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Friday 22 Sep 2023 | Actualizado a 09:33 AM

Corrupción: mal de muchos, consuelo de tontos

/ 28 de mayo de 2023 / 01:18

En varios países de América Latina hay expresidentes, exministros y exaltos personeros de gobierno que guardan detención o están siendo encausados judicialmente por delitos de corrupción. La mayor parte de los debates que esto genera, coincide en afirmar que el fenómeno es muy antiguo y se ha extendido tanto que resulta poco menos que imposible erradicarlo. Por esta vía se tiende a tolerar prácticas corruptas y finalmente a convivir con ellas, tal si fueran un mal incurable.

Por lo dicho, suena muy bien la frase: “cero tolerancia a la corrupción”, esgrimida en las campañas electorales. El problema es que, por agotamiento, por contaminación, por ausencia de principios éticos, o por lo que sea, estas palabras no se aplican, se quedan en el aire, como nada más que una bonita frase.

Es cierto que el tema viene de muy lejos, no es nada nuevo. Y lo mismo si advertimos su intensa propagación en determinados momentos.

Pero se equivocaron quienes suponían que la corrupción a lo grande era exclusiva del modelo neoliberal, ejecutada por funcionarios de cuello blanco. A la vuelta de muy poco tiempo de instaurado el gobierno de Evo Morales se produjo el escandaloso caso de Santos Ramírez, que motivó no solo su destitución, sino su encarcelamiento por 10 años. No ocurrió lo mismo, bajo el mismo régimen, en el caso del Fondo Indígena; solo detenciones preventivas esporádicas, investigaciones de nunca acabar y contraacusaciones que convirtieron en víctima al principal denunciante, Marco Antonio Aramayo. Estos dos casos resultan emblemáticos para ilustrar ambas posiciones. Intolerante con la corrupción el primero y tolerante y laxo, el segundo.

Una enérgica labor de fiscalización de parte de los órganos públicos, ensamblada con un eficiente control social, hubiera permitido afianzar la tendencia de rechazo radical a la corrupción y hubiera achicado la posibilidad de que la Justicia haga sus acostumbradas trapacerías para salvar a los corruptos.

A partir de la Constitución Política del Estado existe un abultado armazón legal para la lucha anticorrupción, entre otras leyes, la 004 “Marcelo Quiroga Santa Cruz” y el Código Penal vigente. Que esta legislación puede ser mejorada y complementada (tarea que la oposición se empeña en sabotear) es un asunto, pero que nadie diga que faltan mecanismos legales para perseguir y sancionar a los que incurren en corrupción, en verdad lo que falta es voluntad política para hacerlo. Con un enfoque integral proponemos examinar estos aspectos:

— Comete delito quien recibe coimas, pero también quien las otorga.

— No basta con decomisar artículos y objetos de contrabando, el o la contrabandista debe ir a la cárcel y los bienes incautados ser sometidos a estricto control, al igual que los vehículos denunciados por robo.

— Los altos funcionarios públicos, desde el Presidente para abajo, deben abstenerse de colocar a sus parientes en la administración pública.

— Todas las instancias del Estado deben proporcionar información actualizada y facilitar el acceso a ella de parte de la ciudadanía en general. Asimismo, responder de forma oportuna y completa a las preguntas que les sean formuladas.

— Hace falta reformular y reglamentar la labor de las Unidades de Transparencia, incluyendo sanciones drásticas para quienes no cumplan sus responsabilidades.

— Las organizaciones sociales, fundamento del proceso actual, deben renunciar a prácticas prebendales y lo propio las instancias de gobierno que las fomentan. Incurrir en ellas no solo revela falta de respeto mutuo, sino que también siembra las semillas de la corrupción y debilita la participación en el control social.

— El rol fiscalizador de la Asamblea Legislativa, inevitablemente revestido de confrontación política, necesita urgentes ajustes que lo hagan efectivo.

Si lo ocurrido en el Ministerio de Medio Ambiente y Agua no provoca un viraje hacia la cero tolerancia a la corrupción, nos esperan días amargos y borrascosos.

