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‘Suicidio político-electoral’

SAUDADE

¿Qué pasaría si el MAS-IPSP, que desde 2005 gana las elecciones generales con mayoría absoluta de votos, concurriera dividido en los comicios 2025? ¿Cuán (in)evitable es tal escenario: evistas, por un lado, arcistas, por otro? Asumiendo el carácter especulativo de la indagación, se trata hoy de una cuestión relevante en el campo político boliviano. Por ello, sin intención predictiva sobre un futuro que ya está tocando la puerta, cabe tentar algunos escenarios probables.

No es necesaria la aritmética para asumir que el actual instrumento político, que gobierna el país desde hace casi dos décadas, solo podrá lograr una nueva victoria electoral si se mantiene unido. El ejercicio es simple y lo planteó con lucidez crítica el exvicepresidente García Linera. En el supuesto, incierto, de que el masismo conserve su respaldo mayoritario en las urnas, la escisión provocaría que ninguno de sus dos candidatos se acerque al 50% de votos.

Los números importan. A reserva de cómo se dirima, si acaso, la “posesión” de la sigla para la selección del binomio presidencial, el MAS-IPSP podría terminar su ciclo en 2025 (con deplorable sangría previa) si el evismo y el arcismo no encuentran/ acuerdan pronto algún mecanismo, al menos de procedimiento, para encauzar la gran decisión electoral. Pactar una tregua y esperar las primarias parece razonable, pero ni el estatuto orgánico ni los tiempos políticos dan para eso.

Es evidente, entonces, que la actual disputa interna en el masismo, con riesgo de ruptura, constituye un “suicidio histórico-político- electoral”, como advirtió García Linera. Ni Evo ni Lucho, separados y compitiendo entre sí, ganarían en primera vuelta. Y sus probabilidades en la segunda contra un tercero son más dudosas. Dependerá también de lo que (no) haga la oposición, hasta hoy fragmentada, opaca, carente de liderazgo y de proyecto de país. Sin frente único ni su Bukele a la vista.

Como sea, más allá del próximo ciclo electoral y de las mezquindades partidarias/personales en este tiempo de las cosas diminutas, están en juego cuestiones sustantivas: la unidad del campo plurinacional popular, el horizonte de transformaciones, la agenda del proceso posconstituyente. Cierto que mantener la estabilidad económica es fundamental en medio de la kamanchaka (Calderón dixit), y se aprecia, pero no es un proyecto ni, menos, una alternativa de futuro.

¿Hasta dónde están dispuestas a llegar las facciones hoy enfrentadas del MAS-IPSP en su penoso espectáculo interno descalificador, alentado y celebrado por la oposición y sus operadores mediáticos? Cuidado que con tanto mucho demasiado ruido —como comprobó Sabina— no escuchen el final.

 FadoCracia blasonada

1. Los escudos de armas, todos ellos,  por definición, son feos. Ninguno se salva.Son feos, inútiles y, por tanto, prescindibles. 2. Como toda representación, expresan identidad. Pero también dividen: mi escudo le pega a tu escudo. 3. En general, los símbolos pueden ser cosa seria. Hay quienes los aman (hasta los besan). Y no faltará alguno dispuesto a morir por ellos: el linaje, los escudos, la bandera. Ni hablemos de la Patria. 4. Claro que también están los que desprecian tales símbolos. Y los critican. Como María Galindo, que en pleno corso carnavalero les dijo a los cruceños que su escudo de armas es una copia y un símbolo “colonial, vacío y triste”. 5. Tremenda blasfemia. Seis concejales se sintieron agraviados. Y en sesión veloz y (muy) ordinaria le regalaron a María el homenaje de declararla persona non grata. 6. Todos los blasones heredados de la Colonia son superfluos: castillos, leones, coronas, armas, cruces. Son vanos también los de la República. Y los del Estado Plurinacional. 7. El mejor escudo/trinchera es el que no se necesita.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.