El sexo es bueno. El sexo es sano. El sexo es una parte esencial de nuestro tejido social. Y tú —en concreto— deberías hacerlo más, probablemente. Los estadounidenses, en plena epidemia de soledad, no tienen el suficiente sexo. En casi todos los grupos demográficos, los adultos estadounidenses tienen menos relaciones sexuales que en cualquier momento de las últimas tres décadas.

El sexo no es la única forma de interacción humana satisfactoria y, desde luego, no es un bálsamo para la soledad en todas sus formas. Aun así, debería considerarse una parte fundamental de nuestro bienestar social, no un capricho o una simple añadidura. Esto se debe en gran parte a que el aumento de la soledad va en paralelo al descenso del sexo. Más de una cuarta parte de los estadounidenses no habían mantenido relaciones sexuales ni una sola vez en el último año, la última vez que lo preguntó la Encuesta Social General, en 2021. Era el nivel más alto de inactividad sexual en la historia de la encuesta.

Las estimaciones varían, pero entre uno y dos tercios de los estadounidenses afirman sentirse solos. La soledad entra en un círculo vicioso: el debilitamiento de los lazos culturales, el deterioro de la salud física y un menor contacto social exacerban la soledad y viceversa, hasta el punto de que la soledad reduce la esperanza de vida. La soledad es un fenómeno difícil de cuantificar para los investigadores, pero hay algunas señales elocuentes, y apuntan a una sociedad que está perdiendo el rumbo.

El COVID-19 ha contribuido al aumento de la soledad y la disminución del sexo, pero solo es parte de la causa. Entre 2014 y 2019, la disminución del tiempo que la gente pasaba con amigos fue más pronunciada que durante la pandemia. Y durante la pandemia, muchos estadounidenses pasaron cada vez más tiempo solos, sin amigos ni compañía romántica.

Los escritores como yo hemos hecho que la falta de sexo masculina sea un problema muy conocido, a pesar de que las mujeres se encuentran en la misma situación. Los datos de la Encuesta Social General indican que su actividad sexual podría ser inferior a la de los hombres, incluso. Las mujeres y los hombres no solo van camino de la total inactividad sexual: también van por el mismo camino a la soledad.

La epidemia de soledad es tal vez un problema de la sociedad, pero se puede resolver, al menos en parte, en el dormitorio de cada cual. A los que, por nuestras circunstancias, podemos practicar más sexo, deberíamos hacerlo. Esta es una rara oportunidad de hacer algo para mejorar el mundo que te rodea, y que no implica más que concederte uno de los placeres más esenciales de la humanidad.

Tener más sexo es tanto una terapia personal como una declaración política. La sociedad estadounidense está menos conectada, compuesta por individuos que parecen cada vez más dispuestos a aislarse. Practicar más sexo puede ser un acto de solidaridad social.

Muchas personas —como los hombres jóvenes con los que he hablado en mi trabajo— se han resignado a desplazar sus deseos sexuales, a recurrir exclusivamente a la pornografía o a otros estímulos en internet, lo cual es un reflejo de los muchos tipos de relaciones que han quedado subsumidas en el mundo digital. Como bálsamo para la soledad, el sexo digital puede ser solo un poco mejor que la amistad digital: una fuente de envidia, resentimiento y rencor, que fomenta la soledad, en vez de curarla. Nada que ver con la experiencia real.

Por tanto, cualquier persona con la capacidad de hacerlo debería tener sexo, tanto como pueda y con la mayor frecuencia que pueda.

Magdalene J. Taylor es escritora y columnista de The New York Times.