Carlos Soria Galvarro es periodista.

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Corrientes políticas nacen, se desarrollan y… mueren

/ 17 de septiembre de 2023 / 01:25

Haciendo a un lado con respeto, pero también con energía, los saberes dudosamente “científicos” de sociólogos y politólogos queremos hoy acercarnos al tema a partir de irremplazables vivencias personales o generacionales. Septiembre aparecía como un mes cargado de acontecimientos memorables en cuyo análisis algo podíamos aportar precisamente por haberlos vivido de una u otra manera. Pero, preferimos ubicarnos en el marco del surgimiento, desarrollo y desaparición de grandes propuestas o proyectos que circularon en el país en las últimas siete décadas. En este espacio solo podemos alcanzar a enumerar las más significativas de estas grandes corrientes, rescatar algo de la huella que dejaron y constatar su desaparición.

— El nacionalismo revolucionario, encarnado en el MNR. Propugnó, y con sus luces y sombras, ejecutó la nacionalización de las grades minas, la reforma agraria, el voto universal y la reforma educativa, en lo que fue la revolución del 9 de abril de 1952. Su dirigencia caudillista se dividió en varias fracciones que desataron la “champa guerra” en las bases. Antes de sucumbir asumieron el programa neoliberal impuesto por el capital financiero, arriando en los hechos las banderas con las que se habían encumbrado. Casi niños o adolescentes, experimentamos en carne propia la frustración y el desengaño que dejaron estas propuestas, más aún entre la generación anterior, la de nuestros padres, que había forjado sus ideales en el fragor de la Guerra del Chaco.

— El Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), fracción engendrada en 1971 en el seno de la Democracia Cristiana con el aporte de grupos y personalidades marxistas y bajo la influencia simbólica de la imagen de Che Guevara (a propósito, el MIR boliviano no era afín a corrientes “foquistas” o radicales de izquierda que surgieron con ese nombre en varios países latinoamericanos). Lo más consistente de su propuesta, a la larga fue su teoría del entronque histórico con la revolución de abril, para dotarle a ésta de un horizonte nacional- liberador. Las dos grandes corrientes en que se fracturó el MIR, aplicaron a su modo tal entronque. Los unos (“Nueva Mayoría”) ayudaron al exdictador a cruzar los ríos de sangre que lo separaban del pueblo, y los otros (“Bolivia Libre”) pactaron una cómoda alianza con el epígono del modelo neoliberal a cambio de que les permitan desarrollar algunas de sus propuestas favorables al campo popular. Los primeros se dieron por satisfechos con el disfrute de los mecanismos del poder por dos gestiones consecutivas. Los segundos, menos cínicos, se plantearon la pregunta ¿valió la pena? Habiendo vivido de cerca estos procesos, la rotunda respuesta es ¡No! Y la prueba más contundente es que el MIR, al igual que el MNR, ya no existe en el escenario político. Ambos desaparecieron por completo.

— Izquierda marxista. Es sin duda la corriente más antigua y la que ha tenido la mayor variedad de expresiones partidarias y matices ideológicos considerados dogmas inconmovibles (PIR, POR, PCB, PCML, PS y otros). Solos, en alianzas frentistas o bajo el paraguas de las organizaciones sindicales de trabajadores, como la COB, estos partidos marcaron no pocos hitos en las luchas políticas y sociales, pero tampoco resistieron las pruebas del tiempo y los profundos cambios que ocurren en el mundo. Por lo menos en Bolivia también han desaparecido o han quedado anclados en el siglo XX. Sobreviven pequeños grupos de nostálgicos sin ninguna influencia de masas, incapaces de hacer propuestas o promover debates sobre cuestiones étnicas, temas de género, valores democráticos, el medioambiente o las tecnologías.

¿Qué lugar ocupa en este recuento el MASIPSP, cuando según muchos también ya cumplió su ciclo vital y está próximo a desaparecer? El tema es muy complejo, intentaremos abordarlo en esta columna la próxima quincena.

Carlos Soria Galvarro es periodista. 

