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Siluetas: Emil Balcázar Lara

AQUÍ Y AHORA

Cariñosamente llamado por todos Ruli, nació en El Portón, pequeña localidad “punta rieles”, entre Roboré y San José de Chiquitos, el 20 de diciembre de 1944. Murió en La Paz, el 3 abril de 2021.

Mañana se cumplen dos años de que la pandemia ganó la partida, llevándose a un ser excepcional. Día tras día en todo este tiempo hemos ido cavilando y preguntándonos cuál sería el mejor homenaje recordatorio, la pincelada más representativa que nos ayude a describir una vida tan exuberante y plena. Debemos confesar que hasta ahora no hemos hallado la forma ni las palabras adecuadas para hacerlo. Y no lo decimos porque Emil haya emprendido el camino sin retorno. No. En vida lo intentamos y lo conseguimos en parte a través de una autobiografía de la cual, lamentablemente, solo alcanzó a dictar los seis primeros capítulos que se pueden escuchar y/o leer buscando en internet con su nombre completo o https://emilbalcazar.site/; https://emilbalcazar.site/?cat=2. También se lo puede hallar en la página 241 del libro: Historia del movimiento minero de Bolivia. A través del testimonio de sus protagonistas, 1952-1985 (La Paz: BAHALP, 2020).

A los 16 años abandonó su pueblo natal iniciando un periplo por los países vecinos Brasil y Argentina, antes incluso de conocer La Paz. Es de suponer que, para sobrevivir, en condiciones sumamente precarias y sin ningún auxilio familiar o de otra índole, tuvo que desempeñar los oficios más inverosímiles.

Pero tampoco en la urbe paceña se aquietan sus pies de proletario peregrino. Recorre sierra, selva y costa del Perú y poco tiempo después está en el puerto de Guayaquil, conoce Quito y otras localidades ecuatorianas y, finalmente, recala en Colombia, donde según cuenta permaneció más de un año.

Como obrero de la construcción, estibador, marinero, o en el oficio que fuere, Ruli se desenvolvía con soltura en todo grupo social, haciendo gala de su carácter afable, del buen humor y la alegría de vivir que exhalaba su personalidad. En ese andar es que con frecuencia era preguntado sobre la legendaria lucha de los mineros bolivianos. Y le picó el bicho de la curiosidad. ¿Qué siempre tendrán que se habla de ellos entre los obreros de tantos países?

No fue más. En el segundo regreso a la patria, se le presentó la oportunidad de trabajar como pirquiñero en la mina Colquiri. Fue su estreno como minero. Poco después pasó a la mina Matilde a orillas del lago Titicaca donde, según cuenta Guillermo Dalence, su compañero de labores, sufrió nada menos que tres accidentes graves en los que estuvo muy cerca de la muerte. Eso le hará decir, al ingresar a la Empresa Minera Catavi, uno de cuyos distritos era Siglo XX, que lo hacía ya como “minero graduado”. Claro que en dicha “graduación” se cuenta su militancia en la JCB, la sólida formación político-ideológica que había adquirido, la herida que recibió en los combates del 21 de agosto y algunos meses en prisión bajo la represión de la dictadura.

La anécdota puntual que me involucra: junio de 1976, ejerzo la dirección de noticias de radio La Voz del Minero. Ruli es un trabajador regular que aparenta cierta neutralidad política que le permite moverse un poco bajo la ocupación militar impuesta en esos días por el gobierno banzerista. Las radioemisoras están intervenidas, los dirigentes sindicales y periodistas perseguidos y detenidos. Estoy sumergido en la absoluta clandestinidad. Se organiza con Ruli un operativo para mi salida de Siglo XX, pero la noche anterior a esta es detenido, lo torturan implacablemente para averiguar dónde estoy. Él nunca delató mi ubicación y menos el plan de la evasión. Cumpliendo las reglas de la clandestinidad había que suspender el operativo, sin embargo, tomó la decisión de continuar el plan que se cumple exitosamente. Su compromiso, fortaleza y calidad humana me dieron la absoluta certeza de confiar en que no me delataría.

Ese era Emil Balcázar Lara. Su biografía no cabe en un espacio tan corto como este.

Carlos Soria Galvarro es periodista.