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El apretón de manos

En el clima tan elevado de polarización que vivimos, haber presenciado un acto público en el que los expresidentes Evo Morales y Carlos Mesa se dieron la mano, saludándose caballerosamente, y luego sentándose muy cerca en la misma fila el uno del otro, fue un acontecimiento que nadie se atrevió a calcular que ocurriría, por lo poco practicado en nuestro tiempo.

Con la cantidad de mensajes por la vía de sus redes sociales personales en los que se han ido acusando unos y otros, con la cantidad de declaraciones públicas en los que se agreden verbalmente, y con la cantidad de cruces entre sus propios partidarios, uno podría intuir que primero, un acercamiento público entre Morales y Mesa era algo imposible de realizarse, o que en cuanto se diera podrían saltar chispas y hasta algunos golpes de por medio, y no fue así.

Más bien en lugar de eso, se vieron y tuvieron la suficiente capacidad y temple para saludarse amistosamente. La foto del encuentro circuló por los medios de comunicación, pero no con la velocidad y ruido en caso de que hubiera sido un encuentro agrio y áspero, lo cual también debería llamarnos la atención, acerca del enfoque al que se ven entregados los medios de comunicación hoy en día y lo que consideran como destacable para repercutir e insistir sobre ello.

En lugar de mostrarlo como un buen acto de civismo político entre dos verdaderos enemigos y dar cuenta de una buena noticia, decidieron o bien mostrar la noticia muy de pasada, o bien no profundizar con analistas políticos el tema.

Ese gesto, para nosotros en general, debería ser como una invitación a entender que no debemos tomarnos las cosas de manera muy personal, que tenemos que trabajar, y mucho, por reconstruir lazos sociales que rompimos en los últimos años y más bien reconstituir la idea de que la defensa de los principios que uno tiene, deben entrar en una suerte de balance más pragmático que kamikaze.

Voy en esta ocasión a contrarruta de lo que estamos acostumbrados a hablar: conflicto y enfrentamiento político, porque creo que nos merecemos un respiro de cuando en cuando. También, porque en una perspectiva general, lo que se practica como un ejercicio que puede aportar en la construcción democrática debe ser resaltado, no solamente aquello que genere espectacularidad y dialéctica inconclusa de algo a favor versus algo en contra, sin llegar jamás a conseguir la síntesis.

Eso sí, la síntesis por ahora, de esta columna, es que el acontecimiento que aquí se intenta resaltar va a contracorriente del ejercicio cotidiano en el que nos encontramos, donde nada nos garantiza más que estemos unidos, en mi grupo, que el buscar diferenciarse del otro.

Marcelo Arequipa Azurduy es politólogo y docente universitario.