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Albó: su aporte creativo y colectivo

/ 3 de septiembre de 2023 / 00:47

Siempre resulta motivador y reconfortante recordar las múltiples iniciativas que impulsó Xavier Albó, desde su comprometido emplazamiento a favor de las mayorías campesinas e indígenas de nuestro país. Nos preciamos de haber sido cómplices en algunos pocos de esos emprendimientos cuando estuvimos en la dirección del Centro de Documentación e Información (Cedoin) y después del Programa de Apoyo a la Democracia Municipal (Padem). Desde allí colaboramos en la edición de un breve texto suyo sobre Víctor Hugo Cárdenas en la Vicepresidencia (1993), también lo hicimos en dos de la serie Jesús de Machaqa: la Marka Rebelde de Roberto Choque, Esteban Ticona y el propio Albó (1996 y 1997) y, por último, en otro también suyo sobre campesinos e indígenas en el poder local (1999).

Permítasenos decir algo sobre el proceso de elaboración de estos y otros aportes en la monumental obra de Xavier. Como casi toda su extensa contribución al mayor conocimiento de nuestra abigarrada y cambiante realidad social, se trata de construcciones colectivas, abiertas a complementaciones diversas, textos generalmente flexibles y atentos a la continuidad investigativa. No intentan establecer conclusiones generalizables a todo tiempo y lugar, ni menos afirmaciones¬ cerradas de carácter definitivo. Albó no hacía exégesis ni diatribas. No especulaba sobre los datos recogidos, sino que permanentemente insinuaba posibles lecturas que enriquezcan la visión de lo que está pasando y lo que puede pasar.

En el ámbito de las instituciones de «cooperación al desarrollo», que en cierto momento ejercieron una notable influencia en el país, se solía hablar en todos los tonos de la necesidad de establecer coordinaciones, sumar esfuerzos, evitar duplicaciones innecesarias, etc. Sin embargo, los resultados concretos de ese extendido discurso eran en la práctica sumamente escasos y frustrantes. Se decía mucho pero se hacía poco.

Muchos de los trabajos de Albó rompieron ese círculo vicioso y mostraron a las claras cómo una labor efectivamente coordinada, sin mezquindades ni oportunismos institucionales —que también los había y muy frecuentes—, podía arrojar resultados positivos y generar efectos multiplicadores. Demostraba, por otra parte, que lo que más hacía falta en el ámbito de las instituciones era iniciativa creadora, ya que los recursos mal que bien existían y, si se compartía esfuerzos, resultaban más que suficientes.

Esto nos lleva a una cuestión sobre la que no se reflexionó lo suficiente al momento de sistematizar las experiencias de trabajar directamente con y desde las organizaciones campesinas, para que utilicen la ventana de oportunidades que la coyuntura les otorgaba. Esto se traducía en una formulación muy precisa: “Para aprovechar las potencialidades de desarrollo y democratización, creados con la Ley de Participación Popular, es preciso fortalecer a las organizaciones de la sociedad civil —campesinas e indígenas en este caso— elevando su capacidad de propuesta y de concertación, entre ellas y con otros actores locales, articulando niveles desde lo micro-comunal, municipal o provincial, pasando por lo meso o departamental y abarcando a lo macro o nacional”.

En ese sentido, nos parece además muy pertinente la afirmación de que tal fortalecimiento de la organización nunca sería un resultado automático, sino algo que se debe lograr con dedicación y esfuerzo, y añadiríamos con lucidez y modestia, respetando las tradiciones organizativas propias de campesinos e indígenas, y a la vez, contribuyendo a que sobre la base de esas tradiciones organizativas asuman los desafíos que la nueva realidad les estaba presentando. Quizá estas reflexiones hubieran sido útiles en los tiempos actuales, por cierto muy diferentes transcurridas más de dos décadas.

