Prensa chata(rra)

La lluvia caída en la noche anterior regó todo el valle cochabambino. En esa madrugada, la tierra húmeda expulsaba un bálsamo aromático, que combinado con la fragancia de los eucaliptus transformaba la senda de mi trote en un bálsamo. En el recorrido llegué a un cementerio de chatarras convertido en un símbolo del consumismo capitalista. En ese abigarrado de objetos de desperdicios, de hierros inservibles de autos, motos o bicicletas se encontraba un teléfono antiguo de aquellos colocados en la pared que se introducía el dedo para discar. Obviamente, ese aparato, más aún en este mundo digital, perdió su funcionalidad original, pero con suerte si no es destrozado podría reciclarse para ser apetecido como un adorno añejo.
La chatarra (del euskera txatarra, “lo viejo”) es el conjunto de trozos de metal de desecho, principalmente hierro, empero, gracias a un proceso de reciclaje, esos residuos que vienen del desuso de materiales potencialmente útiles, se podrían convertir en nuevos productos o materia prima para su posterior utilización. Esta alusión a la chatarra nos permite extrapolar para reflexionar sobre la prensa boliviana que está en un salto al vacío.
Días antes del Carnaval, una noticia se “ocultaba”, pero apareció en alguna rendija de algún medio impreso o digital. Obvio, la prensa del establishment mediático no la difundía porque exponía su desprolijidad periodística frente a la sociedad. La noticia daba cuenta que “el Tribunal Nacional de Ética Periodística (TNEP) le dio la razón al Viceministerio de Comunicación y falló en contra del periódico cochabambino Los Tiempos, por mala praxis informativa en una noticia publicada el 15 de noviembre de 2022. Además, le instó a guardar un comportamiento más profesional en el futuro”.
Más allá de un error profesional, esta sanción devela una cuestión de mayor envergadura. Ciertamente, es una verdad de perogrullo que la prensa —y los otros medios— respondieron históricamente a intereses económicos y políticos, empero, el proceso de polarización socio/política del siglo XXI en Bolivia, no solo acentúo su inclinación política e ideológica, sino la prensa del establishment se transformó en una prensa enguerrillada. Ese perfil bélico sirvió para hacer frente a un gobierno de indígenas/campesinos y así esa prensa renunció definitivamente a los principios básicos del buen periodismo.
Así, por ejemplo, en los argumentos del TNEP se estableció que “el 15 de noviembre de 2022, Los Tiempos publicó una nota informativa con el titular: ‘Cruceños buscan Federalismo; Gobierno les dice separatistas’, sin ningún respaldo periodístico que sustentara que algún personero de Gobierno hubiera calificado de separatistas a algún ciudadano cruceño, cita una nota institucional del Viceministerio de Comunicación”. En el contenido de la noticia no hay ninguna fuente oficialista a la que se atribuye otras fuentes. Algo más grave: esta nota fue portada de Los Tiempos.
Entonces, la prensa del establishment se recicló, soslayando la ética periodística, en un dispositivo propagandístico para desportillar la imagen del enemigo político. El problema no es el posicionamiento ideológico constitutivo de la prensa, el nudo gordiano estriba en que esta prensa se convirtió en una maquinaria de fake news. Así, el TNEP resolvió: “Los Tiempos y el periodista que redactó la nota informativa incumplieron varios preceptos éticos como el equilibrio, la equidad de fuentes y la contextualización debida de la nota”. Se concluye, esta prensa chata(rra), en calidad de portavoz del establishment, se acopló al mundo perverso del juego político.
Yuri F. Tórrez es sociólogo