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Saturday 7 Dec 2024 | Actualizado a 16:18 PM

Una ciudad concebida

Patricia Vargas

/ 12 de mayo de 2023 / 09:00

Cuando se piensa en grandes intervenciones urbanas, como sucede en varias ciudades de Asia, inmediatamente nos imaginamos la infinidad de nuevos conceptos y características que implican los proyectos de ampliación de esas metrópolis. Todo apoyado por principios urbanos contemporáneos centrados en las necesidades del habitante del presente y del futuro.

Propuestas serias que llevan a determinar que fueron concebidas y planificadas respetando, de alguna manera, sus valores propios y originales. De esa manera, esas monumentales intervenciones muestran cómo los nuevos conceptos de planificación se traducen en grandes y atractivas realidades espaciales, útiles también para elevar la calidad de vida de los habitantes.

Sin embargo, también hay ejemplos que denotan que toda pretensión de transformar el sentido que conllevan las ciudades contemporáneas podría convertir la intervención hasta en impositiva, debido a la implementación de ciertos dispositivos creados para mutar la vida urbana existente.

Una realidad que hasta podría coartar la vida de las personas, especialmente de los barrios periféricos de las urbes. Así, la obtención de resultados preocupantes llevaría a que se asienten dos ciudades distintas.

La Paz es una ciudad que necesita importantes intervenciones urbanas que aprovechen sus cualidades para proyectarla al futuro. Esto porque no merece que la muestren solo como un espacio de surgimiento de nuevas áreas urbanas con formas que semejan canales de tránsito peatonal, remarcados por pequeñas áreas de descanso donde se asienta la venta callejera. La idea debiera ser proyectar intervenciones urbanas —ejecutadas por etapas— que sean útiles para redefinir la ciudad del futuro.

Esta por demás señalar que esta urbe debe mirar los nuevos tiempos con proyectos que no busquen convertirla en un territorio con una vida lineal, sino con intervenciones urbanas que estén planificadas para que la sociedad las practique. Vale decir, en las que el habitante exprese su libertad y se apropie de ellas.

Utopía para muchos, pero, incluso así, La Paz no requiere de esquematizaciones tempo-espaciales que la sigan construyendo con pequeñas soluciones de funcionamiento transitorio, que luego se convierten en definitivas y terminan dando la impresión de una ciudad sin dirección y sin mirada futurista.

En esa misma línea, una sentida necesidad son las nuevas propuestas de crecimiento, pues la apropiación cada vez más intensa de los cerros exige la dotación de vías, infraestructura, instalaciones, entre otros. Lo lamentable de este fenómeno, sin embargo, es que se están construyendo pequeños satélites de pobreza.

Pensadores urbanos afirman que construir un lugar no es solo geometría, signos o tramas urbanas, ya que el resultado termina siendo un espacio sin nombre, como es lo que sucede con las ampliaciones que se observan en los cerros.  Lugares de enjambre o —como dirían otros estudiosos— áreas de impunidad. Una deprimente realidad que debiera llevar a preguntarnos: ¿realmente estamos con la mirada puesta en el futuro o solo construimos una ciudad con espacios vectoriales denominados nuevos barrios?

La respuesta más evidente es que las áreas urbanas hoy exigen intervenciones bien concebidas para proyectar nuevos espacios, y esto significa que se apropien de las cualidades de un lugar y aprovechen su entorno, sin olvidar las características de la población que allí radicará. Todo ello para luego ser complementadas con propuestas que no omitan el hecho de ser innovadoras.

(*) Patricia Vargas es arquitecta

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Pintura de Villalpando en México

Patricia Vargas

/ 6 de diciembre de 2024 / 06:00

Durante la época colonial, los artistas y escritores de la Ciudad de México buscaban mostrar al mundo, especialmente a los españoles, imágenes de la calidad urbana que, según ellos, caracterizó a la época virreinal en México. Tiempos en los que la pintura mexicana fue representada por el artista Cristóbal de Villalpando.

Este pintor estaba convencido de que la Ciudad de México era la capital del Nuevo Mundo, por lo que se la idealizaba como una urbe imperial de grandes dimensiones, donde se concentraba la ciudadanía esencialmente española. Esta pasión por la ciudad lo llevó a afirmar, por escrito, que México era la Nueva Jerusalén.