Carlos Soria Galvarro es periodista

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‘Es puerta de la luz un libro abierto…

/ 20 de agosto de 2023 / 01:35

Lo dije en ocasiones anteriores, los que estamos algo pasaditos ya no contamos el tiempo por años sino por décadas. Es así que de pronto recordé que hace más de siete décadas me inicié como “declamador” en la escuela Agustín Aspiazu del barrio paceño de Sopocachi, nada menos que con el soneto Estudia, con cuya frase inicial titulamos hoy esta columna. Confieso que había olvidado por completo el nombre del autor, pero no así el poema que se mantuvo intacto en mi memoria “… Estudia y no serás cuando crecido/ Ni el juguete vulgar de las pasiones,/ Ni el esclavo servil de los tiranos”.

Utilizando el Google redescubrí al autor, el venezolano del siglo XIX, Elías Calixto Pompa, quien “tuvo muy pocas oportunidades de ir a la escuela, pero pudo destacar en la poesía, en el periodismo y en la política, gracias principalmente a que le gustaba leer cualquier cosa interesante que llegaba a sus manos”.

Nos movemos en medio del torbellino de los “telepoliciales” de casi todos los canales del país, de la sarta de idioteces y noticias falsas que saturan las llamadas “redes sociales”, de la parcialización indisimulable de las grandes cadenas mundiales y de la preocupante disminución de lectores de periódicos tradicionales. No obstante y a pesar de ello, en las últimas semanas, hay hechos que, a nuestro juicio, se destacan.

Uno, que los libros impresos en papel están de retorno. Varios países, Suecia entre ellos, descartan los mecanismos digitales de sus sistemas educativos y deciden volver al libro impreso. Las nuevas tecnologías vinieron para quedarse, no es ni necesario ni posible eliminarlas, la clave es cómo y para qué utilizarlas evitando que con la potencial inteligencia artificial que contienen, avasallen, distorsionen e intenten reemplazar las relaciones humanas. El debate está abierto.

Y dos, con más luces que sombras ha tenido lugar en La Paz la 27ª Feria Internacional del Libro (FIL-2023). Quedó evidenciada la pujanza comercial de los libros, tanto de los producidos en Bolivia como de la gran cantidad de importados de diferentes países, además por supuesto de las muestras organizadas por algunas representaciones diplomáticas. La feria atrajo gran cantidad de público, no solo por los libros sino también por las numerosas y variadas atracciones que ofrecía especialmente para el sector infantil, lo cual si bien puede no repercutir demasiado en la creación inmediata de hábitos de lectura, representa un primer paso de positivo acercamiento al mundo literario.

Y aquí viene una ineludible observación: Las ferias del libro debieran estar más y mejor integradas al sistema educativo, que a su vez necesitaría conectarse con iniciativas globales, verdaderas campañas en pro de la lectura a realizarse en todo el país, con la más amplia y creativa participación de entidades públicas y privadas (ministerios, entidades estatales que producen libros, gobernaciones y municipios, empresas editoriales, clubes del libro, bibliotecas, medios de difusión y otras muchas). Pareciera que actualmente predominan la dispersión y la negligencia.

Veamos dos fechas: Con motivo del Día Internacional del Libro, declarado por la Unesco el 23 de abril, el Ministerio de Educación realiza la campaña Bolivia Lee por lo general solo en el ámbito de su jurisdicción y simplemente para cumplir instructivos burocráticos de “arriba a abajo”.

Por otra parte, en homenaje a la fecha de nacimiento de Óscar Alfaro, el poeta de los niños bolivianos, cada 5 de septiembre se conmemora el Día Plurinacional de la Lectura. Que se sepa se ha venido haciendo muy poco o casi nada por cumplir un mandato de la Ley del Libro, muchos de cuyos bellos postulados han quedado solo en el papel, para empezar nunca se constituyó el comité interinstitucional encargado de promover y coordinar dichas campañas y algunos municipios cierran bibliotecas en vez de fortalecerlas.

Hay pues mucho por hacer… las ferias no bastan.

Carlos Soria Galvarro es periodista.

