Voces

Wednesday 22 Mar 2023 | Actualizado a 07:24 AM

A la deriva

/ 16 de marzo de 2023 / 01:22

La certeza es la deriva, contradictoria afirmación de una realidad que fueron construyendo sus actores en el devenir de este tiempo. Se consideran la totalidad hegemónica como síntesis del departamento y el faro nacional, más allá de ellos lo que existe como opción es solo sumarse a la lumbrera del establishment de la cruceñidad. Tal es esta realidad que el país está condicionado a girar en el engranaje cívico.

Cuando hablan lo hacen a nombre del departamento, cuando determinan una medida de presión lo hacen a nombre de Bolivia y cuando convocan a los políticos de las derechas, lo hacen a nombre de la democracia; millones de bolivianas y bolivianos estamos condicionados a la táctica y estrategia diseñada en el comiteísmo por el bien de nuestras familias, de nuestra fe, de la propiedad privada y de nuestro futuro.

Son en sí mismo la razón, convocan a cabildos para dar lectura al decálogo, con la aclamación de los feligreses luego de afirmar que el país ya decidió. Los que no acatan este mandato son declarados enemigos de la democracia y del pueblo.

Cuando ingresaron al Palacio con la Tricolor y la Biblia expulsaron la wiphala, a los ateos, a los indígenas, recuperaron la República, la democracia, le devolvieron el púlpito del poder a sus propietarios e instalaron el paraíso terrenal.

Es la narrativa que les permite autoconsiderarse como los predestinados a abanderar cualquier bandera, con la única condición que sea opuesta a lo que huela a indígena, originaria, campesina, popular y de izquierda.

Con el recuerdo corto enumeraremos esa predestinación. Calvo, sucesor o heredero de Camacho en el comité cívico, en febrero de 2020 ofició de ser garante de la “revolución de las pititas” y convocó a Santa Cruz su santa sede a toda la crema política de las derechas, asistieron Jeanine, Murillo, Mesa, Tuto, Camacho, Ortiz, parecía la convención de los republicanos de Trump, el objetivo tener una sola candidatura electoral, la fórmula de esa decisión no pasaba por un mínimo ensayo democrático, sino por una orden cívica. Por el resultado de esa orden llegamos a la conclusión que todos asistieron para salir en la foto.

Los indios, obreros, vecinos, agrupados en la confederación de campesinos, la COB y las juntas vecinales de El Alto decidieron movilizarse para que se cumpla un principio de nuestro Estado y sociedad: la democracia, pero al clásico estilo de la dictadura de los años 70 o del moderno bolsonarismo —Calvo y Murillo—, acudieron a la represión, a la descalificación y los acusaron de ser responsables de la muertes por la pandemia y los calificaron de ser bestias humanas; sobre los indígenas que fueron vejados, golpeados en mayo de 2007 en Sucre por autoridades políticas, académicas y cívicas, al momento de ser éstas indultadas por sus crímenes penales y raciales por Jeanine, ésta calificó a los indígenas humillados como “salvajes”, al igual que a los vecinos aymaras de El Alto que marchaban por su wiphala, los consideraron “hordas delincuenciales”.

Calvo convocó a todo el movimiento cívico a Sucre en 2023 para sacar a patadas de la Fiscalía a Lanchipa, acudieron al llamado los de la Resistencia Juvenil Cochala y la Unión Juvenil Cruceñista, fueron un grupo que apenas logró bloquear una esquina, quemaron llantas, pintarrajearon las paredes de la “ciudad blanca” y por las noches, como denunciaron los vecinos, los jóvenes rebeldes terminaban consumiendo alcohol y droga; Calvo se esfumó en el anonimato.

Ante su derrota electoral impulsaron que las damas religiosas de la élite cruceña, a nombre de la democracia, fueran a orar de rodillas a los cuarteles para pedirles a los militares que tomen el poder e impidan que jure a la presidencia al binomio que el pueblo eligió democráticamente.

El pasado año llevaron a su pueblo a un suicidio económico con una huelga por el Censo de 36 días. ¿Qué lograron? Que se ratifique mediante ley lo que el Gobierno propuso, el Censo será en 2024, ahora Zvonko Matkovic le refriega en la cara a Eva Copa y le dice que habrá censo gracias a su lucha.

