Voces

Sunday 24 Sep 2023 | Actualizado a 23:17 PM

El refugio de la risa

/ 4 de junio de 2023 / 00:15

Qué oscuro está todo. El escándalo de pederastia dentro de la Iglesia Católica no hace sino confirmarse e implicar a cada vez más personas, entre víctimas y sacerdotes abusadores. En un inicio era el diario de un cura pederasta describiendo sus delitos en más de 380 páginas. Después, el trabajo minucioso del periodista Julio Núñez en El País, de Madrid. De ahí, fuimos palpando con profundo dolor y bronca un rosario de testimonios de más víctimas. Niñas, niños, adolescentes, seminaristas, todos heridos por abusos sexuales y violaciones de quienes predican el amor de Dios y el amor por el otro. Los representantes de la Iglesia piden perdón y dicen estar abiertos y colaborativos con las investigaciones de la Justicia después de no haber respondido a cartas, después de haber reaccionado con el silencio o con amedrentamientos a los denunciantes, después de haber sido crueles con los más débiles de su entorno. El horror es muy grande. El daño es indeleble, padrecitos.

Pero cuando damos vuelta la página del periódico (quienes todavía leemos en papel), nos encontramos con el desorden, con la mala fe, con la monumental estafa del Banco Fassil. No es Santa Cruz, son algunos empresarios cruceños, son algunos ministros de Economía que miraron para otro lado, son muchos clientes burlados por una entidad que nos vio la cara de tontos. Lo que se ha confirmado hasta hoy no es todo el mapa de la plata “fassil”; quedan piezas sueltas que preocupan a ciertos grupos económicos y políticos. Por si no fuera suficiente el carnaval financiero, hace una semana se tiñó el país de luto con la muerte del interventor Colodro. Las especulaciones políticas sobre las explicaciones de esta tragedia son pobres, son obscenamente interesadas y vergonzantes para los actores políticos que juegan sus fichas sobre el tablero del desastre.

El retrato de las fuerzas políticas en estos momentos se parece más a un dibujo de guardería. La pelea interna del Movimiento Al Socialismo está mostrando afilados colmillos: evistas, arcistas, cacería de funcionarios “no renovadores”, acusaciones contra Arce aún a costa de que se rompa toda la cristalería del actual Gobierno, acusaciones contra Evo y los suyos, vuelan los platos en la cocina masista. Ni asomarse al lugar, que nos puede llegar una taza en la cabeza. Al frente, Creemos ya no tiene con qué tapar su debilitamiento: su líder político entre rejas y acusado por su participación en la ruptura constitucional del 2019; la Gobernación de Santa Cruz, un castillo de naipes; el Comité Cívico cruceño, sin poder recomponerse de los moretones de los últimos paros y la cereza: su último comunicado pidiendo que cese la filtración de nombres en el escándalo Fassil. Queda Comunidad Ciudadana, que podría recuperar terreno en medio de tanta tormenta y consolidar un espacio político que proponga una oposición propositiva, pero cuentan algunas fuentes que si bien dentro del MAS hay dos bloques, en Comunidad Ciudadana, hay como cinco. No se sabe. Sí se sabe que la reacción contra la senadora Salame y su voto de no censura al ministro Lima fue torpe y cortoplacista. Sus colegas la pusieron fuera del plato. Vivan los librepensantes siempre y cuando no sean de los nuestros. Y así nos va.

Mientras tanto, conocedores y no conocedores pero deseosos de un nuevo descalabro, anuncian la debacle económica en tiempos de guerra e inflación. ¿Dónde nos metemos para escapar de tanta sotana abusadora, de corruptos de todos los colores, de estafadores con piel de empresarios, de políticos que no están a la altura del conflicto? ¿Dónde nos metemos?

