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Monday 29 May 2023 | Actualizado a 06:53 AM

Las divisas y los precios relativos

/ 12 de febrero de 2023 / 00:58

La guerra en Ucrania, que no muestra señales de acabar a corto plazo, ha traído consigo grandes cambios en el mercado de hidrocarburos a nivel mundial, los cuales han afectado a su vez de manera muy diferente a los exportadores netos y a los importadores netos de hidrocarburos. Bolivia solía estar entre los exportadores netos de hidrocarburos, que obtienen mayores ingresos cuando las cotizaciones internacionales aumentan. Ocurre, sin embargo, que ahora el país se ha convertido en un importador neto de hidrocarburos, lo que significa que el aumento de los precios internacionales de los hidrocarburos nos perjudica considerablemente.

En efecto, de acuerdo con la información oficial, Bolivia exportó $us 2.249 millones de gas natural en 2021, y esa cifra aumentó a $us 2.972 millones en 2022. En cuanto a las importaciones por concepto de gasolina y diésel, las cifras correspondientes son de $us 2.249 millones en 2021 y $us 4.363 millones en 2022. En consecuencia, el déficit comercial en el rubro de hidrocarburos alcanzó a $us 1.391 millones en 2022.

Habrá por supuesto quien argumente que, en realidad, lo que importa en verdad es el saldo comercial global y no los saldos comerciales de rubros parciales. Afirmación que también se podría aplicar a las relaciones comerciales con los diferentes países y a la situación de la balanza de pagos en cuenta corriente y en cuenta de capital: importan más que nada los resultados totales y no los superávits o déficits parciales por rubros y países. Y cuentan también las partidas de ingresos de inversiones extranjeras, así como de las remesas de los trabajadores emigrados, entre otras.

Al final, se puede convenir en que es el saldo de las reservas internacionales el que indica la capacidad del país para cubrir el valor de sus importaciones y el pago de sus deudas con acreedores del exterior, motivo por el cual el nivel de dichas reservas constituye una de las variables que se toma en cuenta para calificar la solvencia de las distintas economías.

Las reservas internacionales del país alcanzaron su nivel máximo en 2014 con un valor de $us 15.123 millones. Desde entonces han caído año tras año hasta un nivel de $us 4.000 millones a fines de 2022. Conviene aclarar que dicha cifra se compone del valor del oro monetario y de las reservas líquidas, siendo así que el oro tiene una cotización fluctuante, que depende, al igual que los hidrocarburos, de varias circunstancias internacionales, entre las cuales las tensiones geopolíticas no son un dato menor.

En vista de que el valor de las divisas ya se ha ubicado desde finales del año pasado por debajo de los $us 1.000 millones, las autoridades han adoptado varias medidas con el fin de aumentar las reservas internacionales. Se trata del proyecto de ley de compra del oro, del bono-remesa y del reciente acuerdo con el Banco Unión para la compra de dólares a los exportadores a un precio ligeramente superior al que pagan los bancos.

Es todavía prematuro dar opiniones definitivas sobre el efecto a corto plazo de dichas medidas en términos de un aumento significativo de las reservas internacionales. Conviene, en cambio, plantear una reflexión preliminar en un contexto más amplio.

Resulta imprescindible a estas alturas emprender un ajuste coherente al sistema de los precios relativos (tarifas de servicios, precio de los carburantes, tipo de cambio, tasa de interés, niveles impositivos y de inversión pública, entre otros), que son lo que ha venido administrando el Gobierno sin mayores modificaciones desde la época del auge externo, no obstante que ahora impera una situación radicalmente diferente, en vista de que el Gobierno ha pasado de ser proveedor a ser comprador en el mercado de divisas, situación que no es probable que cambie a corto plazo, al menos mientras no cambien las circunstancias internacionales.

Horst Grebe es economista.

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La pluricrisis no se resuelve sola

/ 7 de mayo de 2023 / 01:16

De acuerdo con el itinerario tradicional de la conflictividad del país, podría suponerse que a partir de este mes de mayo se cuenta ya con la solución de los diferentes movimientos reivindicativos, las demandas sectoriales y los pliegos petitorios que se fueron presentando aproximadamente desde mediados de febrero.

En este año, sin embargo, todo hace pensar que quedan muchas reivindicaciones y demandas sin solución a la vista. Y tampoco se aprovechó el Día de los Trabajadores para presentar un programa completo y coherente orientado a disminuir la incertidumbre relacionada con las perspectivas de la economía en general y en particular con la situación de las relaciones laborales. Por el contrario, existen motivos para anticipar un mayor deterioro de la calidad del empleo en sus diferentes componentes.

Por principio de cuentas, no hay posibilidad alguna de que disminuya en el futuro próximo la informalidad y aumente en cambio el empleo de calidad, definido como aquel lugar de trabajo donde rigen plenamente los derechos laborales, se cumplen las diversas normas de higiene y seguridad, al mismo tiempo que impera una satisfacción laboral verificable. No es el caso por cierto de los cuentapropistas ni de los asalariados en las micro y pequeñas empresas artesanales y comerciales, que sobreviven precariamente porque no cumplen con las normativas salariales, sanitarias, tributarias y otras disposiciones en vigencia.

Por otra parte, las dificultades para conseguir divisas en las cantidades acostumbradas con fines de importar materia prima, equipos y otros insumos, además de los contratos que se pactan en dólares, permiten anticipar que no habrá expansión del empleo de calidad en el estrato de las pequeñas empresas, e incluso que más bien podría ocurrir una contracción de sus actividades con las consiguientes reducciones de la ocupación.

No es necesario abundar más con negros presagios sobre el deterioro que se anticipa en materia de empleo, aspecto que está estrechamente relacionado con las inversiones previstas por parte de los empresarios privados. Las expectativas al respecto no son buenas y podrían incluso empeorar, como consecuencia de circunstancias imprevistas como es el caso de la reciente intervención de la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (Asfi) en el Banco Fassil, cuyo desenlace es todavía difícil de establecer.

El clima de inversiones no es favorable en estos momentos, y sin una notoria modificación del estilo de gestión de las principales autoridades económicas, financieras y laborales, no se pueden esperar cambios significativos en el volumen de nuevas inversiones privadas legales y reproductivas.

Esto no vale ciertamente para el contrabando de todo tipo, que prospera a ojos vista y añade a sus negocios el mercado negro de divisas.

Los argumentos anteriores describen solo una parte de las circunstancias críticas que afligen al país, y que son suficientes para afirmar que existen varias crisis irresueltas que necesitan ser abordadas más pronto que tarde.

La crisis no es un destino, pero podría convertirse en tal si es que no se adoptan nuevos modos de gestión de las políticas públicas en general y de las reformas institucionales pendientes en particular. A tal efecto es preciso desagregar los problemas que tienen origen interno de los que provienen del exterior, y que por ello mismo necesitan un tratamiento diferente, incluso en términos comunicacionales.

Los escenarios internacionales están en plena transformación geopolítica, lo cual amplifica la inestabilidad económica y financiera de los principales mercados del mundo, en términos de presiones inflacionarias rebeldes combinadas con perspectivas cada vez mayores de una recesión de larga duración. Una lectura desideologizada de estos fenómenos es imprescindible para organizar un programa coherente de respuestas viables.

Horst Grebe López es economista.

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Las nuevas reglas del mundo

/ 23 de abril de 2023 / 01:20

A medida que avanza el año surgen nuevas evidencias de los enormes desplazamientos en la configuración del sistema económico y geopolítico mundial. En efecto, entre los muchos aspectos ya conocidos, ahora debe incluirse que este año la India pasará al primer lugar del mundo en materia de población, además de que ese país estará entre las economías de mayor crecimiento en éste y los próximos años. En consecuencia, se pronostica que la India pasará en tamaño económico del quinto al tercer lugar en 2030.

También cabe mencionar que la India preside este año el G-20, además de que forma parte simultáneamente de varios grupos de creciente gravitación geopolítica, como BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghai. Otro dato no menor estriba en la política de atracción de inversiones de calidad que ese país ha practicado desde hace varias décadas, como lo demuestra la instalación en la ciudad de Bangalore de los centros de investigación e innovación de las principales empresas industriales del mundo, lo cual ha sido favorecido ciertamente por la centralidad del idioma inglés en ese país, a diferencia de China y Japón. Por último, de acuerdo con una larga tradición de no alineamiento, la India ha desarrollado además una estrategia pragmática de relacionamiento internacional, en la cual se combinan relaciones de cooperación a geometría variable, incluso con países con los que tiene conflictos fronterizos de larga data.

