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Entre machos

CON LA PUNTA DE LA AGUJA1

Los hermanos y compañeros Evo, Lucho y David merecen nuestro respeto y afecto por aportar al proceso de cambios revolucionarios que el pueblo boliviano, a través de las luchas de sus organizaciones sociales, logró posicionarnos en la historia de nuestro país.

Ganar las elecciones, después de un golpe cruento, fue una dolorosa victoria que nos abrió la posibilidad de continuar en el Gobierno a través del hermano Lucho. Sin duda, Lucho recibió el Gobierno como una papa caliente. Evo es y sigue siendo el símbolo querido del proceso y sus méritos nadie los discute. Estar en el Gobierno es, principalmente, administrar el Estado que, aunque se llame plurinacional y comunitario, en realidad no lo es todavía; el Estado boliviano continúa siendo capitalista, colonialista, machista, que recibe aún el yugo imperialista de Estados Unidos y de las transnacionales del capitalismo.

No es ninguna novedad que cuando se administra el Gobierno surjan diferentes puntos de vista, muchas veces contradictorios. Ahí es importante la capacidad de argumento, la calidad de las propuestas y la proyección visionaria de las miradas. Por lo tanto, la crítica mía no es a la contingencia de posibles choques entre puntos de vista, pues no son angelitos quienes están en los asuntos que hacen al Gobierno, son humanos y son compañeros y compañeras. Lo que quiero visibilizar es que no cambia el machismo en las metodologías, las discusiones, críticas y sobre todo en las decisiones. Siguen siendo asuntos de un grupito de machos, es decir, un grupo de compañeros hombres que no salen de su visión machista donde las mujeres no cuentan, las mujeres son apoyadoras de ellos. Eso es lo que no cambia a pesar del proceso de cambio.

Por otro lado, tenemos nuestras más grandes organizaciones sociales de mujeres que —en lo que se refiere a su dirigencia— siguen ese juego machista, de ser las apoyadoras de uno o de otro, papel muy ingrato para las luchas de las mujeres en nuestras comunidades. Necesitamos defender nuestros puntos de vista, pero para eso tenemos que tener nuestro punto de vista y no tener los ojos cerrados y mirando solo por los ojos de nuestros hermanos y compañeros.

Somos las organizaciones de mujeres que tendríamos que estar reconduciendo el proceso, sacarnos de las peleas intestinas que no son de propuestas, que no son sobre temas profundos que hacen al “vivir bien”. Por ejemplo, no se discute sobre las fortunas que hoy la banca privada acumula a costa del proceso de cambio, o el gran envenenamiento que hacen nuestros hermanos cooperativistas mineros que dicen ser indígenas, pero son colonialistas, extractivistas y envenenadores de nuestra Madre Tierra, y nadie les pone en su lugar. En Santa Cruz, las wawas se están muriendo por falta de dinero y se pelotean entre gobernación y ministerio, cuando los ministros podían hacer, aunque sea “vaquita”, para salvar las vidas de nuestras wawas. Las peleas entre “los líderes” no parecen ser sobre problemas que tienen que ver con el rumbo político ideológico de nuestro proceso revolucionario, no nos muestra el camino para acabar con todas las opresiones.

Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.