Esta A se metió a un teatro: Pareja abierta (la obra de los italianos Darío Fo y Franca Rame) y la actuación limpia y generosa de Jhasel Vargas y el gran David Mondacca nos salvaron de terminar el día con más nubes sobre nuestro cielo. El Thelonius Music Hall, frente al monumento paceño de Eduardo Abaroa, un descubrimiento que no podemos dejar de visitar, un rincón como pocos custodiado por los restaurantes Manq’a y Masa. Es un viejo inmueble vestido de presente, de ideas, de calor. Vamos a refugiarnos allí como este miércoles que me refugié junto a mi amiga Verónica. Tan bueno fue para esta A apesadumbrada que al día siguiente busqué las alas de mis entrañables amigas Betina, Ruth y Angélica. Un almuerzo para la historia en un piso 38. Reí, reímos, a salvo de todo.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.

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Diálogos de papel

/ 24 de septiembre de 2023 / 01:27

Es interesante ver cómo los columnistas o colaboradores de un diario van trazando sendas con sus textos. Sin estar en un diálogo cara a cara, van entrelazando sus ideas en las páginas de opinión de esta casa periodística que tiene el orgullo de contar con un abanico de firmas muy valioso y plural para el debate sobre asuntos que están delineando la actualidad de un presente laberíntico.

En estos últimos días, quienes visitan con regularidad nuestras páginas de opinión tuvieron la oportunidad de encontrar por lo menos tres lecturas sobre una problemática que resultó ser uno de los núcleos de la reflexión política boliviana en estos “tiempos del cólera” o de la polarización tanto dentro como fuera del Movimiento Al Socialismo: las clases medias.

El antropólogo Sergio Velasco, en su texto Bautizo de las nuevas clases medias, parte del escenario social modificado que ya se había instalado en el 2019. El ascenso de sectores populares a la franja de las clases medias bolivianas había despertado una molestia (muy parecida a la bronca, francamente) que no era solamente un comentario expresado entre las cuatro paredes de la cocina sobre este “mal necesario”. En este proceso de movilidad social se exige de los recién llegados “moderación” y algo más. Se aplica una suerte de bautizo de los cholos o de los cunumis en el que estos “igualados” tienen que expulsar “toda culpa signada en la evidencia de su origen”. Se espera del pajarito nuevo que agarre, como un caporal, a chicotazos a su indio ancestral. Delante de todos, en la reunión de amigos, en el sauna de su nuevo club, en los puntos de bloqueos pititas, en la puerta del colegio de sus hijos… Sin embargo, este ritual de iniciación indicó falsamente, según Velasco, que los sectores populares eran conservadores. Lo que había es simplemente una autoflagelación, una “expropiación de su propia palabra”. Mucho sacrificio ofrecido en esta prueba de amor, “prueba de lealtad”, para recibir un premio más bien escuálido de parte del nuevo vecindario más blanco (o menos indio) en el que se pretende vivir: “te reconozco, más nunca como igual”, es el veredicto.

Al planteamiento anterior, Carlos Moldiz añade, en su columna Pensamiento político pitita, un factor que conecta: la crítica a los movimientos populares que hacen desde los balcones de las clases medias y de las élites: “en Bolivia deberían mandar los que saben”. O sea, la aspiración a la instalación del “gobierno de los universitarios”. Para Moldiz, estas oposiciones actuales no critican tanto los errores de las administraciones masistas de Morales o Arce como el origen plebeyo de sus autoridades. En este país, se sabe, la educación es un privilegio de pocos y se propone de los balcones de las “casas bien” que gobiernen los que pueden pagarla, denuncia. Carlos le añade así a la grieta de clase, la grieta económica. No es poco. Termina su columna acusando a las “tertulias arguedianas” de explicar los logros masistas solo en función del “factor suerte” y, paralelamente, de no ocultar su prejuicio en torno a la “blancura del saber”, “negando a todos aquellos que no salieron de sus maltrechos colegios”. Moldiz les pide no ser correctos, sí ser honestos; protesta contra los demócratas que dispararon contra un pueblo desarmado. Así, sin anestesia. Ojo, falta Édgar Arandia…

El intelectual nos lanza un anzuelo eficaz con el título de su columna dominical: Pititización. Sin embargo, no crean que es un ataque a quienes bloquearon con pititas o con palos a fines de 2019. Más bien recurre a Borges para recordar que los que se ocupan demasiado de sus adversarios terminan pareciéndose a ellos. Para Édgar, “pititizarse” también es transformarse en oposición cuando no te dan una pega, cuando no puedes meter a tus familiares en alguna estructura de poder y no necesariamente por diferencias ideológicas o de clase. Expresa, a través de una conversación con su compadre, el dolor de las clases populares que hoy ven resquebrajarse la estructura popular levantada por mujeres de pollera, mineros, campesinos o comerciantes. El enojo contra líderes que parecen dejarlos huérfanos. ¿Nuevo laberinto de la soledad? ¿U otros 100 años de soledad?

Así, Bautizo de las nuevas clases medias, Pensamiento político pitita y Pititización permitieron trenzar una de las pichicas centrales de nuestras tensiones de sociedad boliviana en el atardecer de este 2023. Mechones de ideas que nos invitan a más visiones, a más hipótesis y, ojalá, a más horizontes para un país enclaustrado en su racismo y su desigualdad.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.

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La limpieza del fútbol

/ 10 de septiembre de 2023 / 09:30

Los pajaritos cantaban mientras la luz estrenaba el alba después de una noche más bien fresca, muy tranquila. Comenzaba otro día del recién estrenado septiembre. Mes de la primavera, mes del esperado partido entre Bolivia y Argentina. Clima de esperanza; el termómetro marca creciente alegría sobre todo en quienes lograron comprar una, dos o tres entradas para tan memorable encuentro. Cuando de pronto se nubló todo: el presidente de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF), Fernando Costa, nos anuncia la existencia de denuncias de corrupción en el fútbol boliviano que envuelve a jugadores, árbitros, dirigentes, la estructura del VAR y que pueden anularse los campeonatos en curso. No escuchamos mal. Horas después, en reunión con representantes de todos los clubes, se confirma la cancelación de los torneos después de una votación a favor de la medida de 14 clubes, una abstención y la negativa de The Strongest y Wilsterman. La voz más fuerte del Club Bolívar, Marcelo Claure, dijo, negro sobre blanco: ”Este campeonato está manchado y no tiene validez.” La pregunta inmediata es ¿cómo está la tabla de este campeonato manchado que no tiene validez? Hasta antes de este terremoto: The Strongest, 49 puntos; Nacional Potosí 43 puntos; Bolívar, 41 puntos. No más preguntas, su señoría.

Claro que la stronguista que firma esta columna está indignada, está dolida. El año pasado, el Tigre era puntero y la FBF, debido a los bloqueos en Santa Cruz por el hoy poco comentado asunto del Censo, decide cancelar el campeonato. Ni expertos ni no expertos supieron explicar por qué no se pudo jugar en otras ciudades. El Tigre se tragó el sapo. Este año, mismo guión, el Tigre tiene que ver cómo se derrumba su ventaja sobre el resto de los clubes, tiene que tragarse un batracio gigante.

Ya nada vale, el fútbol boliviano tiene que ser refundado, dicen en la FBF, en Bolívar y, en voz más baja, en otros clubes del país. La solución ante estas graves denuncias de amaño es, además de poner los casos en cuestión en manos de la justicia (lo que es lógico), suspender todo, detener la emoción del fútbol, pero eso sí, comenzar inmediatamente otro torneo porque llegó el tiempo de la refundación. Con los mismos clubes, los mismos jugadores, la misma estructura arbitral, las mismas cabezas de la FBF. Toda una revolución. La toma de la Bastilla es un piojo tuerto al lado de tan radical transformación. ¿Cómo no agitamos antes tan maravillosa varita mágica? La calabaza se convertirá mañana en el carruaje perfecto para llegar a nuestro encuentro con la Selección Argentina. Messi, si llega, va a quedar boquiabierto con los príncipes  bolivianos que descenderán, con sus zapatillas de cristal, al estadio Hernando Siles.

