Icono del sitio La Razón

Los acuerdos entre Brasil y China

gabriel_loza.jpg

Gabriel Loza

El proceso de globalización económica mundial impulsado en los años 90, expresado  en un aumento de la participación del comercio y la inversión extranjera directa en el PIB mundial, tuvo un máximo hasta la crisis financiera mundial de 2008, punto de inflexión a partir del cual se revierte su tendencia con una desaceleración de la globalización, denominada también slowbalization. Adicionalmente, entre la crisis financiera mundial y la pluricrisis actual, empezó la disputa hegemónica entre EEUU y China, primero solapadamente y después muy abiertamente con la guerra comercial de Trump y su guerra tecnológica, hasta la interrupción mundial con el COVID-19 en 2020. Sin embargo, posteriormente volvió a reanudarse con la guerra entre Rusia y Ucrania, la intervención de los aliados con sanciones económicas y la continuación de la guerra tecnológica ahora con Biden con su Ley de Chips y Ciencia, con el objetivo de impulsar la producción de semiconductores y dejar de depender de China en la provisión de chips.

Así, se habló inicialmente del desacoplamiento con China, pero después de la relocalización de la IED; primero con la excusa del COVID-19 propiciando el nearshoring o abastecimiento cercano y, después, con motivo de la guerra, impulsando directamente, como en el caso de Janet Yellen, secretaria del  Departamento del Tesoro de EEUU, el friend-shoring o “relocalización ideológica”, es decir la tendencia de centrar las relaciones con países que se consideran aliados económicos y políticos, orientada a “favorecer el apuntalamiento de amigos de las cadenas de suministro a un gran número de países de confianza, para que podamos continuar extendiendo de manera segura el acceso al mercado, reducirá los riesgos para nuestra economía, así como para nuestros socios comerciales de confianza”.

Así, en el contexto de los tiempos actuales en que se da un proceso de fragmentación geoeconómica del tablero mundial, parece que Brasil escogió cuál va a ser su friendshoring o “relocalización entre amigos”, con la suscripción de 15 acuerdos con China por un monto estimado de 50.000 millones de reales, equivalente a $us 10.000 millones, aunque a Lula no le guste la conversión. Los acuerdos ayudarán a Brasil a avanzar en áreas como energía renovable, industria automotriz, agroindustria, líneas de crédito verde, tecnología de la información, salud e infraestructura.

Dentro de estos acuerdos está clara la intención de potenciar industrialmente al Brasil con capital chino. Así, el Ministro de Hacienda de Brasil dijo que «el presidente planteó, en todas las reuniones, el desafío de intensificar los estudios sobre la factibilidad de reindustrializar Brasil en asociación con el capital chino, que está disponible y ve en América del Sur una oportunidad para crear allí una plataforma para sus productos tanto para la venta local como para la exportación». Comentó la intención de utilizar sus monedas locales en el comercio recíproco, como una forma de «escapar de la camisa de fuerza de tener el comercio fijo en la moneda de un país que no es parte de la transacción». Los BRICS no son una amenaza contra el dólar, porque saben muy bien que más del 60% de las reservas internacionales del mundo está en dólares, y no solo es una moneda fuerte para el comercio sino para las transacciones financieras y de capital.

Por tanto, mientras que algunos países en América del Sur, como Chile, están por los acuerdos de comercio e inversiones profundos, como en el caso del TPP-11, donde se da el libre tratamiento a la inversión extranjera, Brasil ya dio señales con un acuerdo de $us 10.000 millones, con el objetivo claro de aprovechar la inversión directa extranjera procedente de China y, además, cuenta con el Banco de los BRICS que hasta la fecha aprobó proyectos por un monto de $us 32.800 millones. Al medio, está Bolivia con 13 acuerdos de cooperación suscritos con Venezuela y con el Banco del Alba, que según su sitio web, “a octubre de 2019, el acumulado histórico de financiamientos del Banco del Alba (con fondos propios y de terceros) alcanzó la cifra de $us 421,22 MM, una magnitud que logra triplicar tanto su capital como su patrimonio”.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista