Icono del sitio La Razón

¿Carnaval o democracia?

HURGANDO EL AVISPERO

Hay muchas fotos colgadas en las redes sociales del gobernador cruceño, Luis Fernando Camacho, apresado hoy en Chonchocoro; en una de ellas aparece sonriendo luciendo una casaca carnavaleara y rodeado de reinas de distintas fraternidades cruceñas. La foto registrada el año pasado se convierte en una alegoría del modelo hegemónico segregado e impuesto por la élite regional (léase logias) al conjunto diverso de la población cruceña.

Daniel Goldstein decía: “Las puestas en escenas folclóricas y violentas en Santa Cruz utilizadas por las élites también buscan visibilidad, pero desde el punto de vista de poder, marcadas por la defensa de la desigualdad y las formas de exclusión social”. Mientras el accionar de la Unión Juvenil Cruceñista es la cara violenta, las “reinas”, la feria internacional y el carnaval son parte de la cara festiva del “modelo cruceño”.

Este “secuestro” del Carnaval cruceño por parte del poder regional fue recurrentemente discriminador. Hace un tiempo atrás, cuando los migrantes andinos llegaron a la capital oriental trajeron con ellos su “carnaval andino” a las tierras cruceñas, la élite lo consideró una herejía a las “tradiciones” locales y, en consecuencia, fue combatido rabiosamente con actitudes regionalistas y racistas.

La imposición de este carnaval elitista, inclusive emulando al brasileño, supuso, entre otras cosas, una forma de identidad del “ser cruceño”. En la última época, por la envergadura cobrada de la migración andina, este carnaval asumió otros ribetes socio/culturales. Hoy, esos rasgos adquieren su propia significación no solo cultural, sino política, sobre todo, por el apresamiento del gobernador Camacho, además, por la cercanía de los carnavales provocó una polémica al interior de Santa Cruz por la realización o no de estas fiestas.

Esa polémica aterrizó en una disyuntiva: carnaval o democracia. Después de una reyerta interna, la Asociación Cruceña de Comparsas Carnavaleras (ACCC) decidió la realización del Carnaval 2023 y del corso, pero matizados con la temática “Rompamos cadenas por la libertad y la democracia”, aludida a la liberación de Camacho.

Esta cruzada “democrática” de la élite cruceña condujo a sectores más radicalizados a asumir actitudes amedrentadoras, al mejor estilo del gobernador, exhortando la suspensión del Carnaval. Asimismo, vecinos colindantes al Cambódromo (ícono del Carnaval cruceño), frente al anuncio de la ACCC y del municipio de llevar adelante las fiestas carnavaleras, advirtieron con “tomar por asalto” el Cambódromo para evitar, en un acto solidario por Camacho, la realización de la “fiesta grande de los cruceños”

Esa acción “solidaria” de los sectores elitistas cruceños, por lo tanto, es buscar la libertad del Gobernador, pero, en última instancia, es lograr impunidad con el principal cabecilla visible que, irónicamente, protagonizó una conspiración golpista que desportilló, en noviembre de 2019, la democracia boliviana.

Entonces, esa disyuntiva: carnaval o democracia, es una falacia grotesca y responde a la lógica autoritaria del accionar de la élite cruceña asumiendo que sus “valores democráticos o culturales” deben ser impuestos ipso facto al vulgo, o sea, al pueblo. Pero, se olvidan que el Carnaval en su esencia es transgresor al poder. Al fin y al cabo, los sectores populares compuestos mayormente por migrantes andinos, más allá del Cambódromo, se alegrarán haciendo posible un “carnaval otro”, quizás más democrático. Batjin Arboleada dice: “Los espectadores no asisten al carnaval, sino que lo viven, ya que el carnaval está hecho para todo el pueblo”.

Yuri Tórrez es sociólogo.