Su obra La Plaza Central de la Ciudad de México (1695) fue considerada una obra de arte que buscaba representar el Nuevo Mundo según el modelo europeo. Esta pintura retrata la Ciudad de México, hoy Distrito Federal, que en ese entonces ya contaba con 100.000 habitantes.

Lo singular de esta pieza de arte es que, a pesar de su intención de resaltar el progreso y la grandeza de la ciudad, también refleja de manera clara los problemas sociales de aquella época, como la pobreza y la enfermedad que aquejaban a su población. Sin embargo, según el cronista Agustín de Betancourt, la ciudad ya contaba con una catedral comparable a las de Roma.

En esos tiempos, los españoles arrasaron con todo lo que significaba el pasado azteca y sustituyeron esa parte de la ciudad con nuevas edificaciones que no comprendían ni los problemas sísmicos ni las costumbres de los antiguos habitantes de la región.

Lo particular es que la obra de Villalpando, pintada en la gran explanada que hoy es el Zócalo, responde a ideales renacentistas en su planificación urbana, por lo que muestra a los europeos en primer plano, con sus ostentosas vestimentas, mientras los indígenas aparecen sentados en sus lugares. De este modo, la pintura ofrece un retrato de la sociedad de ese entonces en México.

En esos tiempos, la idea del Nuevo Mundo exigía a la ciudadanía local, que iniciara su vida borrando la memoria de su pasado. De ahí que los clérigos soñaban con restablecer la pureza apostólica, en tanto que los europeos aspiraban a revivir la virtud de la antigüedad. Ambos ideales inspiraron la concepción de modelos clásicos de planificación urbana basados en los ideales del Renacimiento.

La obra La Plaza Mayor de México, de Villalpando, fue ejecutada gracias al trabajo de 1.283 personas. Mide tres metros cuadrados y retrata la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el Palacio Virreinal y el mercado de Parián. Actualmente, se encuentra en manos de un coleccionista en Inglaterra.

Es notable que, desde 1554, las edificaciones en la Ciudad de México hayan sido reconocidas por su magnificencia y acabado, según afirman varios escritos. Lo singular es que en España se consideraba que la plaza principal de México era tan grande que no tenía comparación con otras. Esto por sus grandes dimensiones, que podían albergar un coro completo capaz de interpretar música sagrada en lengua indígena, al mejor estilo polifónico de Europa.

Así, la plaza de México fue vista como una utopía del Nuevo Mundo, mientras que la pintura de Villalpando en 1685 recibió numerosos elogios y, en su tiempo, fue comparada con la obra El triunfo de la eucaristía, del pintor flamenco Pedro Pablo Rubens.

Patricia Vargas es arquitecta

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Los Ángeles, ciudad mosaico de culturas

Patricia Vargas

/ 22 de noviembre de 2024 / 06:00

Los Ángeles, una de las ciudades más emblemáticas de Estados Unidos, fue fundada en 1781 por colonos españoles en honor a la Virgen María. Su nombre original, Nuestra Señora la Reina de los Ángeles, terminó en convertirse en una gran metrópolis.

La historia relata que esa ciudad fue una llanura semiárida dependiente de un recurso vital: el agua. En 1913, la construcción de un acueducto —transportador de aguas desde el río Owens— permitió el crecimiento acelerado de la ciudad. Los antiguos senderos indígenas se transformaron primero en cañadas ganaderas y luego en tierras de cultivo de frijoles, para luego ser urbanizados en su totalidad.

Aunque originalmente no contaba con un puerto, explosiones en Dead Man’s Island permitieron la creación del puerto de aguas profundas de Wilmington-San Pedro, ubicado en una llanura semiárida con un nivel freático reducido, el cual fue la clave para su desarrollo.

Durante los primeros años del siglo XX, el crecimiento de la ciudad se aceleró gracias al tranvía eléctrico que facilitó la expansión urbana. Una etapa fundamental en la evolución de Los Ángeles, que, en la tercera década del siglo XX, ya contaba con una población de tres millones de habitantes.

Entre 1930 y 1941, la ciudad vivió su “época de oro”, marcada por la creación de los estudios de Hollywood, que internacionalizaron a Los Ángeles y cambiaron su rostro. Tiempo en el que, arquitectos pioneros adoptaron el estilo moderno y con ello moldearon el paisaje e imaginario de esa ciudad. Un hecho que colaboró en convertirla en atractiva para la vida urbana efervescente.