Sus últimos cabildos les aprobaron lo que ellos urdieron: nueva relación de Santa Cruz con Bolivia y revocatoria de mandato presidencial, es una bandera sin mástil y que está arreada y que solo flamea en sus entrevistas mediáticas. Hoy se aferran a la Gobernación utilizando a Camacho como símbolo de su resistencia para administrar los recursos públicos como su propiedad y convierten a Larach en heredero de la deriva.

Santa Cruz es la expresión de lo plurinacional, el establishment es la síntesis del núcleo oligárquico de la cruceñidad y no de lo plural, están llevando a la deriva al departamento más poblado, porque nunca oyen a lo popular, al migrante nacional, se ven a sí mismos, creen que son la Patria al igual que la oligarquía minera, como dice Almaraz, su desprecio por nuestra Bolivia Plurinacional alimenta su colonialismo racial.

César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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Nuestra fe no es la del clero

/ 2 de marzo de 2023 / 02:13

El debate que nunca dejará de ser actual es sobre la Religión, las iglesias y las autoridades religiosas. El sentido común —inconscientemente— nos lleva a creer y confundir que las iglesias son una institución física terrenal —los edificios—, las autoridades de la Conferencia Episcopal Boliviana, cardenales, arzobispos, obispos, pastores son la palabra del Señor; por lo tanto, infraestructura y autoridad son la Religión en nuestra fe. Los que no van a misa, no van a la casa del Señor, los que no escuchan el sermón del padre o pastor, no escuchan la palabra del Señor.

Esta narrativa religiosa es necesaria, imprescindible y obligatoria para dotarse de la aureola espiritual y los fieles —rebaño del Señor— creamos conscientemente que nuestro Señor se manifiesta a través del sermón. Por eso que las máximas autoridades religiosas —católicas y cristianas— se arrogan el derecho de hablar a nombre de Dios y de sus fieles, su palabra es la “verdad”.

El libertador Bolívar en su mensaje desde Lima, en mayo de 1826, a los miembros (porque todos eran hombres) de la Asamblea Constituyente que elaboró y aprobó la primera Constitución, sobre la Religión expresaba: “En una Constitución Política no debe prescribirse —ordenar o decidir obligatoriamente— una profesión religiosa… ¿Podrá un Estado regir la conciencia de los súbditos, velar por el cumplimiento de las leyes religiosas, y dar el premio o el castigo, cuando los Tribunales están en el Cielo y cuando Dios es el Juez? La inquisición solamente sería capaz de reemplazarlos, en este mundo. ¿Volverá la inquisición con sus teas incendiarias?”. El Libertador era católico, pero exhortaba a los constituyentes que declaren a la República como no confesional, prediciendo visionariamente el poder que tendrían las autoridades católicas en la República, como lo tuvieron con la invasión en la Colonia. La Constitución de noviembre de 1826, promulgada por el mariscal Antonio José de Sucre, no declara a la naciente República como católica, pero cuando los hijos de la Colonia, criollos y mestizos, se hicieron del poder y los libertadores ya no eran parte de las autoridades políticas —Bolívar renunció a su condición de Presidente y Sucre fue asesinado—, en la Constitución de 1831 declararon que “la Religión Católica, Apostólica, Romana es de la República… el gobierno la protegerá y hará respetar”; constitucionalmente expresan su subordinación a Roma y con ello la importancia para el poder de la jerarquía eclesial.

La espiritualidad es parte de la subjetividad de los pueblos, el valor y la fuerza no están en función de las creencias, sino en la utilización de la “fe” que tienen las élites religiosas en las sociedades y en el Estado, por ello es importante expresar que hay visiones ideológicas dentro las religiones, la jerárquica clerical que representa la versión oficial mitificó el poder y era parte del mismo.

Kant, quien era creyente, en su obra La religión dentro de los límites de la mera razón, expone esta diferencia entre religión y clericalismo teológico/político, sentencia el actuar de la jerarquía, y expresa: Tantum religio potuit suadere malorum! (¡Cuánta maldad ha podido inspirar la religión!). Es crítico a la utilización de la fe con acento político por el clero.

No es casual que esta jerarquía, en tiempos de crisis de los gobiernos del neoliberalismo, actuaba como mediadora, no para resolver la demanda popular sino para darle oxígeno al poder.

Al escuchar las palabras del arzobispo emérito, el español Jesús Juárez, quien fue parte de ese tiempo como actor y mediador, expreso que lo que sucedió en 2019 “no fue golpe, fue fraude”, en la misma línea de la CEB, sin aportar una sola prueba que valide sus afirmaciones. Es más, denominan a la reunión en la Universidad Católica que designó a la Presidenta y al llamado que hicieron el 11 de noviembre exigiendo que salgan las FFAA, como los actos para garantizar la paz de las “hordas indígenas” que amenazaban el juramento del gobierno pacificador.

Los asesinatos y masacres de El Pedregal, Huayllani, Sacaba y Senkata no merecieron una homilía dominical que condene al gobierno, por el contrario, en la misma narrativa de los exministros Murillo y López en el Memorándum( memoria de los hechos del 2019) de la CEB, expresan que las muertes fueron “producto del enfrentamiento”, afirman su verdad celestial sin sonrojarse. El testimonio de los testigos y de los familiares que también son creyentes, que describen la forma como fueron asesinados en noviembre, no tiene valor, la advertencia que hiciera el libertador Bolívar del retorno de la inquisición o de Kant sintetizan el actuar de la nobleza clerical.

Espinal, en su militancia católica irreverente, sentencia a quienes le quitaron el espíritu rebelde: “Sabemos que el Evangelio es hiriente, pero nos lo hemos acomodado; hemos hecho de él un texto de conformismo y vulgaridad. Nos sirve para defender la propiedad y nuestros privilegios”.

César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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El odio, camino a la implosión

/ 16 de febrero de 2023 / 02:53

La condición de sujeto histórico del bloque campesino, indígena y popular (BCIP) emerge de la ideología anticolonial y de su memoria larga, como horizonte y perspectiva del presente, que derrota democráticamente al bloque de poder político-económico del republicanismo colonial y capitalista.

Es otro tiempo estatal, que está condicionado para materializar su mandato a las reglas de la democracia liberal representativa.

El golpe de 2019 liderado por grupos que se cobijan en la República, violentaron el sistema de gobierno del republicanismo e impusieron un gobierno de facto con el auspicio de la Iglesia, las embajadas de Brasil, España, la OEA y de la Unión Europea, prescindieron del soberano para arrogarse la facultad de decidir quién sería presidenta.

El golpe no busco solo derrocar al gobierno, sino desarticular y destruir vía persecución al BCIP. Esta segunda fase simultánea al golpe fue de resistencia movilizada y activa, los momentos decisivos fueron: cohesión interna de la organización política y social, en enero la candidatura unitaria y en agosto, movilización nacional para imponer fecha para la realización de las elecciones. La cualidad fue la unidad, la facultad de decidir estuvo en el soberano.

La fuerza y el valor del proceso está en la unidad del bloque, con estructuras políticas, sindicales, territoriales y culturales que posibilitan la presencia en todo el territorio nacional.

En esta segunda fase del proceso, la unidad empezó a ser el factor de tensión, el tema de la división alimentó la agenda pública y mediática desde inicios de 2021, ya no como una posibilidad sino como una certeza divulgada ampliamente por los “analistas independientes”, al extremo de titular “crónica de una división anunciada”.

La división es la narrativa principal, la fuente de esta crónica anunciada es la “ambición de poder”, es decir el libreto que nos imponen —los enemigos del proceso— a partir de valores negativos, se amplifica permanentemente con mayor folclor incorporando palabras, “renovadores vs. radicales”, no como categorías sino como adjetivos, porque son utilizados como diferencia, para descalificar al otro. Los voceros de estas “corrientes” surgen desde fuera y dentro con amplia cobertura mediática, con ribetes de sensacionalismo; para darle una apariencia ideológica se recurre al sufijo ismo (sustantivo que se refiere a doctrina o teoría), “luchismo vs. evismo”, ideologizan la crisis y la división.