Mientras tanto, pienso en los jugadores que visten la camiseta que me puso mi papá desde que tengo uso de razón: ¿con qué ganas van a un entrenamiento mañana si las pelotas que entraron al arco no valen nada? ¿Dónde ponemos las cenizas de las atajadas de Viscarra que me devolvieron el alma al cuerpo? ¿Dónde colgamos los gritos sostenidos y las canciones que la curva sur regó sobre cada milímetro de la cancha? ¿De qué vale ser el equipo puntero dos años consecutivos si en una conferencia de prensa, en minutos y sin goles trituran el esfuerzo de meses, cuando se jugó el 70% de la torta? ¿Y por qué ahora?

Sin embargo, donde manda la jerarquía del fútbol boliviano, no manda un triste tigre indignado. A llorar al cuartito. Que todo sea porque desde mañana habrá un inmaculado fútbol refundado bien jabonado.

Mientras todo esto pasa, el periódico La Razón vende hasta el último ejemplar de su flamante publicación especial. Cosecha el fruto porque se dedicó en estos últimos meses, gracias al trabajo sistemático de nuestro columnista Jorge Barraza, con el blindaje de todo el equipo de esta casa periodística, a mirar hacia atrás y repasar las brillantes trayectorias de los grandes jugadores de Bolivia y determinar, con el aporte de más de cien personajes ligados al balompié, quién es el número uno de la historia. Dieron su posición también 25.091 de nuestros lectores y lectoras. Fue clara la decisión: el Uno lleva los cuernos de la victoria, el Uno hizo posibles los goles imposibles, el Uno nos regaló un sueño, y el país le regaló su corazón. El Uno de la historia es el Diablo Etcheverry. Mientras el fútbol del 2023 se cae a pedazos, La Razón pone una corona sobre los cuernos del que nos hizo cantar entre lágrimas el más tierno de nuestros himnos: Viva mi patria Bolivia.  

 Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista. 

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El dolor de Javier

/ 10 de septiembre de 2023 / 06:49

A izquierda y a derecha se escucha lo mismo: el mundo está de cabeza. La introducción para todo comienza evocando los desastres heredados de la pandemia, la guerra entre Rusia y Ucrania que en verdad es un forcejeo entre viejos intereses ligados a pasadas guerra mundiales. Lo anterior tiene como cola la caprichosa crisis económica que está poniendo en peligro de gol a Estados Unidos, a la impredecible China, por no hablar de cómo está moviendo el piso en Europa, incluso bajo las alfombras alemana y francesa, motores del proyecto. Tan virulentos son los vientos que en nuestra región los impactos tienen cara de inflación pero a su vez gestos de inestabilidad política, de hartazgo, de violencia y de desesperanza. En algún momento un intelectual dijo que América latina era un lugar seguro en medio de tanta turbulencia geopolítica; quedó como un dorado deseo.

Así las cosas, contar el número de países del vecindario con gobiernos progresistas o conservadores ya no ayuda en la comprensión del retrato global. En primer lugar, porque quedaron atrás los tiempos en los que la región daba una señal más estable de una tendencia política conectada. En segundo lugar, porque la violencia política como la que vimos últimamente en Perú y con nítida claridad en el enlutado pasaje Castillo- Boluarte; la violencia terrorista que se robó la vida del candidato presidencial en Ecuador, Fernando Villavicencio; la violencia de la polarización y división intolerantes como la que atraviesa Bolivia; la violencia económica que sigue sufriendo la gente en Argentina, son violencias asfixiantes para pueblos latinoamericanos que estamos cargando en nuestros brazos una agonizante esperanza. Lo peor es que las violencias no andan solas. A su lado camina el dolor.

