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Actualización curricular y agenda antigénero

ARCILLA DE PAPEL

Esta semana hemos sido expuestos a una campaña en redes sociales sobre las “perversas intenciones” del Gobierno de imponer una malla curricular “con pretensiones de adoctrinamiento”. En esta denuncia se unen (aunque con intenciones diferentes) el magisterio urbano, la Iglesia católica y algunas organizaciones de padres de familia de corte conservador.

El magisterio parece muy preocupado por tres cosas fundamentales: mayor presupuesto, dotación de nuevos ítems y el pago de horas de preparación de clases para los maestros. A estas reivindicaciones laborales del sector se unen de manera oportunista las consignas religiosas y dogmáticas de la Iglesia católica y algunas organizaciones pro familia que cuestionan la actualización curricular por su contenido en educación sexual integral y lo que ellos denominan la “ideología de género”. Este discurso nos suena familiar, ya que ha estado recorriendo el continente como un enlatado publicitario, con consignas e ideas muy similares, destinado a atemorizarnos con un supuesto destino catastrófico.

En 2016, padres y madres de diferentes estados de México salieron a marchar para oponerse a la iniciativa del Gobierno que promovía la legalización del matrimonio entre parejas del mismo sexo por considerar que fomentaría la homosexualidad entre niños y niñas. En Colombia, el mismo año, salieron a marchar los “Abanderados por la familia”, una organización que se oponía a la distribución de cartillas estatales que promovían una educación no discriminatoria y respetuosa de la identidad de los estudiantes. Ese mismo movimiento acusaría al Acuerdo de Paz de contener “ideología de género” y, por ello, de ser potencialmente peligroso para las familias colombianas.

En 2017, en Perú surgió el mismo movimiento para mostrar su inconformidad con el programa de educación sexual que el Ministerio de Educación estaba promoviendo. El argumento que esgrimían era que “el Gobierno quiere homosexualizar a la niñez”. En Brasil este movimiento ya se había presentado públicamente en 2015, cuando la Cámara Municipal de Manaus aprobó una ley que prohíbe la inclusión de la “ideología de género” en las escuelas municipales, por “promover una cultura de la homosexualidad”.

Toda esta ola “espontánea” de protestas sobre la educación sexual y las políticas de diversidad fue investigada por el Foro Parlamentario Europeo por los Derechos Sexuales y Reproductivos, lo que los lleva a identificar 54 organizaciones de EEUU, Rusia y Europa que aportaron $us 707,2 millones entre 2009 y 2018 para campañas antigénero. Así sabemos que estos movimientos masivos y transnacionales que salen a marchar a favor de causas abiertamente homofóbicas, transfóbicas y sexistas están muy bien financiados.

Lo preocupante de este panorama es que, al mismo tiempo que estas iniciativas en contra de la “ideología de género” se fortalecen, la violencia sistemática contra mujeres y comunidades LGBTI se mantiene e incluso aumenta.

Frente a esto, necesitamos cuestionar los roles de género tradicionales y la violencia involucrada en ellos, y eso implica movilizar proyectos educativos que cuestionen los mitos y falsedades que rodean al tema de género, que expliquen de manera adecuada que el género es una experiencia vital para construir nuestra identidad; que evidencien cómo esa construcción está, en muchas ocasiones, mediada por la violencia y por una distribución inequitativa de los recursos y del poder. Todo esto solo tiene el propósito de pensar en estrategias para que hombres, mujeres y diversidades nos relacionemos de formas más igualitarias y equitativas. Esto, más que una amenaza, solo puede ser la expresión de un compromiso con una sociedad más justa.

Lourdes Montero es cientista social.