lo que en la actualidad llaman los organismos internacionales: “pobreza de aprendizajes”.

Así, está claro que más que discursos de conmemoración u otros aspectos protocolares, es necesario pasar de la retórica a la acción. Como dice Unesco, “es hora de transformar la educación”.

Siendo la educación una parte substancial de la vida y tan inmanente a la humanidad, no es posible aceptar que siga siendo considerada un gasto, un asunto suplementario de otras políticas públicas, que no se desarrolle en, de y para la vida. Siendo la educación un derecho humano y un bien público, es inaceptable que siga siendo un factor de exclusión y discriminación, menos la causa de las brechas sociales y educativas como las generadas por la abrupta irrupción de la tecnología en la educación. Siendo la educación un concepto que abarca a la formación integral de las personas no tiene sentido que siga atendiendo solo lo cognitivo y que solo se concentre en la educación escolarizada, formalizada o regular olvidando el valor y sentido social de la educación comunitaria, permanente, intercultural y popular. Siendo la educación un hecho social no se puede dudar sobre su sentido transformador y liberador, tampoco a título de calidad educativa no podemos quedarnos únicamente en los logros de carácter académico, además de ello tenemos que considerar la pertinencia cultural, es decir, la diversidad de la población, y la relevancia social, ¿qué educación puede ser de calidad si no contribuye a la convivencia en la familia, comunidad, país y planeta, y no coadyuva a la construcción de una sociedad justa y equitativa? Siendo la educación un hecho que se consuma cuando los conocimientos son llevados a la práctica tiene que ser promotor del cambio de estructuras y de la creación/creatividad material e intelectual. Siendo el saber y conocimiento un hecho que se expresa en todas las acciones de la vida, ¿por qué se sostiene el colonialismo del saber?

Los días especiales no solo se celebran, se reflexionan y se actúa en consecuencia, cuestión de ética.

Noel Aguirre Ledezma es educador popular, maestro y pedagogo. Director de la oficina de la Organización de Estados Iberoamericanos en Bolivia.

Comparte y opina:

Agenda educativa 2023

/ 6 de enero de 2023 / 02:38

El inicio del año, es decir, de un nuevo ciclo, siempre es una oportunidad para delinear lo que se debe hacer en el futuro, en este caso, plantear una propuesta de agenda educativa para 2023. Asumiendo que para construir el futuro hay que entender el pasado recordemos que, con la promulgación de la Constitución Política del Estado (07/02/2009) y de la Ley 070 “Avelino Siñani-Elizardo Pérez” (10/12/2010) se definen los nuevos mandatos para la educación boliviana, documentos normativos que en el periodo 2015-2019 se implementan mediante el Modelo Educativo Socio-comunitario Productivo (MESCP) y la aplicación de un nuevo currículo. Posteriormente, como efecto de la sindemia del COVID-19 y los problemas sociopolíticos, la gestión educativa 2020, con clausura incluida, fue un año perdido. Luego, en 2021, se trabajó para garantizar la continuidad de las actividades educativas, mientras que en 2022 se producen dos hechos significativos: por un lado, se retoman las clases presenciales a plenitud y, por otro, desde el Ministerio de Educación se plantea un currículo actualizado que se aplicará en la presente gestión. El saldo de este difícil periodo, como ocurrió en la mayoría de los países del orbe, se puede sintetizar en la necesidad de profundizar acciones en torno a la calidad educativa, más concretamente en la calidad de los aprendizajes y en la de evitar la ampliación de las brechas sociales en y desde los sistemas educativos.

Por esas razones, una de las prioridades de 2023 debe estar orientada a profundizar y darle un sentido integral a la calidad educativa. La aplicación de un currículo actualizado necesariamente tiene que contribuir a mejorar la calidad de los aprendizajes lo que, a su vez, supone fortalecer el sentido y contenido del Modelo Educativo Socio-comunitario Productivo. Un currículo que se concentra en sí mismo y peor aún solo en contenidos, olvidando la concepción de pedagogía, educación y sociedad, corre el riesgo de convertirse en un instrumento sin horizonte ni identidad. Esta calidad educativa, a tiempo de contribuir al logro de objetivos de tipo académico (lectura y razonamiento lógico, entre los principales), tiene que ser pertinente (adecuada a la realidad y expectativas socioculturales) y relevante (de valor social para las personas, comunidad y sociedad), por lo tanto debe desarrollar la formación integral expresada en las cuatro dimensiones del ser humano (Ser, principios, valores e identidad; Saber, capacidad de crear y recrear saberes y conocimientos; Decidir, convivencia y capacidad de tomar decisiones con base en principios; y Hacer, crear bienes tangibles y no tangibles) que plantea el MESCP en la perspectiva de la Educación en, de y para la Vida. Estos propósitos exigen que, desde el punto de vista metodológico, también se considere prioritaria la formación y posterior acompañamiento en la práctica de maestras y maestros, así como la ampliación de la participación de la comunidad en educación.

La calidad educativa requiere también que se amplíen las acciones vinculadas a la Educación Productiva que, a partir de lo dispuesto por el Plan de Desarrollo Económico y Social 2021-2025 y las vocaciones y potencialidades de los territorios y sectores, se diseñen y ejecuten planes estratégicos educativos-productivos regionales y sectoriales; además del desarrollo de la educación que hace uso pedagógico, soberano y creativo de la tecnología, más allá de la instrumentalización de los dispositivos o de la llamada educación virtual.

