Voces

Wednesday 24 May 2023 | Actualizado a 09:22 AM

Posturas y posicionamientos

/ 24 de marzo de 2023 / 01:20

Una verdad de Perogrullo es que vivimos en una sociedad alta y constantemente politizada. A pesar de ello, no se puede negar que los últimos meses hemos asistido a una escalada en los niveles de politización —en clave de precoz electoralización— sobre todo dentro de los marcos donde se juega la política formalmente constituida, es decir, dentro de nuestro debilitado sistema de organizaciones políticas.

Si pensamos que la crisis de representación política se constituye, al día de hoy, un constante desafío acumulado que enfrenta nuestra escena política y a ello se le añaden algunos elementos relacionados con las características de las prácticas políticas en la actualidad (tribalización, identidad, polarización, desinformación, entre otros), nos encontramos ante una atmósfera altamente complejizada que acumula desafíos por sortear antes que condiciones para promover/facilitar la práctica democrática en sí misma.

Se sabe que los momentos electorales se constituyen en puntos altos para el ejercicio y la evaluación de la política y la democracia en sí misma y si bien estamos atravesando un periodo relativamente continuo y calmo de ejercicio y gestión pública para todas las autoridades electas en las últimas elecciones, también es cierto que los sucesos políticos que están emergiendo en mayor cantidad e intensidad en la agenda mediática van delineando una ruta que, al día de hoy, claramente buscan resolución proceso eleccionario mediante. O, por decir lo menos, apuntan a ser insumos de acumulación rumbo a la siguiente contienda electoral, la de nuestro bicentenario.

Como ha venido ocurriendo en los últimos años, la batuta de la temperatura electoral se mantiene en manos del MAS y del líder de ese partido, dejando en segunda línea el accionar e intencionalidad que se acumula dentro de las diversas oposiciones al partido de gobierno. En ese entendido, hechos concretos terminan de disipar algunas dudas en torno a los objetivos y posicionamientos, no solo dentro del masismo sino también en el campo de las oposiciones partidarias. Esto deviene en un precoz acomodo en las distintas veredas que están empezando la pugna para contar con una opción en la boleta electoral nacional del 2025, con la importante novedad de la confrontación interna que atraviesa el MAS.

Una reciente encuesta realizada por el proyecto Unámonos, da cuenta de que una de las nuevas realidades políticas sobre las cuales se va a desarrollar la disputa electoral venidera es un escenario en el que prevalece la polarización política que ha llegado para amenazar toda convivencia y diálogo social posibles, lo cual es corroborado por el dato de que el 51,9% de los encuestados en ese estudio escoge callar su opinión política como autodefensa ante las consecuencias disgregadoras que está llegando a tener el desacuerdo político. Este breve repaso de características de nuestra política refleja que no son los mejores tiempos globales, económicos, políticos, sociales ni mucho menos relacionales/ comunicacionales dentro del espacio público para hablar/hacer política.

Pero, quién sabe —y precisamente por ello— estamos ante los tiempos más adecuados (cuando no urgentes) para la toma y manifestación de postura y posicionamiento por la suma de voluntades y prácticas que apuesten por mantener lo suficientemente fortalecidos nuestros recovecos democráticos en aras de buscar, cuando menos, asistir a nuestra cita con el voto más claros, decididos y propositivos y menos confundidos, rabiosos y contaminados.

Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka.

Comparte y opina:

El malestar no tiene bando

El malestar no tiene bando. Y la y el nuevo votante se está construyendo día a día en este nuestro devenir

Verónica Rocha Fuentes, comunicadora

/ 19 de mayo de 2023 / 09:31

Un acercamiento simple nos puede llevar a preguntarnos por qué las votaciones al día de hoy son tan volátiles en nuestras sociedades latinoamericanas, como ha sido hace poco el caso chileno. Una sociedad que, a la luz de sus resultados electorales hace unos pocos meses podía pensar en la implementación de las máximas ideas progresistas en su Constitución y, de repente, hoy enfrenta la posibilidad de hablar de las mínimas o, incluso, de no tener una verdadera nueva Carta Magna.

