Ataque especulativo a la estabilidad cambiaria
En días pasados, el Banco Central de Bolivia anunció que participaría en el mercado cambiario de manera directa, ofreciendo un tipo de cambio de Bs 6,95 por dólar para los exportadores. Este tipo de cambio no modifica el actual régimen cambiario que ha mantenido el precio del dólar estable por más de una década, ya que su valor se encuentra dentro del rango entre el tipo de cambio oficial de compra y venta.
Por otro lado, en el mercado interbancario todos los días se cotiza los dólares en función a la liquidez de los bancos y otros factores. En algunas ocasiones, los exportadores reciben por sus divisas un mejor tipo de cambio que el oficial y en otras su precio está más pegado a la banda inferior del tipo de cambio oficial. El tipo de cambio de venta también fluctúa dentro de la banda cambiaria y por debajo del límite superior. El Banco Central busca —con esta medida— otorgar un incentivo a los exportadores al pagar un precio más alto en relación al promedio histórico retribuido por el sistema financiero.
Desafortunadamente, el anuncio fue interpretado por algunos malos analistas económicos — y difundida por medios de comunicación y redes sociales— como una supuesta devaluación disfrazada y que apoyándose en la tendencia decreciente de las reservas internacionales han dado a entender que el Banco Central no podría mantener la estabilidad cambiaria por mucho tiempo. En realidad, previo al anuncio, el sistema financiero ya ofrecía un tipo de cambio superior al de compra oficial, al cual el BCB se sumó como participante. En ese sentido, no se ha modificado el régimen cambiario que mantiene la relación fija entre el dólar y el boliviano.
Empero, el deficiente entendimiento de la medida —con o sin mala intención— ha alterado las expectativas del público y aparentemente pretendería infundir miedo en la población. En días recientes, se observó que algunos ciudadanos se han apresurado a ir a los bancos a retirar depósitos en dólares o comprarlos en las casas de cambio. Estas acciones producen una demanda extraordinaria de dólares que son las que dan la sensación de escasez y alimentan la especulación sobre la divisa.
Cuando las reservas internacionales de un país disminuyen, éstas pueden ser susceptibles de recibir ataques especulativos. A medida que un número mayor de personas se suma a este fenómeno acumulando dólares, se reduce su disponibilidad efectiva acelerando la pérdida de reservas hasta un punto en el cual el Banco Central puede verse obligado a romper la paridad de su moneda con la divisa y devaluar —para defender la caída de reservas—. Una vez que esto sucede, el banco ya no puede volver a mantener la paridad cambiaria en el futuro, así que el tipo de cambio comienza a fluctuar. Esta situación es conocida en la literatura económica como crisis de balanza de pagos.
Cuando esto ocurre, los especuladores celebran la devaluación porque luego del ataque especulativo a la moneda doméstica — que termina perdiendo valor— logran obtener un mayor margen de ganancia por la acumulación de dólares. Quienes realizan estos aciagos pronósticos festejan el hecho de haber influido con sus anuncios en el comportamiento de las personas, induciéndolas con sus acciones a que sus profecías se cumplan, a lo que el profesor Roger Farmer lo denomina profecías auto-cumplidas. Paradójicamente, la población en su conjunto se ve envuelta en una crisis profunda, a la cual es arrastrada por sus propias decisiones.
De retorno al contexto boliviano. En el país se advierte un frontal ataque especulativo a la estabilidad cambiaria que busca presionar la caída de las reservas internacionales. Estos anuncios sistemáticos de analistas, políticos, medios de comunicación no puede ser entendido de otra manera que como parte de una estrategia de terrorismo de Estado en el plano económico, que busca sembrar un clima de preocupación e intranquilidad en el país.
Para descargo, se acusa al propio Gobierno de ser responsable de exacerbar las expectativas de la gente, cuando en realidad resulta más que evidente que son los propios anuncios de quienes embusteramente dicen defender la estabilidad los que —con sus hechos— las están promoviendo.
La especulación es un delito que atenta contra la estabilidad económica. La población debe evitar caer en la desinformación.
Omar Velasco Portillo es economista.