Con mayor o menor intensidad, en diferentes escenarios y lugares, es la agenda de discusión, de alusión, de autoidentificación, ingresamos en el campo que los enemigos construyeron y necesitan.

La división tendría un efecto crítico al interior del bloque y debería favorecer a las oposiciones, pero contrariamente a las ambiciones imperiales, las encuestas muestran que las derechas no capitalizan el efecto de la división, por ello que la división deja de ser el plan A y despliegan el plan B: la destrucción del bloque político y social, clausurando indefinidamente el proceso.

Esta estrategia de largo aliento se constata en las declaraciones de Laura Richardson, jefa del Comando Sur de los EEUU, en un evento del Atlantic Council (think tank vinculado a la OTAN): “tenemos muchas elecciones importantes en lo inmediato… en esta perspectiva de seguridad nacional, a EEUU le queda mucho por hacer en América Latina, y tenemos que empezar nuestro juego.” La destrucción empieza a operarse sin ingenuidad y con mucha habilidad y maldad, ya no solo como ataque externo sino como implosión, descubrieron que el ataque enemigo nos cohesiona, pero la pugna y el enfrentamiento interno es el factor que nos destruye.

Los ejes discursivos aparentan corrientes ideológicas, en los hechos son solo frases que sintetizan el vacío ideológico de quienes lo expresan pero que tienen un fuerte daño, casi irreparable. El insulto, la descalificación, la amenaza contra el principal líder indígena antiimperialista de este proceso y a la familia del Presidente, vertidos por parlamentarios, dirigentes, en los grupos de WhatsApp desde el anonimato, alimentando el odio, el enfrentamiento, la ruptura; a esta velocidad, la autodestrucción es la certeza.

Al igual que la ultraderecha se ufana de sus glorias raciales, los promotores internos de la implosión se vanaglorian de sus dichos, mientras más insultan, más aplausos cosechan, se sienten en la cúspide de su ego. El matonaje político y el insulto están sustituyendo a la militancia y al debate ideológico.

Esta rutina se está normalizando, genera un tipo de relaciones en la militancia, aflorando en las subjetividades sentimientos de odio contra el otro dentro el mismo bloque.

La estrategia no solo es la división sino la implosión para la destrucción, bailar al ritmo que imponen es asistir a la fiesta de restauración del orden servil al imperialismo que desterramos democráticamente a la cabeza del bloque indígena, campesino y popular en 2005.

César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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Todo es cabildo

/ 2 de febrero de 2023 / 01:16

Todo es cabildo y no importa cuántos se reúnan, hablan a nombre del departamento y del país. El cabildo y la asamblea son instituciones políticas que fueron discutidas en la Asamblea Constituyente e incorporados en la Constitución, esto significa una transformación sustancial de la democracia liberal representativa; lo colectivo y la deliberación son escenarios propios de la forma organizacional de nuestros pueblos, organizaciones y la sociedad plural que tenemos en el país.

Al ser una institución constitucional el cabildo, la validez y legitimidad no están en la simple enunciación como hecho dado, sino en cumplimiento del requisito principal, la participación de ciudadanos. El segundo elemento, el alcance de la participación está en función del temario a deliberarse. Y por último, la validez legal de la participación y de las conclusiones tiene que ser certificada por el Tribunal Electoral Departamental (TED).

Pero contrariamente a lo que norma el Estado de derecho plurinacional, la sin-razón es la racionalidad contemporánea de quienes creen que tienen el derecho absoluto y divino de poseer la verdad por encima del soberano, de la democracia y del Estado.

El Comité Cívico cruceño, para legitimar el conflicto sobre el Censo el año pasado, convocó al cabildo; la validez del evento para los organizadores —gobernador y cívicos— estaba dado en la imagen simbólica y mediática, medios de comunicación influyentes titularon “más de un millón de asistentes al cabildo”. Entonces, el “cabildo del millón” decidió. Los cívicos construyen su narrativa a partir de este colchón mediático.

El TED que fue electo por la Asamblea Departamental de Santa Cruz participó como veedor del evento a solicitud de los cívicos —como dice la Ley de Régimen Electoral—, certificó apoyado en datos técnicos que solo asistieron un cuarto de millón, la realidad supera la ficción, pero la ficción es la verdad de los cívicos.