Muchas de las lecturas que emergen en la escena chilena han llegado a hipotetizar sobre la existencia del “votante bipolar”, haciendo alusión a la o el ciudadano que a pesar de encontrarse en un extremo de nuestras sociedades polarizadas puede llegar a dar fácilmente un giro de 180 grados y ubicarse en el extremo de su inmediata posición, simplemente por una sensación circunstancial de malestar ante las instituciones. Al respecto, Daniel Innerarity diría que “el malestar se alivia radicalizando la propia posición ideológica”. Entonces, ¿en qué quedamos?, el extremo malestar y la sociedad del cansancio (como la denomina Byung-Chul Han) nos están llevando a la radicalización de nuestras posiciones y a habitar en los polos; o, nos están llevando más bien ¿a acercarnos a las posiciones contrarias a ellos?

Lea también: Resignificar la Asamblea en este tiempo

Los escenarios sociopolíticos que tienen lugar actualmente en la región latinoamericana, dan cuenta de que la gran mayoría de nuestros países han atravesado en muy pocos años una importante cantidad de profundos cambios. Sea por el fin de la ola del denominado socialismo del siglo XXI, sea por la crisis pospandémica o sea por el continuo crecimiento de escenarios de desinformación; lo cierto es que, al momento de afrontar escenarios electorales como mecanismo de solución de nuestras divergencias, el saldo da cuenta de que nuestras jóvenes democracias están en riesgo, cuentan con instituciones debilitadas y un electorado volátil en sus decisiones.

Las sorpresas y novedades en los últimos cinco años han sido múltiples: desde votaciones que, en algunos países con contextos polarizados políticamente dan giros radicales en la preferencia electoral hasta países que incluso manteniendo la misma línea enfrentan malestares internos que llaman a la parálisis y a la simple administración estatal en medio de la hostilidad predominante. En cualquiera de los casos, en lo que coincide el diagnóstico es que estos procesos se llevan adelante en democracias jóvenes y en proceso de erosión, por unas u otras razones. Además de ciudadanías que cada vez confían menos en la institucionalidad. Y con votantes con nuevas características, especiales demandas y múltiples fatigas/malestares.

En el caso boliviano, quizá la novedad reside en que las y los votantes fundados y alimentados en el malestar encuentran, por la predominante división interna del partido de gobierno, una fuente más de desazón que proviene desde la opción electoral mayoritaria. ¿De qué otra manera se explica la absorta mirada ante los hechos de corrupción dentro de una instancia ministerial (que no es la primera), muy a la par de las devastadoras sensaciones ante la inmoralidad de algunos miembros de la Iglesia Católica y el accionar delincuencial en la empresa privada encarnada en el Banco Fassil? ¿Qué tipo de soluciones o proyectos-país le está ofreciendo la institucionalidad democrática al gran cúmulo de bolivianas y bolivianos que tiene que presenciar la máxima corruptela multinivel ante sus ojos casi como factor cotidiano? Las condiciones están dadas. El malestar no tiene bando. Y la y el nuevo votante se está construyendo día a día en este nuestro devenir, sea para habitar un polo o sea para derrotar la moderación, como resultado. O, finalmente, como trinchera.

(*) Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Viejas y renovadas violencias

Mala noticia para nuestra capacidad de asombro colectiva, que crudamente normaliza la violencia

Verónica Rocha Fuentes, comunicadora

/ 5 de mayo de 2023 / 10:15

Apenas han transcurrido tres semanas desde la viralización de un escandaloso video en el que el líder espiritual del budismo, el Dalái Lama, protagonizaba un acto abusivo contra un niño que lo había visitado, este suceso reavivó la polémica en torno a las varias denuncias de este tipo que recaen sobre monjes tibetanos. Luego, este fin de semana, un amplio reportaje elaborado para el diario El País de España dio a conocer que en décadas pasadas se habían producido al menos 85 abusos a menores de edad por parte de un sacerdote español durante el periodo que él fungía como profesor en una escuela en el departamento de Cochabamba. Estos casos que, sólo son develados actualmente, realmente parecieran no significar una sorpresa para la sociedad en su conjunto ya que, lastimosamente, los casos de violencia sexual contra menores no son algo nuevo en la historia larga de las religiones, mucho menos de la católica. Mala noticia para nuestra capacidad de asombro colectiva, que crudamente normaliza la violencia como parte de nuestra historia.

