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El reto de los nuevos agrupamientos internacionales

CIUDAD FUTURA

Las consecuencias internacionales de la guerra en Ucrania tienen mucho mayor alcance que cualquiera de los otros conflictos militares que se despliegan en esta época en el mundo. Baste mencionar, por ejemplo, el enorme aumento de la producción de armamentos, municiones, artefactos electrónicos y otros pertrechos bélicos que está siendo impulsado en varios países del mundo, con el consiguiente desvío de recursos financieros que se restan del cambio climático, pero así también la reubicación de importantes cadenas globales de valor, en el contexto del desacoplamiento hacia localizaciones más próximas, especialmente en el caso de los Estados Unidos.

En efecto, con el objetivo de garantizar su seguridad nacional, los Estados Unidos han adoptado una serie de medidas para la relocalización de la producción de microprocesadores de alta potencia hacia su territorio o su vecindario próximo, al propio tiempo que tratan de bloquear el acceso a dichos componentes por parte de Rusia y China.

Lo que se puede designar como un neoproteccionismo estratégico constituye en los hechos un impulso efectivo hacia la fragmentación del orden económico internacional vigente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, bajo el predominio de los Estados Unidos y sus aliados de Europa occidental en el marco transatlántico, y con Japón, Australia y Corea del Sur en la zona del Pacífico Sur. Empezó esto como respuesta al desafío planteado por la irrupción de la China en cuanto único país con potencial para disputar la primacía de los Estados Unidos y sus aliados en el establecimiento de las reglas, normas y valores de las relaciones económicas internacionales, pero se ha acelerado a partir de la invasión de Rusia a Ucrania.

Al cabo del primer año de esta guerra, parece que se abre una nueva etapa caracterizada a la vez por exigencias de armamentos más potentes, por un lado, así como de importantes iniciativas de mediación conducentes a propiciar el inicio de las negociaciones diplomáticas, por otro. A tales efectos, se requiere, sin embargo, que los actores involucrados directamente y sus respectivos respaldos indirectos definan los objetivos políticos que enmarcarían dichas negociaciones.

La reciente visita de Biden a Ucrania y Polonia y luego su reunión con los países bálticos (Estonia, Lituania y Letonia) y los países pertenecientes a la ex Unión Soviética (Bulgaria, República Checa, Estonia, Polonia, Hungría, Rumania y Eslovaquia) ha dejado establecido que los Estados Unidos ejercen y ejercerán el liderazgo de las operaciones de la OTAN, con lo cual Alemania y Francia pasan en realidad a un segundo plano. Este desplazamiento pone en evidencia que está lejos el momento en que la Unión Europea pueda constituirse en un actor internacional con autonomía suficiente para garantizar su propia seguridad y defensa.

Otro alineamiento destacable estriba en la decisión de ampliar el BRICS con la inclusión de Arabia Saudita, Egipto y Turquía, por una parte, y de Argentina, por otra. Dicha ampliación podría hacerse efectiva en la reunión que tendrá lugar en África del Sur en el segundo semestre de este año.

Este breve recuento pone una vez más de manifiesto la necesidad de que América Latina realice todos los esfuerzos diplomáticos necesarios para adoptar una posición unificada frente a las nuevas realidades geopolíticas que se vienen consolidando en el mundo.

Parece algo imposible a partir de las diferentes posiciones de los países latinoamericanos en la reciente votación de la Asamblea de las Naciones Unidas para que Rusia retire inmediatamente sus tropas de Ucrania.

Quizás se necesite diseñar entendimientos parciales por etapas. El primer paso podría consistir en una concertación de prioridades suramericanas, que facilite el restablecimiento de Unasur en mejores condiciones que en el pasado.

Horst Grebe es economista.