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Una ciudad concebida

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Patricia Vargas

Cuando se piensa en grandes intervenciones urbanas, como sucede en varias ciudades de Asia, inmediatamente nos imaginamos la infinidad de nuevos conceptos y características que implican los proyectos de ampliación de esas metrópolis. Todo apoyado por principios urbanos contemporáneos centrados en las necesidades del habitante del presente y del futuro.

Propuestas serias que llevan a determinar que fueron concebidas y planificadas respetando, de alguna manera, sus valores propios y originales. De esa manera, esas monumentales intervenciones muestran cómo los nuevos conceptos de planificación se traducen en grandes y atractivas realidades espaciales, útiles también para elevar la calidad de vida de los habitantes.

Sin embargo, también hay ejemplos que denotan que toda pretensión de transformar el sentido que conllevan las ciudades contemporáneas podría convertir la intervención hasta en impositiva, debido a la implementación de ciertos dispositivos creados para mutar la vida urbana existente.

Una realidad que hasta podría coartar la vida de las personas, especialmente de los barrios periféricos de las urbes. Así, la obtención de resultados preocupantes llevaría a que se asienten dos ciudades distintas.

La Paz es una ciudad que necesita importantes intervenciones urbanas que aprovechen sus cualidades para proyectarla al futuro. Esto porque no merece que la muestren solo como un espacio de surgimiento de nuevas áreas urbanas con formas que semejan canales de tránsito peatonal, remarcados por pequeñas áreas de descanso donde se asienta la venta callejera. La idea debiera ser proyectar intervenciones urbanas —ejecutadas por etapas— que sean útiles para redefinir la ciudad del futuro.

Esta por demás señalar que esta urbe debe mirar los nuevos tiempos con proyectos que no busquen convertirla en un territorio con una vida lineal, sino con intervenciones urbanas que estén planificadas para que la sociedad las practique. Vale decir, en las que el habitante exprese su libertad y se apropie de ellas.

Utopía para muchos, pero, incluso así, La Paz no requiere de esquematizaciones tempo-espaciales que la sigan construyendo con pequeñas soluciones de funcionamiento transitorio, que luego se convierten en definitivas y terminan dando la impresión de una ciudad sin dirección y sin mirada futurista.

En esa misma línea, una sentida necesidad son las nuevas propuestas de crecimiento, pues la apropiación cada vez más intensa de los cerros exige la dotación de vías, infraestructura, instalaciones, entre otros. Lo lamentable de este fenómeno, sin embargo, es que se están construyendo pequeños satélites de pobreza.

Pensadores urbanos afirman que construir un lugar no es solo geometría, signos o tramas urbanas, ya que el resultado termina siendo un espacio sin nombre, como es lo que sucede con las ampliaciones que se observan en los cerros.  Lugares de enjambre o —como dirían otros estudiosos— áreas de impunidad. Una deprimente realidad que debiera llevar a preguntarnos: ¿realmente estamos con la mirada puesta en el futuro o solo construimos una ciudad con espacios vectoriales denominados nuevos barrios?

La respuesta más evidente es que las áreas urbanas hoy exigen intervenciones bien concebidas para proyectar nuevos espacios, y esto significa que se apropien de las cualidades de un lugar y aprovechen su entorno, sin olvidar las características de la población que allí radicará. Todo ello para luego ser complementadas con propuestas que no omitan el hecho de ser innovadoras.

(*) Patricia Vargas es arquitecta