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A sangre fría

La A amante

Mi colega Aylin Peñaranda firmó una noticia esta semana que me jaló, como lectora, de la primera hasta la última línea. Bien contada, bien titulada, completa, clara. Un hecho que, de no ser por el interés de esta periodista, se habría perdido en la espiral de la información sin alma. A continuación, el resumen de esta A sorprendida todavía por lo ocurrido.

Sábado por la tarde. Comunidad de Caiza Estación. Es uno de los rincones de la Tarija que celebra este abril su revolución y que en estos mismos días vivió una pesadilla. Lo fue sin duda para una madre y su pequeña de 11 años.

Casita de madera que de todas maneras se ensucia y son ellas, siempre son ellas quienes las barren, las desempolvan, las trapean. Ellas son, en esta casa, madre e hija. Vamos a decir que son Blanca y su pequeña Amancaya, para poder imaginarlas. Después de limpiar toca subirse a la motocicleta para trasladarse hasta la ciudad de Yacuiba. En ese recorrido, alrededor de las 17h00, son interceptadas por cinco personas. No se trata del todo de desconocidos: entre los agresores están nada menos que su cuñado y su sobrino. Lo confirmó en su momento la propia fiscal departamental de Tarija, Sandra Gutiérrez. Organizados en dos vehículos, se acercan y arremeten sin mayor trámite con múltiples disparos. Querían matarlas: llegan bien armados, son cinco, están motorizados. Dan con las dos víctimas, apuntan hacia la madre y hacia la pequeña hija. Disparan. Disparan hasta terminar las balas. Blanca y Amancaya no saben que esto no hace sino comenzar. Los vehículos van, vuelven, empujados por el motor asesino de cinco hombres cobardes que ahora sacan un rifle para apuntar directo a la cabeza de la niña. Un disparo, otro. El informe que llega a la prensa precisa que en ese momento la pequeña “pone su hombro y la bala cruza su brazo y pasa por sus labios”. Tiene que ser inolvidable la mezcla del ruido de los autos con el sonido de cada disparo. ¿Qué más se escucha? Se escuchan seguramente las puertas de los vehículos cuando los machitos se bajan envalentonados para golpear a Blanca, como si los disparos no fueran suficientes. ¿Qué está pensando Amancaya cuando ve con impotencia cómo atacan a su madre?

Minutos después. Blanca y su hija están en el suelo. No hay escapatoria. Es un buen momento para el abusivo, en este caso el propio cuñado, de rematar el impulso de su furia descontrolada con patadas en el cuerpo herido de bala de la mujer. La patea repetidas veces en el estómago. Patea en el resto de su cuerpo. Los cuerpos femeninos ya no responden. Los chicos malos las dan por muertas y las suben a uno de los vehículos. ¿Estará consciente Blanca de que sí puede respirar? Amancaya sí sabe que respira todavía y finge estar muerta. Les quedó claro que el grupito había ido a matarlas. Ya introducidas en la camioneta, las llevan cerca de una quebrada junto a una laguna, unos 500 metros más allá del punto de tiroteo seguido de golpiza. Apenas llegan a este lugar, las lanzan al monte, convencidos de que se deshacían de dos cadáveres. El crimen salió redondo.

Ninguno de los asesinos imagina que Amancaya finge su muerte como único recurso para salvarse y salvar a su madre. La niña está menos herida que la madre. Logra entonces despistar la mirada de los chicos malos y cuando se asegura de que ya no estaban los atacantes, busca ayuda.

La fiscal lo cuenta así: “La menor, que es la que menos sufrió, espera, se hace la muerta, no dice nada, no se mueve, espera que estas cinco personas, entre ellas su tío y sus primos, se alejen del lugar y sale a buscar ayuda. Encuentra a una vecina y es con ella que acuden a la Policía”. Lo que no cuenta la fiscal, porque no lo quiere ni imaginar, es el temor con el que se levanta en aquel momento la niña, la desesperación con la que busca alguien que le dé una mano, el miedo de que a lo largo de esos minutos eternos su mamá la deje sola en este mundo violento e indolente.

Solo Amancaya puede saber cuánto pasó hasta que ambas son trasladadas para una atención de emergencia. La mamá, por su estado más delicado, es llevada a un hospital en la capital tarijeña; la pequeña, al hospital de Yacuiba.

La investigación del hecho ya está en manos de las autoridades locales, la Policía y la Fiscalía. Ya nos enteraremos, si hacen su trabajo, qué empujó a este brutal ataque. Por ahora se encontró el rifle y otras armas; por ahora hay cinco detenidos. En la comunidad no se debe hablar de otra cosa: el atroz intento de feminicidio e infanticidio. A sangre fría.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.