Viajar sin viajar
Aprovecho para invitarlos a viajar desde donde estemos y hacia donde queramos.
En estos días que comenzamos un nuevo mes, y con la proximidad de las fiestas de Carnaval, muchas personas van planeando dónde viajar para disfrutar del feriado, y no es para menos. Viajar es una actividad que nos permite vivir experiencias emocionantes, despejarnos de los problemas de la cotidianidad y adoptar nuevos puntos de vista. Viajar nos posibilita descubrir nuevos mundos, ponernos en perspectiva y, por qué no, compararnos con otras realidades.
Sin embargo, viajar presencialmente tiene un costo, y en algunas ocasiones, restricciones que impiden hacerlo, como la pandemia que vivimos los últimos años, lo cual me lleva a preguntarme: ¿Será posible viajar sin viajar?
Sin ánimo de entrar en un debate filosófico, me permito responder sencillamente que sí.
Seguramente se preguntará ¿cómo podemos replicar esa placentera experiencia sin salir de casa? Pues es sencillo, aunque requiere de rigurosidad. La lectura, la curiosidad, los nuevos ritmos y nuevas melodías nos permiten viajar hacia lugares insospechados. No es comparable con una visita física, es cierto, pero disfrutar del arte, la política exterior y la economía nos ayuda a abrir la mente, enriquecer nuestra alma y conocer nuevos destinos sin salir de esas cuatro paredes.
Ver hacia el exterior puede despejarnos de los problemas en los que insiste la intrincada agenda mediática interna y ayudarnos a vislumbrar los grandes debates que se están desarrollando afuera de nuestras fronteras. Los debates sobre el uso y ética de la inteligencia artificial, los relacionados a las cadenas de suministros a nivel internacional, y sobre las nuevas propuestas para enfrentar la crisis energética global, por ejemplo.
De igual manera, leer y escuchar más allá de nuestro cotidiano vivir quizás también nos conlleve a descubrir las maravillas que tiene Bolivia, sus riquezas culturales, naturales y gastronómicas que embelesan a propios y extraños. Viajar también hace posible valorar lo propio, verlo con orgullo y promover que otros puedan igualmente sorprenderse y aprender de ello.
No es una competencia. Viajar solo nos pone en una posición en la que humildemente reconocemos las diferencias y similitudes respecto a los otros. Viajar nos permite comprender.
Por medio de este ejercicio mental podemos poner en perspectiva nuestra realidad, ver lo que se hace bien y lo que no, en base a información objetiva. Por ejemplo, ver hacia afuera nos permitirá vislumbrar que todos los países hemos sido afectados por la crisis, y que, a pesar de ello, hay países como el nuestro en los que los efectos han sido mucho menores y más manejables. Esto es inexorablemente el resultado de las políticas económicas y sociales adoptadas. Asimismo, una revisión de la prensa internacional especializada nos mostrará muy probablemente las noticias sobre los altos niveles de deuda externa que están contrayendo los países para financiarse y que, de acuerdo con la teoría, se elevan más allá de lo aceptable. Ese no es el caso de Bolivia, felizmente.
Hallaremos también que las políticas de subsidio gubernamental han ido creciendo durante el último año en distintas partes del mundo y que se han convertido en una forma de aplacar los efectos negativos del contexto internacional. El subsidio es una medida que Bolivia ha implementado hace años y que permite que las personas de a pie, y las industrias, reduzcan sus costos cotidianos de alimentos, energía y combustibles.
Viajar sin viajar nos posibilita aterrizar en todos estos análisis, relativizar y valorar lo que tenemos en Bolivia.
Existen muchos ejemplos de lo que podemos ver por medio de este ejercicio mental. Por ello, aprovecho para invitarlos a viajar desde donde estemos y hacia donde queramos. Abrir la mente a otras realidades en un ejercicio absolutamente necesario.
Judith Apaza es auditora financiera.