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La política enferma

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Marcelo Arequipa Azurduy

Tenemos un problema que lleva instalado en el país desde hace un tiempo no muy corto, y este problema a mi juicio es fundamentalmente político, no económico. Lo siguiente en términos de diagnóstico es identificar si ese problema/enfermedad es lo que los médicos denominan como mortífera o quizá se trata de algo que con un tratamiento administrado se puede resolver.

Primero, es enfermedad política porque la economía es política, y la política hoy día es fundamentalmente el manejo de las emociones y de los sentidos comunes en disputa que se instalan desde diversos frentes comunicacionales, desde lo tradicional hasta lo moderno y velozmente expresado a través del internet. Son mensajes que en la vereda distinta al Gobierno van deslizándose como una suerte de cascada, desde las élites económicas y políticas opositoras al Gobierno, y que buscan que el último destinatario, que es el pueblo llano, lo reciba y a partir de ahí generar un momento de convulsión o por lo menos de animadversión.

Segundo, dado que se trata de una enfermedad instalada, el diagnóstico no es de un mal mortal, sino de un problema que debe administrarse con un tratamiento de por medio. En este caso, por tanto, los anuncios de que deberían administrarse medidas de shock como una devaluación del boliviano, una reducción del gasto público (despedir gente) o levantar la subvención a los hidrocarburos, tienen el objetivo de exaltar los ánimos de la población alimentando más la especulación que buscando resolver la situación, por lo que no es lo más recomendable dejarse guiar por esos “buenos oficios” de recetas prontas y mágicas que resolverán los problemas.

Tercero, igual que en la vida privada, uno debe escuchar a más de un médico, y en este caso un segundo diagnóstico es que dados los resultados de los análisis realizados al cuerpo de nuestra economía y además de haber visto experiencias recientes en la región —sino vean lo fregados que están en Ecuador, por ejemplo—, la administración de medidas progresivas quizá es la mejor alternativa.

Y también debemos ser conscientes que en estos tiempos acelerados en los que la ansiedad nos invade y nos pone de nervios no saber todo aquí y ahora, lo que debemos hacer es dominar ese impulso con mensajes claros que sepan administrar esas emociones; quizá por ahí se entiende la iniciativa gubernamental de brindar hace poco una entrevista pública en la que se buscó justamente calmar los ánimos.

El plan está ahí en nuestro ambiente, y se trata de poder conseguir que la imagen presidencial llegue lo más abollada posible a 2024 y 2025 es una especie de prueba de fuego política que se encuentra viviendo el Órgano Ejecutivo, que reclama desde la población más controles al tratamiento administrado, porque de igual manera cuando asistimos regularmente a consulta médica cuando llevamos tomando una medicación, se necesita que se explique e informe sin cansancio todo el tiempo; porque de lo contrario el paciente empieza a teclear en el buscador de internet y comienza a encontrar múltiples explicaciones y reparos al tratamiento que lleva administrándose y otra vez se cae presa del pánico y la ansiedad. Por tanto, es una enfermedad política, sí, pero afortunadamente por ahora es curable y atendible.

(*) Marcelo Arequipa Azurduy es politólogo y docente universitario