Pero no se debe omitir que fueron tiempos que aparecieron los letreros de neón, que comenzaron a proliferar en las calles, dotando a la ciudad de una originalidad inconfundible. Esto último, considerado por muchos como el símbolo de esa gran ciudad.

A lo largo de los años 30, Los Ángeles se transformó de una tierra de campos de frijoles al famoso Beverly Hills de Hollywood. Un centro neurálgico del entretenimiento y de la cultura popular, que consolidó a la ciudad como una verdadera “fábrica de sueños”. Lo singular es que su población fue parte protagonista de innumerables películas. Una realidad que la integró en el imaginario del cine.

De esa manera, Los Ángeles se estableció como la ciudad de Norteamérica donde la realidad y la fantasía se entrelazaban, pero también como el lugar que albergaba tanto corrupción como inocencia.

Durante la Segunda Guerra Mundial, esa urbe experimentó un crecimiento económico acelerado, gracias a la consolidación de la industria aeronáutica y al suministro inagotable de electricidad.

A mediados del siglo XX, Los Ángeles comenzó a experimentar un crecimiento exponencial de su población, caracterizada por una notable diversidad de identidades —anglosajona, mexicana, asiática, entre otras—. Esto, gracias a las reformas de Inmigración y Nacionalidad que, en 1965 puso fin a las cuotas basadas en la nacionalidad, lo cual permitió un mayor flujo de inmigrantes de diversas partes del mundo.

De esa manera esa metrópolis, se convirtió así en un mosaico de culturas, con un crecimiento poblacional tan dinámico que comenzó a ser conocida como la ciudad de las múltiples nacionalidades. Hoy, Los Ángeles es una urbe global, con más de 80 idiomas hablados en sus calles y una representación de las culturas más importantes del mundo.

Debido a esa característica, Los Ángeles fue apodada como la ciudad de Oz por lo centelleante de su entorno y las decenas de razas e identidades que allí conviven.

Patricia Vargas es arquitecta.

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Lo híbrido en la ciudad

Patricia Vargas

/ 7 de noviembre de 2024 / 06:02

Hoy, las ciudades son los escenarios donde convergen diversas realidades, no solo en el contexto urbano formal, sino también en su rica y variada morfología. Esta pluralidad se sostiene en las múltiples formas de vida urbana.

Las imágenes cambiantes, que revelan la hibridación de culturas que habitan en estos espacios, generan una nueva representación de la sociedad contemporánea. Esta última, dentro de singularidades sorprendentes.

Pero no se debe omitir que la tecnología informacional también interviene en la configuración urbana de las ciudades modernas.

Esta realidad muestra que las imágenes urbanas contemporáneas no solo sorprenden, sino que, en algunos casos, están saturadas de una diversidad de expresiones formales. Allí donde coexisten sociedades de diversas culturas, la profusión de costumbres se convierte en el nuevo significado de la vida urbana, enriquecida por la efervescente y dinámica cotidianidad de las metrópolis.

No debe olvidarse que esas metrópolis están pobladas por individuos de múltiples razas, de cuyas interacciones surgen distintas historias que allí se inscriben. Este fenómeno contribuye a definirlas como constructoras de un nuevo significado del espacio urbano.

Esta realidad ha enriquecido y transformado a sus sociedades, donde el mestizaje cultural les confiere una notable riqueza y diversidad. Todas estas culturas conviven en una nueva sociedad, en la cual lo híbrido se presenta como su rasgo más relevante.

Esto es aún más evidente en barrios que no responden a imágenes de catálogo. Por el contrario, la diversidad social que compone la ciudadanía busca construir un espacio nuevo con expresiones culturales propias. Vale decir, una realidad genuina, no fabricada ni forzada en su concepción.

Así, lo híbrido explora nuevas maneras de entender la vida contemporánea. Esto se refleja en imágenes que expresan la singularidad de ciertos hábitos y costumbres de las diversas sociedades que conviven en estos espacios. Todo esto se ha convertido en una potencialidad social que podría hasta adquirir, progresivamente, un carácter universal.