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Marcha al Norte: Bloqueo vs bloqueo

/ 6 de agosto de 2023 / 00:25

Hace 40 años la Marcha al Norte, integrada por una inmensa caravana de vehículos, a su retorno de Tumupasa había quedado plantada en San Buenaventura. Los “paceños” bloqueaban la salida de una docena de equipos pesados de una empresa que, según ellos, había estafado a la Corporación de Desarrollo de La Paz (Cordepaz). Mientras que los “benianos” bloqueaban el río pidiendo el paso de la maquinaria que sería recogida por una docena de vuelos del avión Hércules y que en sus viajes de venida les daría transporte gratuito.

Hay que subrayar que la “estafa” consistía en haber desboscado solo una tercera parte de lo establecido en su contrato habiendo cobrado por la totalidad. Destruir el bosque era, supuestamente, el primer paso para plantar caña que abastecería a un complejo agroindustrial azucarero que a esas alturas (año 1983) solo existía en la imaginación de sus propulsores y que tardó… ¡más de 30 años en construirse! (en efecto, la planta inició formalmente a producir con la primera zafra local en agosto de 2016).

Visto el tema desde la actualidad, “no hay mal que por bien no venga”, mejor que no se hubiera cumplido el contrato, pues si se cumplía el daño infringido a la naturaleza hubiera sido tres veces mayor. De hecho tuvieron que pasar décadas antes de que la caña sirviera para alimentar una industria de azúcar y alcohol, cuya sostenibilidad es todavía muy incierta, salvo se generalizara el uso de biocombustibles.

El recorrido para llegar donde estamos, fue increíblemente largo y lleno de escollos. La Marcha al Norte Paceño chocaba con los intereses de grupos de poder, especialmente del oriente boliviano. A comienzos de los años 70 se creó Cordepaz con tres objetivos estratégicos para la región: complejo agroindustrial azucarero, planta hidroeléctrica e hidrocarburos. De los tres solo el primero encontró viabilidad; el proyecto hidroeléctrico (represa del estrecho de El Bala) está paralizado por serios cuestionamientos ecológicos y, que se sepa, no se han descubierto yacimientos de gas o petróleo.

Hitos remarcables en el proceso son: mediante una ley se declaró de prioridad nacional la construcción del complejo agroindustrial, en noviembre de 2006. Después se retomaron estudios de factibilidad técnica, económica, social y ambiental y finalmente la licitación internacional para la entrega “llave en mano” que recayó en la empresa china CAMCE Union Engineering.

La marcha de 1983 tuvo que estar varada en San Buenaventura hasta que, en una difícil negociación realizada en una embarcación anclada en mitad del río, los prefectos de La Paz y el Beni llegaran a un acuerdo. Pero ahí no paró la cosa: a los pocos días la empresa presuntamente estafadora, demandó a Cordepaz por daños y perjuicios y logró que todas sus instalaciones amanecieran un día precintadas por orden de un juez. ¿Qué pasó después? Averiguarlo sería todo un desafío.

Venciendo tremendas dificultades y limitaciones del canal estatal hicimos un documental por supuesto con el título de Macha al Norte. Si por puro milagro se hubiera conservado ese material (no existe en Canal 7 un archivo confiable de imágenes en movimiento) sería muy interesante comprobar los cambios ocurridos en cuatro décadas: varios tramos de carretera asfaltada, crecimiento de las poblaciones, el puente que une Rurre con Sanbuena y sobre todo el efecto de la Empresa Azucarera de San Buenaventura (Easba).

Las preguntas inevitables serían: ¿cómo han cristalizado las relaciones sociales, en especial sobre la propiedad de las tierras? ¿se han producido daños quizá irreversibles a la naturaleza? Y lo más grave, ¿no se abrieron caminos hacia peligros mayores, como ocurre con la fiebre del oro en casi todo el norte del territorio boliviano y zonas adyacentes del Perú y Brasil?

En la reciente Marcha al Norte (que ojalá no haya sido interrumpida por alguno de los numerosos bloqueos de estos días), ¿se habrán planteado tales inquietudes?

Carlos Soria Galvarro es periodista.  