Dichos cambios en el tablero estratégico de las relaciones internacionales se explican en buena parte por la aceleración del progreso técnico a partir de racimos de innovaciones tecnológicas que se refuerzan recíprocamente y provocan saltos cualitativos en la productividad y competitividad de las empresas y conglomerados transnacionales, para lo cual se requieren dimensiones continentales de mercado.

El poder adquirido por las empresas tecnológicas más grandes ha alcanzado su actual magnitud gracias al monopolio de las respectivas patentes, al punto que muchos expertos internacionales consideran que dichas empresas ocuparán un lugar privilegiado en la mesa de negociaciones referidas al diseño del orden digital global del futuro.

La mencionada concentración de poder político y demográfico en el sudeste asiático y el Indo Pacífico, junto con el poder económico y tecnológico adquirido por algo más de una centena de empresas industriales del mundo, representa uno de los mayores desafíos estratégicos para América del Sur en una perspectiva de largo plazo.

En el orden internacional fragmentado que está surgiendo bajo el impulso de nuevos alineamientos en relación con la guerra en Ucrania y la confrontación hegemónica de Estados Unidos con China, se establecerán muy probablemente nuevas reglas y normas en varios ámbitos relativamente independientes entre sí, como es el caso de las cuestiones relacionadas con la seguridad global y regional, el comercio internacional, el cambio climático y el espacio digital global. Se trata de nuevos acomodos normativos respecto de los ámbitos que ya no caben dentro del orden internacional unipolar vigente en las dos décadas pasadas.

Tal como están las cosas en este momento, los países suramericanos no están en condiciones de sentarse en las principales mesas de negociación de los nuevos órdenes mencionados; reciben en cambio el trato de posibles zonas de influencia de las grandes potencias. Por consiguiente, una primera opción para defender sus intereses comunes podría consistir en adoptar una posición de no alineamiento automático con ninguna de las potencias. En segundo lugar, comprometer la defensa colectiva de la Amazonía. Y en tercer lugar, cabría adoptar la promoción de la multipolaridad, junto con la inclusión esencial de la democracia y los derechos humanos en cuanto valores de primer orden.

Horst Grebe es economista.

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Respuestas posibles para superar la incertidumbre

/ 9 de abril de 2023 / 00:57

Desde comienzos del año pasado, la economía internacional ha ingresado en una nueva modalidad de desempeño debido a los trastornos geopolíticos que se han sucedido desde entonces, y que han alterado profundamente las tendencias que venían del pasado. El principal acontecimiento ha sido por supuesto la invasión abusiva de Rusia a Ucrania, hecho que ha cambiado varios vectores de la seguridad internacional y de la economía global, entre los cuales se puede citar, el sistema de producción y distribución de hidrocarburos en el mundo, las respectivas nuevas alianzas militares, así como los nuevos acuerdos entre los países exportadores netos de petróleo y gas, por un lado, y los países importadores netos, por el otro.

Con la pandemia del COVID-19 muchos países ya habían constatado que tenían graves problemas a la hora de adquirir los insumos, medicamentos y productos intermedios requeridos por sus respectivos sistemas de salud, y así se hizo evidente su vulnerabilidad sanitaria atribuible a la participación de muchas economías en las cadenas de suministro de las medicinas y los implementos del sector sanitario y farmacológico.

Por otra parte, el nacionalismo se ha instalado como el rasgo principal de la atmósfera de la época, con lo cual cambian de dirección los vectores que anteriormente habían impulsado la interdependencia de las economías, la apertura de los flujos de financiamiento e inversiones productivas, así como la difusión de las innovaciones tecnológicas entre las diferentes zonas y países del mundo.

En ese contexto, los países industrializados han venido adoptando, con diversos grados de intensidad, la prioridad de su seguridad nacional en materia de abastecimientos críticos en los ámbitos militares y tecnológicos, lo que trae consigo la adopción de políticas proteccionistas en varios sectores considerados estratégicos.

En términos geopolíticos, el orden internacional hegemónico se ha fragmentado a partir del establecimiento de nuevos grupos de países con poder suficiente para cambiar la constelación internacional del poder.

Las divisiones internas de América Latina han impedido hasta ahora que la región participe con autonomía en la reorganización de las relaciones internacionales. Sin embargo, se percibe que en América del Sur podrían existir circunstancias favorables para la reinstalación de la Unasur sobre bases pragmáticas referidas por de pronto a pocos temas, tales como la seguridad energética, el fortalecimiento del Tratado de Cooperación Amazónica y la instalación de un sistema de cooperación financiera regional.