Es evidente que se están construyendo sociedades en las que convergen múltiples razas, lo que ofrece nuevas y variadas potencialidades urbanas, gracias a la diversidad de culturas que albergan.

Así, el encuentro entre diferentes sociedades permite afirmar que lo híbrido se manifiesta en lo indeterminado. Una realidad que está transformando a las sociedades en los países desarrollados donde se brinda la oportunidad de reinventar lo establecido.

Este fenómeno también favorece la integración de los distintos universos de la vida urbana, concebidos como cruces culturales.

La Paz es una ciudad que relata su historia a cada paso. Sus múltiples realidades, forjadas a lo largo del tiempo, podrían enriquecerse al proyectarlas hacia el futuro con enfoques contemporáneos.

Estas manifestaciones también reflejan la sociedad y los hábitos de sus habitantes. Este marco muestra que la sociedad actual está en transformación, inspirando una visión de futuro que respeta sus singularidades.

No obstante, será necesaria una integración entre identidad y visión de futuro para construir un marco de comprensión de la vida ciudadana en la actualidad. Este proceso deberá ir acompañado de los valores que representan el habitar citadino.

Ambos criterios se deben desarrollar bajo principios de evolución acordes a los nuevos tiempos, inspirando a La Paz a transformarse en una ciudad del futuro que respeta su identidad.

Es evidente que vivimos tiempos, donde lo particular de lo híbrido en la sociedad juega un papel importante en la configuración de la ciudad.

*Patricia Vargas es arquitecta

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La ciudad mágica

/ 25 de octubre de 2024 / 06:00

Praga es históricamente considerada un tesoro de la arquitectura gótica, sin dejar de lado las importantes obras de arte que albergan sus museos. Su arquitectura, que combina estilos gótico y barroco, incluye edificaciones que permanecieron abandonadas hasta tiempos recientes. Situada a orillas del río Moldava, Praga ha sido reconocida como una de las ciudades más bellas de Europa.

Denominada también ciudad dorada, es la ciudad medieval que presenta una muestra casi enciclopédica de obras de arquitectura. Una imagen arquitectónica que se ha convertido en una de las más bellas de Europa, esencialmente por sus obras de estilo gótico,

Algunos escritos afirman que la riqueza de ciertas obras de arquitectura en Praga, reflejan la gran sensibilidad con que fueron concebidas. Sin embargo, el paso del tiempo y los cambios políticos provocaron el deterioro de muchas de estas construcciones debido a su abandono. A pesar de ello, hoy la mayoría de estas edificaciones fueron restauradas.

Lo singular de la historia de Praga es el papel fundamental de su río, que contribuyó a su desarrollo y subsistencia. Además, el escritor Václav Havel, quien en 1989 se convirtió en presidente de la República Checa, fue clave en la conquista de la libertad de la ciudad.

Al valor arquitectónico de sus edificaciones y su arte gótico, se añade el hecho de que el renacimiento intelectual, durante el reinado de Rodolfo II (finales del siglo XVI y principios del XVII), heredó importantes obras que hoy se constituyen en una parte fundamental de la riqueza cultural de Praga. Ese emperador era un ávido coleccionista de arte, objetos antiguos y curiosidades. Su colección incluía obras de arte de toda Europa, instrumentos científicos y objetos relacionados con la alquimia.

En esa época, Praga se convirtió en un imán para artistas e intelectuales de toda Europa, en gran parte debido a las obras adquiridas por Rodolfo II. Él encargó grandes pinturas de artistas italianos, que fueron transportadas a través de los Alpes. Entre estas obras destaca un retrato suyo, una singular pintura del siglo XVI creada por el artista surrealista Giuseppe Arcimboldo, quien representó el rostro del emperador a través de una composición de frutas y verduras.

La historia relata que, para Rodolfo II, el arte era su mayor pasión, aunque también se interesaba por otras prácticas, como diversas formas de magia. Esto último le dio a Praga un sentido esotérico. Un ejemplo de ello es el Callejón Dorado, una callejuela que transmite un ambiente mágico con sus casas de colores, su historia y su ubicación dentro del Castillo de Praga.

Por todo esto, Rodolfo II —un personaje complejo, cuya figura sigue despertando interés en la actualidad— es recordado por haber legado a Praga una era de gran atractivo en toda Europa, la cual perdura hasta nuestros días y ha contribuido a dotar a la ciudad de un singular valor político y cultural.

