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La A de algo huele mal

La A amante

Algo huele mal. No es tanto el aroma seco de la crisis económica que le está tocando las espaldas a gran parte del mundo. No es tanto la incertidumbre de no saber qué hacer con los bolivianos que tenemos en nuestras cuentas, quienes tenemos una cuenta de ahorros en el banco, o cuánto debemos rogar a los banqueros por unos dólares. Es algo que huele a viejo. Es el olor del machismo y del odio. Con toda seguridad que Susana Bejarano sabe de qué hablamos. Ella es politóloga y ha conducido programas de televisión en más de un canal. Se la ve muy activa en redes sociales. Es pareja de un periodista boliviano, Fernando Molina. ¿Por qué llegamos a estos detalles de la vida privada en este espacio? Por la sencilla razón de que cada vez que quieren criticar o atacar a Molina, suelen nombrar e insultar a Susana, y cuando quieren atacar a Susana, insultan sin límites a Susana. De no creer. Bejarano es centro de ataques de antimasistas con credencial de antimasistas ocultos detrás de su anonimato (cuando no de sus faltas ortográficas) debido a las posiciones políticas o posiciones a secas que asume la politóloga tarijeña. Terminó en el baile de los insultos, las acusaciones y las amenazas, la pequeña hija de ambos. Más bajo, imposible. Valiente la comunicadora chapaca que sigue convocando al debate en la pantalla chica, que sigue escribiendo, que sigue diciendo lo que piensa pese al amedrentamiento y las humillaciones, que sigue en las redes denunciando su caso y, en los últimos días, también denunció el de otra profesional, Claudia Fernández.

El pecado de Fernández fue enamorarse de un intelectual de izquierda, de un masista, de Álvaro García Linera. La entonces presentadora de televisión pagó una primera factura cuando anunció su noviazgo con el entonces Vicepresidente. Llovieron las especulaciones. Uno de los rostros de la televisión privada de la mano del intelectual más sólido del proyecto masista. Después se fijaron, los medios y políticos, en la publicidad que el Gobierno daba a ese canal de televisión. Busquen, busquen, pero sobre todo encuentren. Luego vino el matrimonio, la llegada de su hija y, un tiempo después, la llegada de la crisis pre y postelectoral con su quiebre constitucional. Momento de la siguiente factura. Una salida poco afectuosa y nada agradecida de parte de la empresa televisiva para la que trabajó desde sus 17 años (cuentan los propios colegas). Claudia tuvo que abandonar el país separada de su hija porque Arturo Murillo y sus amigos andaban de cacería. Se encontrarían los tres en México, ya que García Linera salió con Evo Morales y Gabriela Montaño. Siguiente factura: ver los vidrios rotos de su casa cuando sus vecinos democráticos cantaban “Evo, Evo cabrón”. Siguiente factura: el no poder volver a su país porque Murillo andaba cuidando su democracia. Siguiente factura: volver a Bolivia y buscar trabajo en un territorio minado de sospechas y malos pensamientos. La reciente factura, aunque no la última, su nombre nuevamente en redes utilizado para explicar la gran “traición” de García Linera, a saber, su análisis y recomendaciones sobre las rajaduras del MAS. Dicen los expertos detectives de la política boliviana que el exvicepresidente salió a los medios con el único objetivo de preservar el trabajo de su esposa en una empresa de telecomunicaciones del Estado. Claro, nada que añadir, el crimen está resuelto y la cuestionada es nuevamente una mujer. ¿Se puede ejercer más violencia? Preguntemos a las hijas de Matilde.

Matilde es la cochabambina de pollera que descubrió la infidelidad de su esposo. Vitalio, frente al reclamo indignado de ella, no dudó en rociarle la cara con ácido. El 3 de abril, Matilde murió tras padecer 37 días. Así termina el caso de la infidelidad de un macho descubierta el 25 de febrero: en el feminicidio 25 del año. En términos de cantidad, se puede decir que este 2023 hay dos crímenes más que en el mismo lapso de 2022; en términos de crueldad machista, se puede decir que Matilde tenía quemaduras en el rostro, de la nariz para abajo, quemaduras en el cuello, quemaduras en el pecho. El ácido ingresó por la garganta de la cochabambina provocando gravísimas lesiones. “Tenía un severo edema en el labio superior e inferior, la lengua saburra, flemas espumosas, piel acartonada oscura en ambas mejillas, en el mentón, cuello y pecho, con frecuencia cardíaca alta por lo que requería internación en un hospital de tercer nivel”, dijo la representante de la fundación Voces Libres. El resto fue agua, sueros y el pedido reiterado de esa madre: la compañía de sus hijas de 12 y 14 años. El resto fue la muerte.

Definitivamente, no tiene ningún sentido una sociedad que gira sobre las ruedas del machismo y del odio. No tiene ningún sentido rodar abollando los nombres y las vidas de mujeres. Susana, Claudia, Matilde…

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.