El Antiguo Testamento del stronguismo
El día que nació el club The Strongest llovió en La Paz. Ocho de abril de 1908: doce changos miran al cielo nublado y ninguno alcanza a imaginar lo que están a punto de hacer/nacer: un equipo que se va a confundir con un pueblo. No se forja de la noche a la mañana. La identidad se fabrica adobe tras adobe, partido tras partido, hazaña tras hazaña. El sentido grupal de la pertenencia a unos colores se trabaja lentamente como la cerámica en el fuego del tiempo. Los primeros 30 años de The Strongest son el barro del oro y el negro, la tierra con la que se dio color y forma a una cosmovisión, a una forma particular de estar en el mundo.
Si tuviera que elegir un año para regresar sería el 31. Aquel mayo me imagino almorzando con el presidente de la Asociación de Periodistas de La Paz, don Pancho Villarejos, dirigente del club. Nos hemos clavado unos chorizos en la plaza, hemos tomado unas cervezas sucrenses y hemos charlado de lo que se viene: el estreno de una arenga en aymara que ha nacido del corazón oro y negro del colega. En la cancha están los chicos gualdinegros de Junín y el silencio precede al grito sagrado que retumba de repente “¡¡¡Warisakaya, Kalatakaya!!!”.
Si tuviera que elegir un partido sería la “final” de 1915. Se enfrentan los gualdinegros paceños con los ingleses y los chilenos de la Antofagasta and Bolivia Railway Company. No está en juego solo el score del match. Cuando Hugo Alípaz Solares (capitán y presidente del club) le hace un gol a la Bolivia Railway no solo mete la pelota en el arco de mister Bibly, sino que devuelve el orgullo herido a todo un pueblo tras el robo del mar y el tratado de la infamia ( firmado once años antes). The Strongest —en ese preciso momento— supo para siempre quien es. Mucho tiempo después, Maradona hará lo mismo con los ingleses que mataron a los pibes en las Malvinas, por siempre argentinas.
Si tuviera que elegir un trofeo, sería el “Buque Quinteros”, el más hermoso de todos. Llegó desde Inglaterra como regalo del vicepresidente y senador liberal José Santos Quinteros Bautista y estuvo secuestrado hasta que su verdadero dueño, The Strongest, lo recuperó por méritos en cancha. Los “más fuertes” vientos soplarán siempre para hacer ondear las cinco velas del galeón de plata fina.
Si tuviese que elegir un recibimiento, sería el primero. Es lunes y leo en la plaza Churubamba el matutino El Liberal. El día anterior, domingo 20 de junio de 1915, se ha jugado en Oruro el histórico match interdepartamental: el decano Oruro Royal versus The Strongest. Veo pasar a una multitud de hinchas vestidos de oro y negro que sube en masa hacia la estación de trenes de Challapampa. Me uno a la caravana contagiado de puro entusiasmo. Dan vivas a La Paz, gritan hurra y hurra, mil veces hurra. Es el primer gran recibimiento. ¿Cuántos paceños y paceñas se hicieron stronguistas aquella mañana? ¿Cuántos transmitieron de generación en generación aquel amor a primera vista?
Su tuviera que elegir un campo (de batalla) regresaría al Chaco Boreal. El Club The Strongest ayudó a forjar la nación y eso no lo puede decir ningún equipo deportivo en el mundo; ninguno ha dado su nombre a una batalla ganada en la guerra con sacrificio, con garra, con sangre.
Si tuviese que elegir un personaje, me iría de parranda con Humberto Chino Riveros, el primer “hincha número uno” que gritó el ¡Warisakaya! hasta su muerte a los 84 años. Inconfundible por su gorra militar negra con bordados amarillos, el Chino montó la primera murga (la abuela de las barras bravas) de toda Bolivia: lo hizo después de un viaje a la Argentina donde compró 70 instrumentos fabricados de cartón y con los chiriscos del Ejército (bombos, platillos, atriles) montó la primera orquesta que amenizaba y alentaba al club. Pioneros, de la cuna hasta el cajón. ¡Cuéntame, Chino querido, cómo enloquecían a los players rivales con sus canciones y bromas! ¡Cuéntame cómo inundaste la cancha del Siles la víspera de un clásico para suspender el partido y dar tiempo a la recuperación de nuestros lesionados!
Nos han hecho creer que el fútbol boliviano arrancó con el mal llamado “profesionalismo” en 1950; pretender contar nuestro fútbol desde aquel año es como contar una vida a partir de los 18. Hubo un tiempo cuando el Tigre fue joven; cuando jugadores, dirigentes y pueblo eran una y la misma cosa. El día que nació el club The Strongest llovió en La Paz. Fue el presagio de una historia soleada, no exenta de nubarrones, pero siempre valiente… luminosa. Cuando el Tigre era joven (1908-1938), el libro que presento esta tarde (18.00 horas) en la sede del club The Strongest (calle Colón y Mercado), es el Antiguo Testamento del stronguismo.
Ricardo Bajo H. es periodista.