Praga es considerada hoy una ciudad mágica, que cuenta con un centro urbano impregnado de historias de valor singular del pasado. Lo singular de todo ello es que allí se haya estrenado la ópera Don Giovanni, del compositor Wolfgang Amadeus Mozart.

Para terminar, Praga es una ciudad que destaca por sus valiosos atributos urbanos y su oferta de importantes exposiciones de arte, lo que le ha otorgado un gran prestigio y la ha posicionado como una de las ciudades más visitadas, especialmente por su rica historia relacionada con el arte y la magia. Asimismo, porque actualmente, es reconocida como el centro del desarrollo del urbanismo.

Patricia Vargas es arquitecta.

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La Plaza del Bicentenario II

/ 11 de octubre de 2024 / 06:00

Las plazas son parte de la esfera pública de las ciudades, sin embargo, en los últimos años parecieran estar en el olvido, también en las ciudades desarrolladas. Una situación que debería llevarnos a cuestionar dónde se concentra la población o a dónde se ha trasladado la vida efervescente de las urbes. La respuesta parece estar: en los espacios abiertos de callejuelas en las que se desarrollan diversas actividades culturales.

En estos sitios, la población exhibe sus particularidades a través de eventos artísticos y culturales que tienen lugar por corto tiempo. Estas exposiciones itinerantes le dotan de gran valor al espacio público.

Evidentemente, las sociedades han desarrollado una vida urbana que refleja una creciente necesidad de contacto con las áreas públicas abiertas. Esto se debe a que la población, esencialmente citadina, ha comenzado a convertirse en asidua a los nuevos espacios urbanos. Una realidad que invita a las ciudades a crear más de ellos, para que allí las manifestaciones culturales enriquezcan a la comunidad con diversas formas de arte.

De esta manera, esos espacios públicos se han convertido en parte integral de las prácticas sociales contemporáneas.

La Plaza del Bicentenario, que articula la columna vertebral de La Paz, que baja desde El Prado hasta la Av. Arce, inspiró la idea de proyectar una plataforma como espacio abierto para acoger actividades expositivas temporales, con una duración de dos o tres días, dada su idoneidad para albergar este tipo de eventos. Así, tendría lugar su conversión en un espacio cultural abierto.

Este interesante entorno urbano debiera invitar a una nueva forma de vida urbana, en contacto con los espacios abiertos, y en particular con el arte expositivo. De este modo, llevar al transeúnte a un encuentro con la cultura y el paisaje urbano de su entorno.

La Paz contaría con un espacio atractivo adicional, que permitiría a la población sensibilizarse a través de las diversas muestras que allí se desarrollen. Un lugar abierto donde se desplieguen las diferentes manifestaciones artísticas que ofrece la ciudad, a partir de un carácter flotante y transitorio.

De esta manera, ese espacio sería aprovechado —por su ubicación y entorno— para una serie de presentaciones. Podría, por ejemplo, exhibir ejemplares de libros históricos por solo 24 horas; presentar algunos ejemplares de los bellos bordados de la calle Sagárnaga; exponer pinturas singulares; obras de teatro al aire libre, conciertos nocturnos y mucho más.

Esto lo llevaría a convertirse en un lugar en constante transformación, que atraiga e invite a la participación. Más aún, sería una oportunidad para conocer la vida productiva de Bolivia en sus casi 200 años de vida.

La Plaza del Bicentenario se convertiría así en un espacio urbano vivo y dinámico, que podría convocar a la ciudadanía, especialmente a los jóvenes universitarios, quienes hoy, lamentablemente, parecen haber optado por usar la puerta trasera del Monoblock debido a la intransitabilidad del acceso principal.

Esta plaza debería formar parte de la planificación urbanística contemporánea de la ciudad de La Paz. Su función tendría que ser facilitar el contacto social y el intercambio cultural, pero, en absoluto, ser un mercado más de la urbe.

La Paz está cansada de tanto comercio y tiene el derecho de contar con un espacio para el caminante; un lugar de los tiempos contemporáneos, que relate, por ejemplo, la historia de un siglo de esta ciudad, la capital política de Bolivia.

Patricia Vargas es arquitecta.

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