Solo demos un vistazo al país de los campeones del mundo. Los resultados de las elecciones primarias en Argentina terminan de quitarle el velo a un país adolorido. Pongamos sobre la mesa una hipótesis: las peleas sin retorno dentro del oficialismo kirchnerista, los ineficientes resultados en las urgentes cirugías económicas para salir a flote, el extravío del cordón con la gente de las multitudes sumados al resultado deficiente (o por lo menos desaprobado por un pedazote no menor de la ciudadanía) que dejó el paso de Mauricio Macri cuando tuvo la oportunidad de cumplir con lo prometido durante la primavera de los votos y sus escuálidos herederos en el actual liderazgo de la oposición han profundizado la grieta que divide los dos rostros argentinos que se dan la espalda y que alimenta los discursos de odio con gran ayuda de los medios. Así, acaban de abrirle de par en par las puertas luminosas por las que entra bailando, o interpretando a Leonardo Favio, el pibe Milei de quien hoy todos hablamos.

El dolor, nuevamente, de los argentinos y la perversa crisis en los bolsillos le ofrecieron un tibio nido electoral a Javier Milei, un economista altamente mediático que desde su personalísima construcción de libertad ha logrado abrir un espacio de anclaje para tanta desesperanza. Este personaje tiene mucho a favor suyo: su discurso es claro, es coherente cuando los periodistas no le sacan muchos ladrillos a su castillo de la gran Argentina liberal; su estilo es fosforescente, su cabello es altisonante, su galería de insultos y calificativos de todo lo que no es su propuesta es para un museo. Y la votación lograda es el embriagante encuentro del hambre y las ganas de comer.

A su vez, el pibe Milei es el resultado de su propio dolor. No hay que ser psicoanalista para atar el hilo de su niñez sin abundancia, de los recuerdos de un padre colectivero que completaba su salario apostando al futbolín, de una niñez sin mucho sol, con huellas de castigo de parte de papá y mamá (según cuenta él mismo), con la radicalidad de su lectura política, económica y, sobre todo, con el griterío desenfrenado para comunicarlo. El refugio de Javier es el afecto que lo une con solidez a su hermana; su chimenea es el calor irrepetible de su perro Conan que llegó a clonar antes de su muerte. Así, sus animales nos regalaron al más tierno de los Milei. Es el Javier que se acerca, el que besa, el que abraza. Hasta que vuelve a doler algo adentro. Son las punzadas que se repiten convirtiéndose en el preludio de la bronca desbordante y los gritos contra “la casta”, contra los políticos y contra los zurdos a quienes insulta y desprecia con todo su corazón. Su bronca emerge de su razonamiento, desde su estómago y desde su pecho. Su compatriota Fito Paez tendría que volverle a cantar sacate el diablo de tu corazón/ vayamos juntos a patear el sol. O tendrían todos que repetir: la puta madre que los remil parió/¿por qué nos cuesta tanto el amor?

No llores más, Argentina. Que no gane el dolor acumulado. Que no gane la rabia suelta. Que ganen los muchachos que trajeron la copa venciendo al miedo y jugando con amor. Con amor.

 Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista. 

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El dolor de Javier

/ 27 de agosto de 2023 / 00:28

A izquierda y a derecha se escucha lo mismo: el mundo está de cabeza. La introducción para todo comienza evocando los desastres heredados de la pandemia, la guerra entre Rusia y Ucrania que en verdad es un forcejeo entre viejos intereses ligados a pasadas guerras mundiales. Lo anterior tiene como cola la caprichosa crisis económica que está poniendo en peligro de gol a Estados Unidos, a la impredecible China, por no hablar de cómo está moviendo el piso en Europa, incluso bajo las alfombras alemana y francesa, motores del proyecto. Tan virulentos son los vientos que en nuestra región los impactos tienen cara de inflación pero a su vez gestos de inestabilidad política, de hartazgo, de violencia y de desesperanza. En algún momento un intelectual dijo que América latina era un lugar seguro en medio de tanta turbulencia geopolítica; quedó como un dorado deseo.