La fuerza de la realidad impone que Bolivia apoye la iniciativa de reinstalar Unasur como una de las prioridades inmediatas de la política exterior, al mismo tiempo que las autoridades económicas y financieras, a partir de una lectura certera sobre las nuevas condiciones internacionales, ponen en práctica las recomendaciones de la OIT relacionadas con el diálogo tripartito entre las representaciones de los asalariados, de los empleadores y de las autoridades pertinentes del Estado, con miras a la concertación de estrategias integradas y congruentes destinadas a fortalecer la protección social de los trabajadores, la generación de empleos de calidad y la determinación de los parámetros salariales, con revisiones periódicas, según lo exijan las circunstancias imperantes.

En dicho marco, se podría debatir a su vez la estrategia para la gestión eficaz de las modificaciones en el esquema de precios relativos, cuya rigidez actual genera perturbaciones que pueden evitarse. Se trata de establecer la interconexión de las trayectorias de las tasas de interés, los precios de los carburantes, los impuestos y las partidas relevantes de gastos e inversiones del Presupuesto General, que en conjunto determinan las bases de la política monetaria y financiera del país.

Horst Grebe es economista

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Comentarios sobre la situación internacional

/ 26 de marzo de 2023 / 01:15

Las diversas preocupaciones de la época aumentan sin cesar. En efecto, el avance en el cumplimiento de los compromisos internacionales relacionados con el cambio climático es desalentador, y no se compadece siquiera de los cada vez más frecuentes desastres naturales ocurridos en varias zonas del planeta.

En segundo lugar, la reciente visita de Xi Jinping a Rusia demuestra que, reforzado con su tercer mandato, ahora pretende colocar a China como superpotencia de primer orden, capaz de intervenir de diversas maneras en los problemas globales, avanzando su visión de un orden internacional alternativo al que hegemonizan todavía los Estados Unidos. También dejó claro que su alianza con Rusia se mantiene en los términos acordados antes de la invasión a Ucrania, pero que prefiere que haya pronto negociaciones para la paz, de acuerdo con los 12 puntos que propuso hace unas semanas. Obviamente dicha propuesta ha sido considerada inaceptable por parte de los Estados Unidos.

En tercer lugar, tiene una gran relevancia la visita inusualmente larga de Lula a la China, acompañado de una delegación compuesta por parlamentarios, ministros, gobernadores y un gran número de empresarios. Se puede suponer que en esta ocasión el tema de Ucrania ocupará si acaso un lugar al final de la agenda, la cual está diseñada en primer lugar para fortalecer las relaciones económicas, tecnológicas y políticas entre ambos países.

En cuarto lugar, los acontecimientos mencionados permiten suponer que están lejos las condiciones para un alto al fuego en Ucrania, que dé lugar a una serie de etapas sucesivas de negociación diplomática que contemplen las responsabilidades diferenciadas de los diferentes actores involucrados directa e indirectamente en este conflicto.

En quinto lugar, aunque el momento para una tregua parece lejano, tampoco es lógico que pase de mediados de 2024. Esta hipótesis parece coincidir con los plazos para la entrega de armamentos, municiones y artefactos tecnológicos, comprometidos a Ucrania por parte de Estados Unidos y otros países europeos de la OTAN.

Por último, en las últimas semanas han ocurrido sobresaltos en el sistema financiero internacional, cuyas repercusiones todavía no están totalmente controladas. En efecto, las quiebras de tres bancos medianos en Estados Unidos y uno muy grande en Suiza están alertando sobre las insuficiencias de la regulación financiera internacional, que se suponía que fue perfeccionada después de la crisis de 2007 a 2009. Una explicación provisional sobre las causas de los mencionados percances bancarios estriba en que las condiciones de liquidez de dichos bancos se vieron afectadas por las subidas de la tasa de interés adoptadas por parte de las respectivas autoridades monetarias en el esfuerzo por detener la inflación.

Dichos seis aspectos tienen por supuesto implicaciones para la región latinoamericana, donde las previsiones de crecimiento económico para este y el próximo año no despiertan entusiasmo alguno. Salvo pocas excepciones, la mayoría de países latinoamericanos enfrenta problemas financieros y fiscales de diversa magnitud.