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Marcha al Norte (bis)

/ 23 de julio de 2023 / 00:15

Con motivo de las fiestas julias, me enteré que un conjunto de instituciones paceñas auspicia una “Marcha al Norte” (21 al 24 de julio). Inmediatamente me vino a la memoria una marcha similar efectuada por estas mismas fechas pero, … ¡40 años atrás!

Vivíamos los primeros meses de la recuperación de la democracia (10 de octubre de 1982) y existía un marcado optimismo por la llegada de Hernán Siles Zuazo al gobierno a la cabeza de la UDP (Unidad Democrática y Popular, coalición de los partidos de izquierda). Yo hacía mis primeras armas en el medio televisivo, como Director de Noticias de Canal 7.

Evocamos a continuación algunos aspectos sobresalientes de esta experiencia, con la pretensión de establecer, si cabe, ciertas semejanzas y diferencias con la realidad actual.

La de 1983 fue una marcha de composición heterogénea, participó una gran diversidad de instituciones públicas y privadas embarcadas en una caravana de aproximadamente 80 vehículos motorizados.

El tramo cubierto la primera jornada fue entre La Paz y Palos Blancos (parte alta del río Beni), cerca de 240 km de camino de tierra. El segundo día recorrimos de Palos Blancos a Rurrenabaque- San Buenaventura (unos 210 km) pasando por Yucumo (en ese tiempo apenas un campamento del Servicio de Caminos donde se bifurca el camino hacia San Borja). Hay que recordar que Rurre y San Buena son municipios ubicados casi frente a frente en ambas orillas del río, beniano el uno y paceño el otro. Según el último censo (2012) Rurre sobrepasaba los 20.000 habitantes, en tanto que San Buena tenía alrededor de 10.000 y Yucumo cerca de 5.000.

La tercera jornada no hubo marcha, sino una concentración campesina y popular para recibir al Presidente que había llegado en helicóptero. Siles Zuazo frente a la multitud renovó la oferta de un ingenio azucarero y presentó los decretos supremos que revertían al Estado inmensas parcelas de tierras fiscales que se habían dotado ilegalmente personeros de los regímenes militares. Primera señal de que el norte no solo eran bellos paisajes de intenso verdor, fauna muy variada, turbios ríos caudalosos y endiablados caminos llenos de fango, sino que también ya existían expresiones de un potencial conflicto social por la tierra.

El cuarto día la caravana llegó hasta Tumupasa (algo más de 50 km) tropezando en el camino con un numeroso grupo de pobladores del sur del país, aspirantes a colonizadores, atraídos al lugar con promesas de reparto de tierras. El fugaz bloqueo se despejó muy pronto con la promesa de las autoridades de tomar nota de las demandas planteadas. Captamos entonces una nueva señal: los problemas del lugar sobrepasaban lo estrictamente local. Fue ahí, en Tumupasa que los responsables de la caravana decidieron el retorno inmediato, suspendiendo el tramo final diseñado hasta Ixiamas (otros 60 Km). Olfatearon un conflicto mayor.

Y no les faltaba razón. El arquitecto Loayza, responsable de la Corporación de Desarrollo de La Paz, había detectado que una empresa contratada por las anteriores autoridades para el desbosque de un extenso territorio había realizado solo un tercio de lo pactado no obstante de haber cobrado por la totalidad. Los pobladores de San Buenaventura exigían que los estafadores devuelvan el dinero, entretanto quedaría retenida la maquinaria que querían retirar en 12 vuelos de un avión Hércules (un bulldozer por cada vuelo). Pero el pequeño gran detalle era que la única pista operable quedaba al otro lado del río, es decir en Rurrenabaque. Los empresarios ofrecieron a los benianos –si conseguían pasar la maquinaria– transportarles gratuitamente toda la carga que quisieran traer en los 12 vuelos inevitablemente vacíos desde La Paz. Era una oferta tentadora y los benianos cayeron en la trama. Bloqueo contra bloqueo. La “Marcha al Norte” se quedó varada en San Buenaventura por más de tres días. La segunda parte de esta historia será contada la próxima quincena. 

Carlos Soria Galvarro es periodista.

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