Por otro lado —en inicio muy distinto— otro de los temas que viene asombrando y desafiando a propios y extraños desde su aparición a fines del año pasado, es la facilitación de acceso al mecanismo de la Inteligencia Artificial (concreta y puntualmente al ChatGPT) y los efectos que estas herramientas pueden llegar a tener en nuestra vida cotidiana, a medida que se van haciendo más accesibles. Al respecto, es curioso que las principales especulaciones respecto a su uso y funcionamiento hayan estado ligadas, primero, a la posibilidad de que la misma se constituya en una opción de reemplazo para diversas profesiones; posteriormente, se ingresó al debate en torno al rol que tendrían en los procesos desinformativos que alimentan incesantemente escenarios de polarización y desconfianza. Y, un poco después, empiezan a aparecer otros debates y ejemplos de usos y, en consecuencia, efectos de la masificación del uso de la Inteligencia Artificial (IA) en nuestras vidas, lo cual tiene incidencia —cómo no— en prácticas que de antaño tienen cabida en nuestras sociedades. Sí, concretamente: renovadas formas de violencias facilitadas por la tecnología.

Lea también: Hoy, ¿para qué o quién son las noticias?

Hace menos de una semana, una usuaria de TikTok puso sobre la mesa de discusión, con su caso como víctima en particular, los alcances que podría llegar a tener el uso de imágenes sin consentimiento sumado a las posibilidades que la IA abre. Concretamente hacía referencia a la generación de un “nuevo mercado” de falsa pornografía que violenta a mujeres generando desnudos apócrifos tomando imágenes de sus propias redes sociales y, por supuesto, sin el consentimiento de ellas.

El escenario en el que se desenvuelven las viejas y renovadas violencias de tipo machista y patriarcal parecieran oscilar entre su perseverancia a través del tiempo y su reinvención, avances tecnológicos de por medio. En un país que —sabemos— con creces (no) supera el debate desinformado en torno a la Educación Integral en Sexualidad que, vistas las cosas, podría ser un ladrillo más en este muro de antídotos que permitirían a las nuevas generaciones conocer y entender todo el abanico de posibilidades de ejercicio de violencia sobre los cuerpos.

(*) Verónica Rocha Fuentes es comunicadora

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Hoy, ¿para qué o quién son las noticias?

/ 21 de abril de 2023 / 01:15

El más reciente informe del Reuters Institute (2022) da cuenta del estado del sector informativo a nivel mundial y el consumo de noticias en sociedades pertenecientes a cuatro continentes. Si bien este documento no contempla la realidad boliviana, sí contiene datos sobre ocho países americanos, entre ellos Argentina, Brasil, Chile y Perú y, en consecuencia, puede acercarnos a un fenómeno que atraviesa incluso nuestra actual realidad nacional.

Los principales hallazgos de este estudio son elocuentes. De forma general, apunta a una caída general en la confianza hacia los medios (en el caso boliviano esto puede ser ratificado por recientes estudios de opinión locales), pero además de ello, documenta la caída en su consumo sobre todo en lo que respecta a los conocidos como “tradicionales” (concretamente televisión y periódicos), aunque esto también estuviera afectando a los medios digitales. En el detalle, el documento apunta que esta disminución responde a la desconexión de las personas con las noticias, lo que sería un efecto de la pérdida de interés en ellas, la dificultad de procesamiento de la información (sobre todo en audiencias juveniles y menos formadas) y el efecto adverso que causa en su estado de ánimo (“son repetitivas y negativas”, dicen las audiencias). Entonces, huelga preguntarse, ¿para qué o quién son las noticias?