Una noticia alentadora podría consistir en la iniciativa de restablecer la Unasur sobre nuevas bases, lo que permitiría el diseño de un relacionamiento de América del Sur con China, que no implique el intercambio de materias primas por manufacturas y proyectos tecnológicos.

Además, con un buen diseño institucional, Unasur podría incorporar entre sus actividades de esta coyuntura un espacio permanente para el seguimiento de las cuestiones referidas al financiamiento de países de talla media, incluyendo el intercambio de experiencias en la renegociación de la deuda.

En vista del mayor costo financiero que traen consigo las tasas de interés en alza, se podría considerar incluso el suministro de liquidez de emergencia a corto plazo para el salvataje de países que reúnan ciertas condiciones de excepción.

Horst Grebe es economista.

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El reto de los nuevos agrupamientos internacionales

/ 12 de marzo de 2023 / 01:20

Las consecuencias internacionales de la guerra en Ucrania tienen mucho mayor alcance que cualquiera de los otros conflictos militares que se despliegan en esta época en el mundo. Baste mencionar, por ejemplo, el enorme aumento de la producción de armamentos, municiones, artefactos electrónicos y otros pertrechos bélicos que está siendo impulsado en varios países del mundo, con el consiguiente desvío de recursos financieros que se restan del cambio climático, pero así también la reubicación de importantes cadenas globales de valor, en el contexto del desacoplamiento hacia localizaciones más próximas, especialmente en el caso de los Estados Unidos.

En efecto, con el objetivo de garantizar su seguridad nacional, los Estados Unidos han adoptado una serie de medidas para la relocalización de la producción de microprocesadores de alta potencia hacia su territorio o su vecindario próximo, al propio tiempo que tratan de bloquear el acceso a dichos componentes por parte de Rusia y China.

Lo que se puede designar como un neoproteccionismo estratégico constituye en los hechos un impulso efectivo hacia la fragmentación del orden económico internacional vigente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, bajo el predominio de los Estados Unidos y sus aliados de Europa occidental en el marco transatlántico, y con Japón, Australia y Corea del Sur en la zona del Pacífico Sur. Empezó esto como respuesta al desafío planteado por la irrupción de la China en cuanto único país con potencial para disputar la primacía de los Estados Unidos y sus aliados en el establecimiento de las reglas, normas y valores de las relaciones económicas internacionales, pero se ha acelerado a partir de la invasión de Rusia a Ucrania.

Al cabo del primer año de esta guerra, parece que se abre una nueva etapa caracterizada a la vez por exigencias de armamentos más potentes, por un lado, así como de importantes iniciativas de mediación conducentes a propiciar el inicio de las negociaciones diplomáticas, por otro. A tales efectos, se requiere, sin embargo, que los actores involucrados directamente y sus respectivos respaldos indirectos definan los objetivos políticos que enmarcarían dichas negociaciones.

La reciente visita de Biden a Ucrania y Polonia y luego su reunión con los países bálticos (Estonia, Lituania y Letonia) y los países pertenecientes a la ex Unión Soviética (Bulgaria, República Checa, Estonia, Polonia, Hungría, Rumania y Eslovaquia) ha dejado establecido que los Estados Unidos ejercen y ejercerán el liderazgo de las operaciones de la OTAN, con lo cual Alemania y Francia pasan en realidad a un segundo plano. Este desplazamiento pone en evidencia que está lejos el momento en que la Unión Europea pueda constituirse en un actor internacional con autonomía suficiente para garantizar su propia seguridad y defensa.

Otro alineamiento destacable estriba en la decisión de ampliar el BRICS con la inclusión de Arabia Saudita, Egipto y Turquía, por una parte, y de Argentina, por otra. Dicha ampliación podría hacerse efectiva en la reunión que tendrá lugar en África del Sur en el segundo semestre de este año.

Este breve recuento pone una vez más de manifiesto la necesidad de que América Latina realice todos los esfuerzos diplomáticos necesarios para adoptar una posición unificada frente a las nuevas realidades geopolíticas que se vienen consolidando en el mundo.

Parece algo imposible a partir de las diferentes posiciones de los países latinoamericanos en la reciente votación de la Asamblea de las Naciones Unidas para que Rusia retire inmediatamente sus tropas de Ucrania.

Quizás se necesite diseñar entendimientos parciales por etapas. El primer paso podría consistir en una concertación de prioridades suramericanas, que facilite el restablecimiento de Unasur en mejores condiciones que en el pasado.

Horst Grebe es economista.

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