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Educación es vida

TRIBUNA

Paulo Freire, uno de los más grandes educadores de América Latina y el Caribe, en el libro El grito manso dice que las personas “somos seres históricos que se hacen y rehacen socialmente” y “en cuanto seres históricos, somos seres incompletos, inacabados o inconclusos”. Además, a diferencia de otro ser vivo, “conseguimos hacer de nuestra existencia algo que es meramente vivir” y es en este momento que nos “sabemos que somos inacabados, en esta radicalidad de la experiencia humana reside la posibilidad de la educación. La conciencia del inacabamiento… (es) lo que llamamos la ‘educabilidad del ser’. La educación es entonces una especificidad humana”. También señala que los seres humanos constantemente estamos “leyendo el mundo”, es decir que “Muchos siglos antes de saber leer y escribir, los hombres y las mujeres han estado ‘inteligiendo’ el mundo, captándolo, comprendiéndolo… Esa capacidad de captar la objetividad del mundo proviene de una característica de la experiencia vital que nosotros llamamos curiosidad. La curiosidad es, junto con la conciencia del inacabamiento, el motor esencial del conocimiento.” Es más, “la curiosidad nos empuja, nos motiva a develar la realidad a través de la acción.” Es un “movimiento constante de búsqueda” que necesariamente está ligada a la esperanza, por lo que los seres humanos “son esperanzados, no por obstinados, sino como seres buscadores. Es la condición del buscar humano: hacerlo con esperanza. La búsqueda y la esperanza forman parte de la naturaleza humana.” La esperanza no supone “esperar que las cosas ocurran”, es un compromiso y militancia con la rebelión, emancipación y liberación, se trata de construir el realismo esperanzado y crítico que “es un imperativo existencial e histórico necesario, pero no suficiente. La esperanza sola no transforma el mundo, pero no es posible prescindir de ella si se quiere cambiarlo.”

Estas reflexiones tienen un corolario con otro planteamiento de Paulo Freire, esta vez en su libro Pedagogía de la autonomía, en el que manifiesta: “En verdad, el inacabamiento del ser o su inconclusión es propio de la experiencia vital. Donde hay vida, hay inacabamiento.”

Asumiendo los planteamientos de Freire, la educación es propia de la especificidad humana, de tener conciencia que somos seres inacabados y como tal estamos en constante búsqueda del sentido de nuestras vidas y en permanente construcción de esperanzas críticas y emancipadoras. Parafraseando, donde hay vida, hay conciencia y ética de las y los humanos que somos seres inacabados, hay búsqueda y esperanza, hay educación.

Entonces, ¿tiene algún sentido seguir pensando que la educación es sinónimo de escuela? La escuela no supone solo la educación primaria sino el espacio formativo donde hay cronogramas y horarios establecidos, currículo previamente definido, un maestro que enseña y estudiantes que aprenden, evaluaciones y calificaciones que son de dominio del profesor, etc. Estas “escuelas” existen en la primaria, secundaria, universidad e inclusive en instituciones que dicen ofrecer una “educación de alta tecnología”. La educación es mucho más que escuela, más en los tiempos actuales. La educación se realiza en el sistema escolarizado y también en los hogares, en el taller, en los lugares de siembra, por medio de los medios de comunicación, las redes sociales, los amigos del barrio, cuando cultivamos deportes o artes. La educación puede ser formal y también permanente, popular y comunitaria, está en todos los espacios de la vida. Es parte de la dinámica de las sociedades que se construyen y deconstruyen permanentemente, depende en gran parte de su “lectura del mundo”, su accionar y de todo lo que hagan los actores involucrados para reproducir o transformar la sociedad.

La educación es a lo largo y ancho de la vida. Se puede y debe aprender en cualquier edad, y se realiza en todos los contextos de la vida y a través de distintas modalidades y medios. Reconoce, valora y desarrolla procesos formativos pertinentes a la diversidad de la población, sea por criterios de género, capacidad, contexto socioeconómico, identidad cultural, etc.

La educación es el “latido” de la sociedad, mientras haya vida habrá educación. Implica, en consecuencia, cambios profundos en la manera convencional de entender y organizar la educación, la política y práctica educativa, así como la transformación de la educación. Es una invitación a asumir derechos y también responsabilidades.

Noel Aguirre Ledezma es educador popular, maestro y pedagogo.