Partiendo de los mencionados datos, resta pensar qué ocurre con la enorme cantidad de información noticiosa que, producto de la consolidación de una “sociedad de los datos”, se incrementa vertiginosamente desde hace décadas. Más cuando sabemos que los “quiénes” (las audiencias) están disminuyendo su consumo de noticias porque han perdido interés en ellas. Este desbalance deviene en una sobreoferta de unidades de información noticiosa respecto a una disminución en su demanda; que, como resultado, produce ruido antes que conocimiento.

Otra duda, si las audiencias no consumen las noticias porque encuentran dificultades en su procesamiento (lo que se corrobora fácilmente con los “rankings” de noticias más consumidas en nuestro país: usualmente simples, breves, faranduleras) en vez de estarlas utilizando para completar panoramas y enriquecer su visión de la realidad, ¿dónde pueden caer estas noticias que no se consumen por esta razón? Es bastante posible que estén siendo destinadas a volverse fragmentos descontextualizados con vida propia y, en consecuencia, insumos propicios para la manipulación.

Finalmente, cuando pensamos en que otra de las razones por las que muchas audiencias —sobre todo juveniles— prefieren no consumirlas con el fin de evitar un impacto en su estado anímico, en un mundo pospandémico y un país polarizado, corresponde preguntarse ¿dónde están yendo estas noticias? Posiblemente, estas “malas” noticias que “se repiten” son hoy simple y cotidianamente combustible argumentativo para atacar el pensamiento y las ideas de los otros con los que no se comulga.

No se trata de un descubrimiento. Las noticias, al día de hoy, antes de ser un objeto de consumo masivo diario para una mejor comprensión de la realidad, se están tornando en elementos que, sin un adecuado tratamiento/uso, tienden a desvirtuarse de su primigenio fin. Es decir: en insumos de desinformación antes que de información. Como audiencias, nos queda el reto de cultivar la capacidad de selección y jerarquización informativa antes que renunciar al consumo de noticias. ¿Y a los medios cuál les queda en este escenario?

Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Administrar la indignación

/ 7 de abril de 2023 / 01:50

Basta pasar solo un tiempo más del necesario en redes sociodigitales para que, en medio de toda la zozobra e incertidumbre económica global, algún creador de contenido empiece a convencerte de que estudios(os) varios de los efectos de la inteligencia artificial afirman que tu trabajo desaparecerá en dos, cinco, 10 años. Así, resulta bastante breve el tránsito que puede trasladar tu ánimo de una preocupación global ante escenarios plenos de incertidumbre por el futuro largo a la angustia por saber cuán pronto se especula que serás reemplazado por una máquina, siendo el siguiente paso la angustia por saber cómo conseguirás dólares en caso de necesitarlos. Esto, por supuesto, suponiendo que has accedido — como mínimo— a las comidas diarias necesarias porque tienes un trabajo que te preocupa mantener. Ya que —se sabe— las angustias son diversas, así como las desigualdades, así como las indignaciones.

Ha sido dicho, el indignacionismo es uno de los signos de esta época y, junto con la incertidumbre y la impotencia, se constituye en uno de los móviles más potentes que remueve, cuando no “reacomoda” la práctica política en sí misma, al día de hoy. Se sabe que la política, como instrumento de cambio, tiene múltiples formas de ser comprendida. Y aunque en diversos círculos se mantiene un importante interés por conocer los cambios en su comprensión y praxis para reinterpretarla en su capacidad como herramienta de cambio, lo cierto es que el futuro del ejercicio político no solo está quedando en reserva para unos cuantos interesados en ello, sino que además esos cuantos llegan a realizar este ejercicio a contracorriente, enfrentando el escarnio público, el linchamiento digital y la violencia tribal, por lo impopular que puede resultar creer (aún) en la práctica política. Y, vaya, que razones para ello no faltan, ya que la deslegitimidad pareciera avanzar de la mano de la descomposición, y también viceversa.

La realidad de la práctica política hoy, la ha llevado a desarrollarse alejada de las ideologías, lo que hace que su margen transformador sea limitado y que resulté más tentador (más facilón y, sin duda alguna, más seguro) optar por la antipolítica que va incluso más allá de la corrección política, carretera que —se sabe— tiene un alto potencial de conducción hacia los fascismos emergentes y en consolidación. Pues, huelga decirlo, con todos los problemas que enfrenta en las sociedades en las que vivimos hoy, la práctica política, la política en sí misma, no solo puede, sino que debe recuperar su carácter transformador.

