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‘Lo aprendí siendo mamá’

Hay muchos estudios que demuestran que la maternidad puede potenciar habilidades necesarias para el mercado laboral, desde la comunicación asertiva, la gestión de conflictos, el uso de tiempo y el famoso multitasking, lo que, por supuesto, nos convierte en un grupo altamente productivo.

Hago una pausa para aclarar que lo anterior no significa que las mujeres no madres sean menos productivas o eficientes, eso está claro. Sin embargo, las mujeres no madres suelen tener más oportunidades de crecer en el mercado laboral, aunque muchas veces menos que los hombres, y probablemente menos que hombres que son padres.

Lo que a través de estudios se sostiene, no me lo tiene que contar nadie y seguro a ustedes tampoco. Lo veo día a día y lo he evidenciado en todos mis años de experiencia laboral. He tenido el privilegio de tener colegas que son el típico: ¿Cómo lo logran? Son las mamás que llegan corriendo a recoger al nene del jardín, con su traje sastre sorteando las baldosas con sus tacones. Son las que se dan el trabajo de repasar las tablas matemáticas y conseguir la cartulina que los chicos olvidaron al salir de la oficina. Son las que responden un mail en el celular mientras preparan una comida y las que llegan a su escritorio a sacarle el jugo a las ocho horas laborales porque no quieren llevarse trabajo a casa.

Pero son también esas madres que tienen una brecha en el CV de meses o años, dedicados a un trabajo que, si bien no vienen acompañados de un certificado laboral, ha sido probablemente el trabajo más demandante y desafiante, el trabajar como mamá tiempo completo. O son esas otras mujeres que durante su baja de maternidad han sido apartadas de proyectos clave.

Lo cierto es que son pocas las madres que no se han sentido en algún punto expulsadas del mundo laboral o en peligro de estarlo. Por las normas patriarcales de nuestra sociedad, las mujeres en la región cargamos con el doble de trabajo doméstico no remunerado y esto se repite en todos los estadios sociales y económicos. Una manera de abordar este problema es dejando de expulsar a las madres del mercado laboral y más bien incentivando y propiciando que los padres se involucren en las tareas de cuidado, solo así podemos hablar de un punto de partida igualitario.

Siendo madre, he aprendido a gestionar mi tiempo de una manera que no hacía antes de ser madre, porque siempre quiero ganarle horas al día. He lidiado con berrinches en el supermercado que me han permitido entender que los adultos también tenemos berrinches en el trabajo y, aunque no se vean igual que los de un niño de dos años, pueden ser abordados a través de una escucha afectiva y negociación. He potenciado mis habilidades para trabajar en equipo, así como en casa mi esposo, yo y la familia que nos apoya con el cuidado de nuestro hijo tenemos roles y tareas; en el trabajo es igual, es imposible pensar que alguien puede hacer algo completamente solo y todas las partes son fundamentales.

Dicen que las madres tenemos un sexto sentido, en el mundo laboral yo le llamo prevención, mitigación de riesgos y flexibilidad. He desarrollado la capacidad de pensar en los planes A, B y Z en todos los escenarios y también a improvisar cuando hace falta, como cuando enseñas origami en la mesa de un restaurante para que tu hijo no se aburra.

En este tiempo, además de cuidar y ver crecer a mi proyecto personal más importante, mi hijo, he tenido la oportunidad de aportar desde mi trabajo a proyectos con una mirada fresca y llena de herramientas que me ha dado la maternidad. Espero que muchas otras madres puedan hacerlo también y que muchas y muchos empleadores hagan una pausa en el día de las madres, no para llenarnos de flores y festejos en las oficinas, sino para observar y tomar conciencia de las habilidades de las madres en sus equipos y como éstas suman y mucho. Y valorar, con el rigor que se debe, la experiencia previa en el trabajo de maternar.

Nabilia Rivero es madre y comunicadora estratégica.