Así las cosas, contar el número de países del vecindario con gobiernos progresistas o conservadores ya no ayuda en la comprensión del retrato global. En primer lugar, porque quedaron atrás los tiempos en los que la región daba una señal más estable de una tendencia política conectada. En segundo lugar, porque la violencia política como la que vimos últimamente en Perú y con nítida claridad en el enlutado pasaje Castillo-Boluarte; la violencia terrorista que se robó la vida del candidato presidencial en Ecuador, Fernando Villavicencio; la violencia de la polarización y división intolerantes como la que atraviesa Bolivia; la violencia económica que sigue sufriendo la gente en Argentina, son violencias asfixiantes para pueblos latinoamericanos que estamos cargando en nuestros brazos una agonizante esperanza. Lo peor es que las violencias no andan solas. A su lado camina el dolor.

Solo demos un vistazo al país de los campeones del mundo. Los resultados de las elecciones primarias en Argentina terminan de quitarle el velo a un país adolorido. Pongamos sobre la mesa una hipótesis: las peleas sin retorno dentro del oficialismo kirchnerista, los ineficientes resultados en las urgentes cirugías económicas para salir a flote, el extravío del cordón con la gente de las multitudes sumados al resultado deficiente (o por lo menos desaprobado por un pedazote no menor de la ciudadanía) que dejó el paso de Mauricio Macri cuando tuvo la oportunidad de cumplir con lo prometido durante la primavera de los votos y sus escuálidos herederos en el actual liderazgo de la oposición han profundizado la grieta que divide los dos rostros argentinos que se dan la espalda y que alimenta los discursos de odio con gran ayuda de los medios. Así, acaban de abrirle de par en par las puertas luminosas por las que entra bailando, o interpretando a Leonardo Favio, el pibe Milei de quien hoy todos hablamos.

El dolor, nuevamente, de los argentinos y la perversa crisis en los bolsillos le ofrecieron un tibio nido electoral a Javier Milei, un economista altamente mediático que desde su personalísima construcción de libertad ha logrado abrir un espacio de anclaje para tanta desesperanza. Este personaje tiene mucho a favor suyo: su discurso es claro, es coherente cuando los periodistas no le sacan muchos ladrillos a su castillo de la gran Argentina liberal; su estilo es fosforescente, su cabello es altisonante, su galería de insultos y calificativos de todo lo que no es su propuesta es para un museo. Y la votación lograda es el embriagante encuentro del hambre y las ganas de comer.

A su vez, el pibe Milei es el resultado de su propio dolor. No hay que ser psicoanalista para atar el hilo de su niñez sin abundancia, de los recuerdos de un padre colectivero que completaba su salario apostando al futbolín, de una niñez sin mucho sol, con huellas de castigo de parte de papá y mamá (según cuenta él mismo), con la radicalidad de su lectura política, económica y, sobre todo, con el griterío desenfrenado para comunicarlo. El refugio de Javier es el afecto que lo une con solidez a su hermana; su chimenea es el calor irrepetible de su perro Conan que llegó a clonar antes de su muerte. Así, sus animales nos regalaron al más tierno de los Milei. Es el Javier que se acerca, el que besa, el que abraza. Hasta que vuelve a doler algo adentro. Son las punzadas que se repiten convirtiéndose en el preludio de la bronca desbordante y los gritos contra “la casta”, contra los políticos y contra los zurdos a quienes insulta y desprecia con todo su corazón. Su bronca emerge de su razonamiento, desde su estómago y desde su pecho. Su compatriota Fito Páez tendría que volverle a cantar sacate el diablo de tu corazón/ vayamos juntos a patear el sol. O tendrían todos que repetir: la puta madre que los remil parió/¿por qué nos cuesta tanto el amor?

No llores más, Argentina. Que no gane el dolor acumulado. Que no gane la rabia suelta. Que ganen los muchachos que trajeron la copa venciendo al miedo y jugando con amor. Con amor.

 Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista. 

