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Las sotanas arden

CON LA PUNTA DE LA AGUJA1

La Iglesia Católica, tanto nacional como internacionalmente, dejó de ser referente y un lugar de confianza, no solo por los crímenes de pedofilia y abuso sexual, comprobados, sino también por la complicidad del Vaticano con el capitalismo neoliberal y los gobiernos que lo implementaron. No es una novedad que la curia romana esté comprometida con genocidios, torturas y masacres. Nuestros territorios tienen prueba de ello desde 1492, pero en medio de tanta doble moral, siempre contamos con las “queridas ovejas negras”, aquellos sacerdotes y monjas que defendían al pueblo y de quienes podíamos esperar compasión, hermandad y protección, es por estos católicos y católicas que la Iglesia gozó de cierta credibilidad histórica.

Hoy en día no tenemos a nadie en quien confiar (habrá excepciones, no sé), mucho más cuando les vimos bendecir a los golpistas y azuzar a sus feligreses con la mentira del fraude e impulsar la caza de brujas con una jauría desatada en violencias contra hermanas y hermanos del proceso de cambio, dizque por derecho a la protesta. ¡Inquisidores! Eso es lo que son, inquisidores, torturadores y asesinos sueltos y con permiso de matar.

Las caras de los curas, ante la convocatoria a declarar como testigos por el golpe de 2019, nos confirman lo impunes y torpes manipuladores que son. Las y los golpistas creyeron que les bastaba con hablar más fuerte, torturar y disparar para convencernos qué de su gran mentira racista.

Las sotanas no son más un lugar para escondernos del peligro, porque hoy esas sotanas arden de hipocresía, cinismo, racismo, angurria de poder y colonialismo —el clero nacional está supeditado a los eurocéntricos—. Curas mojigatos que gritan y vociferan ante los y las humildes. Me parece excelente que estos abusivos entren a declarar y paguen por sus complicidades. El ala derechista de la Iglesia Católica, que es mayoritaria, maneja mucho dinero, a través del financiamiento internacional, por ejemplo la fundación Jubileo y ONG ocupadas principalmente de la educación, que pretenden manipular las experiencias espirituales.

Es justo saber, entender y respetar el carácter humano de quienes forman parte de las iglesias, no son semidioses ayudantes de su jefe, la espiritualidad no es religión de dioses. El carácter humano nos hace hermanas y hermanos y no hay jerarquía que valga, eso no tiene que olvidarse. Parte del imaginario conservador del neoliberalismo es, por un lado, haber sacralizado a estos señores y los convirtieron en supuestos santos intocables. Por otro lado, haber multiplicado las agencias y los agentes religiosos. En medio de la desesperación de las medidas económicas neoliberales, quedaron presas —especialmente mujeres— de una teología de la prosperidad, donde quien tiene éxito económico capitalista es porque es santo y bendecido, escondiendo la superexplotación neoliberal. Esta teología del dios dinero o teología de la prosperidad, en Bolivia, también tuvo el fuerte componente racista, por las características de la revolución popular y el proceso de cambios, por eso tanta saña y por eso tienen que declarar y pagar sus delitos si son culpables.

Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.