La ficción es su sentido común, se autonombran el summum de la democracia y la libertad. Se congregan al estilo del Vaticano los iluminados y deciden convocar a un gran cabildo nacional, el libreto empieza a circular por los medios: el 25 de enero desafiarán desde las multitudes a los poderes constituidos porque no los representa, los 3.394.052 (55,11%) que eligieron al Gobierno no tienen validez.

Los medios, a través de sus cuentas de Facebook, empiezan a transmitir las concentraciones en las nueve capitales, entrevistan a los asistentes, falta levantar el telón para mostrar las multitudes, pero la ficción nuevamente es superada por la realidad.

En Sucre, “capital de la república” como les gusta nombrarse, en la ciudad de Sebastián Pagador, en la chura Tarija, en la Llajta, en Nuestra Señora de La Paz, en la ínclita Villa Imperial, la multitudinaria concentración llenaba apenas un salón de fiestas. En Santa Cruz, el Cristo Redentor vio que sus feligreses eran los mismos de siempre, pero reducidos.

No quiero desvalorar a los que asistieron, pero tampoco puedo aceptar que usurpen la voluntad soberana y democrática del pueblo y se arroguen un derecho a nombre de millones, que no lo tienen.

El valor de las concentraciones no está determinado por el nivel de participación —para los organizadores—, sino por la lectura de las conclusiones. Nuevamente empieza a imponerse la ficción y la narrativa que envuelve el evento son los medios de comunicación, los que presentan el hecho: “Bolivia se pronunció y da un plazo al Gobierno para dar amnistía, sino revocará su mandato”.

La fuerza simbólica de su enunciación está en disfrazar cualquier mitin en cabildo, porque no podrían expresar que la reducida reunión de ciudadanos pide el revocatorio, requieren de un ropaje y la mejor forma es presentar una brisa de otoño como una tormenta de verano, la ficción es su verdad.

Los promotores e impulsores desfilan en la pasarela mediática para divulgar con tono de amenaza que “Bolivia ya habló y decidió”, e intentan agendar como debate ya no los cabildos sino las conclusiones, dando pie a la justificación entrevistando a los eternos analistas “independientes”, pronosticando una posible crisis de Estado si no se atiende la demanda de los ciudadanos.

En esta línea, la próxima reunión de Mesa, Doria Medina, Tuto, Camacho, Áñez, Almagro, presencial o virtual, lo denominarán como el “cabildo de líderes de las multitudes”, que exigen no solo la renuncia del Presidente sino la abrogación de la Constitución y volver a la República. La ficción seguirá siendo su narrativa y tendrán cobertura mediática nacional.

Para los promotores eternos de la desestabilización, la ficción y las fake news son su instrumento para inducir a reacciones que derivan en violencia racial y política, el efecto es mostrar una realidad prefabricada donde el Presidente y autoridades del gobierno popular de izquierda son enemigos de la voluntad popular expresada en los cabildos. A estos cabildos, la sabiduría popular los denomino “cabildos de Alasita”.

César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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Fascistización

/ 19 de enero de 2023 / 01:11

Varios Estados republicanos liberales están siendo gobernados por organizaciones políticas ideológicamente fascistas; en aquellos países que son liderados por gobiernos de izquierda y progresistas se impulsa las rupturas institucionales a nombre de la democracia, la libertad y la religión para tener el control del gobierno, el germen previo a ello es la fascistización de sectores de las sociedades, como la forma que “legitima” las acciones de violencia como necesarias e imprescindibles.

En nuestro país están empleando e impulsando técnicas de conflicto social, validados discursivamente en y por los medios de comunicación utilizando fuentes académicas, políticas, religiosas, sindicales, indígenas que le dan el ropaje de “sentido común” para presentarse como la verdad del todo: “somos el pueblo cruceño; somos el pueblo boliviano; somos las mujeres de fe, etc.”, y reducir a lo plebeyo como el enemigo identificado por ellos como: “masistas, sindicalistas, cocaleros, indigenistas, bestias humanas”, como categoría negativa para la sociedad.