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La A de agradecer

/ 13 de agosto de 2023 / 01:14

En agosto, lo dijo tantas veces nuestro columnista Édgar Arandia, la tierra se abre para ser alimentada y al mismo tiempo salen bailando todas las energías. Las fuerzas se cruzan, todo se mueve, la transformación es la ley de esta Pachamama de la que venimos todos, sobre la que florecemos a lo largo de nuestras vidas y en la que al final todos reposamos.

Pese a la dura crisis que hoy golpea a los periódicos del mundo, las y los trabajadores de LA RAZÓN y Extra decidimos con alegría y fe, dar gracias a esta gran madre que nos abraza y nos quiere en esta montaña de Auquisamaña.

¿Hay algo que agradecer en medio de esta era digital que puso en jaque a las rotativas del mundo? No tengan la menor duda.

Madre Tierra, te agradecemos estar aquí, trabajando para las personas que quieren leer en papel, que saben de la buena fe y la transparencia de LA RAZÓN y Extra, que conocen de la solidez de un periódico que se palpa con los dedos, que se hace con tiempo y esmero, un periódico de papel que se guarda, que se colecciona o se reutiliza para que no se enfríe la olla con ají de fideo o para limpiar los vidrios de nuestra casa.

Te agradecemos habernos ayudado a aceptar que el periodismo escrito tiene también una piel digital. Gracias por la curiosidad, la humildad y la creatividad para caminar sobre estas nuevas arenas. Gracias por lo que aprendemos cada día. Hemos confeccionado nuevos vestidos para nuestra empresa periodística: que la página digital; que las redes sociales; que nuestros programas LA RAZÓN Radio, Piedra, papel y tinta, Marcas; que los viejos y nuevos suplementos, que nuestros especiales, que nuestro Loro de Oro con su página digital, que nuestro alteño Zorro Antonio del Extra…  Te agradecemos, Madre Tierra, estar vivos. Después de una asfixiante crisis de los impresos debido a la irrupción de las nuevas tecnologías, del descenso paulatino de los ingresos publicitarios tanto privados como públicos, del descenso de las ventas de ejemplares, estamos vivos. Después de un ataque interno de propios trabajadores de la empresa que llegaron al punto de hacer un paro ilegal certificado por el propio Ministerio de Trabajo, de sus amenazas al propietario de la empresa en combinación con contados periodistas que disparaban desde afuera, estamos vivos. Después de una guerra sin tregua de medios colegas a través de sus editoriales, noticias, trascendidos, opiniones, queriendo desprestigiar a este medio y a quienes en él trabajamos, estamos vivos. Después de falsas acusaciones contra el presidente del Directorio, Carlos Gill, un proceso sobreseído (del que solo nosotros informamos), después de un abusivo allanamiento a estas instalaciones durante el gobierno de Jeanine Áñez, estamos vivos. Después de una implacable pandemia que nos puso de rodillas con la determinación de la no publicación de nuestras ediciones durante semanas y la consecuente crisis que nos condujo inevitablemente a la desvinculación de casi un centenar de trabajadores, estamos vivos. Después de drásticos recortes en todas nuestras esferas de producción y con un esfuerzo multiplicado por dos, por diez, por mil de las y los trabajadores que seguimos entregando el alma en estas montañas que reciben el calor del sol y rompen el viento, seguimos vivos.

Después de tantas acusaciones de parte de actores políticos, actores mediáticos y colegas periodistas, seguimos aquí, aferrados a nuestros principios, agarrados de nuestros sueños, apoyándonos unos a otros, descosiendo los desacuerdos, bordando esta lucha que nos hace pasar muchas horas diarias en este lugar para llegar a casa a seguir trabajando.

Gracias, montaña de Auquisamaña por tu energía. Es la energía que nos levanta de la cama cada mañana. La energía que nos alimenta para no desaparecer. Energía para hacer periodismo. Queremos ser testigos de un país que se quiere uno, diverso, con igualdad, con equidad, con justicia. Una Bolivia donde quepen todos los mundos, donde quepamos todos nosotros.

¡ Jallalla LA RAZÓN y Extra!

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.

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