Icono del sitio La Razón

‘Utama’

carlos_villagomez.jpg

Carlos Villagómez

Utama, la opera prima de Alejandro Loayza Grisi, estimula la reflexión, genera debate y eso dice mucho de una película. Al ir acumulando premios internacionales escuché y leí de todo, desde alabanzas desmedidas hasta valoraciones aviesas como: estetización de la pobreza, despolitización de la nación indígena, visión comercial, etc. Por ello, va mi comentario sobre el espacio/tiempo y la visualidad/textualidad de esta obra.

Utama fue rodada en Santiago de Chuvica, municipio de Colcha K, en el departamento más fotogénico de Bolivia: Potosí. Allí, en el espacio sin aliento del Ande, bajo la luminosidad más hiriente del planeta, tienes locaciones hermosísimas. Cualquier ser u objeto puesto en ese escenario es un minúsculo punto (punctum) que se ofrenda a ese  manto terroso e infinito; metafóricamente hablando: volvemos a la tierra en vida. Por ello, las películas bolivianas filmadas en esos paisajes generan una empatía superlativa en el público. En Utama los protagonistas son ancianos, consecuentemente, los apegos son aún más intensos, y nos emparentamos con Virginio y Sisa por atavismos que nos aferran a la vida. Si a ello sumas una temporalidad “suspendida en el tiempo” (valga el pleonasmo), la empatía entre el espectador y los actores se cierra en bucle. Esos viejos viven en un momento histórico inclasificable (medioeval o contemporáneo), están suspendidos en una trama sin cotas temporales al interior de una casucha desterrada en el infinito. En ese bucle temporal, escuchamos sus diálogos por motivos existenciales: nadie quiere vivir en la nada.

Lea también: Una arquitecta africana

Aquí me nacen preguntas: ¿la obra de Loayza se afinca más en su visualidad espacial/temporal que en una textualidad? ¿genera nuevos imaginarios para el cine boliviano? o recrea, una vez más esas empatías condescendientes que el cine boliviano, desde Ruiz pasando por Sanjinés, generó en el público internacional; a saber: la representación de una bolivianidad miserable subsumida en un infinito paisaje andino.

Creo que Utama da un paso más allá y se desmarca de sus antecesores por una cualidad del guión, una diferencia sutil: la historia se estructura alrededor del marchitamiento de los suelos con el desecamiento de los pulmones de Virginio. El joven director reúne al territorio y al ser humano en una enfermedad terminal, como una representación simbólica de la decadencia de nuestra naturaleza y sociedad en los albores de un siglo que solo vaticina catástrofes y desencantos. Por ello, pienso que Utama va más allá de su excelsa visualidad y plantea una textualidad que entrevé la desoladora ideología contemporánea de las nuevas generaciones; y eso dice mucho de la sensibilidad de Alejandro Loayza Grisi.