Un momento en el que existen movimientos políticos, globales y locales, que están trabajando continua y abiertamente para despojar derechos colectivos adquiridos o frenar la consecución de otros, es un momento en el que la práctica política está siendo condenada a ser una herramienta de administración del indignacionismo y de la inconformidad, y un escenario que también puede terminar poniendo en la cuerda floja a la democracia como escenario de resolución de divergencias. En este momento político tan apocado, confundido e inmediatista, toca preguntarse hacia dónde se orientará la búsqueda de —ojalá— una mayoría en nuestro país en los siguientes meses/años: ¿un liderazgo ideológico, una opción electoral, un proyecto de país, una extravagancia aséptica o todo lo contrario?

Verónica Rocha Fuentes es comunicadora.

Comparte y opina:

Ruptura y reemplazo

/ 10 de febrero de 2023 / 03:06

Reemplazo. Una de las principales consecuencias que tiene el hecho de que el Comité Cívico pro Santa Cruz actúe como organización política siendo una entidad con fines cívicos, es que al ponerse en escena sobre el tablero político nacional somete su funcionamiento, naturaleza y características al escrutinio público nacional y eso es exactamente lo que ha ocurrido estas últimas semanas, en las que parte de la agenda política nacional ha sido ocupada por las elecciones que tendrán lugar el día de mañana y que determinarán la nueva directiva de esta instancia. A manera de lectura pedagógica, estas elecciones han permitido “desnudar” la naturaleza de esta institucionalidad ante los ojos del país que pocas veces volteaba hacia las dinámicas internas de esta institución.

Una obviedad como la que menciono en realidad refleja la nueva dinámica a la que a través de los años se ha ido sometiendo nuestra política nacional. Si bien, tampoco es nuevo el hecho de que muchos movimientos y organizaciones sociales ingresan a la arena política, toda vez que gran parte de la idiosincrasia política en el país es la “política en las calles”; en el caso del MAS el modelo es distinto porque la “fachada” de todo el conglomerado es un partido político, una instancia que en nuestro modelo político institucional se encuentra mucho más legitimada para entrar a la competencia electoral. Así, cuando se realiza el mismo escrutinio hacia el MAS en torno a su funcionamiento, la lectura se complejiza al tener que mirar simultáneamente al partido en su institucionalidad y al conglomerado social que es el Pacto de Unidad.

En el otro lado, en cambio, al día de hoy no existe una relación directa entre algún partido político y el Comité Cívico de Santa Cruz. Si bien muchas veces han existido posicionamientos y acciones similares que se han generado dando cuenta de algunas convergencias, algo que va quedando claro tras esta última disputa por el liderazgo del Comité Cívico cruceño es que el campo político cruceño, con las nuevas condiciones del encarcelamiento de su gobernador, saca a flote toda la heterogeneidad de posturas que existen dentro de él, ya sea respecto a su proyecto local, así como respecto a su relación con el poder central y el resto del país.

Ruptura. El hecho de que en la actualidad los proyectos políticos que representan el oficialismo y la oposición nacional se encuentren atravesando escenarios diversos de ruptura es decidor respecto a toda la compleja articulación que implica proponerle al país un proyecto de nación que unifique. Unos resquebrajándose por dentro y otros experimentando rupturas desde fuera; ambos (ojalá) en la búsqueda de poder reunirse en torno al proyecto que represente la mayor cantidad de bolivianidad posible el próximo 2025, he ahí (por ahora) el dilema y, de alguna manera, la coincidencia. Con una diferencia que no es menor: uno tiene por delante a una instancia propia de la política formal: un partido político; y el otro —lo dice el propio Vladimir Peña— aún se constituye en un trampolín para el salto a la política formal. Sin claridad en la aspiración de construcción o cooptación partidaria, la potencia política cívica que da de qué hablar coyunturalmente a la arena política, no encontrará ese correlato en la electoral.

Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka.

Comparte y opina:

Últimas Noticias