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Calificaciones dudosas

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Marco Gavincha

El atentado del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos supuso un clima de inestabilidad para ese país. La Reserva Federal (FED), equivalente a un banco central, bajó las tasas de interés para animar la inversión.

De esta manera surgió una fiebre de la construcción en Estados Unidos, cuando los precios de las viviendas eran bajos. Muchas personas compraron casas a crédito en esa época. Surgió la epidemia de hipotecas de alto riesgo conocida como hipotecas Subprime.

Hasta ese entonces, muchas calificadoras, incluyendo Fitch Ratings, calificaron con triple A (AAA) a muchos productos relacionados a estas hipotecas. Pero en 2007, las ganancias en el sector de construcción empezaron a caer. En julio de 2007, un banco de inversión estadounidense (Bear Stearns) impidió que los clientes retiren dinero en efectivo.

El 19 de enero de 2008, Fitch Ratings rebajó la solvencia a Ambac Assurance, una de las principales aseguradoras de bonos de Estados Unidos. Dos días después se produjo un crack en la bolsa de valores de Nueva York equivalente al crack de 1987.

Esta historia tiene el objetivo de hacer notar que las calificadoras pueden equivocarse en calificar con triple A (AAA) a productos dudosos o bien bajar la calificación a una entidad financiera en un contexto delicado para una economía.

Las calificadoras tienen sus criterios para modificar las calificaciones del riesgo país; sin embargo, en la última calificación de Fitch Ratings a Bolivia se centra mucho en el nivel de reservas internacionales y la especulación de compra de dólares en el país. Si supieran que las filas para comprar dólares son idénticas a las filas para comprar entradas del clásico Bolivar versus The Strongest, mucho revendedor.

En Bolivia se debe considerar que la bolivianización de la economía tanto en el sistema financiero como la deuda pública interna tiene niveles elevados, reflejando confianza en la moneda nacional y una solidez del sistema financiero boliviano, lo cual conlleva menor grado de vulnerabilidad macroeconómica.

A enero de 2023, los ahorros en el sistema financiero en bolivianos se encontraban alrededor del 86,1%. Mientras que la bolivianización de la cartera alcanzó el 99,2%. En este mismo sentido, el 99,9% de la deuda interna del TGN está en moneda nacional para la gestión 2022. La reversión de estas cifras es difícil, pero deben ser evaluadas.

Cualquier euforia, ya sea por dólares o hipotecas, suprime y crea su propio auge, pero también su caída. Quien apuesta al dólar, puede perder. Es probable que el país garantice los dólares suficientes para mantener el flujo de ingreso y salida de divisas.

Al respecto, recientemente la Asamblea aprobó créditos por $us 351 millones y se tiene previsto la aprobación de otros. Asimismo, este año se tiene la venta de gas natural a Brasil y Argentina y se prevé exportar electricidad en $us 100 millones, así como la exportación de urea de aproximadamente $us 300 millones. Pero los ingresos más importantes vendrán por el litio, a mediano plazo.

La conclusión más importante es que hay que tomar con pinzas lo que digan las calificadoras externas. Además, que la economía boliviana tiene un salvavidas, la confianza de la gente en el peso boliviano. En 2023, se tendrán dólares, pero hay que saber administrarlos. A mediano plazo, el litio será el as bajo la manga del país porque solo en 2025 generaría $us 1.500 millones.

Marco Gavincha es Economista.