El arte en la niñez
El arte es un instrumento que exalta y extrae la creatividad de los niños, lo cual pareciera exigir que su práctica —especialmente en la primera edad de la niñez— se enmarque en la búsqueda del desarrollo imaginativo. Un instrumento en el que predomine la lógica y cuyo valor radique en motivar el crecimiento mental de los niños. Esto, para que se habitúen a ello en todas las épocas de su vida.
Los griegos afirmaban que gracias al nacimiento del arte en esos tiempos, este se convirtió en la floración maravillosa de la sociedad. En este espacio escribimos repetidas veces que el fundamento de la estética griega fue lo bello al servicio de lo útil; es más, ese concepto motivó la creación de diversas artes que, bajo distintas expresiones, lograron transformarse en potenciales para el fortalecimiento de esa cultura.
Resulta innegable que hoy la vida del niño requiere la ampliación de sus percepciones y es justamente el arte el instrumento para el desarrollo de sus habilidades y la apropiación de nuevas formas de expresar sus ideas e imaginarios. Podría decirse que es una práctica que se constituye en el instrumento ideal y fundamental para el nacimiento de ideas innovadoras, las cuales —dentro de una nueva visión— motiven también el proceso de un espíritu crítico.
Por tanto, el arte en la vida de un niño es por demás importante, debido a que le será útil no solo para apropiarse del hábito del pensamiento creativo, sino para acompañar a este con la reflexión. Así, se convertirá en el medio que logre que toda impresión personal se transforme en única y, consiguientemente, amplíe ese pensamiento creativo.
Es por esa razón que el arte debiera ser practicado en la niñez como un juego. Un esparcimiento dinámico e imaginativo que motive a que un menor se adueñe de manifestaciones creativas y, con ello, el arte se transforme en la herramienta de crecimiento del pensamiento. Igualmente, que el trabajo-juego sea el medio para que el niño exprese de forma espontánea sus imaginarios, luego estos se conviertan en significantes de su vida y, con ello, se haga posible el nacimiento de un creador del mañana.
En el caso de lo digital, independientemente de los juegos enlatados, la creatividad nacerá a través de programas abiertos para la manifestación propia de los niños, a fin de encaminarlos también al incremento de su imaginación, es decir, el desarrollo de una mente creativa.
En esa línea, la extensión del conocimiento debiera dejar de ser entendida como un aprendizaje dirigido y memorizante que elimina el pensamiento propio. Una especie de fábrica de conocimientos que deja de lado la creatividad y la necesidad de proyección de la mente del niño a futuro, la cual resulta esencial en sus primeros años de vida.
Pese a todo, conviene recordar que el éxito para el desarrollo creativo de un niño se puede lograr a partir de la práctica de cualquier actividad, siempre y cuando esta se enmarque en la creatividad. Esto obviamente dependerá de la combinación de sus capacidades y, dentro de estas, el desarrollo de la imaginación. Un camino que hoy no debiera estar divorciado de su encuentro con lo digital.
Para terminar, queda claro que la extensión del conocimiento —hasta ahora limitante— debe comenzar a abrirse y apropiarse de nuevas prácticas educativas. Una realidad que expanda el mundo imaginario del niño a través del desarrollo creativo. Todo esto sin olvidar que ninguna capacidad aislada o habilidad debe reducir o anular el talento creativo que posee un niño.
Patricia Vargas es arquitecta.