Otra prioridad de 2023 es la de evitar brechas sociales desde y en el sistema educativo, para ello es urgente poner en práctica programas socio-educativos para resolver de manera inmediata los problemas que nos dejó la sindemia, como la deserción y el retraso en los aprendizajes, así como consolidar la equidad, armonía y coordinación entre los subsistemas del sistema educativo boliviano: Educación Regular, Educación Alternativa y Especial, y Educación Superior de Formación Profesional, tal cual sostiene la Ley de la Educación 070, artículo 1.

Estas son algunas de las prioridades que obviamente requieren de análisis y, fundamentalmente, el compromiso y participación de todos los actores de la educación puesto que, como dice el objetivo 4 de la Agenda de Desarrollo Sostenible, es absolutamente necesario “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos.”

Noel Aguirre Ledezma es educador popular, maestro y pedagogo. Director de la oficina de la Organización de Estados Iberoamericanos en Bolivia.

Comparte y opina:

Currículo

/ 23 de diciembre de 2022 / 03:11

A raíz de las últimas determinaciones del Ministerio de Educación de Bolivia, una temática estará de moda en el próximo año: “currículo”. Nos referimos concretamente al “Currículo Actualizado del Sistema Educativo Plurinacional” que, según las disposiciones oficiales, será implementado desde la gestión 2023. Ya verá usted, los temas referidos al currículo serán motivo de debate público. Es bueno que sea así, siempre y cuando se cuente con opiniones cuya base son análisis sistemáticos, argumentaciones bien planteadas y propuestas factibles. Es de esperar que el currículo no sea reducido a adhesiones y rechazos “en automático” y por pura actitud reactiva.

La temática da para amplias y profundas reflexiones, me hago parte de ello con unos primeros temas que pretenden contribuir a comprender de qué estamos hablando.

Para comenzar, como señalan Abraham Magendzo (1987) y otros estudiosos, el currículo es el “resultado de un proceso de seleccionar y organizar la cultura”. Si cultura es básicamente toda expresión del quehacer humano, cuando se formula el currículo se toman decisiones acerca de qué expresiones son prioritarias. Por tanto, la selección de la cultura no es un proceso azaroso y neutro, sino intencional, que compromete una visión de educación, ser humano y sociedad. Supone “un proceso de búsqueda, negociación, valoración, crecimiento y confrontación entre la cultura universal y la cultura de la cotidianidad… entre la cultura de dominación y la cultura dominada” (Magendzo, 2019). El currículo, al ser selección de la cultura, es el posicionamiento ante los problemas que aquejan a nuestra sociedad en el presente y que, posiblemente, se agudizarán aún más en el futuro, se traduce en el dilema: ¿adecuarse o transformar la realidad? La respuesta a este dilema, por supuesto, dará sentido al currículo.

Por otro lado, el currículo debe ser entendido desde su enfoque integral-holístico. En principio, el currículo vincula la política educativa con la práctica educativa; las determinaciones de los documentos normativos- constitutivos, la concepción de educación y el modelo educativo con los procesos que ocurren en las unidades educativas y el aula; así como la pedagogía con la didáctica. El currículo no es un fin en sí mismo, responde a una concepción de educación, ser humano y sociedad. Los educadores además de ser diseñadores y aplicadores del currículo fundamentalmente son pedagogos. Asimismo, los componentes del currículo (principalmente: objetivos, contenidos, metodología y evaluación) deben tener armonía en sus enfoques, por ejemplo, si la metodología es activa y participativa, la evaluación no puede ser un proceso pasivo que apenas involucra a los estudiantes en la toma de decisiones. Entonces no es suficiente discutir contenidos o temas, es necesario analizar la coherencia con la orientación y características del resto de los componentes.

El enfoque integral-holístico del currículo también nos recuerda que el éxito o fracaso del currículo está directa y recíprocamente vinculado con otros elementos que le son complementarios. De no existir, entre otros aspectos: una buena lectura de la situación de la realidad actual y futura, así como sobre la lógica de la construcción de los conocimientos; una clara definición de la concepción de educación, ser humano y sociedad; el acompañamiento y el aporte en los procesos formativos de las familias y otros miembros de la comunidad educativa; coherencia con las normas constitutivas y los planes de desarrollo; valoración de la identidad cultural y comprensión de las condiciones de la población; maestros debidamente formados y comprometidos con los cambios; el diseño y desarrollo del currículo —aun si están bien redactados— al final de cuentas, no mejorará los aprendizajes. Entonces, si bien hay que cuidar del diseño y desarrollo del currículo, simultáneamente hay que prestar atención a los demás elementos, con prioridad a la formación y desempeño de los maestros, puesto que, desde el punto de vista metodológico, son actores clave para la transformación del currículo.

Finalmente, asumiendo que los cambios tienen que seguir el ritmo de las transformaciones que se producen en la realidad, el currículo debe ser ajustado en un tiempo máximo de cinco años. Por esas razones, ya mismo, se debe constituir una comisión que prevea futuros ajustes en el currículo, en este caso, no solo para actualizar sino para transformar el currículo.

Noel Aguirre Ledezma es educador popular y pedagogo. Fue ministro de Planificación del Desarrollo y viceministro de Educación Alternativa y Especial.

Comparte y opina:

Últimas Noticias