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MAS: hegemonía y diferencia

TRIBUNA

Hace unos días, Pablo Stefanoni publicaba en el Blog Iberoamérica Global el artículo Evo vs. Arce / Arce vs. Evo: la guerra interna en el MAS Boliviano, resaltando los rasgos de una fricción que pasó de ser un tema doméstico a alcanzar un nivel internacional por su interés.

¿Esta fricción y posible ruptura era previsible? En mi opinión, sí. Y voy a utilizar algunas ideas que nos proporciona Ernesto Laclau para referirnos a este tema.

El MAS se ha convertido indiscutiblemente en la fuerza política más grande del país, muestra de ello es su presencia constante en cargos electivos a nivel nacional y subnacional. Su punto de creación institucional lo encontramos en 1995 con la Asamblea por la Soberanía de los Pueblos, y un proceso de articulación que se consolida en la elección de 2005.

Laclau llama demandas democráticas a aquellas peticiones puntuales que puede tener una organización y demandas populares a la suma de estas individualidades de demandas. Bien, para que pueda surgir una mayoría que encarne una cohesión de “pueblo” solo existen dos vías, que las demandas se organicen a través de una lógica de la diferencia, donde prima el criterio aislado en la petición de las demandas, o bajo una lógica de la equivalencia expresada por un momento de claudicación parcial de la demanda, destacando un común denominador que genere un elemento de identidad.

El MAS se ha conformado como partido mayoritario a partir de una lógica de equivalencia en la cual diferentes sectores sociales, en su proceso de articulación, han subordinado sus demandas a lo que Laclau llama expresión simbólica positiva y lo que en palabras de los líderes del partido conocemos como “proceso de cambio”. Para lograr esa cohesión, el IPSP (organización de movimientos, no un partido) ha ido persuadiendo a sectores heterogéneos de un proyecto político que generaría mejores condiciones para construir un Estado menos excluyente.

El proyecto que nació en el trópico se expandió a nivel nacional y encontró un punto de inflexión, con la victoria de Román Loayza para dirigir la CSUTCB en 1998, articulando fuerzas con el emergente Evo Morales y un proyecto que perfilaba a ser nacional. Así, gradualmente, el discurso de MAS logra ser totalitario, entendida como la lógica de equivalencias de Laclau, que sería la subordinación de las demandas por una que simbólicamente es reconocida como mayor.

Acá Laclau también aporta una diferencia importante sobre las totalizaciones, una de ellas es la totalización institucionalista, que es la que intenta hacer coincidir sus límites de la formación discursiva con límites de la comunidad (hasta donde la ley nos lo permite), sin embargo, en una totalización populista pasa lo contrario, acusa que los límites son producto de la exclusión y se reconoce como la única totalización legítima. El MAS, una vez en el poder, materializó las demandas de carácter “popular” en la construcción de un Estado Plurinacional a través de un proceso constituyente, estructurando las demandas en un nuevo armazón estatal y su administración debido a la mayoría parlamentaria que le dio acceso a los otros poderes del Estado.

Todo haría pensar que el MAS pasaría de un discurso popular a uno institucional y que al haberse convertido en gobierno se alejaría de las demandas populares, pero no, el partido mantuvo aquella institucionalidad previa (el IPSP) para garantizar esta lógica de equivalencia y un acercamiento de las organizaciones hacia el Estado.

La salida del poder de Evo Morales, de la forma que se hubiese dado, iba a dar inicio inevitablemente a esta fricción, porque la conexión entre los movimientos sociales y el Estado se daba en un solo punto que era él, ahora la negociación de las demandas se da por varios canales, pasando a una lógica de la diferencia marcada por la crispación.

Mario Vega Yañez es politólogo y docente de la UMSA.