La exacerbación de la idea, el fundamentalismo de su (sin)razón parte de la autovictimización para presentarse como víctimas del Estado verdugo personificado en un gobierno de “indios y comunistas totalitarios”, por ello la utilización recurrente de “democracia y libertad” es la simbología imprescindible para presentarse públicamente.

Las plataformas que utilizan para posesionar consignas en representación de la totalidad de la población son círculos que no emergen de la institucionalidad democrática republicana, sino de cierta “institucionalidad” selectiva, corporativa, censitaria que son las “asambleas de la cruceñidad, de la paceñidad, de la cochabambinidad, de la potosinidad, etc.”, lo selecto de la representación es similar a los tiempos de la dictadura, donde un grupo de personas se arroga la facultad de decidir e imponer.

El escenario disponible son los centros urbanos de capitales, lo que les permite apelar al chauvinismo regionalista; su forma de manifestación pública son las tomas violentas de las rotondas, avenidas, instituciones públicas, quemas y saqueos de infraestructuras públicas y privadas; el eje discursivo/justificativo gira en torno a que el Estado está dirigido por un gobierno —democráticamente elegido— que no los representa, la decisión de millones de bolivianos y bolivianas que se expresaron democráticamente en las urnas no tiene ningún valor, lo que cuenta como valor son los escenarios selectivos y elitarios donde deciden a nombre de todos.

Asumen la diferenciación como sentido de superioridad, separan cultural y no geográficamente la ciudad del campo, a las zonas populares y de migrantes del campo las ven como los avasalladores de su modo de vida civilizada, nos demuestran el sentido colonial racial del ser material, su blanqueamiento es física e ideológica frente al “otro” considerado inferior y ahora enemigo.

La religión es el dispositivo ético, pero no se entiende como la espiritualidad de hombres y mujeres en la creencia de lo divino, sino lo que se impone como religiosidad es a partir de quienes disponen monopólica y verticalmente del púlpito, ahí, la palabra del obispo, del pastor a nombre de Dios es el paraguas celestial para imponer, validar y bendecir lo que las élites deciden.

La fascistización ideológica no está concentrada en lo denso de su concepción, sino reducida a la simbología, a la frase, a la consigna, lo que busca es la exacerbación del individuo, convertirlo en reactivo e impulsivo no para enarbolar su ideal sino para enfrentar y destruir al enemigo que atenta contra lo que ellos consideran su “razón”.

La violencia racial y política se constituye en lo común, en lo cotidiano, en la normalidad del conflicto, su forma de resolución es la eliminación del “otro”, ese es el sentido dramático que nos está impulsando la fascistización de sectores de la sociedad.

Estamos asistiendo al tiempo donde la institucionalidad republicana de la democracia representativa será desechada, porque no es el medio que permite a las derechas llegar al gobierno por decisión soberana del pueblo, necesitan imponerse, no como opción de gobierno sino como fuerza de la sin-razón.

Dos ejemplos inmediatos: mujeres católicas y evangélicas, luego de conocerse el triunfo del MAS en 2020, fueron a orar de rodillas a los cuarteles y pedir que los militares tomen el gobierno a nombre de la democracia; en Brasil, grupos de la ultraderecha bolsonarista ingresaron violentamente a los símbolos de la República impulsando un golpe de Estado. En ambos momentos el eje es el mismo, a nombre de Dios, la Patria, violentan la democracia para defender la democracia y la libertad.

El fascismo fue y es enemigo del Estado de derecho, de la democracia, de la libertad, del pluralismo, del pensamiento revolucionario y liberador.

César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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No caer en la tentación

/ 5 de enero de 2023 / 02:05

La estrategia política para acceder al poder en el republicanismo es por la vía democrática liberal representativa (DLR) o por golpes de Estado, el paso previo es la certidumbre de ser poder.

En los tiempos posdictadura y neoliberalismo, la DLR se convirtió en el credo del sistema político, porque tenían en la alternancia el monopolio del poder, se consideraban a sí mismos Estado y sociedad democrática.

