Hoy, ¿para qué o quién son las noticias?
El más reciente informe del Reuters Institute (2022) da cuenta del estado del sector informativo a nivel mundial y el consumo de noticias en sociedades pertenecientes a cuatro continentes. Si bien este documento no contempla la realidad boliviana, sí contiene datos sobre ocho países americanos, entre ellos Argentina, Brasil, Chile y Perú y, en consecuencia, puede acercarnos a un fenómeno que atraviesa incluso nuestra actual realidad nacional.
Los principales hallazgos de este estudio son elocuentes. De forma general, apunta a una caída general en la confianza hacia los medios (en el caso boliviano esto puede ser ratificado por recientes estudios de opinión locales), pero además de ello, documenta la caída en su consumo sobre todo en lo que respecta a los conocidos como “tradicionales” (concretamente televisión y periódicos), aunque esto también estuviera afectando a los medios digitales. En el detalle, el documento apunta que esta disminución responde a la desconexión de las personas con las noticias, lo que sería un efecto de la pérdida de interés en ellas, la dificultad de procesamiento de la información (sobre todo en audiencias juveniles y menos formadas) y el efecto adverso que causa en su estado de ánimo (“son repetitivas y negativas”, dicen las audiencias). Entonces, huelga preguntarse, ¿para qué o quién son las noticias?
Partiendo de los mencionados datos, resta pensar qué ocurre con la enorme cantidad de información noticiosa que, producto de la consolidación de una “sociedad de los datos”, se incrementa vertiginosamente desde hace décadas. Más cuando sabemos que los “quiénes” (las audiencias) están disminuyendo su consumo de noticias porque han perdido interés en ellas. Este desbalance deviene en una sobreoferta de unidades de información noticiosa respecto a una disminución en su demanda; que, como resultado, produce ruido antes que conocimiento.
Otra duda, si las audiencias no consumen las noticias porque encuentran dificultades en su procesamiento (lo que se corrobora fácilmente con los “rankings” de noticias más consumidas en nuestro país: usualmente simples, breves, faranduleras) en vez de estarlas utilizando para completar panoramas y enriquecer su visión de la realidad, ¿dónde pueden caer estas noticias que no se consumen por esta razón? Es bastante posible que estén siendo destinadas a volverse fragmentos descontextualizados con vida propia y, en consecuencia, insumos propicios para la manipulación.
Finalmente, cuando pensamos en que otra de las razones por las que muchas audiencias —sobre todo juveniles— prefieren no consumirlas con el fin de evitar un impacto en su estado anímico, en un mundo pospandémico y un país polarizado, corresponde preguntarse ¿dónde están yendo estas noticias? Posiblemente, estas “malas” noticias que “se repiten” son hoy simple y cotidianamente combustible argumentativo para atacar el pensamiento y las ideas de los otros con los que no se comulga.
No se trata de un descubrimiento. Las noticias, al día de hoy, antes de ser un objeto de consumo masivo diario para una mejor comprensión de la realidad, se están tornando en elementos que, sin un adecuado tratamiento/uso, tienden a desvirtuarse de su primigenio fin. Es decir: en insumos de desinformación antes que de información. Como audiencias, nos queda el reto de cultivar la capacidad de selección y jerarquización informativa antes que renunciar al consumo de noticias. ¿Y a los medios cuál les queda en este escenario?
Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka.