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Thursday 16 Jan 2025 | Actualizado a 21:15 PM

La vida no vale nada

Solo 10.000 cooperativistas están afiliados a la Caja de Salud, cuando son más de 150.000 trabajadores

José Pimentel Castillo

/ 16 de mayo de 2023 / 08:40

Potosí: Minero fallece por una caída y suman 22 muertes este 2023. Huanuni: Accidente de trabajo en interior mina cegó la vida de trabajador por inhalación de gas tóxico. Potosí: Minero muere en el Cerro Rico atrapado por gran planchón. Guanay: El mercurio envenena a cooperativistas y pueblos indígenas. Así las noticias desgranan la tragedia del minero en pleno siglo XXI. “La vida no vale nada/si cuatro caen por minuto/y al final por el abuso/se decide la jornada” (Pablo Milanés). Mientras tanto tomo una taza de café, no puedo hacer nada, sino indignarme.

La actividad minera es en sí una labor insana. Las profundidades de la tierra no son su hábitat, se le niega al hombre la garantía de la subsistencia, el oxígeno. Se tuvo que recurrir a la coacción para imponer la mita y obligar a las comunidades indígenas a enviar comunarios a trabajar en las minas por el derecho a subsistir en su propia tierra; Wañuchuy mita fue el grito de sublevación contra el coloniaje, finalmente la mita se levantó a principios del siglo XIX. Ir a la mina era una maldición.

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La introducción del sistema industrial en la minería era imposible sin una fuerza laboral permanente y cada vez más calificada; así el patrón tuvo que combinar sus intereses con los de los obreros; se les tentaron para ir a la mina a cambio de la dotación de alimentos y productos que nunca alcanzarían en sus pueblos: la carne, el pan, las velas, la coca, el cigarro, el alcohol, etc. La concentración de obreros dio paso a un nuevo sujeto histórico: el proletariado; con su lucha fue conquistando mejores condiciones de vida y trabajo, entre ellas la seguridad industrial. Se hicieron los manuales donde el patrón dispone un sistema de seguridad laboral: la ventilación del paraje, la perforación húmeda —para evitar la polución—, la dotación de ropa de seguridad, los primeros auxilios en el interior mina, etc. Era la manera de evitar la explosión de revueltas frente al accidente de un compañero de trabajo. Los obreros tenían que asumir las nuevas reglas que les obligaban a un horario que programaba la detonación de los explosivos y establecían un espacio de tiempo para la ventilación, a vestir la ropa de seguridad muchas veces incómoda, a las normas de la labor específica. Todo por lograr un trabajo seguro.

La lucha histórica del proletariado dio paso a disposiciones legales que garantizaban el trabajo, la salud y la jubilación del trabajador: el Código de Seguridad Social y el decreto-ley de seguridad industrial. El declive del nacionalismo-revolucionario y la emergencia del neoliberalismo dieron fin a todas estas conquistas con la imposición de la libre contratación: Lo tomas o lo dejas. Las grandes empresas redujeron su fuerza de trabajo en un 70% e impusieron sus condiciones: trabajar y no meterse en política. Los mineros relocalizados fueron obligados a organizar cooperativas para imponer un modo de producción individualista que llevaba a la disputa por los mejores parajes y bajaba sus costos elevando el sacrificio del trabajador. La dignidad y la seguridad eran lo de menos.

El neoliberalismo por una parte marginaba a las mayorías y atraía a la vorágine de la explotación a quienes morían de hambre, miles de comunarios se incorporaron a la actividad minera, ansiosos de sobrevivir e incorporarse a la vida citadina. Sin cultura del trabajo minero, son los más propensos a sufrir accidentes; sin conocer sus derechos, no gozan del seguro de salud y ni aportan al fondo de pensiones. Solo 10.000 cooperativistas están afiliados a la Caja de Salud, cuando son más de 150.000 trabajadores, solo 130 cooperativas aportan a las AFP de las más de 1.500 existentes. La lógica es vivir el momento.

Los años de lucha contra la explotación del capital fueron acumulando una serie de principios y conductas de la clase trabajadora que ponía énfasis en la defensa de la vida como objetivo de organizaciones como el sindicato y las cooperativas: el apoyo mutuo, la solidaridad, el bien común, el bienestar, principios que alentaron la búsqueda de una sociedad más justa. La destrucción de los sindicatos clasistas dio paso a que el único interés sea el ingreso económico personal, que empuja a un nuevo eslabón del capital: el consumismo, que no mejora en nada el bienestar, así sea personal.

Contra esta degradación de la sociedad surgieron sublevaciones que acuñaron objetivos como el socialismo comunitario y el “vivir bien”, cuya grandiosidad se pierde en el diario vivir. La lucha ideológica no está tanto en lo que se proclama, sino en la forma de encarar lo cotidiano.

La humanidad misma está acosada por la crisis climática, económica y el descrédito de la democracia, es una crisis civilizatoria; estamos ante un dilema, acá y en el mundo: humanidad o barbarie.

(*) José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero

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Todavía soñamos

José Pimentel Castillo

/ 7 de enero de 2025 / 06:02

Al comenzar este año reina la incertidumbre y la preocupación. El mundo presencia el exterminio en Gaza, se asoma un gobierno radical de derecha en Estados Unidos, que achaca su crisis a los migrantes, la amenaza de una conflagración mundial está presente, no existe un paradigma de convivencia mundial, los intereses monetarios se imponen a las razones humanitarias, la naturaleza se destruye cada vez más.

Nuestro país no es ajeno a este drama. Un año de capítulos novelescos no termina con el final feliz, las elecciones judiciales no acaban de sacar de la escena a los autoprorrogados, los ungidos por la voluntad popular se ven obligados a convivir con quienes fueron expulsados por la Asamblea Plurinacional, un seis de agosto. El culebrón de la trata de personas continúa, sin que se defienda a la víctima —si hay— porque el fin es otro. Mientras la derecha multiplica a sus candidatos, el MAS es víctima de su crecimiento descontrolado, como para jugar con el fraccionalismo.

Mientras tanto, la crisis económica golpea a los sectores populares y no hay propuesta de solución visible; es sobre esta temática que se volcarán las energías populares en los próximos meses.

La propuesta desde la derecha reedita el viejo libreto neoliberal y republicano. Cierre de las empresas públicas, despido de trabajadores, supresión de bonos y subvenciones, sin compensación alguna; inversión extranjera para la explotación de los recursos naturales, obviando la industrialización y provocando la descapitalización de la nación. La angurria del mercado se extiende a la vida de las personas cuando se lucra con la salud, la educación, la jubilación, el agua y la energía. Nada nuevo nos puede ofrecer, sino el garrote para imponer sus intereses antinacionales. Contra estas pretensiones está vigente la Constitución del Estado Plurinacional, instrumento para construir la patria soberana, próspera y justa.

Mientras la izquierda —diluida en el accionar del MAS-IPSP— busca un liderazgo para la carrera electoral, cuando su función es dar respuestas a las necesidades de los sectores populares. El liderazgo no puede determinarse si no es por la vía democrática, primer paso para ratificar su condición popular, lo otro —seguir con las zancadillas— es el juego de las élites que viven del poder. En el respeto a la voluntad popular estriba la construcción del poder popular; que no es tener a uno igual en la presidencia, sino estar todos en la toma de decisiones, la ejecución y el control de la gestión gubernamental, buscando también cambiar el Estado burocrático y colonial. Históricamente el Instrumento Político surgió de las organizaciones sociales: su organización, su programa y liderazgo es producto de la lucha; comprendió una asimilación de experiencias y la consolidación de un liderazgo, después de una depuración, muchas veces dolorosa. El ejercicio del gobierno por el MAS-IPSP ha sido un cúmulo de experiencias que merecen ser evaluadas por quienes posibilitaron su ascenso, las que deben ser capitalizadas en un nuevo decálogo para la actual etapa.

Las noticias nos traen la renovación de autoridades originarias en este primer mes del año, tradición democrática que se cumple sagradamente; esta práctica debe concluirse con un gran congreso de unidad de la propia Confederación de Campesinos, pedido recurrente en los eventos de base. Es en torno a la evaluación que surgirán los nuevos lineamientos para profundizar el proceso y un liderazgo convencido con estos propósitos, dando así respuesta a los dilemas que nos agobian.

(*) José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero

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Revolución Democrática y Cultural

/ 24 de diciembre de 2024 / 07:55

El pasado 18 de diciembre se recordó 19 años de la elección de Evo Morales a la presidencia, la primera elección directa de un presidente por voto popular desde el retorno a la democracia. El triunfo con el 55% rompió el manipuleo de la voluntad popular, que lograba la mayoría parlamentaria en los pasillos y no en las urnas. Esta acumulación del voto no fue un resultado casual, fue expresión de la bronca contenida, contra el sistema del ‘pasanaku’ de los partidos políticos (alternancia) y el colapso del modelo económico, que —vía la privatización y capitalización— destruyó el aparato productivo estatal. Así vivíamos una situación de marginación del pueblo y una concentración de la economía en grupos ligados a las transnacionales del petróleo y la minería.

La lucha del pueblo boliviano se dio de diversas maneras, muchas sangrientas: la masacre de Villa Tunari, de Amayapampa, la guerra del agua y del gas, febrero negro; políticamente dieron su voto a UCS y CONDEPA, un voto antineoliberal que terminó domesticándose.

El llamado a profundas transformaciones llevó a denominar el proceso como ´Revolución Democrática y Cultural´; buscaba cambiar la concentración de la riqueza, con una política redistributiva, superar el extractivismo con la industrialización de los recursos naturales; contar con una economía plural, con predominio del sector social: estatal, comunitaria y cooperativa, como alternativas anticapitalistas y luchar contra la concentración y el monopolio en la economía. Pregonaba los derechos colectivos de acceso a la salud, educación, agua, vivienda, energía, apoyo a la maternidad y la defensa de la naturaleza. Se reconocía la justicia plurinacional, como garantía oportuna para evitar daños o repararlos. Daba razón al término de Revolución y obligaba a construir un nuevo Estado, antagónico al burocrático y rentista.

La mayoría lograda en el 2005 se transformó en mandato constitucional cuando, en plebiscito, se aprobó la Constitución del Estado Plurinacional, siendo ahora un propósito de toda la nacionalidad.

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A esta altura, vale la pena hacer algunas reflexiones. ¿Cuánto se avanzó? En general, mucho, en las obras y las políticas realizadas: bonos dignidad, maternidad, de permanencia escolar, subsidios en los alimentos, los combustibles y los planes de vivienda; precios accesibles del gas y agua domiciliaria; salud universal, infraestructura educativa; las carreteras nacionales, teleférico, satélite, etc. Se redujo la pobreza extrema y moderada y se achicaron los niveles de desigualdad, se aumentó el salario mínimo nacional. En fin, mayor igualdad y oportunidades. Sin embargo, no se logró el control de la economía, ni romper el carácter de proveedor de materias primas; la apropiación de la riqueza por unos cuantos continúa, sólo se controla la renta del Estado; así mismo, el manejo del aparato estatal, justicia, educación y salud, sigue siendo burocrático y discriminatorio.

Se podría decir que el vivir bien ha fracasado y por lo tanto hay que cambiar de modelo. ¡No! El hecho que no se haya logrado lo que soñamos es la demostración que el camino es dificultoso, que el cambio no es de un día para otro, que la tarea requiere de una estrategia para desmontar el colonialismo y la marginalidad; poner el hombro, ser vigilantes, crear formas anticapitalistas de producción y de convivencia; lo que nos queda es persistir. Lo otro es someternos a un sistema que tiene como lógica las leyes del mercado, ciegas e inhumanas, cuyo producto será la vida para los que triunfen, no importa cómo, y la muerte para los marginados.

La humanidad está en un dilema de vida o muerte, desde que las nuevas formas de expansión del capitalismo copan las fuentes de vida (salud, educación, agua, biodiversidad, alimentos y comunicaciones), desinstitucionalizan los mecanismos de convivencia mundial como la ONU y la justicia, niegan los derechos humanos de las personas y los pueblos. Es en estos momentos, ante el deterioro de las condiciones de vida en el planeta, que hay que reivindicar una plataforma para salvar la humanidad, propugnando la solidaridad y la vida en comunidad, frente al racismo y el individualismo. La Constitución nos da un derrotero.

José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero.

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Democracia obrera

/ 10 de diciembre de 2024 / 06:05

El Comité Ejecutivo de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) convocó para este 13 de diciembre a su XXXIII congreso ordinario; la realización de las elecciones para el poder judicial del 15 ha llevado a su postergación para enero del 2025.

Para lograr sus fines, cualquier agrupación de ciudadanos establece estatutos, para mantener la coherencia interna y el respeto a los derechos de todos y cada uno de sus afiliados; su vulneración trae como consecuencia el descrédito, desconfianza y la distorsión de los objetivos por los cuales se agruparon. En el caso de la FSTMB el congreso se realiza después de nueve años, cuando la norma dice que debe ser cada dos; la consecuencia es que la otrora vanguardia del movimiento obrero ha perdido su voz en momentos agitados de la vida política del país, su conducta se dejó llevar por el vaivén de la coyuntura, sin analizar, consultar y determinar en asambleas los rumbos afines a sus intereses que son los de la nación.

El proletariado minero, surgido de la introducción de la industria en la explotación minera, tuvo su período de formación en la lucha por mejores condiciones de vida y trabajo, sus primeras conquistas fueron la jornada de ocho horas, el derecho a la sindicalización, un salario justo, el aprovisionamiento de alimentos en el campamento, mejoramiento de la vivienda, la educación para sus hijos, la atención de salud, etc. Estos procesos de lucha fueron consolidando su organización, el conocimiento de su rol en la economía y su dependencia de las fluctuaciones del mercado internacional. Superaron sus métodos de lucha, en principio el motín y la bronca contra los ejecutivos de la empresa; por la negociación y la utilización de la huelga como medio de lucha, cuando, a costa de privarse del pan de cada día, se golpea al patrón donde le duele, privándole de su ganancia.

La masacre de Catavi (1942) marcó su ingreso en la vida política nacional cuando el gobierno del Cnl. Peñaranda se puso al lado de la empresa norteamericana, Patiño, a costa de privarles del derecho a la sindicalización y el aumento de salarios; por eso, su apoyo (1944) al gobierno del mayor Gualberto Villarroel, enfrentado a la rosca minera y el imperialismo. Su lucha se coronó con la nacionalización de las minas en octubre de 1952, luego de las jornadas de abril, que mostraron su olfato político, capacidad organizativa y de lucha contra el ejército en El Alto y la ciudad de Oruro.

Su participación con el gobierno de la revolución nacional, con sus propias banderas como el control obrero en COMIBOL, fundiciones de estaño e industrialización del país, fueron relegadas por el poder real, la nueva burguesía. Su balance en los congresos XII en Colquiri y XIV en Siglo XX fue bastante crítico y concluyeron que la única solución a los problemas del país era el socialismo. En este enfrentamiento ideológico no hubo temor a señalar los errores, por primera vez el liderazgo de Juan Lechín fue cuestionado, se enfrentó en el IV congreso de la COB contra Víctor López, los resultados no minaron en nada la unidad del proletariado, necesario ante el fraccionamiento partidario.

Las dictaduras en nuestro país tuvieron al proletariado minero al frente, fueron llevados a cabo innumerables masacres en los campamentos para paralizar sus protestas. La derrota de las dictaduras fue fruto de su lucha, sin embargo, la formula constitucional prolongaba el poder de la clase política y marginaba al pueblo.

Con las armas de la democracia, el gobierno constitucional de Víctor Paz (1985) liquidó al movimiento minero, su recuperación se deja esperar aún. El congreso de San Cristóbal el 2015 dio su apoyo al Proceso de Cambio para hacer realidad una “política minera que se convierta en el pilar central del crecimiento económico del país”. ¿La clase obrera estuvo a la altura de este objetivo? y ¿el gobierno lo apoyó? El balance es necesario y sólo se logrará con una reflexión dentro del marco de la democracia participativa, en todos los niveles de la organización sindical.

José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero.

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Cabalgando en dos caballos

La crisis económica se deriva de falta de producción de riqueza o la apropiación de ésta por unos cuantos

José Pimentel Castillo

/ 26 de noviembre de 2024 / 06:00

Las políticas del libre mercado y las que delegan al Estado la dirección de la economía son antagónicas, el pretender conciliarlas sólo es el comienzo de una desembozada lucha de intereses.

Ciertos analistas parten de la afirmación que la disminución de producción y exportación del gas es el origen de la crisis que vivimos; así es hasta hoy, cuando todas las necesidades del comercio exterior se los ha financiado con esos recursos, obviando que la economía no sólo es del gas sino la suma de todos los productos que crea el país; el maniqueísmo de este argumento llega a identificar responsabilidades personales, desconociendo el hecho que en los años del proceso de cambio del 2006 al 2019, el producto interno se dobló y las exportaciones se multiplicaron por cuatro; entonces ¿cuál es el problema?, es la apropiación del excedente por una capa privilegiada.

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Si bien las exportaciones del gas disminuyeron en un 30%, las exportaciones de la minería crecieron seis veces y de la agroindustria, tres; pero en el mercado no hay dólares y esto es nada más ni nada menos porque los dólares que salen, en productos, no vuelven al país. Una economía planificada no puede perder de vista esta realidad; el modelo estatal del 52 —capitalismo de Estado— mantuvo la entrega y control de divisas durante cincuenta años, cuando COMIBOL y YPFB eran los generadores de divisas. Con estos recursos se pudo vertebrar el país y desarrollar la agroindustria, hasta que la pujante burguesía surgida de su seno tuvo la capacidad de apropiarse de todo lo creado por el Estado y reivindicar su calidad de clase emprendedora.

Esta omisión es el mayor error en la aplicación del modelo productivo comunitario: no hacer una bolsa común con las divisas generadas por todos los sectores nacionales, para una racional y justa distribución, según el plan de desarrollo nacional, disposición concordante con el espíritu de la Constitución Política del Estado Plurinacional.

La situación actual del país nos muestra la moneda boliviana devaluada, cualquier transacción con esta moneda será menor a su valor real; por eso los productos bolivianos, muchos de ellos regulados desde el Estado, llegan a mercados en las fronteras con precios mayores. La única solución es dar un cambio real a la moneda, dado que las medidas coercitivas no han dado resultado, al contrario, las instituciones llamadas a evitar el contrabando se han visto salpicadas.

Se piensa que importando diésel y gasolina se podrá superar la crisis, no es cierto; el importar implica disponer de divisas para comprar en el exterior, para lo cual habrá que dotarse de ellas en el país, si es en el mercado paralelo el recuperar y ganar vendiendo en Bolivia será imposible. Esta posibilidad es más irreal si se mantiene los precios de venta subvencionados, la gente preferirá hacer filas que comprar a precios exorbitantes; desde luego habrá alguien que diga time is money; a los que sí puede convenir, en los términos de la racionalidad, son los que hacen su contabilidad en dólares y no juegan con la especulación, ¿cuántos son ellos?

La crisis es generalizada, nos afecta a todos; las soluciones tienen que ser tomadas entre todos; esto significa que están los beneficiados de la crisis y las víctimas, por eso el costo debe ser proporcional a la capacidad de cada grupo social y aplicarse gradualmente el Estado, en su función constitucional, debe buscar estas convergencias; debe buscar coincidencias y en torno a ellas articular acciones que superen la actual crisis como: la sobrevaluación del boliviano, la fuga de capitales, la carencia de carburantes, garantizando la seguridad alimentaria, el cambio de la matriz energética y la industrialización de las materias primas. La crisis económica se deriva de falta de producción de riqueza o la apropiación de ésta por unos cuantos. El tomar medidas de la magnitud de la crisis es convencer y comprometer a todos, para lo cual hay que tener la credibilidad y la fortaleza necesaria para encararla.

(*) José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero

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Litio: ¿avances?

/ 29 de octubre de 2024 / 01:17

Al fin se conoce un contrato de Extracción Directa del Litio (EDL), el firmado entre Yacimientos del Litio Boliviano (YLB) y Uranium One Group (UOG). El contrato enviado a la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) deberá ser analizado, debatido, aprobado o rechazado. Una lectura inicial nos mueve a hacer algunas puntualizaciones y nos abre interrogantes.

El contrato más se parece a una obra “llave en mano”, con crédito a ser pagado con la producción, que una asociación de dos partes con aportes de cada una. Una sociedad mayoritaria del Estado con 55% tiene sentido cuando el directorio define el proyecto o decide la distribución de los excedentes; en este caso, todo está definido en el contrato; se fija el monto de la venta de la factoría, el plazo de su rembolso; los problemas técnicos los resuelve UOG e incluso ella hace la supervisión de la calidad de la obra.

La salmuera es muy compleja; el litio sólo es del 0,35%, los mayores contenidos son el sodio, potasio, manganeso, boro, calcio; el proyecto no explica que se va a hacer con estos elementos que tienen valor económico propio; se habla de un depósito de sales residuales, ¿para qué se los guarda si se los puede utilizar? Olvidamos que tenemos una planta para producir cloruro de potasio con una capacidad de 350.000 toneladas y no se dice nada al respecto.

Un proceso industrial, mucho más el químico, requiere de otros elementos para la reacción; en nuestro caso el carbonato de sodio, el ácido clorhídrico, el hidróxido de sodio y el cloruro de fierro. El Ministerio de Producción al informar, hace dos años, la inexistencia de estos y otros productos, anunció la creación de la química básica, de cuyo avance no sabemos nada; se dice que YLB se opuso. Ahora estos insumos se los importará, subiendo los costos y a la larga inviabilizando el proyecto.

El acuerdo establece una fase de pilotaje y la verificación de las reservas. Cuando hace tres años se llamó a la convocatoria para mostrar sus intereses y capacidad en los recursos evaporíticos, se pidió hacer la demostración piloto de sus bondades; hoy se la redita con un costo alarmante de $us 198,9 millones. La planta piloto que instaló COMIBOL para la misma capacidad, 1.000 TM, fue a un costo de $us 10 millones; por otro lado, YLB tiene el cuadriculado del salar con todos los datos geológicos de los 87 pozos y 7.500 metros perforados que se hicieron, ¿por qué repetir?

Los cálculos para el resultado económico toman en cuenta sólo un factor del mercado, el aumento de la demanda y no hacen referencia a la oferta, la que se incrementó, con varias iniciativas para aumentar la producción del litio; por eso, la caída estrepitosa de los $us 80.000 la tonelada a los actuales $us 10.000; si se mantiene este precio, tardaremos 50 años en pagar la deuda de $us 975,8 millones, con materia prima producida en la planta. La única manera de romper la inestabilidad de los precios es integrar la cadena productiva, añadiendo valor en cada una de las etapas de la industrialización, hasta tener un producto acabado en el mercado.

A pesar de las múltiples menciones en los informes de la burocracia estatal del texto constitucional que señala que la explotación de los recursos no tiene otro fin que dar valor agregado a la materia prima, con la suscripción de este contrato, YLB se convierte en la arrendataria de sus yacimientos, sin capacidad tecnológica para organizar y desarrollar sus proyectos, crear excedentes económicos para superar la desigualdad y empujar al desarrollo tecnológico del país. ¿Dónde están las cuarenta empresas, necesarias para la obtención de baterías?

El debate sobre este contrato en la ALP puede hacer que la ciudadanía retome el interés o de defender los recursos naturales y luchar por su industrialización, dejar de ser proveedor de materias primas al primer mundo, para consumir las mismas en productos acabados.

José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero.

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