Esa democracia era el medio y el fin para preservar el poder, donde las minorías electorales se convertían en mayorías parlamentarias arrogándose el derecho de decidir sobre el soberano y designar gobiernos, eran tiempos donde la ciudadanía política era considerada usuario electoral, con capacidad solo de votar y no de elegir.

Dentro la lógica de este poder constitucionalizado se transformó la democracia el 18 de diciembre de 2005. El soberano por primera vez eligió a sus principales autoridades políticas, este hecho fundacional para la DLR dejó de ser restringida al pueblo, le quitó la facultad al parlamentario y al partido político, y le dio la facultad de decidir al soberano, democratizamos la democracia.

Pero contrariamente a estas transformaciones, las derechas sin posibilidades democráticas de acceder al gobierno se convirtieron en plataformas y grupos antidemocráticos, que utilizan la democracia no para defender derechos sino para imponer consignas y agendas, amparadas en grupos fácticos de poder que son en esencia antidemocráticos, patriarcales y empresariales, como las iglesias, medios de comunicación y otros.

Ese límite se autoimpusieron sin horizonte democrático, necesitan reconvertir su estrategia que no pasa por reiterar los libretos electorales de sus derrotas constantes, sino por derrotar a lo que ellos consideran su enemigo: lo nacional popular.

El punto de partida de esta estrategia de laboratorio es crear la idea y convertirla en sentido común de la división del bloque indígena- popular y su organización política. Impusieron las hipótesis de bloques antagónicos de disputa por el poder, cada día los medios grafican con lujo de detalles y colores la “muerte anunciada” de la división; desde adentro reaccionamos en la dimensión que desean alimentando la división con frases, consignas que validan su hipótesis, unos con más folklore que otros desafiando al destino y perdiendo el sentido histórico del proceso.

El sentido de la época no fue un programa de gobierno ni una candidatura, sino un horizonte anticolonial-antimperialista y liderazgo indígena popular, estábamos más allá de lo electoral y la administración de gobierno, ese el valor que logró transformar la democracia y al Estado, que aún hoy perdura indefinidamente.

La continuidad de la estrategia —diseñada— es el enfrentamiento, pero ya fragmentados es vernos dentro lo nacional popular como enemigos, los medios alimentarán y el obispo desde la Catedral Metropolitana de Santa Cruz, en su homilía dominical, bendecirá lo planificado por los operadores criollos del Tío Sam. Ese será el tiempo de las acusaciones mutuas que no nos devolverán el tiempo perdido y la utopía quedará subsumida a la nostalgia.

La articulación dentro del bloque indígena popular con el Instrumento y el Estado es altamente compleja, llena de tensiones permanentes, porque es en este núcleo que está concentrada la política y por lo tanto el conflicto, que nos permite autorreconocernos.

En política, parafraseando a Zavaleta, el sueño de las victorias totales es tan absurdo como la guerra y las crisis; por otro lado, es sin duda un acontecimiento interpelatorio de primer orden, estamos en el tiempo posible de ir más allá de la línea divisora que en sí misma es devastadora, o por el contrario, fundacional de una nueva arquitectura organizacional y decisional, asimilar el horizonte que se amplió cuando recuperamos la democracia y el gobierno y al mismo tiempo —las derechas— redefinieron la estrategia de derrocamiento del bloque popular y cancelar indefinidamente el proceso de cambio.

Reconocer que nos interpela nuestra crisis implica redefinir nuestra respuesta para reconstruir el tejido político de lo nacional popular, tenemos la obligación ineludible de dejar atrás las consignas y frases sensacionalistas que explotan los medios e ingresar al debate ideológico que hace tiempo no tenemos, para desnudar nuestras debilidades y reencontrarnos en este nuevo tiempo con roles diferentes a los que tuvimos años atrás, pero con el mismo horizonte que dio origen al proceso de cambio.

La crisis es la oportunidad que determina indefinidamente el presente, ese es el valor de las decisiones, tuvimos la capacidad de estar a la altura del revocatorio en agosto de 2008 y recuperar el gobierno en octubre de 2020, seguimos avanzando, derrotando al enemigo del proceso; este momento no será la excepción, tenemos que aprender de las enseñanzas del golpe de 2019.

César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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